DEN GRACIAS AL CIELO!!! A CHUCK QUE NOS MIRA DETENIDAMENTE INTENTANDO NO MALOGRARNOS LA VIDA COMO LO HIZO CON LOS WINCHIS!!! Y QUE KATTIE TUVO UN DÍA LIBRE XD!!!
- ¿Y mi tarta?-
- Hoy no, Dean.-
Decir que Sam estaba enojado era un eufemismo. Cuando Bebé y Dean salieron del baño, juntos, con las toallas en la cintura, Sam no dijo nada. Tampoco dijo nada cuando le hizo una seña a Bebé con la mano, indicándole que tomara asiento en la mesita de la cocina, donde Sam ya tenía dispuesto para él todo tipo de alimentos. Dean se atrevió a preguntar por la comida que le correspondía a él, pero Sam sólo lo observó, con esa cara de “Perra” que tan bien le salía, y es Dean en ese momento se dio cuenta de que no existían suficientes sinónimos de “enojo” para abarcar lo que Sam estaba sintiendo.
Bebé… resplandecía, y eso no era un eufemismo. Su sonrisa no cabía en su rostro y comía de buen agrado, sentado así casi desnudo en la silla, con la cadera levemente ladeada, como si algo le incomodara por dentro. Sam sabía qué era lo que le incomodaba, y eso explicaba también porqué Dean estaba casi tan radiante como Bebé.
- Pero… Sam…-
- Tú y yo… tenemos que hablar muy seriamente, Dean.-
- Claro, después de mi tarta.-
- ¡Que no hay tarta para ti!-
Bebé en ese instante hizo un ademán de ofrecerle su porción de tarta de Dean, pero Sam se lo prohibió, diciendo que Bebé la necesitaba más y que Dean podía conseguir su propia tarta. Fue ese gesto lo que sacó a Sam de quicio. El cómo Bebé seguía tan atento y servicial con Dean cuando este acababa de aprovecharse de la peor manera de todo lo que éste obviamente sentía por él.
- Dean… ¿podemos hablar afuera?-
- Mmm…- Sam se encamina a la puerta y la abre, invitando a Dean a Salir con él. - ¿Puedo vestirme antes?- Pregunta y la sola expresión de Sam le dice que no.
Así, con sólo la toalla en la cintura, Sam lo sacó del cuarto para regañarlo… como siempre.
- Siempre pensé que tendrías algún tipo de límite, Dean. Algo que… ¡No sé! te hiciera pensar en las consecuencias de tus actos aunque sea sólo un poco, pero ahora… ¡me sales con esto, Dean! ¡Sabes que Bebé tiene sentimientos muy fuertes por ti! ¡Que haría cualquier cosa por ti! pero tú… sólo tomas lo que te ofrece, como si realmente no fueras consciente de cómo terminará esto… - Le sermonea el menor, como si él fuera un niño, y Dean sólo aprieta los dientes, indignado, dejando que Sam termine con su discursillo de pringado sabiondo sabelotodo.
- ¡Yo no…! - Pero Dean se atraganta con sus palabras, dándose cuenta de que Sam tiene algo de razón. No sabe qué pasará luego, no sabe hasta cuándo podrá Bebé permanecer a su lado en forma humana, no sabe ni siquiera si realmente desea a su auto de vuelta o si quiere conservar a Bebé tal cual está ahora, sólo sabe que Sam se equivoca en algo. - Yo no me aproveché de él.-
- Claro, Dean… ¿Te das cuenta de que él te permite todo esto porque… simplemente está acostumbrado a que le toques? Ni siquiera sabes si realmente entiende lo que le haces. Todo es diferente para él, lo que siente como persona no puede ser comparado a lo que sentía siendo un auto y lo más probable es que no comprenda nada de lo que hacen. - Dean intenta refutar eso, pero Sam tiene algo de razón. Un “Cambio de aceite” no era ni remotamente parecido a lo que acababa de hacer con Bebé. - Dean, esto es algo que tienes que entender ahora. Tienes que aprender a respetarlo a él también, no sólo por la maldición, sino porque Bebé se merece algo mejor que “Una alineación de ejes” o lo que sea que le hayas hecho esta vez.-
Dios… “Alineación de Ejes” sonaba mucho más pervertido que “Cambio de Aceite”. Pensó Dean en su cabeza, haciendo una mueca con sus labios apretándolos y mirando a su hermano.
