Be Human [One Shot] (2/2)

Jan 21, 2013 14:30


Título: Be Human

Autora: Leadernim

Traducción al español: XOXOT12

Rating: PG-13

Pareja: Kris/Tao [EXO-M]

Extensión: 10,000+ palabras

Resumen: Historia paralela de Absolute Chanyeol. Kris nunca será lo suficientemente humano.

PARTE II

Su relación cambió ligeramente con el tiempo.



Tao ya no menciona su falta de humanidad y Kris se autoengañaba ansiosamente creyendo que estaba cada vez más cerca de ser plenamente humano. Tao le hacía las cosas mucho más fáciles, le daba su lugar e incluso lo presentaba como su «novio».

Kris interactuaba con los demás humanos basándose en la información almacenada en su placa base. Sonreía y se reía con sus «bromas», hacía preguntas inquisitivas y observaba el ambiente externo para mantener una conversación. A los humanos les encantaba hablar del tiempo, así que el clima siempre era lo primero que mencionaba. Su sonrisa y su forma de hablar los cautivaba, especialmente su fluidez con el coreano a pesar de que Tao les decía que era chino.

Tao no les decía que técnicamente era un «juguete» comprado y enviado desde una tienda de inteligencia artificial, así que todos los humanos lo trataban como si él también fuera uno de ellos. Las interacciones eran embriagadoras.

Sólo con esos humanos actuaba como si su sistema interno le dictase lo que debía hacer;  con Tao tendía a evitar sus comandos y actuaba según sus propios... instintos humanos. Por eso mismo permanecía más callado cuando estaba con él, puesto que todavía tenía muy arraigada la idea de que no debía hacer nada que desagradase a la razón de su existencia. A Tao no parecía importarle.

Dejaba que Kris lo acompañase a su entrenamiento de wushu dos veces por semana y le permitía sentarse en la sala de entrenamiento, pero solo si se sentaba en el rincón más apartado para no molestar a los demás alumnos.

El entrenamiento se realizaba en el gimnasio de la universidad de Tao. La mitad del suelo estaba cubierto de esteras para proteger el cuerpo del duro suelo, mientras que la otra no estaba cubierta por nada. Mientras Tao practicaba y tonificaba su cuerpo, Kris meditaba con los ojos cerrados. En su mente se repetían imágenes de competiciones de wushu y ampliaba aún más su conocimiento con respecto a esa habilidad registrando todos los datos en su cabeza.

Tao disfrutaba del wushu. Decía que es lo más cerca que estaría jamás de volar.

Tras unas cuantas averiguaciones, Kris comprendió que todos los humanos compartían ese deseo innato de volar. Volar era ser libre. Ser como un pájaro y dejar todos los problemas atrás, viajando hacia lo desconocido para empezar de nuevo; era el verdadero anhelo de todo humano. Ese deseo se intensificaba precisamente porque era imposible. La clase de wushu de ese día comenzó como todas las demás, pero a Kris no le apetecía cerrar los ojos. En vez de eso contempló a Tao y trató de memorizar las posturas de su cuerpo.

«Lo más importante del salto no es el propio salto...» -Tao tenía la costumbre de explicárselo-. «Es el momento de caer al suelo. Si soy capaz de saltar de todas las formas posibles pero caigo al suelo de una sola forma, habré dominado el control total sobre mi cuerpo. Habré dado un paso más cada vez que me apoyo en el suelo correctamente.»

Gracias a eso, Kris prestó más atención al aterrizaje de Tao que a cualquier otra cosa. Era asombroso cómo era capaz de mover su cuerpo de formas tan complejas y caer al suelo sin perder el equilibrio.

Sin embargo, ese día algo salió mal.

El salto de Tao estaba descoordinado y cayó con todo el peso de su cuerpo, golpeando la espalda contra el frío suelo. Sus quejidos de dolor hicieron que Kris se pusiera en pie rápidamente, pero dudó en dar un paso más. No sabía qué debía hacer. Los instructores y algunos de sus compañeros corrieron hacia él para preguntarle si se encontraba bien y tratar de levantarlo del suelo, pero él rechazó su ayuda e intentó apartarlos, con la cara descompuesta por el dolor mientras se sentaba. Kris dio un paso prudente hacia adelante.

