La Fort Hays State University y la Volga German Society se complacen en presentarles el segundo Oktoberfest de este año 1976 de la ciudad de Hays (el primero, el Midwest Deutsche Oktoberfest tuvo lugar a mediados de Septiembre).
Todos los habitantes del condado de Ellis están invitados a celebrar esta edición del festival.
La verdad es que la idea de tener que ir a otro Oktoberfest más, un viernes, después de trabajar y con los amigos de Timothy no le hacía especial gracia. Pero ahora que está allí, con tanta gente, con tanta celebración y tanta música por todas partes, la verdad es que se encuentra de maravilla. Hasta ha bailado un poco, y eso que tiene los pies llenos de rozaduras de los patines.
Es que Nancy se lo pasa bien en cualquier parte, y si hay más gente pasándoselo bien, se le contagia aún más el sentimiento de festejo.
Va a reconocerlo: tenía ganas de alguna fiesta. No es que él sea especialmente fiestero; de hecho, suele preferir la tranquilidad de un par de cervezas en el taller con Max que una fiesta multitudinaria. Pero el otro hecho es que ha vivido en California y, venga, va, allí SÍ saben hacer una fiesta y a veces echa de menos una de cuando en cuando. Es cosa de los bidones de cerveza, la buena música y todo el mundo desmelenado. Tiene que reconocer que es una idea atractiva
( ... )
¿Se está volviendo loca o acaba de oír su nombre entre la muchedumbre?
Esperemos que sea lo segundo, porque el otro día Nancy vio un documental en televisión sobre gente demente y daba un miedo horrible.
Se gira hacia donde cree que ha escuchado su nombre, pero no, hacia ese lado no hay nadie conocido o que haga ningún gesto de conocerla, así que opta por el lado contrario. ¡Es Johnny!
- ¡Johnny! - exclama, y en cuestión de segundos se despide de Tim y de sus amigos con un "ahora vuelvo" rápido y un beso sonoro a su novio. - ¡Feliz día de los alemanes! - Saluda, con una sonrisa, encantada de ver por fin a alguien con quien de verdad puede hablar tranquilamente (seamos sinceros, los amigos de Timothy son un poco repelentes, y el propio Timothy se pone un poco tonto cuando está con ellos) y pasarlo bien.
-¡Feliz día de los alemanes a ti también! -dice, y es con una sonrisa de las grandes y autentiquísimas que no siempre saca a pasear.
Johnny temió, por un momento, que Nancy se hiciese la loca o que no quisiera hablar con él. Pero claro, es Nancy y ella no hace eso. Es de hecho una de las pocas personas con las que su timidez retrocedió casi desde el primer momento; tanta sonrisa y genuina amabilidad tienen que ayudar a que uno se sienta cómodo, supone.
-¿Llevas mucho por aquí? -pregunta. Porque no, no se le da bien entablar conversación.
Todavía no se acostumbra a estar de vuelta en Hays. Es cierto que sólo lleva allí un par de semanas, pero aún se le hace raro ver a su prima Tabitha tan a menudo y poder darle las buenas noches a sus hermanas, que cada día están más mayores.
Por no hablar de las celebraciones del lugar. Ya ni se acordaba de que el Oktoberfest era todo un acontecimiento. Bueno, en realidad, nunca antes había acudido a uno, por esto de no tener más de 11 años cuando estuvo aquí por última vez.
Y ahora está allí, como una más, como si nunca se hubiera ido. Y le encanta. Echaba de menos la hospitalidad de su gente de siempre.
¡Está tan contenta de tener a su prima de vuelta! Entre esto y que es Oktoberfest, está que no cabe de contenta. Se coge del brazo de Francine un momento, estrujándoselo.
-¡Me alegro tanto de que estés aquí!
Y es que claro, a Tabitha le encanta el Oktoberfest. Todas las fiestas le encantan, y aunque no sea mucho una chica de clubs o discotecas (tampoco hay en Hays), las fiestas y festivales la vuelven loca.
Además, ir con Francine va a ser genial porque la va a ir poniendo al día de la gente a medida que se la van encontrando.
- Yo también me alegro mucho de estar de vuelta. ¡Me tienes que contar todo, y exijo detalles!
Es que son muchos años los que se ha pasado fuera, y cuando venía sólo era para unos días, por vacaciones, y no todos los años, porque muchas veces eran sus padres y hermanas los que iban a Washington a visitarla.
- Y presentarme a gente en la Universidad, o si no seré la marginada. - Hace un puchero, y después ríe un poco.
