Título: Otoño lleno de Whitman (no se me dan bien los títulos xD)
Autora:
duskofwinters Fandom: Original.
Pairing: Julia/Lizz.
Género: Comedia romántica.
Raiting: T (tiene un poco de besuqueo pero no me ha parecido tanto como para subirlo a M)
Reto: Femslash I
Espero que guste ^^
Otoño lleno de Whitman
Las últimas horas de la tarde. El Sol se pone por el oeste y le encanta el paisaje otoñal que se despliega frente a su vista. Está sentada bajo un árbol anciano de robusto tronco y añejos nudos, la copa la coronan hojas de tonalidades rojizas y naranjas bañadas por los cálidos rayos del sol. El mismo que calienta su pálido rostro tras los mechones dorados que caen sobre su frente. Lee. Le encanta leer al atardecer, cuando los pájaros empiezan a dejar de piar, la brisa es fresca y todo es paz y tranquilidad. Casi todo lo que le falta cuando está con el terremoto de su novia. Aún le suena raro lo de novia. Lo de novia y Lizz en una misma frase, sobretodo.
Suspira, arrebujándose en la gabardina parda y la bufanda lila de lana aún cuando no hace tanto frío como para usar este tipo de ropa, le gusta sentirse cálida. Ama los días fríos y tranquilos, sentarse en el suelo lleno de cojines frente su estufa y leer, escuchar a los Beatles, porque los adora y Lizz se burla diciéndole que es una cursi i romanticona empedernida. Está leyendo Whitman, el canto a mí mismo, hace mucho que conocía a Whitman pero desde que conoce a Lizz le atrae con más fuerza que nunca. El librito de poesía que sostiene entre los dedos está tan manoseado que es difícil discernir el color original de la tapa blanda y las letras están medio borradas. Whitman se canta a sí mismo pero parece que le está dedicando el canto a la loca de la que está enamorada. Esa loca de pelo corto y oscuro, sonrisa traviesa y ojos negros y profundos, voz grave y que habla siempre más alto de lo que debería. Decide intentar concentrase en la lectura y despejar su mente, pero siendo que está leyendo Whitman será difícil separar sus pensamientos de Lizz.
“La cópula no es para mí más vergonzosa que la muerte.
Creo en la carne y en los apetitos,
Ver, oír, tocar, son milagros, y cada parte de mí es un milagro.
Soy divino por dentro y por fuera y santifico todo lo que toco y me toca”
Parece que todo se ha quedado tranquilo y por un momento, cuando la brisa corre con más fuerza, deja el librito en su regazo y echa la cabeza hacia atrás posando la coronilla en el tronco del árbol, recostándose contra él intentando sentirse quieta y eterna.
Silencio, pájaros, últimos rayos dorados de sol y el sonido de las hojas al ser mecidas por la brisa fresca.
En ese momento de paz siente unos labios posarse en su cuello, besando el nacimiento del cuello. Suspira y eso le suena a invitación. Los labios ascienden hacía sus labios y los atrapan. Rojo furioso con rosa pálido, nariz contra nariz y lenguas que se cuelan en una boca que cada día la sienten menos ajena, unas manos de palmas ásperas abarcan sus mejillas y siente como es arrastrada hasta quedarse de rodillas encima de la otra mujer. Esas manos recorren cuello y silueta hasta abrazar la cintura para atraer el cuerpo embutido en tanta ropa que Lizz piensa que tendrá mucho que desnudar y más que amedrentarla la tienta y incita a hacerlo lento, muy lento y desquiciante.
- Lizz- le intenta llamar pero sus labios son rápidamente sellados por los otros. Se separa- Lizz, no es una buena idea…
¿Cómo? ¿Perdona? ¿No es una buena idea?
- Claro que no es una buena idea- admite- Es una buenísima idea…
Vuelve ha atacarle, porqué no se puede llamar de otra manera lo que le está haciendo. Le cuesta Dios y ayuda separar sus labios de nuevo.
- Lizz…
- ¿Qué te pasa?- pregunta algo molesta. No le gusta que la interrumpan cuando está tan interesantemente concentrada.
- Estamos en la calle…
- ¿Y?- no le da la misma importancia a la intimidad como su compañera.
- ¿Cómo que y?- le cuestiona alzando las dos cejas rubias- A veces me pones de los nervios…
- Pero me quieres, Julia- canturrea con un tinte divertido en la voz.
- Y es una desgracia…
- Vale, yo también te quiero, idiota.- Lizz pone cara enfurruñada y afloja el agarre en su cintura. Le enternece esa mirada baja, tan sobreactuada.
Julia sabe como arreglar su “enfurruñamiento” y para ello le pasa los brazos por detrás de la nuca desnuda, enreda sus manos de pianista entre los mechones cortos y la atrae lentamente y la besa lento y lánguido, perezosamente como una mañana de domingo y con aroma a croissant y chocolate caliente. Los besos de Julia deshacen como la mantequilla la furia y energía de Lizz, dejándola casi sin fuerzas para algo que no sea quedarse allí, a la sombra de aquel viejo árbol, besando con parsimonia a la única persona que ha querido de verdad en su vida y con la que no le importaría compartir su vida.
El sol ya se ha puesto tras las montañas y el cielo se ha plagado de estrellas y las farolas iluminan la calle. Lizz se levanta y con una mano insta a levantarse a Julia, difícil tarea arrancar a la joven rubia, de cabellos lacios y ojos grandes y azules, de su lugar favorito en su parque. Julia juega y no cede ante las imprecaciones de Lizz y sus amenazas, algunas bastante alentadoras, aunque no lo pretendiera. Finalmente Lizz entre cansada y divertida se ve obligada a levantar en vilo a Julia y colgársela en el hombro como si fuese un saco de patatas. Julia se ríe y se deja llevar al minúsculo apartamento que comparten al otro lado de la calle, mientras observa como su bufanda arrastra hojas a su camino.
Sonríe y ahora para ella no puede haber nada más perfecto en el momento. Alguien le dijo que los momentos más insignificantes de la vida son los más felices y estos momentos con la temperamental Lizz no pueden ser más perfectos, felices o como quieran llamarlos. Si esto es amor, no quiere perderlo nunca.