Aug 16, 2008 18:19
Título: Después.
Fandom: Código Da Vinci.
Rating: T
Género: Romance/Drama.
Pareja/Personaje: Silas/Sophie.
Resumen:¿Para qué entender algo que no es útil a Dios y a su Santo Mandato?
Después...
No se puede huír de la verdad. Le dijeron que ella lo haría libre, porque era pura, divina y única. Se puede correr , impulsado por todas las misiones y sofrenado por las constantes flagelaciones. Pero nadie, ni los arcángeles huyen al fin, de sus propias verdades. No pueden sobornarlas con sangre ajena y ni siquiera con la propia, sin importar cuánta se derrame. Silas sabe eso, pero no lo entiende. Ni quiere entenderlo, porque eso le provoca un dolor genuino en el alma, que en seguida se contagia al cuerpo y hace que se doblen sus rodillas en plena marcha. ¿Para qué entender algo que no es útil a Dios y a su Santo Mandato? Para ser un pecador, una escoria.
Pero ahora todo es diferente, puede preguntarse eso y muchas otras cosas. Su tiempo es tan infinito como la Gracia Divina. Y sus párpados están rígidos, velados por la bolsa negra y ofuscados por las lágrimas de rabia que nunca llegó a derramar.
No recuerda cuándo dejó de brillar esa luz , tan blanca y potente que bailaba en el horizonte. Hubiera sido agradable seguirla, pero Silas pensó en lo indigno que es un ángel de alas rotas. Un pobre inútil que no merece el perdón de Dios, ni si quiera su mirada sobre el cuerpo compuesto de inmunda carne no celeste. No importa cuántas misiones haya cumplido, ni a cuántos Enemigos matado: Falló en la última, en la más importante que le hubieran confiado. El tiempo comienza a perder significado y las tinieblas se disipan, se pierden con sus pasos suaves, que lo guían de vuelta a tierra, como si una vez más estuviera en un ascensor. Pero dentro, no en el techo.
Y la verdad se hace pública, bajo el nombre de "mentira" o "ciencia ficción". Silas puede contemplar su cuerpo frío en la morgue pero también escucha el sonido de las teclas bailando sobre su piel , robándose infames su ser intangible, poniéndolo a medias en un libro que debiera ser prohibido. Pues habla de ella y de su fracaso. Habla también , miles de mentiras hacia Dios.
Puede verla a ella, de lejos, sentada en el puente de piedra, los retoños florecidos a su alrededor y el cabello siendo acariciado por la buena voluntad del tiempo. La misma vil mujer que le dijo que sería merecedor del infierno.
Con cada palabra que se escribe sobre él, un azote se descarga con una ráfaga de viento en su espalda. Pero Silas permanece.
Él pasa diez años a su lado y la ve envejecer, como una fruta que madura en la mano de Eva, avanzando hacia la lengua de Adán. Ve sus ojos del otro lado del reflejo solar, ve su expresión oscura y fría aplacándose con los años, suavizándose con la edad y anestesiándose para los niños. Araña Silas , esa pared entre los dos, mordiendo y escupiendo insultos a su sangre mezclada con la de Langdon.
La realidad física no le da amparo y el cielo no quiere abrir sus puertas a un traidor. Cuando toma una Biblia en sus manos, la superficie lo atraviesa.
Solía pasar los días en los que aún sentía la sangre caliente bajo su piel fría, memorizando cada Sagrada Palabra. Las repite entre los dientes afilados y mira su hombro, el de la Víbora, encogerse con indiferencia a los cambios de temperatura durante las conferencias, donde reúne más y más pecadores. Cada vez más. Hacen cientos de Orgías con pensamientos Infames. Todos tan complicados, que si intentara (NO LO HARÍA) comprenderlos, seguramente le sería imposible. Pero sabe que no están con Dios.
