He dicho ya que voy a subir cosas que llevan por mi ordenador bastante tiempo? Bueno sino es asi lo repito: voy a subir fics atrasados que tengo por ahi rondando xD Y como Malale es mi ojito derecho (Luanda el es izquierdo y Nekoi el del medio xD) pues alla va otro.
Titulo: Proposicion
Fandom: Sherlock BBC
Pairing: Sherlock Holmes/John Watson.
Dedicado: a
o_nekoi_o por su cumple y a
malale porque es un sol.
Notas: Esto tiene mas OoC que una Mary Sue y eso ya es decir. Leer bajo propio riesgo. Creo que simplemente fue un intento de hacer algo con estos dos que salio rana y eso xD Casi se puede considerar un poco PwP.
Proposición
John Watson no se consideraba estúpido. Sabía ciertas cosas que hacían que dicho adjetivo no pudiese aplicarse a su persona. Además estaba su experiencia en la vida que siempre servia y por la que no pensaba que fuese estúpido. Claro que nadie podía llegar nunca a los niveles de inteligencia del gran Sherlock Holmes. La comparación era más que odiosa; imposible.
Por eso mismo no era culpa suya aquello, al menos no del todo. Después de todo, él no podía darse cuenta de las estrategias de Sherlock que se habían tejido a su alrededor como una telaraña invisible. Una red en la que tarde o temprano iba a caer como una mosca.
Mentiría si dijese que nunca se dio cuenta de nada. Lo que sucedía era que pensaba que eran todo imaginaciones suyas, paranoias de su cerebro que se aburría fuera del campo de batalla. Aún así con las alarmas de su mente, el desenlace final le pilló tan desprevenido que casi se cae de espaldas en el sofá de su cuarto de Baker Street.
-“He estado pensando seriamente John, y creo que deberíamos acostarnos.”-había dicho el joven detective consultor sin quitar la vista de su portátil.
-“¿Perdón?”-contestó él con un hilo de voz incapaz de concebir aquella proposición.
-“Eso, que deberíamos liberar nuestras hormonas de alguna manera productiva y puesto que ninguno tiene compromiso alguno con otra persona que nos sirva para dicho propósito; pues deberíamos realizar dicha actividad el uno con el otro, ¿no crees?”-levantó la mirada de la pantalla para ver la reacción de su interlocutor que parecía realmente a punto de darle un síncope.
John no sabía qué decir ante aquella proposición. ¿Holmes y él acostándose para liberar hormonas? Era tan surrealista como los acertijos de Moriarty. Sin embargo, tenía que admitir que tampoco le desagradaba la idea. Sería increíble ver al estoico Sherlock Holmes desinhibido por la lujuria y la pasión. Y si fuera culpa suya que perdiese así los estribos… ¿¡pero en qué estaba pensando!? No podía ser verdad que estuviese pensando seriamente en aceptar su proposición.
Sherlock debía haber visto su indecisión porque, de pronto, se levantó de su asiento y se acercó a él con gesto tranquilo. Un temblor inconsciente sacudió a John que estaba en el sofá sentado incapaz de articular sonido alguno.
El joven se le acercó muy despacio midiendo cada reacción suya hasta llegar a su altura y sentarse en la mesita de café que había en medio de la sala. El doctor le miró intentando ver algo más en sus ojos claros, pero incapaz de descifrar todo lo que podía estar pasando por la mente de su amigo.
Casi sin avisar, Sherlock levantó la mano hacia la cara de John y se acercó a él más de lo que dictaban las normas de conducta. De nuevo, un temblor sacudió al doctor, aunque esta vez era más por el contacto y la cercanía que otra cosa. Casi podía oler el suave aliento del detective cada vez que respiraba y eso le estaba poniendo de los nervios.
Holmes se lo tomaba todo analíticamente, midiendo cada reacción y especulando sobre la siguiente cuando hiciese esto o lo otro. En parte era todo un experimento, en parte era porque realmente necesitaba hacer aquello. Su parte irracional, apenas inexistente y poco presente, acababa de hacer acto en escena y no podía ignorarla porque era muy persistente.
Se miraron a los ojos por lo que parecieron horas. Watson empezaba a sentirse realmente afectado con todo aquello y ya no sabía cómo salir de aquel atolladero. Fue el joven frente a él quien acabó decidiendo por todos. Con lentitud, se acercó a él casi como dándole tiempo para escapar de lo que pasase a continuación. John no se movió. No se sentía capaz de hacerlo. No sabía muy bien por qué, pero la presencia tan cercana de Sherlock le había intoxicado de tal forma que no podía escapar de allí. Al menos no tan fácilmente.
Cuando sus labios se juntaron finalmente, John cerró los ojos con fuerza y ahogó un jadeo. Se sentía casi como si nunca hubiese besado otros labios, como si aquel contacto abrasador fuese la primera vez que lo sentía y experimentaba. Jamás pensó que aquel ligero contacto pudiese alterarle tanto, pero había sucedido. Algo le había sacudido hasta la última célula de su cuerpo y no era capaz de entenderlo del todo.
El beso era lento y estudiado, casi como una exploración completa de sus labios y su boca. Y cuando sintió como la lengua de su compañero de piso se colaba en su boca, oh dios, se sintió simplemente desfallecer.
De pronto, todo había dejado de ser lento y cada uno luchaba por la dominación del beso sin que ninguno lo consiguiese. Podían pasarse así horas y horas, pero había algo que les impedía seguir. Precisamente, la fría y calculadora mente de Sherlock.
Justo cuando John pensaba que moriría por combustión espontánea ante tremendo choque de sensaciones, justo cuando pensaba que cedería del todo y le gritaría a Sherlock que hiciese lo que quisiese con él; justo en ese momento, el susodicho detective se apartó con violencia de sus labios, dejándole confuso y disgustado.
John abrió los ojos casi con temor, pero no dispuesto a rendirse del todo. Se encontró con la cara de Holmes cerca de la suya aunque no tanto como antes. Estaba sonriendo. El maldito estaba sonriendo muy pagado de sí mismo y John sintió unas terribles ganas de matarle en ese instante. Más aún cuando segundos después abrió la boca para soltar aquella magnífica frase.
-“¿Ves lo que te decía, John? Nuestra tensión sexual es tal que apenas un beso ya nos deja trastocados. En serio, pienso que deberíamos acostarnos y liberar toda esta tensión. Es un fastidio no poder concentrarse completamente en el trabajo de uno.”
Fue en ese instante cuando el doctor sintió que la rabia se apoderaba de él. Se sentía casi como un juguete en manos de un niño malcriado, pero tampoco podía negar que le gustaba bastante sentirse así.
No sabía cómo reaccionar ante aquella situación, así que hizo lo único que le dictaban todas sus células. Él no era tan analítico como Holmes y por eso obedecía más a sus deseos que a su razón.
Y precisamente cuando se abalanzó sobre Sherlock y acabaron los dos rodando por el suelo, mientras Watson le besaba con ardor, estaba siguiendo sus propios deseos. Su razón había quedado olvidada en aquel sillón hacía tiempo.