DMH: Departamento de Homicidios Mágicos. [Caso 1, parte 1/?]

Jul 30, 2009 23:01


Título: DMH: Departamento de Homicidios Mágicos.

Autoras: Caribelleih y A-lunática

Beta: Nande-chan

Género: Acción/Misterio/Romance

Clasificación: R (por ahora)

Disclaimer: El mundo de Harry Potter y todo lo relacionado pertenece a J.K. Rowling. La idea está inspirada un poco en la serie Bones, lo demás es todo nuestro xD.

Resumen: Draco Malfoy es especialista en analizar mentes criminales. Harry Potter es especialistas en atraparlas. Juntos, harán mucho más que combatir al mal.

Advertencias: Leve gore.

Notas Luni: La idea original de esta historia, era un fic medio angst para darklady2504, y bueno, de alguna forma derivó en esto (el fic amoroso LOL), así que Alli… este cap te lo dedico a ti <3.

Notas Cari: Como dijo luni, todo comenzó con algo supuestamente corto pero se transformó en esto xD ♥ Alli, también te lo dedico : )))

Notas Generales: Subiremos un capítulo semanal. Este el 31 de Julio por ser el cumple de Harry, los demás los sábados.

DHM I: El sicópata de los planetas



Primera Parte.

El hedor a muerte rodeaba todo el lugar. Las paredes mostraban un tenue reflejo rojizo y, a cada paso que daba por el tétrico callejón, podía sentir cómo la adrenalina recorriendo sus venas aumentaba. Estaba oscuro a pesar de los hechizos luminosos invocados por los aurores. Y todo su alrededor parecía gritar que aquel no era su lugar, que sólo la muerte y la desesperación tenían cabida entre aquellas mugrosas paredes.

Cuando decidió ser auror, estaba contento con eso. Servir al bien y vencer al mal. Simple y productivo. Además, era lo que sabía hacer.

Quizá por eso era el mejor de su división, y quizá por eso, también, aquellos casos extraños recaían en él. Según lo que recordaba de ciertas series muggles, su división sería algo como el FBI mágico; dedicado a resolver homicidios. Voldemort era sólo un loco comparado con la clase de asesinos que rondaban por el mundo. Sí, era poderoso, pero ambicionaba poder, y los criminales que quedaban actualmente no tenían apego a ninguna creencia. Sólo la de matar, atemorizar y robar.

Luego de la guerra, luchar contra el mal era la única forma que Harry tenía para pagar sus culpas, como él decidió llamar a toda la gente muerta durante ese tiempo.

Así que allí estaba, en un callejón perdido entre el laberinto de calles del Londres Mágico, caminando hacia su próximo caso.

Tal vez era la consecuencia de las sombras indefinidas que proyectaban las luces mágicas, pero los dos aurores que vigilaban la entrada a la escena del crimen parecían tener un pésimo aspecto.

Harry los saludó con una inclinación de cabeza. Era difícil ganarse el respeto siendo tan joven. No era fácil tener misiones especiales ni ser un agente independiente del resto del cuerpo de aurores. Y a sus veintisiete años, Harry ya no podría aspirar a hacer algo mejor de lo que ya hacía.

―¿Quién es? ―preguntó adentrándose al callejón y sintiendo una ola de olor a sangre.

―Arthur Miles ―respondió el auror que estaba realizando hechizos de rastreo. Bajó la varita y se dirigió a Harry, alcanzándole un archivo―. Es un conocido traficante de drogas, tiene negocios con muggles. Es una posible fuga de información, aunque es poco probable, le importaba más el dinero ―continuó mientras guiaba a Harry hacia el cuerpo―. Siempre cuidaba sus pasos y no había forma de involucrarlo en el tráfico de drogas.

Harry, involuntariamente, llevó una mano hasta su nariz y boca, cubriéndose con ella.

Sus ojos vagaron por el callejón y notó que en una esquina, tapado con lo que parecía una capa protectora, había un cuerpo.

―Espero que no haya comido ―dijo el auror que lo acompañaba―, los otros dos aurores salieron corriendo.

Harry contuvo la respiración, no sabía qué esperar. El auror, con un movimiento de varita, levitó la capa y dejó al descubierto un cadáver ensangrentado. Se inclinó, luego de superar la conmoción inicial, para observar más de cerca las heridas.

―¿Encontraron el arma homicida? ―preguntó, revisando los bolsillos de la víctima.

―Sí ―dijo la voz de Ron de improviso, provocando un sobresalto en Harry. No había notado que estaba ahí. Ambos eran aurores, y seguían siendo tan amigos como siempre, pero Harry tenía un trabajo más secreto y de campo, y Ron se dedicaba más a cuidar de su familia y al trabajo de oficina.

―Ron, casi me matas ―dijo Harry incorporándose―. ¿Hay alguna pista del asesino?
―Hola, compañero ―dijo Ron sonriendo ligeramente y dándole una palmada en la espalda, aún en aquellas situaciones mantenía aquel carácter alegre―. Encontramos esto ―dijo levitando una pequeña daga ensangrentada.