-¡No me toques! -gritó cuando uno de sus compañeros intentó cogerle la mano. Tenía una mano en la espalda e intentó ponerse de pie con piernas temblorosas. Kris apareció a su lado en un instante, con los ojos computarizados clavados en la mano de Tao, ejerciendo presión sobre la parte baja de su espalda.

-Estoy bien... -dijo tratando de apartar también la mano de Kris-.  Esto pasa a menudo. Sólo tengo que irme a casa y descansar.

El estrés se había acumulado en sus vértebras.

Tao rechazó el contacto de Kris durante todo el camino de regreso a casa e insistió en caminar. Se detenía a cada pocos pasos para sujetarse la espalda con una mueca de dolor, apretando los dientes con tanta fuerza que una vena palpitante aparecía a un lado de su cabeza.

Casi en casa, Tao se detuvo de repente y se apoyó contra un edificio.

-Tao...-la sensación desagradable que apareció en la boca del núcleo de Kris era incómoda. Tao estaba sufriendo y no permitía que le ayudase; y él no sabía qué más hacer. No supo qué hacer desde que todo aquello había comenzado. Tenía que ir al hospital para que lo revisaran los médicos humanos, que son quienes saben cómo se supone que funciona su cuerpo. No debería ser tan terco.

-No puedo...-susurra Tao, tapándose la cara con manos temblorosas-. Me duele...

Cuando Kris estuvo lo suficientemente cerca, Tao clavó sus dedos en la tela de su camisa, apretándola con fuerza mientras el dolor lo aguijonaba en la espalda.

-Hospital…-susurró Kris contra el pelo de Tao-. Tienes que ir a un hospital.

-No -Tao sacudió la cabeza-. Nada de hospitales. Los odio. Me moriría antes ir allí.

No estaba en su naturaleza desobedecer.

-¿Dónde te duele? -preguntó.

Tao cogió su mano y se la presionó sobre la espalda, siseando y apretando con fuerza la camisa de Kris con la otra mano. A aquellas horas del día apenas había gente en la calle. La mano de Kris estaba fría y Tao, casi delirando y negándose a dar un paso más, deslizó la mano de Kris por su espalda, bajo su camisa.

-Por favor, yo...

-No puedo ayudarte…-dijo Kris presionando su fría mano sobre la espalda de Tao.

Tao se estremeció, sacudiendo la cabeza.

-Nadie puede. Solo... solo necesito ir a casa y ponerle un poco de hielo. Dame un minuto.

Sesenta segundos pasaron y Tao aún no se movía. Respiraba con dificultad contra la clavícula de Kris, aunque ya no se sentía como si se estuviese partiendo en dos.

Arrullado por el frío masaje, Tao no se movió hasta que la mano de Kris perdió su frescura. Kris ayudó a Tao a llegar hasta su apartamento y subieron las escaleras con un brazo firme rodeándole la cintura.

Tao se fue a su habitación después de embolsar unos cuantos hielos y se desplomó sobre cama, estremeciéndose y bufando entre dientes. Kris le recolocó la bolsa de hielo. Rodeando la cama, se acercó a la ventana y bajó las persianas. Se disponía a ir a la cocina para empezar a hacer la cena cuando la voz de Tao lo llamó en voz baja.

-Voy a hacer la cena.

-No... quédate conmigo. Por favor.

Por favor.

Después de una rápida recolocación, Tao descansó su rostro sobre el pecho de Kris mientras él le sostenía la bolsa de hielo sobre la espalda. Kris sentía el frío del hielo, pero para Tao estaba congelado, y sus dientes comenzaron a castañetear antes de quedarse dormido.

Kris hizo lo mejor que pudo para envolverlos a los dos y deseó mentalmente subir la temperatura de su cuerpo para acabar con los escalofríos de Tao. Este durmió a ratos, por primera vez desde que Kris lo conoció. Se movió y se revolvió en sueños, quejándose cada vez que se encontraba en una postura dolorosa. Kris lo condujo de nuevo a su pecho con una mano suave pero firme, acariciándole la espalda mucho después de que el hielo se hubiera derretido.

Seguía pensando que debería consultar a un médico pero una pequeña, muy egoísta e  insignificante parte de él se complacía en ser capaz de proporcionarle comodidad de aquella forma tan sencilla.

