Happy Halloween queda f-list!! como os quiero tanto y os adoro he decidido compartir una cosa que hice hace tiempo para que mi dear
darkkayase inspirase para uno de sus preciosos fics. El caso es que acabo siendo casi un reto personal y hoy tengo el placer de presentaros mi antologia de viñetas porno de Sherlock Holmes. (basadas en la peli de Guy Ritchie sobretodo pero lo he hecho lo bastante "impersonal" para que funcione tambien con los libros de alguna forma, de la serie ni de coña xD queda muy raro xD)
Pero vamos...resumiendo...HAPPY HALLOWEEN. y al lio xD
Fandom: Sherlock Holmes (peli basicamente)
Pareja: Sherlock/Watson - Watson/Sherlock
Dedicado: a
darkkaya que fue para quien los escribi y a toda la ossom gente del twitter que sigue Sherlock ^^
Notas: Estan sin betear porque Karol murio cuando los leyo y Wile se me nego a leerlos enteros que se moria o algo asi xD asi que...si veis algun fallo...culpa mia todo xD Tambien deberian ir uno con su correspondiente titulo y un LJ-cut pero estoy vaga asi que todos por orden bajo el cut y cuando tenga ganas ya lo editare si eso xD
Advertencias: y creo que es la primera vez que las pongo ever...se me destapo la vena del porno asi que hay mucha palabara malsonante y demas terminos sexuales...avisadas quedais.
1-Manos.
Las manos de Sherlock son largas y finas. Llenas de cicatrices por el trabajo y rasposas. Aun así no se queja. Porque cuando esas manos le tocan puede ver el mismo cielo gracias a ellas. El detective ha averiguado perfectamente como hacer para que con solo un roce de sus manos se rinda a sus deseos. Un ligero toque de sus dedos en el cuello, un agarre fuerte en su muñeca, una caricia de la palma en el pecho y John Watson no puede negarle nada. Nada. Y mucho menos si sus manos se deslizan abajo, muy abajo, donde puede perder todo el mundo de vista con una sola caricia de aquellas manos sobre su miembro. Esas manos son su perdición pero todo el mundo tiene una.
2-Sexo.
Follan. No hacen el amor. No. Sherlock nunca mezclaría sentimientos con algo tan físico y animal como lo que ellos hacen. Así que su término correcto es follar. Como animales. En cada rincón. A veces John hasta se sorprende de porque la señora Hudson no les ha pillado alguna vez en el despacho de Sherlock, con la ropa a medio quitar, él sobre el escritorio de madera con las piernas enredadas en las caderas del detective y moviéndose al ritmo de las erráticas embestidas de su compañero de casa. Se lo pregunta a veces, pero luego olvida sus pensamientos cuando Sherlock se clava en el fondo de su cuerpo y traspasa hasta su alma. Él puede llamarlo sexo pero John lo llamara el cielo.
3-Tentación.
Le tienta. Como la serpiente a Eva, como un caramelo a un niño, como una mujer a un hombre. Lo hace adrede. Eso de relamerse los labios lentamente después de cada sorbo de te. Eso de mirarle más fijamente de la cuenta, dejando los segundo pasar para que se de cuenta de que le esta mirando y que sus pensamientos no pueden ser buenos. Le tienta. Con la mirada, las posturas, los gestos. A veces tiene que hacer grandes esfuerzos para no pedirle a gritos que pare o no podrá soportarlo. Sobretodo porque Lestrade esta allí para consultar un caso y aunque Sherlock pueda estar a más de una cosa a la vez, él solo puede pensar en que quiere lamerle los labios tal y como ha hecho él. Lenta y tentadoramente.
4-Fuerza.
Para ser tan delgado tiene mucha fuerza. Tanta que no sabe como no le ha roto ya un brazo. Le inmoviliza casi sin problema contra una pared, dejándole con la cara contra ella. Podría temer algo pero sabe de sobra como es su amigo. Cuando algo se le mete en la cabeza es difícil sacárselo. Así que se deja hacer. El agarre apenas cede y empieza a sentir los brazos entumecidos. Aunque no será ni la mitad de lo que sentirá ese día. Cuando empieza a respirar sobre su nuca John sabe que esta perdido. Porque esa respiración le esta erizando toda la piel y porque sabe que tras esa demostración de fuerza vendrá una sesión completa de besos, lametones y mordiscos. No puede evitar pensar en que esta tardando mucho en llegar.
