Siempre obstinada, ceñida al plan ancestral, siguiendo las rutas predeterminadas por los dioses que inventé en la niñez. Quizás la hora de mirar la vida al revés es por la tarde, cuando las ilusiones se caen al piso y sólo queda la almohada, los aromas de antaño que se impregnan en la bufanda, ahora que el frío me carcome
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