Vale..si...no habeis leido mal ahi arriba. Esto es un fic de S.W.A.T. Esa pelicula de Samuel L Jackon, Colin Farrel y Jeremy Renner...si esa misma...si, lo se...estoy como una puta cabra. Lo se. :P
Titulo: Heat
Fandom: S.W.A.T.
Pairing: Jim Street/Brian Gamble
Discliamer: Mio no es....no se de quien sera pero mio no es eso seguro. Yo solo distorsiono la realidad.
Dedicado: a my dear beta
darkkaya que me aguanta mucho y eso xD y a una nueva amiga
obsscure a la que le entusiasmo la idea ^^ (he tardado un poco pero aqui esta)
Notas: This is PWP xD y como tal...sentido poco y porno mucho xD Avisados quedais xD
Heat
-“Esta es la última, compañero.”
Jim soltó la caja en la cocina y miró a su compañero que rebuscaba un par de cervezas en la nevera. Emergió de ella con dos latas. Le pasó una a su compañero.
-“Bien. Muchas gracias, tío. No sabía a quién pedirle ayuda con la mudanza.”-le sonrió de lado abriendo la lata.
-“Eso es verdad. Nadie es lo suficientemente estúpido como para acercarse a ti o tu casa en más de veinte metros.”-le respondió juguetón. Brian amplió la sonrisa.-“A saber por qué será.”
-“Obviamente es por mi carisma. Los demás no soportan que les eclipse con mi desbordante personalidad.”-le explicó extendiendo los brazos y apoyándose en la encimera. Jim le miró con cara de circunstancias. Poco se podía hacer con su compañero.
-“Lo que tú digas, desbordante personalidad. Al menos me invitarás a cenar por el trabajo, ¿no?”-le preguntó apurando su cerveza. Hacía un calor de mil infiernos pero era lógico, en L.A. el calor siempre era así.
-“Venga. Agarra las llaves. Te daré los mejores perritos de toda la puta ciudad.”-le propuso dejando la lata sobre el fregadero.
-“Espero que hablemos de salchichas. Ya sabes que lo otro no me va.”
La risa de Brian saliendo por la puerta le acompañó hasta el coche mientras el sol bajaba por el oeste.
El pavimento quemaba hasta de noche. Mientras se bebían la última cerveza en la entrada de la casa ,la calle parecía desprender tanto calor que parecía una sauna. Brian, apoyado en la puerta de su coche, le ofreció una última cerveza fría en su casa. Su recién estrenada casa. Jim aceptó y subieron la escalera hacia su piso. Pequeño, digno de su sueldo de S.W.A.T., no se podía pedir más.
La luz de la calle hacía penumbra en la cocina, donde el calor era casi asfixiante. Le había dado el sol toda la tarde y ahora la concentración hacía necesario abrir las ventanas urgentemente. Eso hizo. Abrió la que estaba justo encima de la encimera mientras Brian cogía otras dos latas.
Había cumplido su palabra, eran los mejores perritos de toda la ciudad. Y además baratos. Cuando se giró tras abrir la ventana se encontró con Brian a un metro escaso levantando a la altura de sus ojos la lata. Una pequeña brisa se colaba por su espalda y le erizó la piel, pero quizás era más cosa de aquellos ojos azules que parecían querer clavarse en los suyos.
Se había jurado que nunca más sucedería. Que aquello que empezó tras aquella misión no se repetiría. Juró que era la adrenalina corriendo por sus venas lo que había hecho que acabase besando a su compañero mientras le empotraba contra su taquilla, el hombro donde le habían herido aún en cabestrillo, y el sudor y la sangre todavía en su piel. Juró que no lo haría. Lo juró y ahora tenía ganas de romper su propia promesa.
Porque Brian le estaba mirando con aquellos ojos tormentosos y estaba rompiendo toda su voluntad. La lata que tenía en la mano se movió hasta posarse en la encimera, el espacio entre ellos acortándose y la respiración de Jim volviéndose más pesada. Oyó el sonido de la lata contra la encimera y la voz de Brian cerca de él.
-“Te la dejo ahí.”
Volvió a su posición inicial, pero Jim tenía la impresión de que seguía demasiado cerca de él. En un acto reflejo elevó las manos y le cogió la cara. Brian no se movió. Sólo le miraba esperando ver qué hacía. La sombra de la barba le hacía cosquillas bajo las yemas de los dedos. Posó las manos en el cuello de su compañero y se decidió. Estaban a oscuras, en la cocina de su nueva casa, aún veía la marca de la reciente herida en su hombro y lo necesitaba. Necesitaba saber si había imaginado todo aquello la otra vez o solamente había sido una respuesta de su cuerpo al estrés.