5-Sudor.
Se sudan el uno al otro. Entre las sabanas. A mil grados dentro de aquella habitación. Con la piel roja de tantos besos y mordiscos. Con las manos cansadas de recorrer mil y un recovecos de su piel. Con la sensación de que el mundo podría acabarse y no les importarían. Se sudan los nombres en medias frases y jadeos incontrolados. Piel contra piel. Lejos de pensar en acabar el momento. Se tienen el uno al otro sudando y John piensa que la piel de Sherlock sabe a sal, como el mar, y es el mejor sabor del mundo.
6-Instinto.
Su instinto le debió de avisar cuando conoció a su amigo. Seguro que le dijo que era peligroso vivir bajo el mismo techo que él. Seguro que no le hizo caso pero su instinto no mintió. Lo que pasa es que el doctor Watson no entiende porque ahora su instinto ha decidido cogerse unas vacaciones y no avisarle de cuando Sherlock Holmes decide que la mejor manera de matar el aburrimiento es jugar con él. Literalmente. Podría haberle avisado al menos aquel día cuando tenia una cita con Mary luego y ahora tenia que volver a cambiarse de ropa porque aquella estaba indecente.
7-Placer.
Una vez Sherlock le dijo que la línea entre el dolor y el placer era muy difusa. John le dio la razón pero nunca indagaron sobre los grados ni sobre el porque. Claro que el medico debería haber sabido que su amigo nunca se queda con las dudas. Así que si aquella noche los mordiscos habían sido más fuertes que de costumbre, si los tirones y las embestidas habían sido brutas y si había notado los dientes de su amigo clavándose más profundamente de lo que debían en su piel; debería haber supuesto que todo había sido obra de la curiosidad de Holmes.
8-Caderas.
Le gustaban sus caderas. No tan anchas como las de una mujer pero lo suficiente para caber entre ellas y llegar fácilmente a sus labios mientras le penetraba. Estrechas, huesudas y pálidas. Como todo buen ingles. Le gustaba como el hueso pélvico se le marcaba aun más cuando se excitaba y como podía dejar fácilmente la marca de sus dedos en ellas cuando le penetraba tan hondo que hasta él podía ver las estrellas. Y aunque debía de reconocer que prefería centrar su atención en lo que había justo en el centro de aquellas caderas, también reconocía que a veces le gustaba hacerle desesperar de anticipación jugando en ellas, demorando adrede el momento ansiado por los dos. Si, reconocía que era malvado pero es que había algo en aquella parte de su anatomía que le fascinaba y aun no había descubierto que era.
9-Mordidas.
Sherlock mordía. Mucho. Si el doctor no supiese que era imposible que los vampiros existiesen habría pensado que Holmes se trasformaba en uno por las noches. Porque le mordía siempre. En todos lados. En las caderas, en el pecho, en los pezones y en el cuello. Sobretodo en el cuello. Podía estar tranquilamente leyendo y su amigo podía pasar por detrás de el y morderle levemente el cuello o una oreja. Clavándole un poco el colmillo para luego dejarle con la sensación del pinchazo en la memoria. Y así no podía concentrarse. Tenía ese leve rastro de placentero dolor en la cabeza y empezaba a girar todo en torno a él. Antes de que casi se diese cuenta solo podía pensar en eso y cuando intentaba increpar a Sherlock por su comportamiento le encontraba sonriendo muy contento con su acción y esperando un movimiento suyo.
10-Penetración.
El detective no sabía hacer nada suavemente. Lo intentaba pero fallaba siempre. Aunque él lo entendía. Era difícil mantener la calma y el ritmo ante la proximidad de algo tan intimo. Por eso le perdonaba la brusquedad con la que se enterraba en su cuerpo y lo errático de sus embestidas. Al menos hasta que conseguía saciar un poco su ansiedad y empezaba a atinar mejor. Aun así siempre le dolía al principio. La prisa, la pasión… todo descontrolaba su afamado autocontrol y aunque estaba feliz de ser el culpable de ello no podía evitar a veces desear que ese control no le abandonase tan fácilmente. Alguna parte de su anatomía lo agradecería.
