Para dos días que libro me siento obligada a hacer cosas.
El domingo votar. A mí el cuerpo y la ideología me piden abstenerme.
Quijote, como buena española, en política pierdo siempre, pero hace tiempo que prefiero votar a cualquier opción de izquierda (siempre que no sea la mayoritaria, las mayorías absolutas son el cáncer de la democracia… eso y el bipartidismo, pero poco remedio le veo mientras sigan consiguiendo lo que quieren).
El día que inventen el voto negativo seré feliz, me conformo con que le resten uno a la derecha y listo. Votar he votado y sin entrar en pormenores yo sé hacer cosas mejores. La fiesta de la democracia sabe a tan poco, es tan poco participativa, en fin, hasta dentro de otros cuatro años.
Me acerque al cine a ver si mejoraba mi día pero no “
10.000 ac” no me gusto nada, no tiene argumento ni base histórica, le da patadas a la geografía, el prota es mono pero ni sabe actuar ni compensa y la lela de las lentillas me marea de lo mal que actúa, lo de las leyendas me revienta, al narrador le hubiera ahogado y la abuela con conexión psíquica con los protas es de rizar el rizo… Últimamente había visto cositas buenas y no podía durar tanto la racha.
Hoy me ha tocado madrugar porque me han mandado una analítica de urgencias, cosa que no termino de entender, pero algo bueno ha tenido porque para entretenerme me he comprado una revista (Mía Nº 1122) y me he sorprendido alegremente leyendo una gran apología de mi bebida favorita “El café nos sienta bien”. Lo sabía. Lo he sabido siempre.