[Fic] [Starfighter] Cicatrices (y confesiones)
Fandom: Starfighter
Pairing | Género: Caín/Abel | Angst/Romance.
Palabras: 539.
Rating | Advertencias: T.
Notas: Escrito para malale en el meme musical de musguita. Enjoy :D
Cicatrices (y confesiones)
Caín tiene cicatrices en la espalda. No es raro entre los luchadores tener alguna marca de las batallas pero las de Caín son distintas porque, realmente, no se ven. Hay que estar lo cerca que está ahora mismo Abel para poder distinguirlas entre la marea de músculos de su espalda.
Son finas, y son muchas. Abel se pregunta cuándo se las hizo, o quién o como. Pero no pregunta porque piensa que no debería interesarse. Caín es mezquino, violento, y Abel debería huir ahora que está dormido y no corre peligro de que le sujete de nuevo contra la cama.
En cambio, repasa las cicatrices con la yema del dedo a un centímetro de la piel, con cuidado para que no se despierte.
Hay una, la más larga, que le nace en una costilla y baja casi vertical por la espalda. La sigue pensando odio que me insultes. Salta a la siguiente más cercana, una retorcida que surge de la nada y sigue hasta bifurcarse, y su mente grita odio que te creas con derecho a darme órdenes.
Y es fácil seguir así por el mapa que forman, como si fueran los caminos que han seguido para estar donde están desde que le conoció. Sigue, imparable, diciéndole con la seguridad que le falta en voz alta todas las razones por las que debería levantarse de esa cama y no volver a verle nunca más.
Odio que me mordieses y que tuviera que inventarme excusas para justificarlo ante mis compañeros. Odio que me miraras contar la historia con la lengua asomando entre los dientes. Odio que me mires con hambre, odio que me obligues a hacerlo a mí. Odio que seas violento y odio todavía más que ignores el hecho de que lo no lo soporto.
Odio que sepas que miento cuando digo que no lo aguanto. Odio que me guste.
Odio como me hablas, que me insultes, que me amenaces, que me hagas daño. Odio que mi cuerpo rechace lo que pienso y lo disfrute, y no sea capaz de deshacerse de esta obsesión.
Se le escurre una lágrima hasta el colchón por la comisura del ojo. Ni siquiera se da cuenta.
Odio querer abrazarte y tener miedo de hacerlo porque sé que te aprovechas de mis debilidades.
Caín se mueve de repente y Abel se queda petrificado, aguantando la respiración sin ni siquiera pensarlo. Se da la vuelta pero todavía está dormido. Suelta el aire y otro pensamiento más se forma en su cabeza. Odio que mi momento favorito del día sea al verte despertar, porque siempre tengo la sensación de que tu mezquindad tarda cinco minutos más que tú en emerger del sueño y me miras con esa cara, que es la que me gustaría ver cuando lo hacemos.
Abel ignora las lágrimas que siguen mojando la sábana mientras recorre sus rasgos ávidamente con la mirada, deteniéndose en los labios mucho más de lo recomendable para su salud mental.
Con el corazón en un puño, adelanta la cabeza y le besa. No lo hace porque quiera, lo hace porque tiene que hacerlo.
Más que nada, reconoce en el último segundo, Abel odia quererle. Después Caín despierta y le devuelve el beso, y ya no piensa nada más.
Pairing | Género: Caín/Abel | Angst/Romance.
Palabras: 539.
Rating | Advertencias: T.
Notas: Escrito para malale en el meme musical de musguita. Enjoy :D
Cicatrices (y confesiones)
Caín tiene cicatrices en la espalda. No es raro entre los luchadores tener alguna marca de las batallas pero las de Caín son distintas porque, realmente, no se ven. Hay que estar lo cerca que está ahora mismo Abel para poder distinguirlas entre la marea de músculos de su espalda.
Son finas, y son muchas. Abel se pregunta cuándo se las hizo, o quién o como. Pero no pregunta porque piensa que no debería interesarse. Caín es mezquino, violento, y Abel debería huir ahora que está dormido y no corre peligro de que le sujete de nuevo contra la cama.
En cambio, repasa las cicatrices con la yema del dedo a un centímetro de la piel, con cuidado para que no se despierte.
Hay una, la más larga, que le nace en una costilla y baja casi vertical por la espalda. La sigue pensando odio que me insultes. Salta a la siguiente más cercana, una retorcida que surge de la nada y sigue hasta bifurcarse, y su mente grita odio que te creas con derecho a darme órdenes.
Y es fácil seguir así por el mapa que forman, como si fueran los caminos que han seguido para estar donde están desde que le conoció. Sigue, imparable, diciéndole con la seguridad que le falta en voz alta todas las razones por las que debería levantarse de esa cama y no volver a verle nunca más.
Odio que me mordieses y que tuviera que inventarme excusas para justificarlo ante mis compañeros. Odio que me miraras contar la historia con la lengua asomando entre los dientes. Odio que me mires con hambre, odio que me obligues a hacerlo a mí. Odio que seas violento y odio todavía más que ignores el hecho de que lo no lo soporto.
Odio que sepas que miento cuando digo que no lo aguanto. Odio que me guste.
Odio como me hablas, que me insultes, que me amenaces, que me hagas daño. Odio que mi cuerpo rechace lo que pienso y lo disfrute, y no sea capaz de deshacerse de esta obsesión.
Se le escurre una lágrima hasta el colchón por la comisura del ojo. Ni siquiera se da cuenta.
Odio querer abrazarte y tener miedo de hacerlo porque sé que te aprovechas de mis debilidades.
Caín se mueve de repente y Abel se queda petrificado, aguantando la respiración sin ni siquiera pensarlo. Se da la vuelta pero todavía está dormido. Suelta el aire y otro pensamiento más se forma en su cabeza. Odio que mi momento favorito del día sea al verte despertar, porque siempre tengo la sensación de que tu mezquindad tarda cinco minutos más que tú en emerger del sueño y me miras con esa cara, que es la que me gustaría ver cuando lo hacemos.
Abel ignora las lágrimas que siguen mojando la sábana mientras recorre sus rasgos ávidamente con la mirada, deteniéndose en los labios mucho más de lo recomendable para su salud mental.
Con el corazón en un puño, adelanta la cabeza y le besa. No lo hace porque quiera, lo hace porque tiene que hacerlo.
Más que nada, reconoce en el último segundo, Abel odia quererle. Después Caín despierta y le devuelve el beso, y ya no piensa nada más.