11-Esposas.
El metal le hace daño en las muñecas. Y la madera de la cama a donde esta atado le hace daño en las manos, concretamente en las uñas que es lo que araña la madera. No tiene otra cosa para liberar esa frustración al no poder arañar la espalda de su amigo. La idea ha sido retorcida pero no puede negar que no menos excitante. Esta a su completa voluntad y esta claro que el doctor tiene amplios conocimientos de anatomía, porque lo que hace su boca en su erección solo se consigue sabiendo exactamente lo que hacer en cada parte de ella. Si tan solo pudiese quitarse las esposas…. Esta seguro que al día siguiente no va a poder evitar que su memoria recuerde esa noche cada vez que se mire las manos.
12-Húmedo.
Esta sobre la cama, las sabanas revueltas a un lado, la cara sobre la almohada y espera. Paciente e impaciente a la vez. Porque sabe que a Sherlock le gusta hacerlo perversamente. Demorándose y desquiciándole. Así que cuando nota algo húmedo en su espalda casi se ha olvidado de lo que espera. La lengua caliente y húmeda recorre su columna y se desliza hacia abajo con maestría por un camino que ya conoce bien. Y cuando la punta se entierra en su trasero, buscando a mientras su entrada en un espacio más bien nulo, el gemido que se escapa de su boca es irrefrenable. Se agarra a la sabana incapaz de coordinar un pensamiento y eleva las caderas buscando más aquella humedad. Esta seguro de que Holmes ahora tiene una sonrisa maliciosa pintada en la cara pero no le importa. Solo quiere que siga mojándolo todo con su saliva.
13-Presión.
La primera vez fue horrible y catastrófica. La simple visión de su cuerpo aprisionado por el de Sherlock y como su erección presionaba un parte de su anatomía que jamás pensó que usaría para aquel propósito aun le atormentaba a veces. Claro que con el tiempo tampoco había cambiado todo mucho. El cuerpo sobre él seguía siendo una presión constante. Así como la presión de la erección de Sherlock deslizándose en su interior, con más facilidad que la primera vez pero aun así encontrando alguna resistencia en su camino. Porque por
más que se relajase y supiese que no era para tanto, la presión siempre estaba allí, le hacia saber que estaba vivo y le gustaba sentirlo.
14-Embestidas.
Sherlock no tenia ritmo. Musical puede que si pero a la hora de follar no tenia ritmo ninguno. Normalmente era él quien marcaba el ritmo de las embestidas para que no pareciesen un par de vírgenes idiotas. Era en esos momentos cuando John en verdad dudaba de si su amigo tenia alguna experiencia con mujeres ya que sino no explicaba aquellas embestidas rítmicas y erráticas que a veces le volvían loco pero otras eran completamente desmotivadotas. A veces pensaba seriamente en darle un par de consejos a su amigo, pero luego pensaba acertadamente que todo caería en saco roto y que después de todo no estaba tan mal sentirse sin ritmo por una vez.
15-Indomable.
Cuando tenía tiempo para pensar, John pensaba en Sherlock. No era una novedad en su mente pero si lo era el analizar como habían acabado de aquella manera. Acostándose cada noche y haciendo cosas tan indecentes en ciertas partes de la casa que no podría volver a pasar por allí sin recordarlas y avergonzase. Aunque en lo que más pensaba era en aquel espíritu de animal salvaje que rodeaba a Sherlock. En esa actitud de ser indomable, incapaz de seguir unas normas que él no estableciese. Y eso se trasladaba también al plano sexual. Porque si él no mandaba nadie lo haría, y si él no decía como debía ser nada se hacia. Y John no se quejaba, le gustaba que Sherlock mandase; pero no sabía porque empezaba a sospechar que no era tan indomable como aparentaba ser y que mucho era pura fachada. Tendría que corroborar su hipótesis.
16-Sabanas.