―Tiene ocho puñaladas ―agregó el segundo auror―, y encontramos eso ―continuó indicando hacia el cielo.

Arriba, y dibujado con sangre, se veía claramente un círculo con un punto en su interior.

Harry estaba confundido. No tenía idea de qué podría significar aquello.
La situación no parecía un asalto y sus instintos le decían que allí había algo más. Si sólo lo hubiesen querido muerto, sería mucho más limpio y menos trabajoso un Avada.

Además, estaba aquel símbolo, aunque siempre cabía la posibilidad de que sólo fuera para distraer a los aurores.

―¿Saben la causa de su muerte? -preguntó Harry.

―Al parecer fueron las puñaladas, no hay rastros de magia negra.
Harry murmuró algo entre dientes, mirando hacia todos lados pero sin fijarse en nada realmente.

―Reúnan la evidencia y llévenla al Ministerio. Que alguien fotografíe ese símbolo y al cuerpo. Y necesitamos grabar todas las firmas mágicas que podamos, las huellas en el piso, todo lo que encuentren -ordenó-. Ron, llévale la daga y una copia del símbolo a Hermione, que busque algún veneno o rastros de magia, y que la información no se filtre a los demás inefables.

Harry comenzó a repartir las órdenes entre los aurores que estaban por el lugar, intentando abarcar todos los detalles posibles para luego poder armar una escena lo más parecida a la realidad.

Ayudó a limpiar aquel lugar, a grabar las pruebas y él mismo llevó, mediante un traslador, el cuerpo a San Mungo. A la morgue de San Mungo.
No tenían más datos que la supuesta arma asesina, el cuerpo y aquel misterioso símbolo.

*- * - * -*

Habían pasado días desde que encontraran al primer cuerpo, y Harry no tenía más respuestas que antes.

Había interrogado e intimidado a muchos posibles testigos, pero al parecer nadie sabía nada, y no tenía motivos para detener a los testigos y hacer un cuestionamiento más… eficiente.

La primera víctima tenía más de un enemigo, tanto muggle como mágico. Por el análisis de Hermione, habían descubierto que la daga era de origen muggle y al parecer había sido comprada en una tienda con efectivo, lo que hacía al cliente imposible de rastrear, y el asistente que la vendió no recordaba nada que hubiese suscitado sospecha. Los que los llevaba a un callejón sin salida.

Era de plata labrada a mano, pero entre la sangre encontrada se hallaron restos de una poción indetectable.

Al menos tenían algo; el asesino era un mago. Aunque aquello era obvio.
Sobre el símbolo, sabían que era el signo del Sol y que se repetía en uno de los tallados de la daga.

¿Qué motivos tenía el asesino? ¿Había sido personal? ¿Sería un ajuste de cuentas? ¿Antiguos mortífagos?

Harry no tenía idea. Las marcas de magia estaban borradas. Los hechizos de limpieza de firmas mágicas habían sido realizados con la varita de la víctima. No tenían nada.

*- * - * -*

Unas semanas después, todo había empeorado.

Harry daba vueltas por su oficina sin saber qué hacer.

Quizás era hora de concretar lo que había comenzado a meditar hacía algunos meses cuando se le presentó un caso especialmente difícil y tuvo que pedir apoyo a personas externas al departamento de aurores… la idea era formar un equipo interdisciplinario para resolver los casos que llegaban a su sección de homicidios. Hermione lo ayudaba analizando las evidencias y en lo que podía… pero siempre tenía cosas misteriosas y ultra secretas que resolver con los demás inefables. Ron participaba buscando información e investigando a los sospechosos, era la forma de comunicación que Harry tenía con los contactos en otras agencias policiales y con los demás aurores para designar actividades, además de ser su amigo y mano derecha.

Sin embargo, Harry sentía que ya no era suficiente con aquello, hasta la fecha había funcionado, pero ciertamente había tenido algunos casos que, con ayuda especializada, habrían resuelto más fácilmente.

Uno de los problemas era el análisis de la información. Para analizar los aspectos mágicos estaba Hermione, pero para analizar desde el punto de vista de un asesino no tenía a nadie. Para ir a la escena del crimen y ayudarlo a ir en la dirección correcta, necesitaba a alguien más. Así era como desde algunos meses Harry había comenzado a buscar un compañero e, irónicamente, había concluido ―luego de una extensa búsqueda― que el mejor candidato era Draco Malfoy, quien se había ido del país hacía años, por cierto.

El otro aspecto que quería solucionar lo había visto en una serie muggle. Las víctimas siempre eran llevadas al departamento de patología de San Mungo, a la morgue. Lo cual estaba bien, pero no le permitía un acceso libre a la información y ésta siempre podía estar sesgada por la visión del medimago. Y claro, como no podía controlar las fugas de información, decidió que quería dentro de su equipo a un medimago forense que fuera capaz de analizar las muestras humanas y a partir de ellas obtener pistas para aclarar los asesinatos. Aquella búsqueda aún no había terminado.

