Comunidad:
reto_diario.
Título: Es bueno saber que no estás solo.
Fandom: Katekyo Hitman Reborn!
Claim: Gokudera/Tsuna.
Advertencias: Alternative Universe relacionado a
este otro fic.
Notas: Gracias a
ligabiss que me dio su opinión de esta basura antes de que la subiera :'D. No me quedó como quería :'D. La idea en mi cabeza era mucho más cute que esto *sigh*. Pero bueno. Estoy cumpliendo con seguir este AU. Espero que se entienda (Luga dice que sí, le creeré -?-). Igual si sigo escribiendo profundizaré más en este universo, so... Oh, btw. Creo que es obvio, pero bueno: Tsuna no es "Décimo" en este universo porque... duh, no es mafioso xDU.
Tsuna se queda en silencio observando aquella impecable casa. Puede sentir a Gokudera mirándolo expectante, pero él no se siente capaz de responderle. No quiere aceptar, no cree que lo merezca, pero las palabras del joven siguen resonando en su cabeza.
“Si no es por eso, por favor acéptalo como un favor de parte de un amigo”.
Y allí está la clave. En aquella palabra a la que nunca se sintió particularmente apegado, y que Gokudera utiliza por primera vez para definir esa curiosa relación que han desarrollado con el tiempo. Amistad.
Y es la primera vez en muchos años en que se da cuenta que ha estado solo.
Eso es lo que significa la oferta del joven. No tener que estar más solo.
Es entonces cuando nota que desde el momento en que Gokudera le sonrió de esa manera y dijo con tal seriedad aquellas palabras, él ya había aceptado la propuesta.
Le mira a los ojos, aún en silencio. Pero sabe qué terminará diciendo. Sabe que es inútil dar más vueltas al asunto.
-
No recordaba todo lo que había ocurrido el día que conoció a Gokudera. Pero a pesar de las lagunas mentales, nunca podría borrar de su memoria lo que había presenciado.
Porque cuando aquel monstruo apareció frente a sus ojos, la cosa más grotesca que había visto en su vida, creyó que iba a morir literalmente del miedo. Se había quedado paralizado frente a la criatura, incapaz de reaccionar ante lo que sus ojos veían.
Un monstruo con sólo medio cuerpo, un gran brazo saliéndole del pecho, plumas negras en el lugar donde debería haber cabello… y aquella expresión feroz que había sido lo que realmente le había paralizado. No había palabras reales para describir lo que era esa criatura.
Y había sido Gokudera quien se había interpuesto entre él y esa bestia.
-Corre, idiota.
Pero Tsuna era capaz de reaccionar. No movió un músculo ni siquiera cuando aquel joven extraño, que minutos antes había sido todo menos amable con él y ahora estaba salvándolo, hizo lo posible por luchar contra aquella cosa. No movió un músculo cuando escuchó nuevamente el grito dirigido a él que le decía que huyera de una maldita vez. Fue sólo cuando vio a Gokudera caer, incapaz de dar más batalla, que reaccionó.
Sólo recordaba que en ese momento algo había surgido en él. Una fuerza inexplicable, una confianza que nunca había sentido en su vida, una comprensión del mundo que venía naturalmente a su cabeza, como si siempre hubiera estado allí, pero que nunca antes había experimentado. Y lo más importante: una seguridad absoluta de que podía derrotar a esa criatura.
(Y sabía, aunque no pudiera verla, de aquella llama que había aparecido en su frente, tan inexplicable como toda esa situación).
Pero lo siguiente que recordaba, luego de despertar de una especie de trance, era al monstruo que se encontraba bajo sus pies, completamente inmóvil, y la mirada verde reflejando pura sorpresa posada sobre él.
-
Había intentado huir después de eso, aunque no sin ayudar primero a Gokudera, considerando que sus heridas eran su culpa después de todo. Aún así, apenas había hecho eso, prácticamente desapareció entre los escombros y los restos de los edificios de la antigua ciudad que antes se había erguido allí, camino al asentamiento en el que vivía.
Por unos meses se pudo sentir a salvo de aquellos recuerdos. Mas poco duró.
-¡Jefe! -gritó una voz conocida a sus espaldas, aunque Tsuna no se dio por aludido (no tenía por qué, él no era jefe de nadie) hasta que una mano le agarró del hombro para detenerlo, haciendo que pegara un salto del susto-. ¡A-al fin lo encontré, Jefe!
Tsuna se volteó a ver a la persona que le hablaba, para encontrarse con aquel joven de cabello grisáceo.
Oh, no.
-…¿”Jefe”? -Fue lo primero que atinó a decir por la sorpresa.
-Ah… Es cierto. C-comprendo si el Jefe ya no me recuerda -murmuró Gokudera, como si creyera que Tsuna se la pasaba salvando desconocidos de monstruos terroríficos todo el tiempo.
¿Qué demonios?
-No, no. Eres Gokudera-kun, ¿cierto? -Levantó las manos en un gesto conciliador-. Te recuerdo, pero…
El rostro del joven se iluminó tanto al escuchar esas palabras, que Tsuna no pudo continuar.
…¿Qué. Demonios?
-
Desde ese día se había vuelto una rutina para ambos encontrarse en aquel asentamiento. Tsuna se quejaba internamente de eso, pues el otro joven era un desastre andante. A donde fuese que iban, siempre terminaba provocando problemas que él debía arreglar luego.
Pero en el fondo se divertía. Aunque no comprendiera la devoción que el muchacho sentía por él.
Y la verdad era que durante aquellos meses, el peso que cargaba en sus hombros desde la muerte de sus padres había comenzado a desaparecer lentamente. Como si ahora alguien estuviera ayudándolo a llevarlo.
(Tal vez, sólo tal vez, era por eso que inconcientemente esperaba todos los días escuchar aquella voz llamándolo, y ver la brillante sonrisa que Gokudera le dedicaba -sólo a él- cada vez que se encontraban).
Fue en una de esas ocasiones en las que el joven casualmente se ofreció a acompañarlo hasta su casa antes de irse.
-Ah, no. No tengo casa, Gokudera-kun -respondió Tsuna con naturalidad, porque ciertamente, la mayoría de la gente en esos tiempos no tenía una vivienda real. No se le hacía extraño en lo más mínimo.
Continuó caminando tranquilamente, tardando en darse cuenta que Gokudera se había detenido en seco.
-¿Ocurre algo? -preguntó al notarlo.
-El Jefe no puede vivir en la calle.
Tsuna parpadeó sorprendido, al tiempo que la mano del otro joven se cerró sobre su muñeca, y comenzó a arrastrarlo de camino a un lugar que el castaño no conocía.
-
Así llegó a esa casa en la que ahora está. A esa decisión. A tener que escuchar esas palabras que le afectan de una manera que nunca lo habían hecho. A tener que ver esa sonrisa a la que definitivamente no puede negarse. A tener que aceptar vivir con Gokudera por eso mismo.
Y más importante, a darse cuenta de que, por primera vez en muchos años, tiene un amigo en el cual confiar.