Tao no se calmó hasta un poco antes del amanecer y justo cuando lo hizo, Kris lo besó en la frente. Kris no necesitaba dormir ni sabía hacerlo, pero en aquel momento, con Tao respirando tranquilamente sobre su pecho, le resultaba fácil cerrar los ojos y fingir que lo hacía.

Tal vez en otro universo existieran un Kris humano y un Tao humano. Quizás el Tao humano se lesionaría un día y el Kris humano se pasaría toda la noche cuidando de él, conciliando el sueño solo cuando su novio se sintiese lo suficientemente cómodo como para hacerlo él primero.

Quizás el Kris humano estaría agotado ahora y envolvería a Tao en sus brazos más cerca, frotando su espalda lentamente. Tal vez el Kris humano caería en un sueño profundo y bien merecido poco después de Tao y tal vez los dos se despertarían uno en los brazos del otro, enamorados y felices.

Tao le dio las gracias por sus cuidados un día después.

-Gracias por... ya sabes. -Tao descansaba una mano en su espalda, pero no parecía sentir ningún dolor, no después de ingerir sus medicamentos y hacer una visita fugaz a la enfermería de la universidad para hacerse un breve chequeo.

-La enfermera ha dicho que no es nada serio. Simplemente me ha pedido que tenga más cuidado. Muchas gracias… por haber estado allí.

-Servirte es mi propósito.

Sólo existo por ti.

Cuando Tao se sintió mejor, invitó a Kris a una cita.

Al mencionar esa palabra por primera vez, Kris evoca la imagen de una fruta y se pregunta cómo es posible que Tao pueda llevarlo a una fruta [T/N: En inglés cita es -date-, que también puede significar -dátil-] si es tan pequeña, pero más adelante comprende que una cita es una salida.

-Las parejas tienen citas -le dice Tao cuando salen del apartamento.

-Oh.

La noticia emocionó a Kris pero, aun así, no dejó que se reflejase en su rostro. Había reprimido sus sentimientos por Tao durante tanto tiempo que cada vez le resultaba más difícil expresarlos. No se atrevía a preguntarle sobre esa cosa humana llamada «amor» o si se suponía que ellos debían sentirlo el uno por el otro.

¿Cómo podía saber Kris si estaba enamorado?

¿El amor era algo parecido a una enfermedad? ¿Había síntomas? ¿O el conocimiento del mismo simplemente trascendía al ser e iluminaba su alma?

Kris estaba en contra de pensar en su amor humano ya que creía que no podría sentirlo nunca. El amor era algo humano, como la felicidad.

Kris podía sentir felicidad, pero a un nivel menor. Sintió cómo su pecho se agitó cuando Tao entrelazó sus dedos con los suyos y descendió la mirada hacia sus manos. Era lo mismo que hacían los niños cuando jugaban, pero cuando Tao se lo hizo a él, le pareció un contacto mucho más íntimo.

Aunque conocía la zona bastante bien, Kris permitió que lo dirigiese. Tao no quería llevarlo a cualquier puesto de comida ambulante porque sabía que no era capaz de saborear, pero él insistió.

-Ahora sí puedo saborear... -dijo con confianza-. Aunque muy pocas cosas.

-¿Como cuáles?  -Tao pagó sus primeros pinchos de bolas de pescado y se giró hacia él. La sonrisa misteriosa de Kris floreció antes incluso de que pudiese contenerla. Tao frunció el ceño y se lo preguntó otra vez, pero Kris se negó a contárselo hasta que estuvieron lo suficientemente lejos de la señora del puesto ambulante.

-Tú.

Tao se atragantó con la bola de pescado y empezó a golpearse el pecho.

-¿Qué... qué diablos significa eso? ¿Yo?

-Cuando nos besamos, puedo saborear tu boca. Para mí, es lo único que tiene un sabor distintivo.

Un rubor intenso cubrió las mejillas de Tao, y soltó un bufido.

-¡Qué vergüenza! ¡Dices las cosas más embarazosas del mundo, Dios!

Kris terminó de comer y tiró el palo en un cubo de basura, a su lado.

-Entonces...

-¿Sí?

Tao mordió nerviosamente el extremo del palillo, con las mejillas rojas como tomates.

-¿Qué sabor tengo según tú, entonces? Quiero decir... suponiendo que puedas saborearme a mí y nada más.

