Fandom: Assassin's Creed
Título: Brillo
Tabla: Momentos # 1
Claim: Altaïr/Maria
Extensión: 831
Resumen: La luz de un nuevo día ilumina por las mañanas, pero hay cosas que siempre brillan.
X Abril 1192 d.C.
Apenas empezaba a despuntar el sol, las primeras luces del día otorgaban un brillo casi mágico a las pequeñas gotas de rocío que se encontraban posadas sobre las hojas de las pequeñas plantas que crecían en aquel lugar. La luz traviesa atravesó una de las ventanas de la parte este del castillo cayendo sobre los ojos de una persona que hacía tiempo que se encontraba despierta. Se movió un poco para evitar que incidiera directamente sobre su rostro deslumbrándolo, hacía cerca de una hora que se había despertado y no volvió a conciliar el sueño, ya que se había quedado mirando a la mujer que yacía a su lado.
Altaïr apenas podía creer la sucesión de los acontecimientos que habían dado lugar a que Maria estuviera a su lado agazapada, cual gato disfrutando de un profundo sueño. La imagen de ella con el pelo despeinado, el rostro sereno y la piel desnuda, expuesta a cualquier cosa, siempre le sacaba una sonrisa. ¿Cuánto tiempo llevaban compartiendo el lecho? No creía que fuera capaz de contarlo con exactitud, pero fue poco después de su llegada a Masyaf, puede que fueran unas semanas o unos meses, le daba igual en cierto modo, sólo esperaba que eso no cambiase.
Había ocurrido algo que jamás creería que podría volver a pasarle, se había enamorado nuevamente de una forma rápida y certera. Y si estaba en lo correcto Maria compartía su mismo mal, sino fuera así ¿Por qué había ido a buscarlo a su habitación en tantísimas ocasiones antes de que compartiesen el cuarto? Sus gestos y acciones, puede que no fuera demasiado bueno interpretando sentimientos, pero aunque las palabras sobrasen sabía que de una forma u otra estaban juntos. Aunque esa unión no era muy bien recibida por los habitantes de Masyaf, que albergase entre los muros de la ciudad a una traidora del temple era una cosa, pero que yaciera con ella era otra muy diferente, para muchos era como si él se hubiera corrompido por ella, por ser extranjera, por no ser igual que los demás.
Aunque le seguían guardando el mismo respeto y a Maria no la trataban como a una paria en la sociedad, sabía de las habladurías de los más reacios a los cambios que no aceptaban sus métodos, y menos que una mujer entrenase a fedayines por muy capacitada que estuviera. Aquello había sido difícil, sobre todo para quienes habían perdido a alguien a manos templarias, muchos de sus hermanos, incluido Malik, había visto inicialmente a Maria como una amenaza, algo que no debía de estar con ellos, que no tenía derecho a luchar por aquello en lo que creía. Pero ni él iba a echar a Maria ni ella tenía planeado irse.
-“No tiene derecho, novato” -habían sido las crudas palabras que Malik le dijo.
¿Por qué no iba a tenerlo? Ella quería defender la libertad, el bien para todo el mundo, derrotar a los templarios y demostrar que valía lo mismo que cualquiera ¿acaso eso era malo? Por mucho que a los demás no les gustase que estuviera ahí, se había quedado, a su lado. Y no pensaba permitir que la separasen de él, no ahora. Pasó la mano por encima del rostro de ella quitándole un mechón de pelo que hizo que encogiese la nariz y se removiera abriendo parcialmente los ojos con pereza.
-¿Ya es de día? -preguntó con voz adormilada pasándose la mano por sus ojos.
-Casi, apenas despunta el alba -contestó aún mirándola fijamente, aunque muchos no lo vieran, Maria era perfecta tal y como era.
-¿Por qué me miras tanto? -pronunció en medio de un pequeño bostezo.
-¿Acaso no puedo hacerlo? -respondió haciendo que ella bufase, no había nada que le molestase más que le respondiera una pregunta con otra.
-No, no puedes, a partir de ahora te lo prohíbo -estiró la mano y se la estampó en medio del rostro haciendo que él se la agarrase.
-Siento saltarme tu prohibición -pronunció en tono calmado-. Pero verte por las mañanas es algo que no dejaré de hacer, Maria.
-Lo dudo, si me marcho antes de que te despiertes no me verás -razonó.
-Nunca te despiertas antes que yo, y lo sabes.
-Siempre hay una primera vez para todo -alejó la mano de Altaïr y se incorporó agarrando la manta para que no se le cayese.
Se la quedó mirando ensimismado, aunque su cuerpo era sin duda femenino tenía marcas de cicatrices y antiguas heridas de batalla. Ella le había comentado que la que tenía en el brazo izquierdo había sido una que él mismo le había hecho al confundirla con Roberto de Sable, en ese instante lamentó haber marcado así su cuerpo, pero ella no parecía importarle. Solía decir que una herida más marcaba las batallas luchadas, si las tenías era que habías sobrevivido, por ello no era algo de que avergonzarse. Se había enamorado de una mujer luchadora y volátil como el viento, y daba gracias por ello.