Harry suspiró pensando que tenía que concretar aquella idea ya, antes de que tuviera un caso realmente difícil que no pudiera resolver… aquello era un riesgo que Harry no estaba dispuesto a tomar.

Pero por el momento tendría que conformarse con sí mismo para analizar los hechos, de nada servía lamentarse. Volvió a leer los informes que tenía e intentó organizar en su mente toda la información. Hacía algunos días habían encontrado un segundo cuerpo. Un ladrón. Degollado y desangrado. Con una mano menos.

Los rumores de un asesino en serie estaban poblando el país. Y Harry seguía sin saber qué hacer.

Al día siguiente tendría una reunión con la gente que estaba informada del caso, y no tenía nada qué decir. Estaba en un callejón sin salida, sólo sospechaba que venían cosas peores.

¿Habría más víctimas? Era lo más seguro.

El Ministro lo estaba presionando, porque a pesar de que la primera víctima era un conocido mafioso, era una víctima igual. Y la prensa… la prensa comenzaba a difundir rumores que no ayudaban en nada.

Llegó a su casa tarde, aquel mes había pasado casi todas las horas útiles investigando. No entendía por qué no encontraba alguna pista o algo que lo condujera al asesino.

Aquellos símbolos sólo lo enfurecían más.
Subió al octavo piso de un edificio ubicado a cinco cuadras del Caldero Chorreante, en el Londres muggle. Ahí tenía más privacidad y estaba más seguro, en teoría.

Sí, porque cuando divisó la puerta de su apartamento ―que poseía protecciones bastante fuertes―, encontró una nota pegada a ella.

Sacó la varita, quizás estaba paranoico, podría haber sido la nota de algún vecino, pero Harry intuía que era algo más. Y ya había aprendido a confiar en sus instintos con el tiempo.

Se acercó cuidadoso hasta la nota de papel y, luego de verificar que estuviera solo en el pasillo, lanzó un hechizo detector de encantamientos. Nada. Otro que detectara trasladores, nada.

Otro que detectara magia, nada. Nada más que sus propias protecciones. Intactas.
En contra de todo lo que hubiese debido hacer, tomó el papel entre sus manos.

Era un pergamino normal, pero las letras estaban impresas -lo más seguro a computadora- y, al final, había una flecha que indicaba hacia el suelo. Su vista bajó de inmediato, antes de siquiera leer el mensaje.

En el suelo, había una pequeña caja tallada con símbolos que no reconocía. Antes de tocarla, leyó la carta que no tenía remitente.

¿Necesita ayuda, auror Potter?

Pensé que luego de derrotar al mago oscuro más poderoso de los últimos siglos, yo sería una entretención.

Le ayudaré. Nunca me gustó Voldemort.

Harry sintió un escalofrío. Además de que el asesino sabía que él estaba investigando su caso, sabía su dirección. Pero lo más escalofriante de todo era que para aquella persona asesinar era un juego.

Se inclinó y tomó la cajita entre sus manos, recorriendo los símbolos que tenía. No sentía magia en ella. La abrió con delicadeza y encontró una pequeña ánfora que contenía un líquido transparente.

Harry supuso que era el veneno. El maldito se estaba burlando de él.

Entró a su casa luego de asegurarse de encerrar la caja en una burbuja aisladora.

No sabía qué hacer. Él solo ya no encontraba más que callejones oscuros donde sólo había más y más preguntas.

¿Qué clase de loco mandaba pistas que lo podrían incriminar?

Era la primera vez, en todos sus años de experiencia, que estaba totalmente perdido.

Se duchó y volvió al Ministerio, era poco probable, conociendo ya el modus operandi del asesino, pero quizás en aquella nota había algo útil.

Horas después, encerrado en el laboratorio de los inefables, Harry estaba cerca de darse cabezazos contra la pared.

El líquido que contenía la caja efectivamente era veneno. Mortal, por cierto, como habían comprobado unos pequeños ratones de laboratorio. Pero eso no servía para nada.

Harry sentía que en aquellos símbolos había algo más que nadie podía ver. Pero, ¿qué?

Además, sobre el segundo caso, si bien los discos fueron guiados con magia… no había forma de rastrearla. Era frustrante tener tantas pistas y antecedentes, tener a tanta gente en el caso y un expediente de más de cien páginas y no tener absolutamente nada.

Salió de aquel lugar. Necesitaba un café. Un trago. Lo que fuera. Algo que lo calmara, ya ni siquiera le importaba si el sicópata sabía su dirección o si lo estaba siguiendo en ese instante. Lo que le preocupaba era que el sujeto estaba loco, y los locos, en su experiencia, hacían estupideces para llamar la atención de quienes los buscaban.

Tomando un café para despertarse ―no había dormido nada luego de encontrar la nota en la puerta de su apartamento―, decidió que lo haría; que se comunicaría con el analista de información que tenía escogido.

Aún no había hablado con su equipo. Sabía que al menos a Ron no le gustaría, para nada, su decisión. Pero a veces era necesario hacer pequeños sacrificios para obtener resultados.

Lo haría, nada podría ser peor de lo que tenía hasta ahora; una vida centrada en el trabajo y un caso que no podía resolver.