-Es difícil de describir... -dijo Kris subiendo la cremallera de la chaqueta de Tao mientras él introducía las manos en los bolsillos de la sudadera de Kris.

-Puedes intentarlo...  -insistió-. ¿A quién se lo voy a contar, de todas formas? ¿Quién diablos querría saber qué sabor tengo? Nadie.

Kris sonrió, tirando suavemente del palillo acabado de Tao.

-Sabes caliente y húmedo y siempre muy... muy bien. Ah, es muy difícil de explicar...

Tao se cubrió la cara.

-¡Está bien! ¡Está bien! Olvida lo que te he preguntado. Caliente y húmedo... No sé qué voy a hacer contigo. No sé por qué... -suspiró, apartando las manos de la cara-. Lo que sea. no me importa. No tengo que saber por qué y no creo que a ti te importe saberlo tampoco. Ven aquí.

-Pero estamos en públic....

-Oye, he tenido que aguantar a muchas parejas besándose delante de mí muchas veces. Estoy seguro de que los demás podrán soportarlo como lo hice yo.

«Felicidad» es lo que sintió Kris cuando Tao casi lo arrastró hacia un rincón vacío de la calle y lo besó.

Una luz, una sensación flotante se originó en su cavidad torácica y se extendió por todo su cuerpo. Tuvo que aferrarse a Tao cuando sintió como si fuera a elevarse y a flotar en el cielo, aun cuando su placa base le decía que eso era imposible. El sentimiento se duplicó cuando Tao entrelazó sus dedos con los suyos otra vez, rompiendo el beso para descansar su rostro en el pecho de Kris. Tao se detuvo entonces, con la oreja pegada a su pecho.

-Oh -dijo-. Es verdad. No tienes corazón... pero me parece oír algo. Es... tan raro.

No.

-Tao... -Kris sonrió, acariciándole la barbilla. Tao permitió que lo besara de nuevo, con sus manos todavía alrededor de la cintura de Kris. No quería escuchar hablar sobre lo inhumano que era. Ya lo sabía. Lo sabía muy bien, pero no dejaba de esforzarse, por Tao y por sí mismo.

Tao lo había estado haciendo bien, sin mencionar sus faltas. Y Kris era débil e imperfecto porque no soportaba escucharlo hablar de eso; no cuando estaba tan feliz.

Había podido acallarlo esa vez con un beso, pero sabía que no siempre sería así. La próxima vez que Tao sacase el tema a colación, tendría que hacer frente a la fría y dura realidad de que sus ilusiones de ser humano eran solo eso. Ilusiones.

No importaba lo mucho que le gustase estar con Tao. No importa lo mucho que lo besase, lo abrazase, le hablase, le sonriese... Kris nunca llegaría a ser tan humano como él. Y eso estaba bien, estaba bien. Él no quería ser tan humano como Tao. Solo quería ser lo suficientemente humano.

No quería volver a oír hablar de todo lo que le faltaba; no cuando todavía creía que podía hacerlo feliz tal y como era.

La relación progresó sin problemas y Kris se dejó llevar por una falsa sensación de seguridad. Seguía acudiendo todos los días al parque para ver a los niños jugando y esperaba todas las noches a que Tao regresase con la cena ya preparada.

Su rápido aprendizaje impresiona a Tao, y se compromete a enseñarle más platos típicos de China. Kris estaba dispuesto a aprender. Ser de una etnia o de una raza no era algo que comprendiese fácilmente: eran conceptos humanos. Tao se sentía identificado con la cultura china y por lo tanto Kris haría todo lo posible para hacerlo feliz y que se sintiese orgulloso de su comida.

Creía que poco a poco estaba empezando a saborear la comida humana, pero la boca de Tao era lo único que podía de verdad identificar. A veces se besaban después de cenar, cuando Tao estaba saciado y feliz.

Otras veces se besaban en el sofá mientras «veían» los programas favoritos de Tao. Este intentaba besarlo cuando estaba cansado y se quedaba dormido rodeando los hombros de Kris con los brazos, con sus labios entreabiertos e hinchados.

A Kris le gustaba verlo dormido, sobre todo si estaba cerca de él. Se preguntaba qué soñaba cuando sonreía de esa forma. También se preguntaba si había momentos en los que él también deseaba que Kris fuese humano.