- Él está muy consciente de lo que siente y quiere, más de lo que tú crees, Sam... - En su defensa, Dean sólo puede alegar que Bebé le ha dejado claro que quiere que esas cosas sucedan, que quiere a Dean cerca, que quiere el contacto y que todo eso es porque quiere a Dean, como se lo declaró la noche anterior dejándolo mudo.
- Claro, él lo está, pero su madurez emocional corresponde a la de un niño, Dean, porque Él-Es-Sólo-Un-Auto. - Dean frunce el ceño, porque si de algo está completamente seguro es que Bebé nunca ha sido sólo un auto. - Dices que él está seguro de lo que siente y quiere, pero… ¿Qué hay de ti, Dean?-
- No es de tu incumbencia. Fuera de todo este embrollo con la bruja, lo que suceda entre Bebé y yo es asunto nuestro, no de tuyo, Sam. - Intenta tomar el pomo de la puerta para entrar en la habitación, pero Sam lo detiene tomándolo por el brazo y Dean le mira más cabreado que antes.
- Sí me incumbe, Dean, me incumbe completamente, porque yo tendré que juntar los pedazos rotos en los que te convertirás… - Dean abre grande los ojos, sin entender de qué habla su hermano. - Sé lo que te pasa cuando te involucras a este punto con alguien, Dean. Yo sólo… tengo miedo que no salga bien. Para comenzar, nada de esto está bien… estoy preocupado por ti. ¿Es que no lo entiendes…? - Lo dice con el aire quemándole dentro de los pulmones. Ya puede ver a Dean Winchester metido hasta las orejas en whisky para olvidar sus problemas y no soporta pensar que está sólo a unos días de semejante imagen y que además estuvo en sus manos evitarlo.
- Sam, eres… una gran nena. - Dean sólo ríe, entendiendo al fin todo ese discurso sin sentido que le estaba dando Sam. Lo entiende, Sam está preocupado por él y por lo que pasará, porque toda esa situación se les escape de las manos y que al final sólo queden unos pocos recuerdos de quien, en apenas un par de días, se ha convertido en parte indispensable de su pequeño núcleo familiar. Sólo le queda algo claro en ese momento. No permitirá que le arrebaten a Bebé, de eso está seguro. - Sabes que lo resolveremos, siempre lo hacemos.-
- Lo sé y sobre eso… tal vez… podríamos… - Dean lo mira interrogante y Sam casi parece avergonzado por lo que va a proponer. - ¿…irnos? No me importa que seas un pervertido folla-autos, Dean, y Bebé me agrada mucho. Sé que en algún momento Cas aparecerá y a tu manera arreglarás las cosas con él, pero ahora mismo podemos largarnos y llevarnos a Bebé. - Dean parece pensarlo un segundo, pero la verdad es que no hace falta que Sam haga esa expresión de perrito perdido para convencerlo. - ¿Se visten y nos vamos?-
- No sé… aún quiero mi tarta.-
Sam sonrió ante las prioridades de su hermano y abrió la puerta, haciéndole un gesto a Dean para que entrara primero, cosa que su hermano no dudó en hacer, ya que estaban llamando bastante la atención fuera del motel.
- ¿Dean?-
- ¿Ahora qué?-
- Sí te compré tarta. - La sonrisa satisfecha de Dean era comparable a esa con la que había salido del baño.
- Tú, Perra…-
Bebé estaba aún en el mismo lugar en el que lo habían dejado, aún sin vestirse y aún comiendo. Lo único que había cambiado era la cantidad de comida que quedaba sobre la mesa, que a ese punto ya no era mucha.
- Bebé. Tenemos una pregunta para ti. - Sam finalmente cerró la puerta, ignorando todos esos ojos de los curiosos que estaba fuera del motel esperando ver a Dean otra vez en toalla.