La señora Hudson siempre se quejaba de que no ganaban para sabanas. Tenía razón. Pero no solo porque Holmes gastaba las suyas con las heridas que le infringían. No. también era porque a veces tan solo, las rompía. En cachos. Rasgándolas por completo. Sherlock le había dicho a su casera que era porque a veces le daban arrebatos y que no se preocupase que pagara más pero John sabía que no era por eso. Lo sabía de primera mano. Las sabanas no se rompían por arrebatos o por experimentos de su amigo; no. Se rompían porque esta tenia la manía de querer atarle a la cama de tal manera que le sintiese a su merced sin nada con lo que esconderse ni a donde huir. A veces sentía lastima por la señora Hudson y sus sabanas, claro que no era precisamente en ella en la que pensaba cuando el detective empezaba a envolverle las extremidades con los jirones en los que se habían convertido.
17-Horcajadas.
A Sherlock le gustaba mandar. Eso no era ninguna novedad. Pero a veces también le gustaba dejarse mangonear. Era en esos raros momentos cuando Watson tomaba las riendas de todo y se hacia a su manera. El detective no podía quejarse. Cuando dejaba a su amigo al mando de todo le gustaba. Veía como se sonrojaba mientras le veía empalarse en su miembro y como suspiraba a cada centímetro de carne que se introducía en él. Él mismo sentía la presión de la carne a su alrededor y como todo el cuerpo de John caía sobre su vientre cuando este se terminaba de sentar a horcajadas sobre él. Claro que no era solo eso. También le gustaba ver como el doctor controlaba la situación de todo y como subía y bajaba su cuerpo sobre él. Era un mero espectador de aquel maravilloso show y la verdad es que no quería cambiarlo por nada del mundo.
18-Control
Pocas cosas hacían que Sherlock Holmes perdiese el control de la situación. Una de ellas era no saber algo y otra John Watson. Porque cuando Sherlock quería jugar se jugaba pero cuando era John al que le apetecía enredar…el detective no soportaba mucho tiempo aquello. Sentirse no dueño de la situación le hacia perder la cabeza por eso no era raro que aunque Watson intentase llevar las cosa por un sendero el otro cambiase de dirección arrastrándole en ella. Era así en todo, casos y sexo. Por lo que John casi nunca ejercía el control pero cuando lo hacia era para descontrolar a Sherlock, cosa que solía acabar en sexo desenfrenado contra una pared o sobre el escritorio.
19-Aliento.
Notaba el aliento calido caer contra su piel y erizarla. Los rizos de su pelo le impedían ver su expresión pero estaba casi seguro que era de una sonrisa maliciosa al haber oído el gemido que se escapo de su boca. No es como si hubiese podido evitarlo. Era imposible hacerlo cuando notaba el aliento, y si se concentraba hasta los labios, de Sherlock tan cerca de su erección y no podía evitar desear que su boca se la tragase entera. Pero por desgracia para él eso no sucedía. Su amigo tan solo se dedicaba a lamer a intervalos muy largos mientras seguía acercándose peligrosamente a ella con su boca haciendo que el aliento chocase contra su carne y le frustrase de placer anticipado. Lo que si tenía claro es que como no hiciese algo al respecto pronto él mismo iba a obligarle a chuparsela de una puñetera vez.
20-Luna.
La luna brillaba sobre ellos iluminando todo lo que tenían cerca. Era luna llena y clara. Ideal para lo que estaban haciendo. Bueno, para lo que Sherlock le estaba haciendo. El tan solo intuía los rizos de su compañero que arrodillado en el suelo de tierra del jardín le estaba haciendo la mejor mamada de su vida. En buena hora había decidido ir con él a comprobar los terrenos de la casa. En buena hora se había dejado atrapar contra la pared más alejada de las ventanas. Y sobretodo en buena hora había supuesto que aquella sonrisa maliciosa del detective no deparaba nada bueno. Razón tenía. En menos de dos segundos ya había desecho el amarre de sus pantalones y se había agachado a comerle entero. Podría quejarse por el sitio y la poca luz pero lo único que tenia en mente en esos instantes era lasensación de la boca de Sherlock en su erección y la luna que iluminaba el cielo y que empezaba a ver borrosa.
