Restos del naufragio: I

Sep 22, 2009 00:16

Fandom: Restos del naufragio (historia original).
Claim: General.
Tabla: Rock.
Reto: 9. “Don't know what I want but I know how to get it”
(Anarchy in the UK) Sex Pistols
Rating: PG-13 (supongo).
Palabras: 1.732
Notas: esta historia no va a estar estructurada por viñetas, sino por capítulos (con lo cual serán un poco más largos que las viñetas). Aun así, cada uno estará basado en uno de los prompts, obviamente.
Sin betear, para no faltar a la costumbre... Por favor, REVIEWS, tanto si son buenos como si son tomatazos. Son la gasolina del escritor.

El Doble o Nada es un bar normal y corriente de Madrid, nada del otro mundo, el típico bar en el que el DJ combina antiguos éxitos de los Red Hot Chili Peppers con el nuevo hit de David Guetta con toda la calma del mundo. No sería digno ni de una migaja de nuestra atención si no fuera porque allí trabajan, por así llamarlo, los protagonistas de nuestra historia.

Lía es gallega, de La Coruña, y estudia Filosofía en la Complutense. Para pagar el alquiler del piso que comparte con otras dos chicas, una inglesa y una sevillana, trabaja de lunes a sábado sirviendo copas en el Doble o Nada. Fuma un pitillo detrás de otro y su escote suele estar recubierto por una pátina de sudor, pero eso no impide que uno tras otro los borrachos al otro lado de la barra se dediquen a piropearla sin descanso.

Javi es músico y toca con su banda en el Doble o Nada una noche a la semana. Es guitarra y también cantante, no estudia y lo único que hace es perseguir faldas, componer, fumar maría de calidad y decorar su cuerpo con tatuajes, cada uno más enrevesado que el anterior.

De tanto fumar, Lía tiene la voz ronca como de camionera adicta al vodka. Algunos lo encuentran sexy, pero Javi no, que se ríe de ella la primera vez que va a pedirle una copa. Es jueves por la noche y el concierto ha acabado antes de lo usual, tal vez porque es época de exámenes y el Doble o Nada está más bien vacío.

Lía le sirve el Cacique cola sin mirarlo y enciende otro cigarrillo. El penúltimo de la noche, porque sólo le quedan dos y siempre reserva uno para fumárselo cuando llega a casa, mientras se pone el pijama y se mete en la cama.

- Te he visto antes.
- Trabajo aquí todas las noches.

Javi asiente y da un sorbo largo a su vaso.

- ¿De dónde es ese acento?
- Del mismo sitio que yo. A Coruña.
- Yo soy de Madrid de toda la vida. De Lavapiés.

Lía sigue sin mirarlo. Sabe que en Lavapiés hay muchos okupas y se pregunta si el tío que tiene delante es uno de ellos, pero no le interesa lo suficiente como para preguntar.

- Tocas bien -dice, más por llenar el incómodo silencio que porque realmente lo crea. No tiene ni puta idea de música.
- Gracias, tía -Javi echa una mirada a su alrededor y suelta un silbido. Además de ellos, en el local queda una pandilla de jovencitas con piercings y melenas de colores imposibles y un par de leales borrachos al final de la barra. Los muchachos, como él los llama, hace rato que han recogido y se han ido a casa, o a cualquier otro bar para seguir la juerga-. Joder, hoy sí que está vacío.

Lía se ahueca el pelo, teñido de rubio platino, con la mano que no sujeta el cigarrillo y asiente. Lo tiene muy liso y largo, y en las capas más cercanas a la nuca es de color negro. Tiene un piercing en el labio inferior, un aro incompleto con una bolita a cada extremo. Lo mueve con la lengua y se la pasa inconscientemente por los labios.

A Javi no le pasa desapercibido el gesto y, ahora sí, lo encuentra sexy. Y constata que la camarera está buena, más de lo que parecía desde el escenario. Sondea las posibilidades y concluye que tiene buenas papeletas para llevársela a la cama, o incluso, y si es muy afortunado, de que lo invite a la suya.

- ¿A qué hora acabas? -pregunta en tono casual, acercándose a ella con la excusa de la música muy alta (un clásico) que el DJ, Marcos, acaba de poner.
- Cuando se vaya el último. Hoy diría que antes que normalmente.
- ¿Me invitas a algo? -esboza su típica sonrisa canalla, ésa que desarma a las fans y las hace dar grititos como si estuvieran en presencia del mismísimo Jagger.

Lía lo mira arqueando una ceja. Alguien ajeno podría pensar que está malhumorada, pero Javi no se rinde y extiende la sonrisa. Finalmente, Lía da su brazo a torcer y desliza la cajetilla hacia él, que la mira interrogante.

- Te invito a un cigarro. Vicky no me deja invitar a nada de lo que hay aquí detrás -explica como disculpándose, señalando las botellas amontonadas a su espalda.

Vicky es la encargada. Javi la conoce bien, demasiado bien. Tiene treinta y pocos y no está nada mal, si no fuera por el detalle de la ropa de cuero y el látigo que tanto le gusta usar.

Se encoge de hombros y lo acepta. Se da cuenta de que sólo hay dos, pero de todas formas coge uno y se pone a rebuscar en los bolsillos de sus pantalones. Puro teatro, claro está: sabe de sobra que no va a encontrar ningún mechero. Siempre los pierde.