Fue hasta su escritorio y escribió una nota para el Ministro. No le alegraba mucho la idea, pero sabía que él era el mejor en su campo. Y ahora necesitaba un compañero.

Aunque éste fuese Draco Malfoy.

Convirtió la nota en un avioncito de papel y la envió, volando, hasta la secretaria del Ministro. Él ya estaba informado de su interés por llamar a Malfoy, sólo era cuestión de tiempo que lo hiciera.

Sabiendo que no habían motivos para que la petición fuera negada, fue a buscar a sus amigos, actuales compañeros de equipo.

Ron y Hermione entraron a su oficina un poco desanimados debido a lo mal que iba el caso. Si Harry les pedía algún avance no tendrían nada más que hacer que encogerse de hombros.

La reunión llevaba más de una hora. No habían avanzado en los informes. No había mucha información nueva que compartir.

El análisis a la daga. La recopilación de evidencia. Los ingredientes de la poción misteriosa. Y algunos datos interesantes sobre la muerte de las víctimas.
Nada muy útil realmente.

Y cuando ya todo estaba en silencio, esperando que Harry armara un plan maestro para encontrar al culpable, éste soltó la bomba; había contactado a Draco Malfoy.

―Hermione, Ron… hay algo que necesito informarles― dijo Harry serio, aunque la situación era demasiado risible; informaría a sus amigos que iba a trabajar voluntariamente con su ex-rival de Hogwarts.

―No, Harry ―negó Ron. Fue el primero en reaccionar, aunque estaba más tranquilo de lo que Harry hubiese esperado―. No estoy de acuerdo ―dijo Ron, mirando retador a Harry.

―No creas que a mí me hace feliz, Ron ―dijo Harry sujetándose la frente, cansado.
Luego se mantuvieron en silencio. Harry ya lo había decidido, no era como si estuviera pidiendo su opinión, en realidad.

―Creo que es una buena idea ―dijo Hermione sorprendiendo a los presentes―. Ha resuelto casos increíbles. Es uno de los analistas de información criminal más importantes de Europa ―por su tono de voz, parecía que lo estuviese halagando.

―¡No puedo creerlo! ―dijo Ron exasperado―. No podemos confiar en él.

―Basta, Ron ―le cortó Harry con tono hastiado―. Eres importante para el equipo, pero sabes que los tres ya no somos suficiente. Además, todo tenemos el mismo objetivo― agregó Harry sin dudar, era demasiado tarde para hacerlo―. Ya está hecho. Ahora sólo nos queda colaborar. La reunión ha terminado ―dijo dando por finalizada toda discusión. Sabía que estaba siendo cortante con Ron, pero no quería discutir los motivos de su decisión, no aún―. Quiero los informes del caso en mi escritorio mañana. Ron, que doblen los turnos de vigilancia ―Ron asintió y comenzó a reunir los informes. Harry caminó hacia Hermione y le tocó el hombro, pidiendo su atención―: ¿crees que necesitamos a un medimago forense especializado en nuestro equipo? ―preguntó cuando Ron ya se había retirado.
―Sería útil. No podemos confiar que en San Mungo no se filtre la información. ¿Has pensado en alguien?

―No realmente. Primero quiero tratar con Malfoy ―Harry sonrió ligeramente―. Ya veremos.

―Y Harry… ¿estás seguro que no quieres quedarte con nosotros estas semanas?

―Sí, Herms. Tendré cuidado ―dijo Harry, haciendo un gesto con la mano, como despidiéndola. Agradecía la preocupación de sus amigos, pero él no le temía a un loco más.

*―*―*―*

Draco Malfoy vivía en ese momento en Italia.

Tenía un apartamento en Sicilia con vista al Mar Mediterráneo y decorado con buen gusto y estilo. A Draco le gustaba asomarse por el balcón en días soleados como ese y contemplar la gente debajo de él, las olas del océano y nada en particular mientras tomaba una copa de coñac o simplemente fumaba uno de esos cigarrillos muggles a los que se había vuelto algo adicto.

Decidir vivir en Italia, luego de haber salido de Inglaterra para terminar su carrera en Francia, fue más bien una decisión impulsiva, algo que había querido hacer y que no había analizado del todo. Resultó ser que, pese a las dudas que tenía por ese pequeño lapsus vehemente, había tomado la decisión adecuada.

Y considerando el trabajo que tenía, era bastante importante para él tener una casa cómoda donde pudiera sentirse seguro, tanto mental como físicamente. Después de todo, ser el experto en investigaciones criminales, psicología asesina y ser analítico de evidencias, tenía su lado negativo.

No que Draco se quejara. No cambiaría su trabajo por nada, no cuando aún tenía tanto por hacer.

Suspirando un poco, se levantó de la barandilla en la que estaba apoyado y abrió el cristal de vidrio que lo separaba del resto de la casa, cerrándolo a su espalda en cuanto pasó por el umbral. Ese día, había ayudado a analizar información necesaria al Ministerio Holandés para atrapar a un asesino en serie que los Aurores y autoridades correspondientes no habían podido descubrir a tiempo. El criminal había matado a más de veinte personas de la forma más sangrienta que recordaba… Para luego usarlos en rituales de magia negra.