21-Hielo
La inventiva de Sherlock en la cama no parecía conocer fin. Siempre le sorprendía con algo nuevo. En aquella ocasión había sido con hielo. De eso que usaban para conservar la comida en las casas. Había roto una esquina de la barra de la señora Hudson y le había dicho que aquel día iban a probar que el cuerpo humano se adaptaba a los agentes externos. Dicho por un Sherlock que se estaba quitando la camisa eso significaba que iba a hacerle sufrir antes de follarle. Al principio fue algo raro. El trozo de hielo envuelto en un pañuelo se paseaba por su cuello provocándole escalofríos. Tenía todo el vello erizado y debía de reconocer que a pesar de ser una sensación rara era excitante. Claro que su amigo era de los que no les bastaba con tan poco para investigar. Pronto se quedo sin camisa y el hielo comenzó a pasearse por su pecho sin la protección del pañuelo. Entonces si que lo sintió. Esa mezcla del frío contra su piel caliente. El agua que caía por su cuerpo a medida que el hielo se deshacía. Era una sensación alucinante y pronto te encontró a si mismo jadeando y gimiendo contra aquel trozo de hielo. Y cuando Holmes decidió que su investigación no estaba completa si no comprobaba como su miembro reaccionaba ante el hielo, el primer contacto casi le hace alcanzar el orgasmo. Acabo jadeando mientras su amigo decidía con una sonrisa maliciosa que eso tenían que probarlo más a menudo. No podía estar más de acuerdo.
22-Profundo.
Siempre que lo hacían en los lugares insospechados era cuando más le gustaba. La excitación del momento, la incertidumbre de si les podrían descubrirles… todo aquello le excitaba sobremanera. Pero lo que más le gustaba era saber que cuando sucedía alguno de esos encuentros solía ser cuando notaba que Sherlock tenía menos consideración y conseguía llenarle por completo. Tan adentro y tan profundamente que a veces tenía serios problemas con no correrse a la primera embestida. Normalmente eso ocurría cuando su querido amigo decidía que se aburría aquella tarde mientras fumaban en su despacho y su única distracción era el cogerle y ponerle boca abajo sobre el escritorio. Sus manos pocas veces podían aguantar su peso con las embestidas salvajes del detective pero cuando descubrió que si se apoyaba en los antebrazos se volvían mucho más profundas llego a la conclusión de que le gustaba salvaje y profundo, justo como Sherlock se lo daba.
23-Carnal.
Para él los deseos carnales no eran extraños. Después de todo había sido un soldado en un país lejano durante años y los deseos, de cualquier tipo, era algo con lo que uno acababa lidiando. Sin embargo, nunca había sentido aquella pasión carnal como lo que sentía por Sherlock. Un deseo tan pasional y arrollador que era extraño que su amigo no hubiese tomado cartas en el asunto para desterrarlo de su vida. Después de todo, Sherlock era un ser analítico y controlado. Le era tan extraño que se entregase aquel deseo que parecía consumirle a los dos de aquella manera tan extrema que no acababa de entenderlo del todo. Aunque tampoco quería pensar mucho en ello. Cuando todos aquellos encuentros llenos de lujuria acabasen los echaría de menos pero seguro que seria el día que Holmes sintiese que aquello era demasiado para los dos. Por suerte, ese día parecía muy lejano.
24-Dedos.
Los dedos de Sherlock siempre eran como arañas trepando por su piel. Eran rápidos y ligeros la mayoría de las veces pero también caminos trazados en su cuerpo con profundidad. John estaba seguro que si uniese todos los caminos acabaría descubriendo el sentido de todo aquello pero ni tenia el cerebro para pensar ni realmente quería.
Y menos cuando aquellosdedos llegaban a su trasero y oscilaban entre sus nalgas intentabaacceder a su cuerpo. Más y más adentro. Resbalando en la saliva de su amigo e introduciéndose lentamente en aquella cavidad estrecha. A veces le desesperaba cuando se ponía a tambolirear con sus dedos en la madera pero en aquellos momentos no podía evitar pensar que aquellos dedos eran la llave al paraíso más terrenal.
25-Desbocados.
Erráticos. Salvajes. Descobados. Parecían animales en celo buscando cualquier oportunidad para saciar su lujuria. Y la verdad es que tampoco podía quejarse de ello, porque era lo que deseaba. Aquel movimiento intenso y descontrolado de notar como Sherlock se enterraba dentro de su ser. Notar como su propio cuerpo reaccionaba a los movimientos desbocados y erráticos y los seguía intentando crear una coreografía que era imposible de mantener. Y como alcanzaban el clímax aumentando la velocidad cuando John pensaba que ya aquello era imposible. Jadeando al final incapaces de encontrar el suficiente aire para llenar sus pulmones.