- ¿Mmm? - Pero Bebé estaba con la boca llena de un poco de todo lo que Sam había traído, con los labios llenos de migas y grasa.
- ¿Te comiste toda la tarta de manzana? - Se queja Dean, incrédulo, y Sam se golpea la frente ante el cambio de tema de su hermano, quien buscaba con indignación un trozo de tarta para él entre todas las bolsas que estaban sobre la mesa.
- Sam dijo… - Bebé tragó lo que tenía en la boca, sonriendo como un niño luego. - Dijo que era para mí, Dean. -
- ¡Dean, concéntrate! - Sam frotó su rostro con sus dos manos, porque su hermano mayor no tenía remedio. O pensaba con la cabeza de abajo o con el estómago. - Bebé, tenemos que preguntarte algo y es serio.-
- Ok… - Con la duda impresa en el rostro, Bebé se acomodó en su silla, esperando a que los hermanos ordenaran sus palabras.
- Queremos saber si estarías dispuesto a seguir siendo humano indefinidamente. - Los ojos azules de Bebé se abren de sobremanera ante lo dicho por Sam, pasando su mirada de un hermano a otro. - No sabemos si la maldición tiene fecha límite, pero por lo que tenemos entendido, si Dean no aprende la lección sobre el respeto, tú seguirás siendo humano. - Sam hace una pausa, esperando a ver algo de entendimiento en la expresión perdida de Bebé, pero al no encontrarla, continúa. - ¿Te gustaría seguir siendo humano?
Hay un minuto de completo silencio antes de que Bebé finalmente conteste, minuto en el que Dean alcanzó a morderse las uñas de una mano y Sam creyó sentir como le aparecían un par de canas.
- No lo sé. - Responde Bebé, con esa inocencia infantil tan característica de él. - Es… divertido. Digo… ser humano es divertido, he aprendido mucho y las sensaciones y todo, pero me gusta ser un auto y…- Piensa, mirando detenidamente la taza de café que tenía entre las manos.
- ¿Y? - Preguntó Dean, nervioso, intentando que Bebé acelerara sus palabras. - ¿Y qué?
- Y eso. Es divertido… y raro. - Parece pensar por un segundo lo que va a decir, pero finalmente sólo alza los hombros, restándole importancia al asunto. - Me gustan los nuevos cambios de aceite, aunque… parece que los necesito más frecuentemente que antes.
- ¿Cambios de aceite? - Consulta Sam, sin entender a qué se refería, hasta que recordó la escena en la cabaña en el pantano y la escena de día de hoy y cuando todo cobró sentido, sólo pudo mirar de mala manera a Dean, quien sólo alzó los hombros, con una sonrisita tonta y nerviosa en los labios. - ¡Dean!
- ¡Él me lo pidió!
- ¡Deeeeeaaaan!
Y lo que terminaría siendo una nueva discución, iniciando con ese largo “Dean” que Sam emitió, se vio interrumido cuando Bebé comenzó a hablar nuevamente, tomando al mismo tiempo una dona de entre las bolsas que estaban sobre la mesa.
- ¿A ustedes le gusta que yo sea humano? - Ni siquiera espera a que le contesten, si no que sigue hablando de inmediato, olfateando un par de veces la dona con curiosidad, maravillado al comprobar que su aroma es muy distinto al de las otras cosas que había comido. - El ángel dice que en este estado soy de mayor utilidad y a mí me gusta ser útil y compartir más con ustedes, pero también me gusta llevarlos de un lado al otro, pasar horas conduciendo por la carretera...- Lo medita seriamente, y hace unas muecas demostrando que pone las cosas en una balanza, sin decidirse por ninguna de ellas. - ¿Por qué preguntan eso? - Los mira atentamente, intentando descifrar que es lo que pasa.
- Verás, Bebé, nosotros... - Pero el discurso de Sam se vio interrumpido por Dean, que de la nada pareció procesar todo lo que había dicho Bebé.
- ¿Ángel? ¿Qué ángel? - Fue como una explosión de paranoia, en la que Dean se imaginó a todos los malditos ángeles que habían tenido la desgracia de conocer, todos esos emplumados psicópatas acosando a su Bebé, todos… menos Castiel, porque Castiel no vendría. Castiel no se había dejado aparecer durante todo un mes, así que no aparecería ahora mágicamente.