Sacudió la cabeza mientras se dirigía a la cocina, intentando sacarse las imágenes que había visto. Mucho tiempo antes había decidido que jamás se llevaría el trabajo a la casa, necesitaba una zona libre de muertes en su vida. Miró por encima las cartas que habían llegado mientras se encontraba trabajando y puso la tetera con cuidado, encendiendo un cigarro mientras comenzaba a leerlas de reojo.

Theo había terminado con Pansy hacía unos meses, y desde ese momento no dejaban de atormentarlo -ninguno de los dos- por lo solos que se sentían.
Ignoró sus cartas, tampoco tenía ganas de leer estúpidos romances, y mucho menos cuando era muy probable que ambos terminaran juntos -de nuevo- antes de finalizar la semana. Había una subscripción de El Profeta Internacional, que también ignoró, y se dispuso a dejarlas allí para abrirlas en otro momento cuando una lechuza pasó volando frente a su ventana.

Frunciendo un poco el ceño, apagó la tetera que ya comenzaba a sonar y abrió el ventanal, dejando pasar al animal, quien dejó un sobre y salió disparado de nuevo.

Muy bien, pensó parpadeando y acercándose a la carta, esto realmente no me lo esperaba.

En cuando vio el sello del Ministerio Inglés, arqueó una ceja, abriendo despacio el mensaje y preguntándose lo que ahora pasaría y de qué lo culparían.

En cuanto leyó el encabezado, sin embargo, sus cejas se unieron de nuevo. No podía estar leyendo mal, bastante claro decía “Harry Potter, jefe de la sección de Homicidios, oficina de Aurores”. No sabía que Potter se dedicaba completamente a los asesinatos.

Siguió leyendo el mensaje, y cuando acabó, una sonrisa algo maligna curvaba sus labios. ¿Quién lo diría? El país que siete años atrás lo había rechazado -no sólo a él, sino también a todos sus amigos- negándoles la oportunidad de completar sus estudios, ahora pedía su ayuda con unos cuantos muertos.

Y quien se había dedicado a buscarlo había sido, nada más ni nada menos, que Harry Potter. Comenzó a reírse sin poder evitarlo, sentándose en el sofá de su sala. Habría pagado lo que fuera -cualquier cosa- por haber podido ver el rostro de Potter cuando se dio cuenta de que no podían resolver el caso si no lo tenían a él -a Draco Malfoy- en el equipo.
*- * - * -*

Draco se permitió terminar su té y cenar antes de pensar en la carta de Potter. Tenía que pensar muy bien su siguiente paso, y para eso necesitaba encontrarse en perfecto estado mental… O, bueno, en un buen estado mental al menos.

Se bañó después de cenar, una larga ducha en donde no pensó en nada más que en sentirse mejor, se masturbó y cuando salió se puso el pantalón de pijama -lo único que usaba para dormir- y se acostó en la cama, relajado. El clima estaba fresco, no hacía frío, pero tampoco estaba ese calor de verano que era abrasador.

Luego, comenzó a pensar en su situación.

Lógicamente, lo que más le atraía de regresar a Inglaterra era poder recordarles a todos lo que le habían hecho y lo que estaban haciendo. Lo habían humillado, rechazándolo, alejándolo, pero ahora, sin embargo, se habían tragado sus palabras y lo habían llamado, y quién lo había hecho, había sido Potter… Draco no dejaba pasar oportunidades como esa.

Pero por otro lado, no le debía nada al Ministerio Inglés, y con sólo mandar una carta en donde no aceptaba y donde decía exactamente lo que pensaba de ellos, ganaba el mismo efecto de hacerlos arrepentirse de haberlo dejado marchar. Por supuesto, no podría ver sus rostros, pero se ahorraba muchos problemas.

Sin embargo, bueno… Se encontraban esos asesinatos.

No se sorprendía -en cierta forma- de no haber escuchado de Potter, al Reino Unido, en un sentido, no le gustaba hablar mucho sobre sus empleados, protegiéndolos con bajos perfiles, ni tampoco les gustaba mantener informada a la prensa -El Profeta era un ejemplo claro. Sólo había que leer los ejemplares de la guerra para saber lo sensacionalista que era-, pero no haber escuchado de Harry Potter era un tanto desconcertante. Lo que le hacía preguntarse si era bueno en su trabajo o no, aunque dudaba que no lo fuera. Potter solía ser bueno en todo, menos en los aspectos sociales.

Draco se había prometido hacía mucho tiempo que no dejaría que algo como lo que le ocurrió a su madre pasara de nuevo. A nadie. Se había prometido que si tenía la oportunidad, atraparía a todos los asesinos en series que pudiera ser capaz de encontrar. Trabajar armando rompecabezas -que era en alguna forma lo que hacía. Como leer la última parte de un libro y, con eso, intentar desarrollar toda la trama- era una de las cosas que más le gustaban, y si ellos lo estaban llamando en ese momento… Bueno, le hacía pensar que el rompecabezas en ese momento se trataba de uno bastante complicado.