26-Beso.
Afuera estaba lloviendo. Ahora esta lloviendo sobre ellos. Porque Sherlock no conoce el sentido de la palabra paciencia y cuando quiere algo lo consigue. Si la cosa en cuestión es besar a John Watson en medio de la calle oscura aprovechando que esta lloviendo y no pasa nadie, lo hace. Aunque eso signifique que Watson acabara con la ropa sucia por la pared donde le acorralara, con la chaqueta del traje medio descolocada y con las mejillas rojas del bochorno. Y ambos saben que a ese beso le seguirán otros muchos y que ambos acabaran esa noche en la habitación de uno de los dos, la que este más cerca de la puerta, llamándose entre gemidos y jadeando el uno sobre el otro.
27-Salvajes
A veces todo era muy salvaje. Aunque Sherlock quisiese guardar todos sus sentimientos bajo llave y no dejarse dominar por ellos era difícil mantener ese control siempre. A veces su control se resquebrajaba y lo que sentía fluía aun más poderoso que nada en él. En esos momentos apenas era consciente de que parecía un animal salvaje llenando sus necesidades y casi siempre era Watson quien debía de estar allí cerca para poder ayudarle con dichas necesidades. No es como si fuese a quejarse realmente por ello pero a veces deseaba un poco más de consideración cuando le agarraba por el pelo y ponía su boca a la altura de su erección esperando a que le hiciese caso. Solía ser violento pero debía de reconocer que cuando la habitación se llenaba de jadeos y gemidos producidos por su boca en esa parte de su cuerpo John Watson se sentía realmente complacido consigo mismo y por saber como apaciguar a la parte salvaje de Sherlock.
28-Erótico.
Para Sherlock el término de erotismo y erótico solo eran dos palabras más en el diccionario a las que poca atención les ponía. Claro que eso era antes de haber visto como Watson se desvestía frente a él. Había sido algo ocasional. Se habían manchado persiguiendo al malo de turno y tenían que cambiarse. Lo que sucedía es que mientras John se quitaba el chaleco y la chaqueta el detective no podía dejar de fijarse en como la camisa se pegaba al contorno de su espalda y lo encontraba tremendamente perturbador. Y hasta podría entrar dentro de la definición de Erótico. Fuese como fuese de pronto se encontró queriendo devorar cada centímetro de piel que su compañero había dejado al descubierto y llego a la conclusión de que nada le impedía hacerlo. Así que lo hizo. Le devoro por entero sin dejar que Watson si quiera se quejase. Demostrando así que a pesar de haber leído la definición de erótico, cada ve pensaba que la definición exacta era John Watson.
29-Cuerpos
El cuerpo humano era una maquina perfecta y complicada. Una maquina absolutamente diseñada para hacer perfectamente cada necesidad si se entrenaba para ella. Y así era. Todo era entrenamiento. Todo se conseguía a base de esfuerzo. Como conseguir que Watson fuese capaz de unirse aun más a él. Y eso solo se conseguía gracias a las veces que había estirado sus cuerpos juntos mientras follaban y como había conseguido que su querido doctor fuese capaz de sincronizar su cuerpo con el suyo. Fascinante el cuerpo humano, pero estaba seguro de que podía conseguir hacer muchas cosas más a base de entrenamiento.
30-Aroma
El olor que más caracterizaba a Sherlock era el tabaco. El que solía fumar en su pipa cuando pensaba en alguno de sus casos o cuando simplemente se aburría. A veces también olía a productos químicos de sus experimentos y en algunas ocasiones su ropa tenia un leve rastro de opio o heroína; aunque solo cuando su aburrimiento era extremo.
Watson olía a desinfectante, a metal y a pólvora. De las balas que extraía, de todos sus pacientes. Pero a veces también olía a tabaco de lo que fumaba.
Aunque a veces no solo olían a esas cosas que siempre olían. A veces olían a sexo, a puro sexo. Sobretodo cuando se enredaban bajo las sabanas y follaban como animales. Entonces olían a sudor, sal y sexo entremezclados con el tabaco y la pólvora de cada caso y cada día. Un olor que les acompañaba siempre y que solo conseguía excitarles aun más.