Asiente, contenta, porque de verdad cree que a Francine le van a gustar sus amigos y que a sus amigos les va a gustar Francine, no como ocurre con Dorothy. Además, por carta les ha contado cosas de ellos y viene preparada.
-¡Por supuesto! Y si alguien te parece interesante me lo dices -y le guiña el ojo, bromeando, y después suspira- Vas a parecer tan exótica habiendo vivido tantos años fuera, ¡y en Washington! -Uy, sí, le tiene envidia, pero es de la sana, que ella se lo ha pasado muy bien en Hays.
Señala a un chico rubio que Francine no conoce y le habla al oído:
-Éste es del que está colada Dorothy -y se le escapa la risilla.
Cómo resistirse a una fiesta, una fiesta en la calle, donde todo el mundo habla con todo el mundo y se conoce gente de todas partes, vienen hasta de los pueblos de al rededor. Ya ha estado hablando un rato con unos amigos hippies que viven fuera del centro, los conoció en el último campamento hippie en el que estuvo con su madre, la ayudaren mucho a instalarse los primeros meses.
Pero ahora, anda por ahí, regaliz rojo en mano, buscando a alguien con quien hablar, aunque no lo necesite, porque si por ella fuese hablaría con las plantas. Y ahí está la “victima” merodeando por los limites del parque, mirando detrás de los arbustos.
- Ey, ey ¿tu no eres el de la pizzería? Muchas veces te he visto por la universidad pero de lejos y alguna vez que otra en la cafetería y en la pizzeria , pero siempre vas como concentrado y no me he atrevido a decirte nada. Hacéis unas pizza muy buenas, pero eso seguro que ya lo sabéis- sonríe. menudo abordaje, le ha faltado hasta aire.
No es que Dominic tenga un interés especial por la botánica. A él, las únicas plantas que le interesa son las que sirven para cocinar (orégano, albahaca, tomillo, romero, la menta y poca cosa más), así que no merodeaba detrás de los arbustos en pleno ataque de fervor científico, no. Lo que en realidad sucede es que Dom ha venido con Rob a la Oktoberfest, y han bebido mucho en la dichosa Oktoberfest, y lo que tiene el hombre es, ahora mismo, unas gana de mear que no se las aguanta. Es que la cerveza es muy diurética, que lo comentaron el otro día en clase.
Y lo de los arbustos, ya os podéis imaginar qué hacía él por ahí: pues buscar el primer lugar tranquilo para vaciar el depósito, pero ha querido Dios que le viera una chica que dice que le conoce de la uni, de la cafetería y que hace unas pizzas muy buenas. Y él en serio que agradece lo de las pizzas, siempre es bonito que alaben tu trabajo, pero es que le ha faltado en canto de un centavo para mearse encima del susto.
Da un respingo porque su Santa Madonna le ha asustado a ella también.
- ¿Lo qué? Lo siento ¿te he asustado? - pone cara de niña buena, pero no puede evitar la sonrisa- Bueno tu también a mi, pero qué haces aquí tan solo habiendo una fiesta a dos pasos de aquí con gente y música- no puede evitar comentárselo, porque siempre le ve solo y una cosa es estar solo en la universidad y otra muy distinta en una fiesta.
- Anda, vamos- le dice tendiéndole la mano para que la siga.
Dominic mira alternativamente la mano de la chica, y luego su cara, y luego la mano, y él a las suyas que ya las tenía más o menos a la altura del cinturón. Da un paso hacia ella, dubitativo, porque ¿qué va a decirle? ¿Que le ha pillado cuando iba a mear? Pues no, porque el pobre se moriría de la vergüenza y seguramente le haría una faena a Rob, que está esperando junto al puesto ambulante de patatas fritas.
-¿Vamos?- acaba por preguntar. La chica le suena vagamente, pero que él sepa nunca han cruzado dos palabras, porque se acordaría. Y ahora dice que se van... no sabe dónde.
A Charlie le gusta más una fiesta que a un niño un chupete. Eso dice Johnny y es verdad. Puede bailar sola, tomarse una cerveza tras otra y acabar entonando musicales junto al lago, pero siempre, siempre, siempre se lo pasa estupendamente. Excepto cuando su pie tropieza con una rama y se cae al suelo cuán larga es (que suerte que no es mucho).
-¡Auch! -exclama, sentándose rápidamente porque el pie duele y no puede levantarse, pero sentada es más digna que toda tirada y espatarrada.