- ¿Cómo que “¿Qué ángel?”? - Bebé parece incluso un poco indignado ante tal pregunta. - Obvio que Castiel, tu amigo el ángel, él único amigo ángel que tienes y que podría aparecerse por aquí. -
- ¿Cas? ¿Cómo sabes…? ¿Has visto a Cas? - La sorpresa en la voz de Dean es tal que Bebé sólo atina a sonreír, con la boca llena de jalea.
- Sí, claro, vino anoche y los arropó cuando yo estaba en la ducha. Hablamos un rato. Es un buen tipo, los cuida incluso estando enojado contigo. - Llevó a su boca una vez más la dona, dándole un mordisco mucho más grande que antes.
- Creí… creí que estaba enojado conmigo. - Dean no podía estar más confundido en ese momento, porque no había manera de entender a Castiel. Primero se enojaba y luego… ¿Los arropaba? ¿Qué mierda le sucede? - Bah… no importa. - Se cruza de brazos y se deja caer en la silla. No tiene tiempo ni ganas de prensar en Castiel.
- Sí importa, Dean, y creo que esto sería más fácil si nos dijeras que pasó de una buena vez. - Acentuó Sam, con esa cara de mendrugo y su tono “condescendiente”.
Dean no tenía ganas de acordarse del asunto, le importaba poco si Cas se ofendía o no, pero si no fuese por eso, no habría llegado a toda esta mierda rara de encariñarse, más de lo que debía, de Bebé y mucho menos tendría que enfrentarse a la posibilidad de perder otra vez lo que quería.
Y todo es culpa de Castiel, TODO.
- Sólo… discutimos. - Soltó Dean con mala leche, poniéndose la camiseta verde, la única que le quedaba limpia. - Ya sabes, era de noche y Castiel es un llorón sensible que…
- Espera ¿Sólo discutieron? - Dean asintió, dando por finalizada la conversación. - ¿Qué fue lo que le dijiste…o hiciste?-
Sam ya tenía ese tonito de psicoanalista y Dean quería mandarlo a la mierda, Bebé sólo comía su dona en silencio. Él si sabía qué había pasado, sólo que era un auto en ese momento, sin conocimiento de lo que las palabras pueden dañar… así que no le prestó mayor atención.
- ¿Me vas a dejar hablar o no, listillo?-
Sí había algo que descompensaba a Dean más que quedarse sin tarta, eso era que Sam lo interrumpiera al hablar, eso y quedarse, como ahora, sin ropa interior limpia, porque odiaba la sensación de la dura tela de sus jeans contra su piel más delicada.
Sam levanto las manos y torció la cara, dándole el paso para hablar, y Dean se sentó en la mesa con sus pantalones sin abrochar, y tomó su café, se sentía una mierda y se sentía así desde que dijo lo que dijo Castiel, pero él no podía dar el brazo a torcer y asumir que se arrepentía, especialmente… de "eso"; porque tener con quien hablar en medio de tus borracheras y que este no se canse de escucharte pues… tiene su ventajas.
- Era de noche… había salido al bar, pero… después del altercado con Gabriel… la mala leche de ese ángel me puede, más su desinterés por todo… Cas estaba con nosotros ¿recuerdas?… - Dijo.
Sam asistió, Bebé comía un poco más, disfrutando de eso que sabía tan distinto a su acostumbrado combustible.
- Sólo que cuando lo llamé… - Su tono de voz había cambiado, parecía arrepentido y consternado por no saber cómo arreglarlo.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Dean camina en la oscuridad detrás de ese desastroso bar y no sabe cómo se mantiene en pie. La callejuela es sucia y húmeda, el suelo está disparejo, toda la porquería se le pega a las botas y busca las llaves del impala mientras se tambalea hacia él, con una cerveza en la mano ¿O es un whisky? Mira el vaso de reojo y se da cuenta de que no debería tenerlo en la mano si es que está fuera del bar, pero sólo se ríe de ello.