Kris no sería honesto si negase que a veces él compartía ese mismo deseo. Vivir con un humano era hermoso y siempre interesante, pero vivir con Tao siendo humano también, sería mucho mejor. Entonces y solo entonces Kris no tendría que hacerse preguntas y sentirse inferior cuando Tao lo miraba con ojos curiosos y escrutadores. Su placa base le decía que era perfecto y que no había nada de lo que tuviera que preocuparse. Era un robot. Había sido creado para que alguien como Tao disfrutase y obtuviese placer de él. Esa era su razón de ser.

El corazón humano que Kris creía que estaba empezando a crecer y a florecer en su pecho lo ve de otra forma. Su corazón humano quería que Tao pensase en él y únicamente en él, al igual que Kris pensaba en Tao y únicamente en Tao. Su corazón humano deseaba amarlo completa y honestamente, como hacían los humanos cuando sentían esas intensas emociones entre ellos.

Su corazón humano no quería que hubiese ni la más mínima duda en la mente de Tao de quién es Kris, no de qué es. Kris no era una cosa ni un juguete. Los juguetes no tenían sentimientos. Los juguetes no esperaban a que las clases terminasen. Los juguetes no cocinaban, ni comían, ni besaban ni abrazaban a alguien mientras dormía. Kris hacía todo eso. Él no era un juguete. No podía serlo. Se negaba a aceptar esa definición de sí mismo.

Había un montón de cosas Kris era y no era, pero juguete era lo primero que pertenecía a la categoría de lo que no era, justo antes de «humano». No era un juguete pero tampoco era humano. Era un punto intermedio y empezaba a aceptarlo.

Solo esperaba que Tao lo aceptase también.

Pero no lo hace.

Tao empezó a alejarse de él hacia mediados de primavera. Kris no sabía qué había hecho mal así que intentó hacer caso omiso y seguir como si nada hubiera pasado, sonriendo y besando a Tao como siempre.

Tao dejó de devolverle los besos.

Kris nunca había conocido el verdadero dolor hasta el día en que Tao lo apartó y se encerró en su habitación.

-¡No entres! -gritó con voz ronca.

-¿Por qué?  -preguntó Kris. Sus manos descansaban en el pomo de la puerta, esperando a que Tao abriese en cualquier momento para poder entrar.

-No puedo seguir con esto...

Desde el otro lado de la puerta, Kris escuchó los primeros sollozos que surgieron del pecho de Tao.

-No puedo. Estoy harto de este juego de mierda. No es justo que me enamore así de ti, no eres real.

-Sí que lo soy --insistió Kris.

Fue la primera y última vez que le replicó.

-Lo soy. Soy real. Tao... Tao, abre la puerta.

-¡No! ¡No, no eres real, joder! Nunca lo has sido. E... Eres un jodido juguete y no puedo... Quiero a alguien de verdad.

-Soy real. -repitió Kris al otro lado de la puerta. El pánico inundó su pecho mientras desobedecía a su placa base, que le ordenaba que se callase y aceptase la forma de pensar de Tao, pero no podía. Su corazón humano no se lo permitía.

-Tao... Tao, abre la puerta.

Tao seguía llorando, golpeando la puerta con los puños.

-¡Cierra la boca! Comprarte... comprarte ha sido el peor error de mi vida. ¿Quién coño permite que las personas se enamoren de cosas? ¿Qué clase de mente podrida?

-¡Soy real! -gritó Kris-. Soy real. Puedes escucharme. Puedes verme. Puedes tocarme. Puedes saborearme cuando nos besamos. Te envuelvo en mis brazos por las noches. Tú... tú me amas. ¿Qué más tengo que hacer? Dímelo... dímelo y lo haré. Haría cualquier cosa por ti...

-¡Cállate! Cállate, por favor. Yo solo… cállate.

Tao golpeó la puerta, con la esperanza de hacerlo callar. Lloró con tanta facilidad que rompió en pedazos el mismísimo centro del ser real de Kris. Tató de entrar empujando la puerta, pero Tao hizo lo mismo desde el otro lado.

-¡Basta! ¡Deja de intentar entrar! Ya has entrado en mi corazón de mierda, ¿qué más quieres? Y no es... no es justo. Este amor no es justo. Siempre soy yo el que termina enamorándose de las personas equivocadas, siempre yo…

-Te quiero -confesó Kris través de la puerta-. Te quiero, Huang Zi Tao.