Le besó. Despacio. Labio contra labio en un beso lento. Brian abrió los labios para amoldarlos a los suyos. Él los movió lentamente. Brian le respondió. Y de pronto, aquello había pasado de ser un mero experimento a una competición por ver quién profundizaba más el beso. Las bocas se abrieron y las lenguas se encontraron entre ambas.
Jim se adelantó y empotró a Brian contra la nevera. La cerveza de su mano de alguna forma había acabado en la encimera antes de que pudiese caer en el suelo. Elevó las manos del rubio y las atrapó por encima de su cabeza mientras se pegaba a su cuerpo acorralado entre la nevera y él. Brian gruñó dentro de su beso. Jim sintió cómo una corriente eléctrica le sacudía todo el cuerpo y supo que aquello no tendría vuelta atrás.
Agarró la camiseta de tirantes de su compañero y tiró de ella. Se separaron dos segundos mientras se la sacaba por la cabeza para después seguir besándose.
Brian se revolvió contra su cuerpo y se separó de la nevera. Tropezaron con el marco de la puerta antes de tropezar con otra caja en el suelo del salón. Jim se dio de pleno con ella y maldijo a la caja. Brian se rió.
-“No es gracioso, Gamble.”-gruñó. El rubio le cogió de la camiseta y le acercó a él.
-“A mí me lo parece.”-le murmuró antes de volver a besarle.
La camiseta del moreno acabó encima de la caja con la que había tropezado mientras seguían su camino hasta la cama. La habitación tenía aún menos luz que el resto de la casa y más cajas. Brian cogió a Jim de la cintura de los pantalones para guiarle por entre ellas hasta su cama. Se sentó mientras se dedicaba a desabrocharle los pantalones. Mientras, Jim se deshizo de sus zapatos y esperó paciente a que el rubio acabase de deshacerse del cinturón. Las manos de Brian se movían por todos lados y era como una corriente sobre su ropa que iba apretándose a medida que su excitación crecía.
Tras deshacerse del cinturón en dos movimientos se vio con los pantalones en los tobillos y las manos de Brian cada vez más cerca de su piel.
-“Cualquiera pensaría que tienes experiencia en estas cosas.”-Brian le sonrió con malas intenciones desde su altura. La penumbra sólo acentuaba su malicia.
-“No preguntes lo que no quieres saber, Street.”
Y era verdad. No quería saberlo. Pero tampoco quería quedarse quieto. Empujó al rubio contra el colchón y le miró desde allí. Brian se había relajado contra la superficie y le miraba intrigado por lo que podría hacer a continuación. Decidió que su compañero todavía llevaba mucha ropa encima. Por suerte Brian llevaba los pantalones de entrenar y esos no resultaba ningún impedimento para quitárselos. Acabaron con los suyos y sus zapatos. Ahora ya sí estaban en igualdad de condiciones, aunque aquello de follar con calcetines seguía pareciéndole antiestético. Porque sí, tenía claro que no iban a abandonar aquella cama hasta que hubiese follado con su compañero. Y nada ni nadie iba a impedirle llegar a esa meta.
Igual que nadie impediría que hiciese aquel comentario.
-“Te veo necesitado, compañero.”-le dijo malvadamente mientras le veía allí acomodado en el colchón con la luz de la calle como única fuente de iluminación, los brazos cruzados bajo la cabeza y una erección casi tan necesitada como la suya bajo la ropa.
-“Quizás quieras echarme una mano, Jimmy.”-le propuso lamiéndose los labios. No necesitó más incentivo.
Cayó sobre él con todo su cuerpo tal y como habría hecho en uno de tantos combates de entrenamiento, salvo porque esta vez la fricción era casi una bendición. Le besó con rabia, con desesperación y con ansia. Quería poder tocar más y más piel. Arañó los brazos del rubio y le mordió la clavícula con saña mientras sus erecciones chocaban aún al resguardo de la tela de su ropa interior.
Brian resultó ser un amante escandaloso. Gruñía, gemía y le clavaba las uñas en los hombros mientras se retorcía bajo él. Casi podría pasar por una mujer si no fuese por aquel cuerpo trabajado en el gimnasio del departamento y de aquella polla tiesa que se restregaba contra su piel. También resultó que no era la primera vez que hacía aquello. Jim se dio cuenta en el momento en que elevó las piernas lo suficiente como para hacerle la tarea más fácil. Le miró suspicaz ganándose un resoplido que indicaba que no era el momento para hacer preguntas obvias. Con sus indicaciones, todas entrecortadas por los gemidos, y su saliva consiguieron que fuese mucho más fácil entrar en él.