Poco le dura la risa, porque recuerda la razón lo que llevó a beber esa vez. “TVland”. Pura mierda. Su rostro se tuerce en una expresaron de agobio y de un trago se termina el alcohol que queda en su vaso, se sostiene de la trompa de su impala, mareado, y en un arranque de furia lanza el vaso contra un basurero, destrozándolo.
Se sienta en el capó del auto tras un par de saltos sin fuerza y las ganas de hablar con alguien comienzan a hervirle en la sangre. Su precioso Bebé está ahí como siempre y habla con él un momento de las cosas que harán en la semana y las ganas que tiene de mandar a pulir su parachoques, pero lamentablemente el Impala no es muy hablador y rápidamente Dean se aburre.
¿Quién más que su Bebé estaría dispuesto a escucharlo a esas horas de la madrugada? Sólo una persona, o más bien un… la mierda que sea.
- Castiel, Castiel… ángel de mi guarda… ñoña compañía… ¿Qué más seguía? - Miró el interior del impala a través del parabrisas. - ¿Tú te acuerdas, Bebé…? ¿Cómo que no era así? Estoy seguro de que decía eso… ok, ok.
Tras su pequeño monólogo/conversación con su impala, se giró nuevamente, mirando el cielo oscuro y apenas visible entre los cables y las paredes que formaban el callejón.
- Ángel de mi guarda, ñoña compañía, no me acoses de noche, hombre, es aterrador, y de día usa las puertas, joder, que me asustas cuando te apareces de la nada. - Dean se ríe por la incoherencia de sus palabras y más porque es la primera vez que hace sus oraciones en muchos años. - Eeh… ya no recuerdo el resto… amh… ¿Bebé? - Pide ayuda a su auto como si este le fuese a responder, cosa que no hace, pero el simple hecho de tener esos segundos de silencio a Dean la bastan para recordar el resto de la oración. - Ah, claro. Las horas que pasan, las horas del día, si tú estás conmigo… ¡No me va a secuestrar tu puto loco hermano Gabriel, mierda! ¡Ahora ven y bendíceme, CASTIEL!
- Esa fue una oración… muy interesante. - Dean gira su cabeza, tal vez demasiado rápido, porque Castiel se ve borroso durante varios segundos. - ¿En serio quieres mi bendición… o tu nivel del alcohol es demasiado alto, Dean? - Castiel lo observa, imperturbable como siempre, con esa expresión serena que a Dean tanto saca de quicio. Está de pie frente al impala, su postura rígida, con los hombros rectos, y su cabeza se inclina hacia un lado, intentando medir que tan ebrio está Dean en realidad. - No tengo demasiado tiempo. Si quieres que te lleve al motel con Sam puedo hacerlo, puedo bendecir te también si lo deseas.-
- A la mierda con la bendición, no quiero que me lleves a ningún lado ni nada con esa mierda que te hace ángel… - Dijo frunciendo la boca y eructando algo asqueroso que hizo fruncir el semblante del ángel. - Sólo escucha… estoy cansado de que ustedes, emplumados, por decreto de un padre imbécil y que se lava las manos de todo, nos dirijan la vida, que nos manejen como muñecos. Estoy harto de que, porque los crearon antes, se piensen nuestros dueños...- Se echó en el parabrisas del impala, extendiendo sus piernas sobre el capó y dando por finalizado su alegato. Castiel sólo lo observa, con el ceño fruncido.
- ¿Quieres que eleve una oración por ti personalmente, Dean? Porque no entiendo la razón de que me lo digas a mí. - Dean Abre los ojos, ya que los había cerrado al creer que lo había dicho todo.
- Esa actitud de lame culos es lo que me exaspera más, Cas… que ninguno de ustedes tenga los huevos para mandar a la mierda al infradotado de tu padre… - El mareo le ganaba a ratos y empezaba hervir en el la decepción por el ángel y dios y su hermano y el sufrimiento acumulado los últimos meses.
- Estás demasiado ebrio, Dean. No sabes lo que dices. - Castiel hace un ademán de acercarse para ayudar al humano a entrar al impala, porque comienza a hacer mucho frío para que este permanezca sin refugio y con tanto alcohol en sangre, pero su intento se ve detenido por el cabreo de Dean, recibiendo un manotazo como única respuesta.
