No se enoje; desquítese.

May 27, 2007 16:53


¡Mi primer reto de las 30 leyes! *o* Estoy emocionada ya que últimamente no me salía nada con estos dos, aunque también estoy preocupada... tengo tareas para mañana y nada que he empezado T-T Pero el reto bien que valió la pena.

Diclaimer: Harry Potter no es de mi propiedad.
Claim: Harry/Draco
Nota: La verdad es que no salió muy paring...
Ley: # 12 No se enoje; desquítese

El correo llegó temprano esa mañana, a  una hora que siempre era inoportuna para Draco Malfoy. Cualquier molestia que le pudiera ocurrir en el desayuno traería como consecuencia un mal humor que no se le quitaría hasta el desayuno siguiente, sin contar con los disgustos que le daría Harry Potter ese día, porque siempre le disgustaba por una cosa u otra.

Una opulenta lechuza gris aterrizó en la mesa, al igual que las demás lechuzas, y Draco tomó la carta que ella le había traído. Le dio unas vagas palmaditas en la cabeza antes de que alzara vuelo, sin necesidad de más agradecimientos ni mimos.

La carta era de su madre.

Draco la guardó, esperando leerla más tarde en la privacidad de alguna aula vacía o en la propia sala común, sin embargo lo que ocurrió después hizo que la olvidara por completo, de todas maneras no habría importado si la leyera o no, ya que en ese instante se enteró del contenido de la misma.

Crabbe y Goyle habían recibido cartas de sus madres, al igual que él. Y Nott en ese momento leía la suya, mandada por su abuela, con expresión grave.

-¿Alguna novedad? -preguntó Draco.

-... Padres han sido sentenciados a cadena perpetua en Azkaban -murmuró Goyle, más para sí mismo que para Draco. Habló como si tratara de convencerse.

-¿Sus padres? Oh, una pena -dijo Draco en una mezcla entre ligereza y consideración. No parecía en lo absoluto afectado, sin embargo sus amigos sabían que si en verdad lo estaba no lo demostraría-. Pero no deben preocuparse, y tomar el asunto con más calma -Nott enarcó una ceja, y Crabbe pareció confundido-. Recuerden las influencias que tiene mi Padre, aunque él también esté preso en esa cárcel, aún tiene el poder suficiente como para interferir. Mi padre ha retrasado su juicio  por ello, y sin dudas logrará...

-No entiendes, Malfoy -interrumpió Theodore, fríamente-. Nuestros padres fueron sentenciados.

-Pero mi padre no...

-Incluyendo a tu padre, aún con todas las pericias que pudo haber puesto.

Theodore se levantó de la mesa, siendo observado por la mirada preocupada de Greengrass, y salió del Gran Comedor sin duda hacia la biblioteca o algún lugar en dónde pudiera aislarse de todos ellos y reordenar sus pensamientos. Porque aunque fuera incluso más frío que el mismo Malfoy, por dentro lo carcomía el odio y el resentimiento hacia quién había sido el responsable directo de la encarcelación de su padre.

-Lo siento mucho, Malfoy, Crabbe, Goyle -dijo Pansy. Al instante se lamentó de haberlo dicho, en aquel momento -aunque lo ideal sería lo contrario- las palabras sobraban y un prudente silencio sería más agradecido.

Crabbe y Goyle asintieron, sin saber cómo actuar ni qué hacer, esperando alguna señal de Malfoy que los guiara.  Pero ésta no llegó.

Draco imitó a Theodore, atravesando rápidamente el Salón Comedor sin perder la elegancia ni mucho menos mostrarse alterado.

.-.-.-.-.-.

Recorrió los pasillos sin saber adónde se dirigía. En su mente se repetían las últimas palabras de Nott,  de manera que la herida fuera azotada una y otra vez sin pausa. Le era increíble lo que estaba ocurriendo, había confiado en las relaciones que mantenían a su padre a salvo de cualquier querella judicial, tal como siempre hacía. Porque, ¿cuando su padre había pagado por algo? Nunca. Él siempre  lograba salir airoso, y con más beneficios de por medio. Él siempre estaba preparado para cualquier tipo de situación, casi se podía llegar a afirmar que él dirigía las situaciones incluso antes de que se dieran.

Por eso todo le había agarrado desprevenido, ya que él lo había asumido de imposible. Y aquello le enfurecía, no sólo el rumbo que habían tomado las cosas, sino por su propia ingenuidad y por todas las causas que desembocaron en ello.

Y a todo ese mar de rabia platinada, su conciencia le susurró con saña un nombre y un apellido. El chico culpable de toda esa desgracia y al que sin duda se pavonearía al enterarse. El chico al que le gustaría verlo hundido, ante sus pies, pisando su humanidad y lamentando su existencia. Porque no había nada más dulce -Draco lo sabía muy bien- que ver a tu rival recibiendo un golpe bajo, que le hiciera derrumbarse y caer miserablemente al suelo.

Y le odió mucho más de cuanto pudo imaginar.

Se obligó a detenerse y respirar hondo. Debía serenarse antes de comenzar con la primera clase, pociones. No se permitiría mostrarse tal y como estaba ahora, seguro que por mucho que se esforzara sino se calmaba acabaría explotando tarde o temprano. Y eso no podía suceder, mucho menos en presencia de aquellos gryffindors y, más que nadie, en presencia de Harry Potter.  Buscó su espejo que siempre cargaba consigo, y se miró. No había cambio alguno de su apariencia normal, seguía viéndose igual de prepotente, orgulloso y burlón.

