Titulo: Invasión
Autor: Darlin43
Fandom: Supernatural; Torchwood
Pairing/Personajes: Dean, Sam y Cass van a Cardiff siguiendo a un demonio en busca de un objeto sagrado religioso, pronto descubren que no están solos ahí.
Clasificacion: +15
Conteo de palabras: 13.111
Disclaimer: Ni Sobrenatural o Torchwood, junto con sus personajes o tramas me pertenecen, cada uno pertenece a su respectivo autor, yo solo tomo prestado el nombre de alguno de sus personajes para mi entretenimiento y el de los que lo quieran leer.
Resumen: Dean, Sam y Cass van a Cardiff siguiendo a un demonio en busca de un objeto sagrado religioso, pronto descubren que no están solos ahí.
Notas de Autor: (Los alienígenas Si me pertenecen ¬¬)
Capitulo 7
Ianto se despertó sobresaltado, no sabía donde se encontraba y se incorporó poco a poco, se encontraba mareado, como si hubiese montado en una de esas atracciones de feria en la que todo quedaba borroso. Lentamente su vista fue volviendo y la sensación de mareo desapareció.
Se giró, intentando averiguar donde estaba ahora, e intentando encontrar una explicación a lo que había sucedido. Había sido el ángel, de eso estaba seguro, pero no tenía ni idea de donde se encontraba.
Buscó su móvil para poder contactar con Jack y los otros, a ver si alguien sabía que había pasado. Pero descubrió que no lo tenía encima, y entonces, recordó que lo soltó en el almacén de Torchwood.
-Mierda- Los recuerdos le hacían sentirse un poco vergonzoso, nunca había estado con otro hombre aparte de Jack, y aunque no hubiese sido por voluntad propia no había nada que no le hubiese gustado hacer, eso era lo que pero le hacía sentir. Se sentía culpable por el grandullón, por las miradas de cachorro que le lanzaba a su supuesto hermano, si realmente eran hermanos entre ellos había un vinculo muy distinto.
Si era la misma ciudad, tenía que estar en uno de los barrios pobres, se encontraba sumido en la oscuridad, fue tanteando las paredes con las manos y le pareció encontrarse en una especie de pequeña habitación muy vieja, las paredes medio en ruinas aun tenían trazos de un antiguo papel. Había el hueco de una puerta, y un techo combado de madera parecía que se podía desprender sobre él en cualquier momento. No era un buen sitio donde quedarse.
Se encamino con cuidado hacia el hueco, y encontró que había una rampa de escombros pero no podía ver, la oscuridad lo engullía todo.
-Al menos va hacia arriba-
Con la ayuda de las manos y asegurando cada paso empezó a encaminarse hacia arriba, envuelto en la oscuridad.
El tiempo pasaba despacio, o quizás rápido, era imposible saberlo, lo único que sabía seguro es que el corredor era anormalmente largo, si se trataban de unas antiguas escaleras, ahora inexistentes, ese sitio estaba a bastante profundidad. Quizás fuera un antiguo refugio para usar durante la segunda guerra mundial.
Las manos empezaban a dolerle, se pinchaba y arañaba con cosas que había por allí, pero ni siquiera podía evitarlo al no ver nada en la absoluta oscuridad.
Lentamente y para su felicidad algo de luz empezó a filtrarse, ya podía ver lo que parecía el final de la cuesta y se encaminó hacia allí.
Al llegar por fin arriba descubrió una pequeña habitación con las paredes igual de rotas que las anteriores, había dos puertas que parecían conducir a otras habitaciones más pequeñas, estas estaban vacías y no parecía haber nada de interés. La puerta de entrada debía de encontrarse detrás de otro montón de escombros, al parecer esa zona del tejado se había derrumbado, y ahora, un enorme agujero dejaba el paso de la poca luz que entraba. El día parecía haber avanzado bastante, y aun pudo ver la nave de los invasores en lo alto.
-Al menos es la misma ciudad-
Intentó apartar los escombros de la entrada, pero eran demasiado pesados. Así que intentó trepar por ellos a lo alto del tejado.
Se sujetó a una pequeña viga de madera, empezó a subir, pero esta crujió y se desprendió dándose Ianto un buen golpe en la espalda. Estaba exhausto, tenía las manos llenas de cortes, la ropa rota en muchas partes que se habían enganchado en la difícil subida. No tenía fuerzas, aunque debía de haber estado durmiendo un buen rato se notaba agotado, aun algo mareado, y ahora tenía que volver a intentar subir. No podía rendirse, no podía permitirse el lujo de parar a descansar. Se incorporó notando como su cuerpo se quejaba en forma de dolor. Aun así, volvió a subirse a otro trozo de viga y volvió a subir.