- ¡¡No me toques, maldito emplumado!! - Espeta con repulsión al golpear la mano que el ángel tendió hacia él para ayudarlo, quedando de un salto de pie en el suelo. - Es toda tu culpa y de "esos"… ¿Qué no tenían más que hacer? ¿No podían buscarse una vida? ¿Tenían que estar jugando al ajedrez con la mía? ¡¿Con la de mi hermano?! - A Dean se le espesaba a ir la borrachera y la furia ocupaba su lugar, dándole un golpe al capó del auto, mordiéndose la lengua a medias…
- No tengo nada que ver con lo sucedido, Dean. Ya estaba escrito incluso antes de darme vida y no está en mi poder el frenar las acciones de mis hermanos. - Una vez más intenta acercarse a Dean, quien ha comenzado a temblar, no sabe si de frío o de rabia. - Necesitas resguardarte.-
- Que no tengo frío ¡Mierda, no me toques! Me repugnan los seres como tú... sin una pizca de autonomía. - Lo mira con odio y asco sin poder contener la impotencia de ser sólo un humano que no puede controlar su destino, desquitándose con Castiel como si este realmente tuviese la culpa. - ¡Me revienta que seas "tan inútil" como para no saber ponerles un alto a los marmotas de tus hermanos! ¡Y que estemos así…! así… por tu culpa más que de ellos… tú… bueno para nada. - Sus gritos raspaba su garganta y lastimaban su voz, seguro que mañana no podría hablar, pero lo que sentía dentro no tenía remedio necesitaba sacarlo. Ya ni siquiera estaba reclamándole la actitud de Castiel, si no que era un ataque contra sí mismo, contra su inutilidad, contra su falta de fuerza, contra su propia humanidad. Sólo que al alzar la vista para ver el rostro del ángel… lo que vio le hizo arrepentirse de sus palabras.
- Caí por ti, he muerto por ti, para que tú y Sam estén bien, Dean… y si pudiera detener a mis hermanos, lo haría. Si tuviera la fuerza suficiente frenaría toda esta locura, pero no es así y que no pueda ayudarte tanto como se te antoja no significa que yo sea un inútil.-
Las palabras de Castiel golpean a Dean casi con violencia, y este balancea su peso de un pie a otro, apoyándose en su impala para seguir de pie medianamente recto. Tal vez, si no estuviese tan ebrio podría explicarle de qué está hablando, pero su nivel de alcohol no le permite procesar por completo la situación.
Intenta fijar la vista en el ángel, pero este mira hacia otro lado, dejando de verle con eso ojos tan azules y fríos. En medio de lo brumoso que todo se ve, logra distinguir como el mentón de Castiel tiembla levemente, intentando mantener la compostura, dolido por sus insultos, y se da cuenta de que realmente lo hirió. A Castiel, su único amigo.
- Sólo digo… - Tras un minuto de completo silencio, Dean intenta explicarse, pero el ángel lo corta.
- Sé lo que dices y no me interesa seguir escuchando tus ebrias y venenosas palabras, Dean Winchester. Si no eres capaz de apreciar la magnitud de los sacrificios que he hecho por ti… entonces no me llames, no me busques, porque no vendré… por ti. - Suelta con un tono de voz mucho más bajo y rasposo de lo usual y Dean juraría que hay angustia en su mirada o algo así como dolor, pero no puede confirmarlo, porque el ángel desaparece sin decir nada más.
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- Eso fue… lo que paso… - Termina Dean, bebiéndose su café de un gran sorbo, esperando a ver que le dice su hermano sobre lo que acaba de contarle.
- Dean… - Sam se presiona el tabique de la nariz con los dedos, intentado detener la migraña que sabe lo atacará en cualquier momento. - Mierda, Dean ¿Cuántas veces te he dicho que, cuando estás ebrio, no hables con nadie? Siempre metes la pata… o te acuestas con alguien… - Sam niega con la cabeza, intentando ordenar sus pensamientos. - Tienes que disculparte con él, Dean.-
- ¿Yo?-