-Detente…

-Te quiero y soy real. Soy real y mis ojos no ven otra cosa que no seas tú…

Con un sollozo roto, Tao dio una patada a la puerta.

La placa base de Kris le avisa que sobrecargará su sistema y anulará sus emociones si no calma su procesador. Kris no quería detenerse, pero el llanto de Tao le dolía más de lo que nunca habría creído posible. ¿Era a eso a lo que los humanos tenían que enfrentarse en el transcurso de sus vidas? ¿Cómo era posible tener una sensación tan aplastante de derrota y pérdida?

Tao se encerró toda la noche. Kris esperó en el salón a que saliera por la mañana, con la cabeza apoyada en las palmas de las manos. Incluso después de todo lo que habían pasado juntos, no le sorprendía que Tao todavía se sentiese así.

Una pequeña parte de él tenía la esperanza de que Tao abriera sus ojos, y su corazón, y entendiese que Kris era real, aunque no fuese humano, pero su forma de pensar no había cambiado.

Cuando por fin apareció se negó a mirar a Kris y no respondió a su nombre. A Kris, que sabía que Tao podía llegar a ser muy frío pero nunca había sufrido hostilidad semejante por su parte, aquello le dolía más que nada de lo ocurrido la noche anterior. Quería abrazarlo de nuevo y consolarlo, pero Tao mantuvo las distancias y se fue a clase sin mediar palabra. La distancia era así de difícil. Parecía imposible que dos seres que convivían y se amaban pasasen a no hablarse, pero sucedió. Kris lo esperó para hablar con él cuando llegó a casa, con la mirada fija en el rostro cabizbajo de Tao.

Kris le había dicho todo lo necesario y había dejado más que claros sus sentimientos. Si Tao también lo quería, no entendía por qué tenía que haber confusión o resistencia alguna. Eran dos personas enamoradas, así que simplemente deberían... abrazarse. Lo único que quería escuchar era el corazón humano de Tao latiendo y conduciéndolo a un mundo perfecto. Lo primero que dijo Tao, sin embargo, congeló por completo todos sus pensamientos.

-Voy a devolverte...

Incluso la placa base de Kris se detuvo.

¿Devolverlo? ¿A dónde?

Tao se aclaró la garganta.

-Devolverte... al lugar del que viniste. «The Boyfriend Store», me parece. No creo que sea correcto... dejar que te quedes aquí.

No.

-Pero...

Tao lo interrumpió con una mirada.

-No hay nada que puedas decirme que me haga cambiar de opinión y no quiero ni que lo intentes. Me odio a mí mismo por caer en el bombo. Me odio por arrastrar también a Baixian ge en todo esto y ahora... ahora ni siquiera me necesita. Ya lo tiene a él. Ni siquiera lo tendrá por mucho tiempo, ¿pero le importa? No. Es tan jodidamente estúpido...

Baixian.

Incluso al final, siempre era Baixian.

Incluso después de haberse besado, incluso después de haberse confesado su amor el uno al otro, siempre Baixian. Tao no quería amar a Kris, quería a Baixian. Siempre lo había hecho y siempre lo haría.

Había sido un tonto y ahora... lo sabía.

-No me mires así...  -dijo Tao con los ojos enrojecidos-. Estoy seguro de que tendrás a otro dueño mucho mejor que yo. Tal vez alguien a quien no le importa que seas... alguien a quien le gustes tal y como eres.

Kris no le dice lo que les ocurría a los seres de su especie que eran devueltos. Ni siquiera él tenía una idea clara de lo que sucedía con los robots que pasaban de nuevo por «The Boyfriend Store» por última vez, pero sabía que no era nada bueno. Una vez dentro, no sales.

«The Boyfriend Store» no revendía sus modelos, sino que los rehacía destruyendo todo lo malo de otros originales.

Tao hablaba como si de verdad pensase que iba a estar en un lugar mejor y Kris, por fin, escuchó a su placa base y mantuvo la boca sellada.

Iba a ser devuelto.

-¿Puedo... besarte por última vez?

Era cruel.

Kris obedeció como el juguete que Tao todavía pensaba que era.

Se levantó y tomó el rostro de Tao entre sus manos, fijando la mirada en sus labios. Las lágrimas de Tao interrumpieron el beso, pero se negó a sí mismo a separarse, haciendo caso omiso de la sal añadida ahora a sus bocas. Así que aquel era el sabor de las lágrimas.