Suspirando, miró el techo, intentando decidir qué hacer.

No podía decir que no estaba contento en Italia, si no feliz. Blaise había regresado a Inglaterra hacía tres años, y sus demás amigos Slytherin se encontraban regados por Europa. No era extraño que Draco viajara más de lo que se quedaba en su casa, por su trabajo, pero ir ahora a Inglaterra sonaba como un muy largo viaje. ¿Podía dejarlo todo?

¿Realmente tenía un “todo” que dejar?

Subconscientemente se preguntó si la decisión no había sido tomada ya, cuando había leído la carta. Parecía que sólo buscaba excusas para irse… En cuanto había visto que lo llamaban, que podía recordarles a los del Ministerio lo que habían hecho, imaginarse el rostro de Potter mientras escribía, había decidido que quería regresar de nuevo.

Bueno, pensó mientras cerraba los ojos, viajar en este momento no significa que me tenga que quedar para siempre.

Tendría que hablar con Blaise, seguro se pondría feliz de tener a alguien confiable entre esa pandilla de inútiles con los que convivía.

*- * - * -*

Malfoy había tardado menos de lo que Harry había previsto en responder su carta. Sabía perfectamente que Inglaterra no era un lugar bonito ni agradable para aquellos que fueron identificados como mortífagos en la guerra contra Voldemort, pero a Harry le gustaba pensar que aquello estaba en el pasado, y que ahora había que seguir combatiendo el mal.

Y Draco Malfoy seguramente lo entendería. Un misterio era un misterio. Además, Harry estaba seguro, Malfoy no iba a perder la oportunidad de recordarle al Ministro la forma en la que antes le habían hecho la vida imposible, para ahora correr en busca de su ayuda.

Bueno, algo de cierto había en ello.

Harry se acomodó las gafas y pasó una mano sobre su cabello. Estaba en la terminal de trasladores internacionales, esperando a Draco Malfoy. A él tampoco le hacía gracia trabajar con su antiguo némesis, pero sabía que si necesitaban a un investigador de crímenes, Malfoy era el mejor.

Siguió caminando hasta quedar frente a la salida de la sala de llegadas. Malfoy vivía en Italia, pero ahora había accedido a, si no ayudar, al menos escuchar el caso que Harry tenía entre manos.

Malfoy apareció en la puerta, caminando lentamente como si el lugar le perteneciera, moviendo el rostro de un lado a otro hasta divisar a Harry. Desde esa distancia, se podía ver una sonrisa en sus labios. Se acercó a él, con el mismo paso altanero.

-Potter -lo saludó con una sonrisa de fingida inocencia-. No pensé que fuera tan importante como para que el mismo héroe en persona me viniera a recoger.

―Malfoy ―asintió Harry inclinando la cabeza―, tan agradable como siempre ―sonrió de vuelta―. No eres importante, el caso es importante.

-Me lastimas -dijo Malfoy poniéndose una mano en el pecho y pretendiendo estar lastimado-. Y yo que pensé que era importante, mira que hacer tantos trámites sólo para tenerme aquí -miró a Harry a través de su flequillo, con un poco más de seriedad.

―Se hace lo necesario, Malfoy ―Harry lo miró analizándolo, ciertamente se veía distinto. La última vez que se estuvieron frente a frente había sido en los juicios, hacía casi nueve años―. Espero que no hayas tenido problemas al entrar al país.

-No te preocupes -dijo Malfoy ligeramente irónico, sonriendo un poco-. Alguien se encargó de que no tuviera ningún problema en entrar a Inglaterra, lo que me sorprende, porque hace siete años estuvieron bastante entusiasmados en sacarme -se encogió ligeramente de hombros-. Pero me complace tu preocupación, en serio.

¿Es que Malfoy nunca cambiaría? Harry no tenía la culpa del pasado, pero al parecer las rencillas juveniles seguían manteniendo aquella enemistad sin sentido.

Harry entrecerró lo ojos, dudando si su decisión de llevar a Malfoy a trabajar con él no había sido el error que todos creían.

Decidió que no, que si Malfoy estaba ahí, era porque le interesaba el caso, o quería vengarse de Inglaterra, cualquiera que fuera el motivo… mientras resolvieran el caso y atraparan al psicópata que estaba asesinando en serie, para Harry estaba bien.

―Vamos al Ministerio. Hablaremos en mi oficina.

-A tus órdenes, Potter -respondió Draco con una sonrisa.

Harry miró a Malfoy molesto, casi mordiéndose la lengua para no responderle. Pensando, para distraerse, en el caso que tenía y quería resolver.

Cuando atrapara al culpable disfrutaría condenándolo, además de asesinato, de todos los traumas que pudiera causarle trabajar con Malfoy.

Luego de aparecerse en el Ministerio, caminaron, en silencio, por los pasillos hasta el departamento de aurores.

Harry llegó hasta su oficina y abrió la puerta.