Cuando por fin estaba arriba, se dio un momento para orientarse, necesitaba saber para donde dirigirse para volver hacia Torchwood, o al menos, hacia lo que ahora era Torchwood.
Un movimiento extraño llamó su atención, a su lado, debajo en el suelo había una extraña figura. Una especie de humanóide, del tamaño de un niño, exploraba la calle con un aparato que parecía escanear todo lo que tenía delante de él.
Ianto vio como el alien giraba sobre si mismo, recorriendo toda la calle con el aparatito, el se escondió pegándose a las antiguas tejas, intentando pasar desapercibido.
La nave era realmente enorme, y aunque suponía que debía de encontrarse en el extremo opuesto de la ciudad, más que nada por las casas medio en ruinas y por la posición de la nave en el cielo, prefirió intentar seguir al alien antes de volver.
Observó atentamente el traje, parecía estar hecho de una aleación que mezclaba plástico y metal. Era elástico pero parecía bastante resistente, y un pequeño humo blanco salía de la parte de atrás. La invasión había comenzado, ya habían empezado a bajar de la nave y al parecer este buscaba señales de vida con su escáner.
Un gato se cruzó bufando por la calle. Y el aparato del invasor disparó un rápido y certero rayo verde, alcanzando al gato y dejándolo estático, parado, como si hubiesen parado el tiempo a su alrededor, o como si lo hubiesen congelado sin hielo. Un nuevo rayo impactó en el gato, esta vez de un color azul, y el pobre animal desapareció sin dejar rastro.
Aun así, viendo lo que había visto, Ianto se desplazó lentamente sobre el tejado siguiendo al alien mientras se marchaba calle abajo.
Intentó seguirle desde arriba todo lo que pudo, pero había un trecho entre esta casa y la siguiente. Con cuidado, esperó que se alejara un poco y salto hacia el otro tejado. Así, entre saltos y arrastrándose consiguió seguirlo hasta que entró en una casa de pinta igual de antigua que de la que él había salido.
Saltó con cuidado al tejado de esta vieja casa, pero esta vez el techo no aguantó, al poner el pie Ianto y el techo se desplomaron juntos. Él se preparó para el fuerte golpe, pero cuando debían de caer al suelo una luz azul los envolvió y en cuanto se apagó se encontraban en otro sitio.
Lo primero que sintió fue un gran golpe de calor, hay debía de rondarse los 45 ºC, era horrible y le dejaba casi sin poder reaccionar, aun así vio que estaba rodeado por los escombros en los que había caído, y al mirar arriba vio una especie de techo morado y negro con una complicada estructura retorciéndose.
Bajo sus pies una plancha dorada emitía pequeños impulsos de luz azul, había caído con los escombros sobre el teletransporte de los invasores. Unos ruidos agudos, como el sonido que se saca de copas de cristal llenas de agua, sonó delante y detrás de él. Supuso que los alien estaban intentando saber que había pasado. Se agachó y se arrastró lo que pudo entre los escombros para intentar salir por uno de los lados donde no venían esos sonidos.
Cuando pudo asomar la cabeza, descubrió un montón de personas y animales a un lado de él, todos igual que el gato, parados, congelados en el tiempo, algunos con caras de asustados, otros parecía no haberse enterado de nada.
Vio que los invasores se acercaban a él y se acercó todo lo que pudo hacia el grupo de personas, quedándose entonces completamente parado pero mirando hacia donde había venido.
Dos alienígenas se encontraban allí. Esta vez sin traje, su piel era oscura, casi negra, tenían ojos pequeños, apenas unos puntos blancos y sus manos constaban de seis dedos, eran casi humanas, pero con la diferencia de otro pulgar en la parte opuesta al normal.
Contemplaban con los aparatos los montones de madera y piedra en busca de cualquier posible cosa.
Uno de ellos miró hacia el montón de humanos que había allí, y entre ellos a él, casi podía sentir clavarse los diminutos puntos en su alma, el alien miraba de uno a otro, sin parase mucho, y entonces sucedió.
Notó como una gota de sudor se bajaba por su frente, debido al calor y al esfuerzo que había hecho en tan poco tiempo era algo normal y comprensible, pero entonces vio por el rabillo del ojo que los demás humanos no sudaban, al estar estáticos es como si sus cuerpos y funciones también estuviesen parados.
El invasor volvió a poner su mirada sobre él, y estaba vez Ianto notó que se fijo en la gota que caía. Rápidamente le apuntó con el aparato que portaba, y un grito más agudo aun, como si el vaso que emitiera el sonido normal hubiese reventado, salió de una diminuta apertura, una boca sin dientes, fue lo último que pudo ver antes de que todo se iluminara por un rayo de color verde.