Aunque nada podría haberle preparado para aquella sensación. Era asfixiante. Sentía cómo las entrañas de Brian se expandían y contraían a su paso apretándole y provocándole. Durante un segundo apenas pudo moverse, cuando por fin lo hizo; la fricción se rebeló como una dulce tortura que aumentaba el placer. Cada embestida era una descarga que le sacudía por entero y por ende a Brian.
Pronto los dos estuvieron gimiendo y gruñendo incoherencias mientras el sudor perlaba sus cuerpos unidos y el calor de la ciudad se mezclaba con el de la habitación. En otras circunstancias habría sido insoportable, en aquel momento su única preocupación era seguir aquella danza imposible que parecía llevarle a algún lugar en donde nunca habían estado.
Brian comenzó a gemir más y más alto. Estaba seguro que los vecinos tenían que oírle hasta que recordó que su compañero había dicho algo de que el otro piso estaba en alquiler. O quizás se lo imaginó, no le importaba mucho. Sólo le importaba seguir hundiéndose más y más dentro de Brian y ver cómo su boca no podía cerrarse, incapaz de dejar de soltar aquellos gruñidos.
Entonces lo notó. Lo intuyó más que lo vio. Brian agarró las sábanas y se mordió los labios con tanta saña que le empezaron a sangrar. Jim notó cómo las paredes se cerraban en torno a su erección y como el mundo comenzaba a girar. Cuando volvió a tener constancia de él, Brian se había arqueado contra el colchón y gritaba su nombre al calor de la noche.
Jim. Jimbo.
Oír su apodo de los labios de su compañero mientras se corría hizo que él mismo alcanzase el orgasmo más devastador que había tenido en su existencia. Mejor que aquella vez que la jefa de las animadoras se había sentado encima de él en las gradas del campo de futbol.
Tuvo que apoyarse en el colchón, con ambas manos a los lados de la cabeza de Brian para no aplastarle. Jadeaba contra su cara cuando el rubio volvió a abrir los ojos y le miró con éstos llenos de satisfacción. Se perdió un instante en ellos hasta que se dio cuenta de que podía estar aplastándole y de que estaba pegajoso. Salió de su interior y se acostó a su lado en la cama. Brian también jadeaba buscando el aire que le faltaba. No sabía qué debía hacer ahora. ¿Comentar algo? ¿Dormirse?
Brian resolvió las dudas por él. Se giró y le miró largo y tendido.
-“Duérmete, Street. Te lo has ganado.”-le ordenó mientras se levantaba e iba hacia el baño tras palmearle el muslo más cercano.
Jim no quería dormirse, pero mientras veía el resplandor de la bombilla del baño y a Brian trasteando por allí, el cansancio acabó pudiendo con él.
Cuando abrió los ojos de nuevo ya era de día. La luz se filtraba por la persiana bajada y el calor seguía siendo asfixiante. Tenía los calzoncillos limpios y estaba aseado. La última vez que se miró, tenía los restos del orgasmo de Brian sobre su vientre y ahora no había nada. Se sonrojó al pensar en su compañero limpiando sus propios restos biológicos.
Se levantó de la cama y esperó escuchar algún sonido que delatase dónde estaba su compañero. Oyó un golpe seco en la cocina y se movió hacia allí. Había sonado metálico y seco. Por desgracia no tenía la pistola cerca. Se agazapó en el marco de la cocina para ver como Brian estaba acuclillado en el suelo limpiando los restos de la cerveza que había caído.
-“Esa no creo que ya se pueda tomar.”-le saludó apoyado en la nevera. Brian se giró para verle y siguió limpiando.
-“Bueno. Ninguna de las dos en realidad.”-Jim recordó su propia cerveza olvidada en la encimera.
-“Supongo que siempre podrás comprar más.”
-“Supongo… aunque beberlas uno solo es aburrido.”-le comentó mientras recogía la lata y la tiraba a la basura.
-“Puedo hacer el esfuerzo de venir a ayudarte con eso.”-le propuso mientras le veía lavarse las manos. Brian se giró para mirarle sonriendo de lado.
-“Si todas las noches acaban como la de ayer creo que hasta te dejaré que lo hagas.”
Sonaba a proposición indecente. A promesa de muchas noches de calor asfixiante en su nueva cama. ¿Cómo iba a poder resistirse?
-“Parece que tenemos un trato, compañero.”