Al llegar al aula de pociones, fue una desafortunada coincidencia que justo Harry Potter estuviera en el salón, que por lo demás estaba casi vacío -"casi" porque también se encontraba Theodore, pero la presencia de él equivalía a encontrarse sólo-. Y Draco sintió que la ira volvía a engullir dentro de él, cerró los puños y trató de ignorarlo.

Falló a los cincos segundos de haberse sentado en su pupitre, junto a su compañero de casa.

-Me doy una idea de lo que está pasando por tu cabeza, Potter -dijo arrastrando especialmente las palabras. Theodore rodó los ojos y sacó una novela de tapa negra, dispuesto a ignorar todo lo que ocurriría por la lengua de Malfoy.

Harry alzó la vista, poniéndose a la defensiva al instante.

-¿En serio? Te felicito, Malfoy.  Si alguna vez me da por aprender Legeremancia, pensaré en llamarte -y se volvió al viejo ejemplar de pociones, hojeando sus páginas sin leer nada en lo absoluto.

-Te debes de sentir satisfecho, ¿no? -siseó Draco molesto por el simple hecho de que Harry hubiera pasado de sus palabras de esa manera-. Después de todo, tú y tu grupo de rarezas que te acompañan fueron los que iniciaron todo.

-Apuesto a que mi grupo de rarezas podrían desarmarte en un duelo sin mayor esfuerzo -dijo, sin levantar la vista. Harry no era un chico de mucha paciencia, en realidad carecía de ella, y Malfoy ya le había comenzado a irritarle, como cada vez que se topaban. Sin darse cuenta, la mano con el que sostenía el libro ahora lo agarraba con inusitada rabia, y la otra se deslizó sigilosamente hacia su varita.

Y, a todas estas, ¿qué era lo que había hecho para que Malfoy le hiciera pensar que por dentro le conjuraba un Avada Kedavra?

-No es que yo los subestime, Potter, sino que tú me subestimas a mí -contradijo Draco, mirándolo con todo el odio que era capaz de albergar en sus iris grisáceas-. ¿Crees que soy un tonto como Longbottom? ¿Que no me vengaré por todo lo que me haces?

-Neville vale mucho más que un cobarde como tú -exclamó Harry, forzándose a mantener su vista lejos de Malfoy.  Sabía que lo que a Malfoy le ofendía era no ser tomardo en serio, y pasar de sus acusaciones sin siquiera mirarlo era bastante duro para él-. Hablas de algo que te he hecho. Bien, yo no sé legeremancia así que sería mejor si te dejaras de tantos rodeos y me explicaras de una vez.

Prosiguió un silencio que a Harry le pareció extraño. Había esperado que Malfoy le insultara enseguida, pero todo lo contrario, se quedó callado. A lo mejor elegía las palabras adecuadas con lo cual molestarle más, a lo mejor no tenía qué responder, lo  cual era imposible ya que él siempre tenía algo que decir, que fuera sólo frases inherentes era otra cosa.

Harry se sintió inquieto y, sin poder contenerse más, alzó la cabeza. Malfoy le miraba fieramente pero, y fue lo que más le desconcertó, no pudo ver en sus ojos algo que no fuera tristeza, desesperación y confusión. Se obligó a cerrar los ojos y volverlos abrir para comprobar que lo había imaginado, pero al volverse nuevamente hacia Malfoy, él ya le había dado la espalda.

-Algún día caerás, Potter -murmuró, con lo cual Harry tuvo que esforzarse en oírlo.

-No caigo ni a la primera arremetida ni a las siguientes -Harry ya estaba comenzando a cansarse, en realidad no sabía porqué iba esa conversación.

Y Draco sonrío, con una mueca burlona en sus finos labios. ¿Que podría saber Potter sobre que clase de arremetidas le daría el Señor Oscuro? ¿Cómo imaginarse que justo él, Draco Malfoy, le haría la peor de todas las jugadas? Porque estaba decidido a cumplir la misión que le había asignado el Señor Oscuro, y así hacerle pagar por la humillación que le había ocasionado a él, a su madre y -sobre todo- a su padre. Basta de juegos de niños, esperaré y me vengaré lentamente. Y reiré al último.

.-.-.-.-.-.

Terminó la clase de Pociones.

Harry, con un recién adquirido entusiasmo por la materia, recogió sus cosas y se dispuso a irse. Sin poder evitarlo miró de reojo a Malfoy, que caminaba junto a Zabini hacia la puerta, y una molestia general le invadió por dentro. Retiró la mirada justo cuando Malfoy volteaba a verlo, despectivamente, antes de salir del aula.

El también se encaminó, pero se detuvo a mitad de camino, justo en dónde se había sentado Malfoy en toda la hora. Una carta tirada en el suelo cerca de la mesa le llamó la atención. La tomó, examinándola. Era de Narcisa Malfoy. Y con un impulso malicioso, la hizo pedazos por medio de un hechizo.

-¡Harry! ¿Qué haces? -exclamó Hermione, tomándole de la mano. Ron ya estaba en la salida, notablemente impaciente.

-Nada, sólo limpiaba la basura -le contestó, sin remordimientos, y le sonrió.

No se enoje; desquítese.

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