―Adelante.

―Qué caballero ―comentó Malfoy pasando a su lado, pero en cuanto entró a la habitación su semblante cambió a uno más formal.

―Ahórrate tus comentarios, Malfoy. No me interesa discutir ahora ―dijo Harry cortante. En otras circunstancias hubiese encontrado estimulante mantener una discusión con Malfoy, pero ahora no―. Toma asiento, si quieres ―dijo sentándose al otro lado del escritorio.

Malfoy rodó los ojos, pero obedeció sin decir nada.

―Quiero todos los archivos e informes que tengas del caso, Potter.

―¿Eso significa que aceptas trabajar conmigo, Malfoy?

―Primero quiero revisar los archivos ―dijo arqueando ambas cejas―. Aunque, para algunas personas, venir hasta acá, hablar contigo y seguirte, serían indicaciones indudables de que he aceptado el caso.

―Contigo prefiero no asumir nada― dijo Harry apoyando los codos en el escritorio y entrelazando los dedos―. Antes de mostrarte los archivos, quiero que sepas que si estás en el caso, es porque yo lo pedí. Y cualquier problema, será mi responsabilidad.

Sin esperar respuesta, sacó la varita y abrió uno de los cajones del escritorio. El aparentemente pequeño espacio estaba encantado para que se adecuara al tamaño de lo que se alojaba en él. Harry sacó dos folios grandes y uno más pequeño con información del caso.

―En este archivo ―le alcanzó una copia a Malfoy― está todo lo que tenemos del primer asesinato. En este otro ―le alcanzó el segundo folio―, la información del segundo. Y en el tercero hay datos extras, una carta del presunto culpable y los análisis de laboratorio.

―¿Una carta? ―preguntó Malfoy, levantando la vista de los papeles que le había entregado Harry y que ya había comenzado a ojear, con una mirada brillante―. ¿Acaso el presunto asesino se ha comunicado con ustedes?

―Conmigo, específicamente ―dijo Harry casi murmurando. Le molestaba ser el centro de atención en ese caso―. Dejó una nota en la puerta de mi apartamento, y una caja con una muestra de lo que creemos es el veneno que utilizó en el primer asesinato.

―¿De tu apartamento? ―preguntó Malfoy formando una ligera 'o' con su boca, regresando los ojos al archivo y leyéndolo con velocidad―. Me imagino que estudiaste todos los trazos de magia que habían cerca de tu residencia, aunque dudo que hayas encontrado mucho, tu magia es muy poderosa como para no opacar las vagas propiedades que pudiesen haber quedado de las demás, y si el asesino lo llevó de la forma muggle... ―se detuvo un momento, levantando la mirada de nuevo―. ¿Por qué creen que es el mismo veneno? ¿No lo han confirmado?

―Tiene los mismos componentes que el encontrado en el arma homicida, pero en el cuerpo no hallamos rastros de él. Aunque los efectos son los mismos en las pruebas que en la víctima.

―Mmm...

Malfoy siguió leyendo los informes, frunciendo a veces el ceño y deteniéndose en algunas páginas, u otras veces acariciándose el labio inferior. Pasaba las hojas con experiencia y velocidad, regresando a veces a leer lo anterior para confirmar o recordar algo que se le había escapado. Aún cuando tenía una pose relajada sobre la silla, su rostro se veía bastante serio y profesional.

―¿Cuánto tiempo exacto pasó desde la muerte de la primera víctima y tu encuentro con la carta?

―La carta llegó hace una semana. Nueve semanas después de la primera víctima, y cinco después de la segunda.

―¿Y sigues viviendo en el mismo lugar?

―Sí. No voy a cambiar de vida porque un sicópata me esté siguiendo―. Otra vez, pensó, pero no lo dijo.

Malfoy lo miró como si fuera estúpido ―lo que no era muy diferente a la forma en la que siempre lo miraba―, pero no dijo nada.

―El Sol y Mercurio ―dijo mirando los símbolos que habían en ambas víctimas.

―Sí, eso ya lo sabemos. También sabemos que no existen señales que indiquen que se tratan de crímenes relacionados con la sangre, el asesino parece hijo de muggles, por los símbolos que utiliza, y claro, por la carta, aunque no hay forma de saber si fue escrita con la intención de confundir o sólo para llamar la atención― Harry suspiró―. Detesto a los sicópatas.

Malfoy no respondió por algún tiempo más, luego suspiró y levantó la mirada.

―¿Sabes lo que significa el Sol, Potter? ¿Y Mercurio? Porque parece que está relacionado con las personas asesinadas.

-Sí, sabemos lo que significan. Pero no hemos llegado a ningún lado con esa información, al siguiente paso, quiero decir.

Draco sólo hizo un sonido parecido a un "mmm" y siguió viendo las fotografías y los informes. Luego de un tiempo, levantó el rostro para ver a Harry.

―El Sol representa la luz y bondad, la persona asesinada, podría decirse, representa la oscuridad. Mercurio representa el dios de los comerciantes y los ladrones, la persona asesinada era un ladrón inútil. Si mata por orden planetario, y supongamos que sí lo hace, la próxima víctima sería alguien con las características de Venus.