-Lo siento... -dijo el Tao en voz baja, sin dejar de llorar. No había dejado de hacerlo en toda la tarde-. Siento no haber podido ser un mejor dueño para ti. Lo siento...

Kris sacudió la cabeza, acercando sus labios de nuevo para besarlo otra vez. Su placa base  había anulado temporalmente su capacidad de hablar y con razón.

Dentro de su cráneo, su cerebro lloraba y le decía a Tao todo lo que no se le permitía decir. Le dijo que no tendría a otro dueño como él; ni siquiera tendría a otro. Le dijo que lo amaba y que lo amaría por siempre, incluso cuando a partir de él creasen otro ser. Le dijo que su silencio era necesario porque las palabras que quería decirle solo les causarían más dolor a ambos y Tao ya había derramado suficientes lágrimas.

Sé feliz. Pensó Kris. Le secó las lágrimas con los pulgares, observando como Tao lloraba inconsolablemente e intentaba ocultar su rostro en el pecho de Kris. ¿Por qué me envías de vuelta si tanto dolor te causa? Quédate conmigo. No dejes que me vaya. Por favor. Quiero ser tu humano. Enséñame más recetas. Deja que te abrace. Ámame.

-Tengo que dejar que te va... vayas  -dijo Tao, como si hubiera leído sus pensamientos-. No puedo... he tratado de olvidar lo que eres, pero no pude y me está matando porque no... no soy lo suficientemente fuerte como para mantenerte aquí conmigo. E... Eres... maravilloso. Estoy seguro de que encontrarás a alguien mejor que yo. No me merezco a alguien tan perfecto como tú. No me merezco a nadie...

Kris pensó en Byun Baekhyun. Él no era perfecto porque era humano. Los humanos no eran perfectos y Kris tampoco lo era. Nada ni nadie era verdaderamente perfecto en este mundo.

Si Kris lo fuese, la decisión de Tao de deshacerse de él no le causaría sufrimiento.

Su mundo estaba llegando a su fin y muy pronto todo se habría terminado.

Kris lo abrazó hasta que se calmó lo suficiente y después Tao lo invitó de nuevo a su cama, tal vez por última vez. Tao lloró en sueños y Kris hizo todo lo posible para limpiar cuidadosamente sus lágrimas con un pequeño pañuelo.

El último beso que depositó en su frente fue el último beso que Kris recordó hasta el final. Se llevaba consigo el recuerdo del brillo de su pelo y el calor de su piel. El aire de su respiración inestable acarició la cara de Kris y este lo inhaló tanto como le era posible. Quería guardar lo máximo que podía de Tao.

En medio de la noche, Tao se despertó y alcanzó a Kris en la oscuridad, acariciando su  mentón para luego besarlo.

-Ven... vendrán a recogerte por la mañana -confesó con las manos en el cuello de Kris-. Lo... lo siento.

-No te preocupes por mí... -dijo Kris tragándose los gemidos de Tao. Los robots no morían. Las personas que los creaban no lo consideraban una «muerte», así como el principio de su existencia no se considera un «nacimiento». Eran desprogramados y despezados, como cualquier otro aparato. El proceso no era doloroso, pero para un robot que acababa de alcanzar la humanidad, la muerte emocional era brutal. Se besaron hasta el amanecer, cuando los pájaros comenzaron su canto diario.

Tao se aferró a Kris hasta que alguien llamó a la puerta e, incluso entonces, no quería ir a abrir. La ambivalencia humana de Tao pesa sobre Kris y hiere profundamente su espíritu. Pero si algo iba a suceder, no quería huir de ello.

Es él quien acudió a abrir la puerta.

-¿WF 112? -preguntó un hombre de bata larga con los ojos muy abiertos. -¿Eres tú al que van a devolver?

Kris asintió con la cabeza.

El hombre emitió un gemido ahogado.

-Pero... pero ¿por qué?

Segundos más tarde, Tao apareció, frotándose los ojos con furia. Miró al hombre y le preguntó en voz baja, con dolor:

-Le... le encontraréis un hogar agradable, ¿verdad? A alguien mejor que yo.

El hombre de bata larga miró a Kris; este asintió de nuevo, cerrando los ojos.

