Comunidades:
reto_diario,
mision_insana.
Título: ¿Qué tiene que hacer uno por una maldita sonrisa?
Fandom: Katekyo Hitman Reborn!
Claim: Ryohei/Fran.
Tabla:
Random 4.
Prompt: Cocoa.
Advertencias: Spoilers de todo el Arco del Futuro. Ubicado cinco años en el futuro. Es el primer fic de una serie de viñetas ("Cinco años y una mudanza después"). Posible OoC, en especial de Ryohei -_-U. La narración puede ponerse confusa de a momentos D: O reiterativa (?). O aburrida al extremo (???). :'D.
Notas: Escrito para el combo de
miyu_su: Ryohei/Fran - ¡Sonríe al extremo! Perdón que sea tan malo, Miyucita ;_;. Yo quería regalarte un fic de consuelo y al final creo que necesitarás más consuelo luego de leer esta porquería X_X. También... debo decir que salió más inocente de lo que tenía planeado. Wtf *gota*.
Como aclaraciones importantes, o no tanto (?), le inventé un nuevo vicio a Fran y una nueva habilidad a Ryohei :'D (O tal vez no, creo firmemente en que Ryohei hace las cosas o MUY mal o MUY bien, siempre en los extremos 8DU). También, está un poquito inspirado en
esta escena del anime.
Fran miró primero la taza de chocolate y luego dirigió sus ojos hacia el rostro del Guardián. Cualquier otra persona se habría sentido intimidada por la expresión de Ryohei, pero el ilusionista ni siquiera se inmutó.
-Acéptalo.
Fran arqueó las cejas.
-Lo siento, no tomo cosas que me dé alguien que pertenece a un grupo de pervertidos. Es mi política personal -respondió el joven de cabello verde, antes de pasar de largo al Guardián del Sol para dirigirse hacia la heladera.
Ryohei no movió ni un músculo, intentando contener el impulso de arrojarle la taza en la cabeza al niño (aunque su rostro sí enrojeció por el comentario). Cuando creyó que se había calmado lo suficiente, se volteó a ver al chico nuevamente.
-¿Pevertidos? -interrogó con genuina inocencia-. ¿No crees que eso es un poco…?
-Si dices “extremo”, te encerraré en una ilusión que te dejará pesadillas por los próximos diez años. -Fran no levantó la mirada del bocadillo de medianoche que se estaba preparando mientras decía eso. Estaba hambriento, y le costaba soportar la idiotez cuando tenía el estómago vacío. Eso y verdaderamente se veía tentador traumar al Guardián del Sol.
Ryohei frunció el ceño, antes de dejar la taza de cacao sobre la encimera y acercarse al ilusionista. Posiblemente, de haber estado tratando con una persona mayor, su paciencia se habría agotado ya, pero intentaba ser más tolerante con los “niños”.
-Pensé que te gustaba el chocolate caliente -comentó, y sin poder contenerse agregó:-…al extremo.
Fran se volteó a verlo, su mirada mostrando una muy ligera molestia (casi imperceptible), mas decidió ignorar las últimas palabras del Guardián. No podía pedirle a un idiota que dejara de ser idiota. Era como pedirle al color verde que dejara de ser verde. ¿Qué más podría ser sino?
-Y ahora es cuando las cosas se ponen escalofriantes, ¿sabes? -respondió sin poner ningún especial énfasis en sus palabras-. El hecho de que te hayas fijado en lo que tomo todas las noches sólo me hace sospechar más de lo que pueda contener esa taza.
Ryohei se recordó que golpear niños no era algo moralmente aceptable para él, e intentó que eso sólo le sirviera para contenerse. Él no era como Gokudera, y no iba a empezar a seguir su ejemplo, aunque se viera tentador.
-¡Es extremadamente normal fijarse en eso cuando comemos juntos todas las noches!