En el Panteón todo huele a polvo. Sus propias cenizas son agrias cuando las traspasa. Ya no quiere ni estar cerca de su cuerpo deshecho.
Silas sostiene en su memoria la mirada de Sophie llameando frente la suya, rojiza, desvanecida y evanescente. Cuando recuerda sus palabras, su sentencia de hace varias décadas atrás, la piel se le eriza por el odio. Guardó esos ojos toda su vida, corta vida pero vida al fin. Después de la muerte, él se cierne sobre la cama matrimonial. Muerto Langdon, la acaricia con sus dedos fantasmales, la hace cerrarse de dolor y volver a abrirse llena de ira. Sin saberlo, está excitado.
Puede ver ese túnel de nuevo, entre los ojos de Sophie. El mismo que vió con el golpe en su cabeza. Lo ve envestirlo y sacudirlo, arrastrándolo hacia una luz incierta, como el brillo del foco en las pupilas de la víbora. Un diluvio universal barrió el mundo corrupto y sus aguas se vierten llenas de sangre sucia, al interior de Silas, para llenarlo de repulsión. Trata de calmarse, de pensar en las ataduras, en cortar lo que esté atándolo. Olvidarla.
Ella solloza y le grita insultos, clamando con movimientos al aire, que se aparte.
Recuerda Silas cuando él vivía y tuvo una vez ese rostro tan cerca suyo, respirando. Las noches de pasión tempestuosa entre Sophie, la prostituta, y su esposo, el demonio, con Silas observando a los pies del lecho nupcial. La calma que sobrevenía a esos orgasmos, cuando ellos se abrazaban para susurrarse incoherencias pecaminosas. Y Silas que se sentía morir de nuevo, cayendo de rodillas ante ambos, arañando etéreamente el suelo. Desde que renunció a sus vanos intentos por estrangular a Langdon y descuartizar a Sophie.
Desde el entierro de su más odiado rival, Silas encuentra la manera de ocupar el sitio vacío junto a Sophie. Bebe su aliento y lame el calor que emite el sudor en su espalda, cuando ella solloza apretando las sábanas, clamando por su esposo. Su piel es de repente roja y Silas la ama con asco y temor.
Conoce ahora la diferencia entre su anterior cuerpo y la vastedad del de Sophie, en la cual su esencia puede yacer, no tan distante ni separado como lo hubiera hecho de tocarla en vida.
Si hubiera podido elegir desear algo, sería poder unirse a ella, carnalmente, como lo hacía Langdon, pero a golpes y amenazas, llevándola al mismo infierno, destrozando su cuerpo y corrigiendo su alma.
En las Escrituras, hablan de estos deseos. Son muchas las historias de los hombres que han sucumbido ante la Perversión de esta mujer que se encarna tantas veces para tentar. Silas ha conocido a todas las Sophies. Las ha odiado pero ha acariciado las letras impresas , mientras el flagelo se apretaba en su muslo y su mano rodeaba su propia entrepierna.
Hasta rozar el Paraíso, ardiente pedazo de infierno en sus fantasías.
Pero Silas sabe que ahora es humo grandilocuente a su alrededor. Más rabia.
Cada vez que intenta ascender al cielo nuevamente, su peso se multiplica diez mil veces y vuelve a caer en la tierra, con un golpe seco, casi imaginario.
El pesar de Sophie forma un arco iris sobre su cabeza, adornándole la frente y llenando de luz su lecho nupcial. Las nubes se descorren para dejar ver el frío azul que la recibe en un rayo dorado.
Como un león atacado, sintió Silas un profundo rasgón en la mitad del ser, cuando trató de correr tras ella. Como a través de las Páginas del Génesis , se deslizó hacia la pecadora, con la esperanza de llegar a su lado, de asirse de su túnica y lograr subir al fin.
Cuando sintió que sus rodillas , fundidas con el aire, se doblaban para hundirse prontamente al impactar contra el suelo, se dio cuenta...
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