―Espera, la primera víctima era lo opuesto a lo que representa el símbolo, y la segunda correspondía a lo que representa, ¿correcto?

―No en sí a lo que representa... Pero tampoco es lo opuesto. Mercurio representa los ladrones, pero quien murió ni siquiera podría llamarse ladrón, porque siempre lo atrapaban ―frunció un poco el ceño―. Y la primera víctima, no puede haber alguien bondadoso que sea maligno, pero tal vez la persona fingía ser buena...

―Entonces ―dijo Harry pasándose una mano por el cabello, desordenándoselo―, ¿la próxima víctima sería una mujer? Hay miles de posibilidades, podría ser una prostituta, podría ser cualquier mujer del país ―Harry pareció perder el control por un momento, sin importarle que fuera frente Malfoy―. ¿Qué crees que signifique la carta que me mandó?
Malfoy lo miró, pensando por un momento.

―Creo que es una especie de reto, un juego en el que quiere que ambos sean los protagonistas. Habla de Voldemort, y en cierta forma se compara con él, poniéndose en otro nivel, más elevado, que el suyo. Sin embargo, te dice que va ayudarte, lo que no entiendo muy bien es a qué.

―¿Crees que es hijo de muggles? ―preguntó Harry expresando lo que pensaba desde que había recibido la carta.

―Tal vez... Dice que no le gustó nunca Voldemort.

―Yo no quiero tomarlo como algo personal, pero tengo que atraparlo antes que mate a alguien más ―suspiró cansado―. ¿Necesitas algo más?

―No en este momento ―le respondió cerrando los archivos y guardando las fotos―. Revisaré todo esto y mañana tendré más preguntas, sin embargo. También quisiera ver los recuerdos de la escena donde encontraron a las víctimas, y todo lo que puedas recordar, hasta el más mínimo detalle, pero quiero que me lo cuentes a mí, ¿de acuerdo? A veces hay cosas que se omiten en los informes al no recordarlas en ese momento.

―Sí, de acuerdo. Lo que sea ―sonrió ligeramente―, suena extraño, pero ahora seremos compañeros. Así que... bueno, mañana respondo a tus dudas y vemos los detalles de cada caso ―Harry se levantó del asiento y se dirigió hacia una puerta lateral―. Está será tu oficina ―indicó―, y tienes libre acceso a las pruebas del caso.

―Oh, mi vida está completa ―ironizó Draco, levantándose con agilidad―. Trabajo para Harry Potter y hasta tengo una oficina dentro de la suya.

―No trabajas para mí ―corrigió Harry―. Y no está dentro, está al lado.

―Ya, supongo que me lo dices para hacerme sentir mejor, ¿eh? No te esfuerces.

―No es por eso, bah, piensa lo que quieras ―dijo Harry abriendo la puerta de la oficina de Draco que estaba al lado de la suya y volviendo a su escritorio.

―¿Siempre eres tan caballero, Potter? Abriéndome las puertas ―comenzó a caminar a su nueva oficina, mirando hacia atrás para ver a Harry―. Eres tan Gryffindor.

―Intento hacer bien mi trabajo, nada más ―dijo Harry mirándolo fijamente -, y si dentro de eso está soportarte... lo haré ―Harry guardó silencio unos segundos y luego agregó―: Puedes irte ahora y comenzar a trabajar mañana, para que veas donde te quedarás y esas cosas.

―¿Me estás echando, Potter? ―replicó Malfoy desde dentro de su oficina―. Merlín, que lugar más pequeño, veo que aquí descuidan mucho a los empleados... ―dijo, seguro a sí mismo. Luego siguió la conversación con Harry―. Porque acabo de llegar, ¿sabes?

Harry se hartó de que Malfoy jodiera tanto. Pero ahora que lo veía a la distancia y olvidando un poco el tema del asesino serial, notaba las diferencias en Draco.

Seguía rubio, altivo y aristocrático como siempre, pero llevaba el cabello más largo y suelto. Vestía un suéter negro a juego con pantalones de tela, negros también, atuendo que lo hacía ver más elegante y esbelto. Por unos segundos, a Harry le pasó la loca idea de que Malfoy era atractivo.

Aquella idea, por suerte, se desvaneció cuando notó que Malfoy esperaba su respuesta.

―Malfoy, deja de pensar que todo lo que digo es un ataque. Llegaste recién a Londres, es obvio que quieres instalarte antes de empezar a trabajar. Pero si quieres comenzar ahora, por mi está bien.

―Sí, Potter, lo que digas ―dijo moviendo una mano como quitándole importancia, abriendo la puerta de la oficina de Harry y sonriéndole―. Nos vemos mañana, Auror, espero que sea tan molestable como hoy ―luego se alejó con elegancia, cerrando la puerta tras suyo.

Harry tuvo la tentación de arrojarle algo a la cara para borrarle la sonrisa burlona del rostro. Pero se contuvo, ya habría tiempo de devolverle sus palabras.

Parte dos

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