Se lleva las manos al tobillo. Se ha hecho daño, pero no va a permitir que eso le fastidie el Oktoberfest. Menos mal que va sola, porque sabe de uno que le llevaría a casa y a mismo. En su lugar, ella apura su botellín de cerveza (oh, divina sustancia) y lo deja a un lado para masajearse el tobillo.
La noche promete, no lleva en el Oktoberfest ni dos horas y ya ha hablado con los amigos de la comuna que se han acercado a la fiesta se ha reído hasta que le ha dolido la tripa y así sigue cuando ve a Charlie Lewis caerse con una rama desde lejos y debe ser un día de eso en los que una empieza a reír y no para, porque la caída ha sido de lo mas tonta.
Se acerca a ella con una sonrisa de oreja a oreja esperando que no se haya hecho mucho daño, que parece que no porque todavía sigue interesada en el botellín de cerveza.
- Hola Charlie ¿estás bien? Te he visto caerte desde ahí- señala con la mano la distancia- y he venido a socorrerte visto que ningún mozo andaba cerca.
No es que haya hablado mucho con Charlie, de vez en cuando le ha llevado cafés al despacho, pero es Zoe la chica que habla con sigo misma si es necesario.
Levanta la cabeza, sorprendida por la llegada de Zoe, aunque no tenga muy claro por qué. Al fin y al cabo, es el Oktoberfest, lo que espera es que no sea la única conocida que se encuentre, que para algo es una fiesta y con un poco de suerte, medio Hays está allí. O más.
-Será que todos los mozos están ocupados -responde, sonriendo con alegría-. Estoy bien. Duele un poco, pero se pasará -y para demostrarlo, se levanta lentamente, botellín en mano, y da un paso adelante, abriendo las manos a ambos lados de su cuerpo-. ¿Ves? Perfecta.
Y bueno, duele un poco, pero ya ha dicho que no va a permitir que le amargue la fiesta. No, de ninguna manera.
Ha hecho un amago de ayudarla a levantarse, pero Charlie es joven y fuerte y una caída tonta no tiene pinta de impedirle pasárselo bien.
“Ocupados” meando en medio del parque, anda que... otra vez se empieza a reír sola. Pobre chico, ahora le da pena.
- Eso se quita con otra cerveza -dice cuando ve que la Charlie está en las últimas- y un baile con par de chicos que vamos a buscar ahora mismo. Primero la birra, es fundamental. Estas divina, vamos.
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Todos los habitantes del condado de Ellis están invitados a celebrar esta edición del festival.
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Es que Nancy se lo pasa bien en cualquier parte, y si hay más gente pasándoselo bien, se le contagia aún más el sentimiento de festejo.
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Esperemos que sea lo segundo, porque el otro día Nancy vio un documental en televisión sobre gente demente y daba un miedo horrible.
Se gira hacia donde cree que ha escuchado su nombre, pero no, hacia ese lado no hay nadie conocido o que haga ningún gesto de conocerla, así que opta por el lado contrario. ¡Es Johnny!
- ¡Johnny! - exclama, y en cuestión de segundos se despide de Tim y de sus amigos con un "ahora vuelvo" rápido y un beso sonoro a su novio. - ¡Feliz día de los alemanes! - Saluda, con una sonrisa, encantada de ver por fin a alguien con quien de verdad puede hablar tranquilamente (seamos sinceros, los amigos de Timothy son un poco repelentes, y el propio Timothy se pone un poco tonto cuando está con ellos) y pasarlo bien.
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Johnny temió, por un momento, que Nancy se hiciese la loca o que no quisiera hablar con él. Pero claro, es Nancy y ella no hace eso. Es de hecho una de las pocas personas con las que su timidez retrocedió casi desde el primer momento; tanta sonrisa y genuina amabilidad tienen que ayudar a que uno se sienta cómodo, supone.
-¿Llevas mucho por aquí? -pregunta. Porque no, no se le da bien entablar conversación.
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Por no hablar de las celebraciones del lugar. Ya ni se acordaba de que el Oktoberfest era todo un acontecimiento. Bueno, en realidad, nunca antes había acudido a uno, por esto de no tener más de 11 años cuando estuvo aquí por última vez.
Y ahora está allí, como una más, como si nunca se hubiera ido. Y le encanta. Echaba de menos la hospitalidad de su gente de siempre.
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-¡Me alegro tanto de que estés aquí!
Y es que claro, a Tabitha le encanta el Oktoberfest. Todas las fiestas le encantan, y aunque no sea mucho una chica de clubs o discotecas (tampoco hay en Hays), las fiestas y festivales la vuelven loca.
Además, ir con Francine va a ser genial porque la va a ir poniendo al día de la gente a medida que se la van encontrando.