Era cierto. Todas las noches, alrededor de la una de la madrugada, Fran bajaba al comedor a hacerse una tibia taza de cacao. Y todas las noches, por la misma hora, Ryohei se levantaba para tener un bocadillo extremo. Luego de coincidir tantas veces, se había vuelto una especie de rutina para ellos tomar algo juntos a esas horas. A veces incluso tenían conversaciones medianamente civilizadas y todo, aunque en general era el Guardián el que no cerraba la boca ni un minuto, mientras el otro sencillamente soltaba ocasionales comentarios irónicos que ponían a prueba la paciencia del mayor.
Y por una cuestión de amabilidad (aunque realmente había otros motivos), aquella noche Ryohei había ido sólo un poco más temprano para prepararle una taza de cacao a Fran. Se había tomado todo ese trabajo, para que finalmente lo rechazaran sin mirarlo dos veces. Era absolutamente injusto. Al extremo.
-Supongo que entre pervertidos será normal.
(No era cierto, Fran era conciente de eso, pero le gustaba molestar al mayor. Era tan divertido ver cómo luchaba consigo mismo para no golpearlo).
Ryohei volvió a juntar la taza de cacao, se posicionó frente al ilusionista, y bebió un sorbo del chocolate caliente. Luego de unos minutos en los que nada ocurrió, estiró las manos, ofreciendo nuevamente la bebida al otro joven, quien se limitó a mirarla fijamente.
Hasta que al final aceptó la taza. De no haberse tratado de una chocolatada, posiblemente habría tirado el líquido por la fregadera sin pensarlo dos veces, pero simplemente no podía desperdiciar algo así que, encima, venía gratis. Se resignó a probar el cacao, con deliberada cautela sólo para molestar al Guardián.
Bueno, tenía que admitir que estaba bueno (el chocolate caliente, no el Guardián. ¿O tal vez ambos?). Mejor que el que él mismo hacía, a decir verdad. Tal vez, sólo tal vez, podría usar eso a su favor.
Fran notó que algo repentinamente parecía molestar a Ryohei. El mayor había vuelto a colocar aquella expresión aterrorizante que tenía cuando le ofreció por primera vez la taza. Esa expresión que ponía cuando planeaba lograr lo que se proponía aunque tuviera que utilizar la fuerza para eso. El ilusionista se preparó para soportar otra de las estúpidas ocurrencias del boxeador.
-Sonríe -dijo el Guardián, haciendo un énfasis especial en cada sílaba de la palabra.
-¿Por qué debería?
-¡Todos los niños sonríen cuando prueban mi cacao extremo!
-Tal vez confundas sus muecas de asco con sonrisas, onii-san. -Fran dejó la bebida a un lado, aunque mentalmente pensaba aprovecharla en cuanto el Guardián del Sol no lo viera-. Está horrible.
Ah, ahí estaba de nuevo. Realmente adoraba la expresión de Ryohei cuando su temperamento estaba por explotar, y él hacía todo lo posible por contenerlo. Los que hacían esfuerzos por no asesinarlo eran aún más divertidos de molestar.
¿O tal vez estaba pasando demasiado tiempo escuchando a su Maestro?
-¡Sonríe al extremo! -volvió a exclamar el mayor, tomando las mejillas de Fran en un intento de forzar una sonrisa en él. Para cualquiera que hubiera entrado en ese momento al comedor, la escena se habría visto realmente muy divertida y extraña.
El chico respondió cumpliendo su amenaza inicial. Encerró a Ryohei en una poderosa ilusión, y cuando se quitó al Guardián de encima, volvió a agarrar la taza de cacao para llevársela a su habitación. No se molestó en terminar la ilusión, sencillamente dejó al mayor en la cocina, sabiendo que el efecto de las ilusiones terminarían cuando Fran se fuera a dormir.
En el camino a su cuarto, tomó otro sorbo de la chocolatada, y esta vez (sabiendo que nadie lo veía) no reprimió la sonrisa que surgió en su rostro al sentir el sabor de la bebida en su paladar.
Finalmente Ryohei no se había equivocado.