-¿Eh? Sí. Por supuesto...-le dijo a Tao dándole una palmadita en el hombro-. ¡No te preocupes! El WF 112 se revende mucho más rápido de lo que crees, te sorprendería.

-Oh...  ¿puede concedernos un momento?

Al tercer asentimiento de Kris, el hombre cerró la puerta y esperó al otro lado.

-Yo... no sé qué más decirte. Sólo... -Tao escaneó la cara de Kris-. Gracias.

-Debería ser yo quien te dé las gracias a ti -dijo Kris en su lugar.

Se quedaron mirando el uno al otro, sin saber qué decirse.

Parecía como si Tao estuviese a punto de decir algo más cuando se escuchó un golpe en la puerta.

-A... Adiós... -dijo débilmente, con los ojos llenos de lágrimas otra vez.

Kris apretó los puños con fuerza y su placa base desprogramó su capacidad para hablar. Tan solo pudo asentir con la cabeza y esperar que Tao entendiese que se siente más agradecido hacia él de lo que nunca se sentiría hacia nadie más.

El hombre de la bata, o Jongdae como lo identificó correctamente el procesador de Kris, abrió la puerta y les dijo que debían irse ya que la sucursal en Corea de la empresa quedaba muy lejos. Kris cedió.

Cuando se cerró la puerta del apartamento de Tao por última vez, ambos escucharon el sonido de algo cayendo al suelo y luego llantos desgarradores que hicieron temblar las paredes. Jongdae cogió a Kris del brazo y lo condujo hacia fuera del edificio antes de que pudiese regresar.

-No lo entiendo... -dijo Jongdae mientras abría la puerta trasera de su camión. En el interior había un tubo de carga para Kris, lo último que vería antes de ser desprogramado-. Tú eras el robot perfecto… -se dijo a sí mismo mientras abría un pequeño teclado e introducía los códigos necesarios-. El robot perfecto con la cara perfecta y los conocimientos perfectos.

Cuando Kris ya estaba sujeto dentro, Jongdae tecleó el código que embalaba su placa base y liberó de golpe todas sus inhibiciones. Sus brazos comenzaron a sacudirse y forcejeó contra sus ataduras. Quería escapar y correr hacia Tao... pero Tao era el motivo por el que estaba allí. Tao ya no lo quería. No podía olvidarlo. La puerta comenzó a cerrarse y Jongdae saludó a Kris desde el otro lado del cristal, saltando del camión para cerrar la puerta trasera.

Cuando Kris se vio envuelto en la oscuridad, acudieron a él los pensamientos. En su mente vio la cara de Tao, tan nítida como siempre. Sintió el calor de sus besos y los latidos de su corazón mientras lo abrazaba cuando dormía.

Revivió el primer día que intentó cocinar y cuando Tao se hirió y Kris pasó toda la noche velándolo, asegurándose de que estuviese cómodo y no sintiese demasiado dolor. Recordó el último beso, el sabor de Tao en su boca y cómo su cuerpo temblaba en sus brazos. Recordó su cita y los días que había pasado observando a los niños y aprendiendo a sonreír gracias a ellos. Recordó la palma de Tao contra la suya, sus manos unidas y sus dedos entrelazados, mientras caminaban por las calles de Seúl.

Tao podría haber querido a alguien que solo tuviese ojos para él, que solo lo amase a él. Pero Tao no quería a cualquiera: quería un humano. Kris no era suficiente. Ni su confesión, ni sus besos  ni sus caricias eran suficientes para el humano todavía dolorosamente enamorado de otro. Kris nunca había sido para Tao lo que Baixian ge había sido para él e incluso ahora, justo antes del final, Kris deseaba que Baixian recapacitase.

Aunque no sentía aprecio por él por haberle robado gran parte de la atención de su dueño, Kris solo deseaba la felicidad de Tao. No quería que volviese a llorar nunca más en lo que le restaba de vida.

Esperaba que Tao pudiese encontrar a alguien más humano, que lo amase más que Kris, aunque sabía que eso era imposible.

La última imagen que su mente evocó fue el rostro de Tao, ruborizándose tras haberle preguntado a Kris como era su sabor.

Más tarde, cuando Jondgae extrajo a Kris del tubo en el laboratorio, se sorprendió al ver el rastro de humedad que había en sus mejillas.

No pensaba que los robots pudiesen llorar.

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