Mirad mi header. Es una de las maravillosas obras de
yokana_yanovick, bendecida con el don del photoshop.
Ahora pensad en los últimos capítulos de BSG y decidme cómo voy a ser coherente, cómo podría ser capaz de explicar con palabras lo que siento.
De momento sólo he podido hacerlo, ahora mismo, en un impulso, en un formato inadecuado, la prosa. Seguidme el rollo, soy una fan en un momento de gloria.
Es una sensación vaga y desagradable, pegajosa, situada en el fondo del estómago. No lo sabe pero pronto dejará de pensar en ella porque pronto descubrirá que le ha hecho el amor a una mujer que voló con él por el espacio y que después, mientras creía estar enamorándose de ella aunque no era ella, se alejó poco a poco de la humanidad hasta traicionarles de todas las maneras posibles, a los suyos y a los que habían creído ser los suyos. En unas horas Boomer le arrebatará a su hija y la Galactica temblará con la furia ardiente, leonil de su madre y arderá con el frío glacial de la determinación de su padre.
Horas antes de que suceda, Helo se sienta en el suelo de su habitación, cruza las piernas y mira sin ver la caja que contiene la vida de Kara Thrace.
La vida de Kara Thrace, pero no sus milagros.
Conoce cada objeto de memoria. Recuerda cuándo lo vio por primera vez y dónde y qué tuvo que hacer para recuperarlo tras la subasta. En la mayoría de los casos, conoce también su significado. Algunos son evidentes, otros los ha averiguado. Los que le evocan mejores recuerdos son sobre los que le ha hablado ella, con esa voz triste y rota con la que sólo a él le confiesa sus debilidades. Kara no guarda muchas cosas pero las que guarda siempre, siempre significan algo.
No se lo dice pero sabe que le delata su expresión cuando Kara le sonríe y le pide que se los quede. El alivio le recorre la garganta y no entiende muy bien, en ese momento, por qué prefiere que los guarde él pero ahora mira la caja, acaricia inconscientemente la postilla que oculta la herida de su sien, y entiende que Kara no sabe decirle las gracias más que ofreciéndose a sí misma, sus pedazos, sus esquinas. Tu eres lo único que sigo reconociendo como mi hogar en esta nave, dice Kara sin palabras, sin enterarse. Guárdame. Ella no se entiende y es un poco angustioso ser el testigo más cercano de la desesperación con la que lo intenta. Pero él, que no tiene las respuestas que necesita ni comprende los caminos que persigue, sí la entiende. Más o menos.
Es extraño. Hasta ahora, siempre ha sido él el encargado de proporcionarle cierta paz a ella.
Los mira sin ver, amontonados en una caja de plástico.
Tiene lógica que no quiera sus cosas porque si hay algo que Kara sabe sobre sí misma, y no sabe gran cosa, es que hay dos vidas separadas por lagunas misteriosas que se pelean por dominar la historia de su leyenda. Starbuck el piloto rebelde, Kara Thrace la brújula hacia la Tierra perdida, la inspiración de pilotos hecha de inspiración de otra cosa, algo aún por definir que la guía a través del espacio y no la deja descansar, que dibuja manchas oscuras bajo sus párpados.
Tampoco lo sabe pero Kara ha escogido, de todos los objetos que Helo ha recuperdo para ella, el único ligado con su presente, el único que une todas sus vidas, los principios y los finales de todas las canciones que podrían componerse sobre ella con la ayuda de un piano.
Es una sensación vaga y desagradable, pegajosa, situada en el fondo del estómago. Le susurra con voz viscosa y ronca que algún día, algún día no muy lejano, se volverá a sentar en el suelo de su habitación, con las piernas cruzadas y la misma caja frente a él, con alguno de los objetos perdidos de una vida perdida en sus manos, acariciándolo con los dedos, agradeciendo haberlos conservado. Echándola de menos.
(¿Por lo demás? El capítulo está tan bien dirigido, tan bien rodado, que me abrumó desde el primer momento. Alucino, vecinos.)