Por suerte, Lía se le adelanta y le ofrece el suyo. Javi pone las manos alrededor del pitillo para proteger la llama, a pesar de que, como es obvio, no sopla viento. Una vez encendido, se las ingenia para rozar los dedos de Lía cuando ésta retira el mechero.

El contacto es electrizante. Ambos dan un respingo, sorprendidos por la intensidad del calambre. Javi rompe a reír y da una calada, mientras que Lía se limita a rodar los ojos.

- ¿No vas a beberte eso? -pregunta señalando el Cacique cola.
- Bueno, ya que me has invitado a un cigarro, esperaba poder devolverte el favor.
- ¿Y cómo piensas hacer eso?
- Se me ocurren varias formas.

Su poco original broma consigue que Lía suelte una carcajada. Con una sonrisa y un “Ah, ¿sí?” susurrado, se apoya con el codo en la barra y lo observa con intensidad.

- ¿Y cuáles son esas formas? -dice con su voz ronca. Javi se pregunta cómo sonará cuando gima, como está claro que hará antes de que termine la noche.
- La copa es toda tuya.

Lía se la acaba de un trago y sonríe. Se muerde el labio inferior y su mirada recorre a Javi de la cabeza a los pies y vuelta.

Suenan los primeros acordes de una canción que ambos están seguros de conocer. Los dos miran hacia la cabina del DJ, donde Marcos pincha sin mucho entusiasmo pero aun así con envidiable maestría.

Javi, como músico que es, es el primero en ponerle nombre y autor.

- Bat Out of Hell, de Meat Loaf -indica, señalando a Lía con el cigarrillo ya casi consumido.
- Sí, eso. Me gusta mucho la música, pero tengo muy mala memoria.
- ¿Cómo puede tener mala memoria una camarera?
- ¿Por qué lo dices?
- Bueno, no sé. Todos esos chupitos y cocktails… ¿Te acuerdas de todos?

Lía ríe y se vuelve, haciendo un gesto hacia el cuadro que cubre un buen trozo de la pared. Se trata de una lista de los chupitos y copas que se sirven en el Doble o Nada, cada uno con sus correspondientes ingredientes.

- Siempre que me piden algo raro tengo que mirarlo ahí.
- Pues sírveme algo de eso que tú llamas “raro”, y ponte otro para ti.

La camarera acerca sus ojos miopes a la lista y bizquea ligeramente, notando las lentillas prácticamente implantadas en la córnea, buscando algo que le llame la atención. Por fin encuentra un chupito que le parece apropiado: el “galleguito”.

Javi y Lía se miran a los ojos, separados sólo por los treinta o cuarenta centímetros que mide la barra. Entre ellos, dos vasos de chupito llenos de orujo, el único componente del galleguito. Sonríen y se lo echan al gaznate en un solo gesto, el alcohol quemándoles boca, garganta y esófago a medida que desciende a toda prisa hacia el estómago.

- No está mal, gallega, no está nada mal… -Javi se acoda también en la barra y se acerca a ella-. ¿Vienes a mi casa?

Lía tuerce el gesto, si bien es cierto que cada vez encuentra más hipnotizantes los ojos de Javi. Con la escasa iluminación del bareto no distingue de qué color son, puede que azules o grises, o incluso verdes claros.

- También podemos ir a la tuya, si lo prefieres -se apresura a añadir él, temiendo quizás que no esté interesada en la oferta.
- ¿Y cómo sé que no eres un psicópata que va a matarme después de follar? -porque está claro que van a eso, a follar-. Además, ni siquiera sé cómo te llamas.
- Javi -responde él, ignorando la primera parte-. Y tú eres Lía.
- ¿Eso cómo lo sabes? Acabas de ganar muchos puntos en la parte de “psicópata que va a matarme después de follar”.
- … Tía, llevas una placa en el escote que lo dice.

Lía le da un manotazo en el hombro, pero la carcajada que suelta después desmiente todo el posible enfado que pudiera contener.

- O sea, que me estás mirando las tetas…
- Te acabo de proponer que echemos un polvo, es obvio que te tuve que mirar las tetas para ello -Javi extiende esa sonrisa maliciosa, de conquistador, de rockstar de las calles de Madrid, y se acerca más, flirteando-. ¿Qué me dices?
- ¿Que qué te digo? -Lía parece pensárselo durante unos segundos; finalmente decide-. No creo que esa sonrisa tuya esté acostumbrada a recibir muchas negativas; no seré yo quien le dé una.

Javi aparta los vasos de chupito con la mano, la sonrisa más grande que nunca, y le roba un beso descaradamente mientras la agarra por la barbilla. Es un beso con sabor a tabaco y a alcohol de su tierra natal, un beso de los que dejan sin aliento, de los que se recuerdan cuando te despiertas en medio de la noche cubierta de sudor. Un beso agresivo, que pide más y más y Lía sabe que está totalmente dispuesta a dárselo.

- Pero con una condición.
- ¿Mmmh?
- En mi casa.
- No problem -Javi vuelve a besarla de manera entrecortada, intercalando palabras entre trozo y trozo de lengua-. Like a bat out of hell I’ll be gone when the morning comes -promete, parafraseando un verso de la canción que hace tiempo que terminó-. Cierra este antro y vámonos ya, gallega.

writing, historia original, restos del naufragio

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