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- Yo también me alegro mucho de estar de vuelta. ¡Me tienes que contar todo, y exijo detalles!
Es que son muchos años los que se ha pasado fuera, y cuando venía sólo era para unos días, por vacaciones, y no todos los años, porque muchas veces eran sus padres y hermanas los que iban a Washington a visitarla.
- Y presentarme a gente en la Universidad, o si no seré la marginada. - Hace un puchero, y después ríe un poco.
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-¡Por supuesto! Y si alguien te parece interesante me lo dices -y le guiña el ojo, bromeando, y después suspira- Vas a parecer tan exótica habiendo vivido tantos años fuera, ¡y en Washington! -Uy, sí, le tiene envidia, pero es de la sana, que ella se lo ha pasado muy bien en Hays.
Señala a un chico rubio que Francine no conoce y le habla al oído:
-Éste es del que está colada Dorothy -y se le escapa la risilla.
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Pero ahora, anda por ahí, regaliz rojo en mano, buscando a alguien con quien hablar, aunque no lo necesite, porque si por ella fuese hablaría con las plantas. Y ahí está la “victima” merodeando por los limites del parque, mirando detrás de los arbustos.
- Ey, ey ¿tu no eres el de la pizzería? Muchas veces te he visto por la universidad pero de lejos y alguna vez que otra en la cafetería y en la pizzeria , pero siempre vas como concentrado y no me he atrevido a decirte nada. Hacéis unas pizza muy buenas, pero eso seguro que ya lo sabéis- sonríe. menudo abordaje, le ha faltado hasta aire.
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Y lo de los arbustos, ya os podéis imaginar qué hacía él por ahí: pues buscar el primer lugar tranquilo para vaciar el depósito, pero ha querido Dios que le viera una chica que dice que le conoce de la uni, de la cafetería y que hace unas pizzas muy buenas. Y él en serio que agradece lo de las pizzas, siempre es bonito que alaben tu trabajo, pero es que le ha faltado en canto de un centavo para mearse encima del susto.
-¡Santa Madonna! - gimotea, taquicárdico perdido.
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- ¿Lo qué? Lo siento ¿te he asustado? - pone cara de niña buena, pero no puede evitar la sonrisa- Bueno tu también a mi, pero qué haces aquí tan solo habiendo una fiesta a dos pasos de aquí con gente y música- no puede evitar comentárselo, porque siempre le ve solo y una cosa es estar solo en la universidad y otra muy distinta en una fiesta.
- Anda, vamos- le dice tendiéndole la mano para que la siga.
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-¿Vamos?- acaba por preguntar. La chica le suena vagamente, pero que él sepa nunca han cruzado dos palabras, porque se acordaría. Y ahora dice que se van... no sabe dónde.
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-¡Auch! -exclama, sentándose rápidamente porque el pie duele y no puede levantarse, pero sentada es más digna que toda tirada y espatarrada.
Se lleva las manos al tobillo. Se ha hecho daño, pero no va a permitir que eso le fastidie el Oktoberfest. Menos mal que va sola, porque sabe de uno que le llevaría a casa y a mismo. En su lugar, ella apura su botellín de cerveza (oh, divina sustancia) y lo deja a un lado para masajearse el tobillo.
Aish, sí que duele, sí.
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Se acerca a ella con una sonrisa de oreja a oreja esperando que no se haya hecho mucho daño, que parece que no porque todavía sigue interesada en el botellín de cerveza.
- Hola Charlie ¿estás bien? Te he visto caerte desde ahí- señala con la mano la distancia- y he venido a socorrerte visto que ningún mozo andaba cerca.
No es que haya hablado mucho con Charlie, de vez en cuando le ha llevado cafés al despacho, pero es Zoe la chica que habla con sigo misma si es necesario.
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-Será que todos los mozos están ocupados -responde, sonriendo con alegría-. Estoy bien. Duele un poco, pero se pasará -y para demostrarlo, se levanta lentamente, botellín en mano, y da un paso adelante, abriendo las manos a ambos lados de su cuerpo-. ¿Ves? Perfecta.
Y bueno, duele un poco, pero ya ha dicho que no va a permitir que le amargue la fiesta. No, de ninguna manera.
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“Ocupados” meando en medio del parque, anda que... otra vez se empieza a reír sola. Pobre chico, ahora le da pena.
- Eso se quita con otra cerveza -dice cuando ve que la Charlie está en las últimas- y un baile con par de chicos que vamos a buscar ahora mismo. Primero la birra, es fundamental. Estas divina, vamos.
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