¿Cuán patética soy escribiendo yuri?

Mar 05, 2008 20:50

La verdad es que estoy increíblemente apurada. Pero lo prometido es deuda, y no podía dejarlas sin esto. Además, estoy MUY ansiosa por saber su opinión. Con ustedes, Mackenzie y Samanta.

Tema 3: El beso de la bruja

Mackenzie contuvo el aliento cuando se apagaron todas las velas de la Sala Multipropósito, en la que se había creído sola. Esperó unos instantes, pero como el responsable de la oscuridad se refugiaba en ella, tomó coraje.

-          ¿Tonks?- Preguntó en voz alta y sonora. Al no obtener respuesta, probó con otra de las pocas personas que podían saber que ella estaba allí, y con que intención precisa. - ¿Charlie? ¿Tim?

-          Tibio.- Susurró una voz en su oído. Mackenzie se estremeció. Aunque no estaba más ceca que antes de ver algo, reconocería esa voz en un millón.

-          Sam, - Comenzó con voz trémula.- ¿qué haces?

-          Shhh…- Un dedo sobre sus labios la obligó a callarse. - No digas mi nombre. Esta noche no soy Samanta. Soy solo alguien con una intención muy precisa. Podría ser lo que tu quieres que sea. Incluso podría no ser mujer siquiera.

-          No podría quererte si no fueras mujer. Estoy enamorada de ti porque eres tal como eres. No te cambiaría ni un lunar de lugar.- Samanta sonrió, aunque la castaña no podía verla.- ¿A qué viniste, Sam?

-          ¿No es evidente?- Respondió mientras pasaba los dedos por entre el corto cabello castaño.

Mackenzie sintió que el Universo le daba vueltas. Había imaginado ese instante cientos de veces, había soñado con ese instante miles de veces, había fantaseado con ese instante millones de veces. E incluso había escuchado algunas suposiciones ajenas sobre como podía ocurrir.

Porque que ella estaba enamorada de Samanta Adams, la rubia debilidad, la melliza de Timothy, su ex novio y mejor amigo, era harto sabido en el círculo íntimo de amigos, y era algo que siempre volvía a comentarse tras bambalinas en los períodos de diáfana tranquilidad en Hogwarts, durante los cuales los chismosos de oficio se desvivían por rumores frescos. Mackenzie y su homosexualidad declarad no eran carne nueva, pero su brutal sinceridad la volvían blanco fácil de habladurías, aunque, por lo mismo, la gente se aburría pronto de hablar de ella. No es entretenido fastidiar a quién no se da por aludido. Mackie no hacia nada por negar los rumores, aunque siempre había tras suyo algún solícito amigo dispuesto a limar sus aristas más ásperas y dulcificar sus respuestas más ácidas. Como decían Charlie y Tonks cada vez que alguien les daba la oportunidad, no estaban dispuestos a permitir que los homo fóbicos la apalearan en los pasillos oscuros, medio colegio raro la mirara rao o se corrieran rumores macabros acerca de que tenía buenas notas en Transformaciones porque dejaba que McGonagall la mirara con ojitos lánguidos. O el mismo Timothy, qué decía que no podía permitir que se mancillara su reputación si encima su hermana no le daba ni la hora (procuraba decirlo de un modo más diplomático, pero Mackenzie sabía que la idea era esa). El noviazgo había sido idea suya, para acallar los rumores, y lo había llevado adelante con más ganas y buena disposición que ella, hasta que cometió el único error fatal que puede echar verdaderamente a perder un romance falso: se enamoró de ella. Hablaba de ello sin perder la sonrisa y el buen humor, aceptándolo como algo natural (y se encogía de hombros como si no le importara cuando Mackenzie insistía hasta el hartazgo que era algo pasajero, y que, válgale la redundancia, ya se le pasaría) y hasta se entusiasmaba pensando que, si a él le gustaba ella más de la cuenta, solo era cuestión de tiempo para que le gustara también a Samanta. La diferencia de sexo entre él y su hermana no parecía importarle en lo más mínimo.

Mackenzie sabía que Samanta no podía no ser consciente de lo que estaba sucediendo, aunque nunca se lo había dicho cara a cara. Suponía que ella prefería ignorarlo; era algo que no producía cambio alguno en su vida, no tenía la menor importancia para ella. Por eso, la castaña había decidido dejarla en paz. No podía evitar estar enamorad de ella, pero al menos podía hacerle la vida más placentera. Pero es anoche…. Esa noche, su universo estaba dando vueltas.

-          No.- Dijo finalmente. Sabía que esa respuesta podía intimidarla, pero la sinceridad brutal era tanto una de sus mejores virtudes como uno de sus peores defectos.

Samanta se alejó un par de pasos.

-          Creí que estabas enamorad de mi.

Si, por supuesto que lo sabía. Mentirle ahora no tendría sentido. Y además, Mackenzie Bell no mentía.

-          Y lo estoy. Pero no por eso voy a permitir que juegues conmigo. ¿A qué viniste, Sam?

La rubia meneó la cabeza.

-          No juego contigo, Mackie. Hace semanas que siento algo en la parte baja del abdomen que me tira hacia ti. Entonces, vine a verte.- No especificó a cual de sus amigos había extorsionado para obtener la información vital, pero a Mackenzie no le importaba demasiado.- Supongo que no podré tener paz hasta que haga lo que vine a hacer.

Mackie sintió que su cuerpo temblaba. Se maldijo a si misma por estarse comportando como una chiquilla de doce años antes de recibir su primer beso.

-          ¿Y qué viniste a hacer?- Susurró apenas.

Sam avanzó la distancia que antes había retrocedido y algo más. Más que decir la respuesta, la sopló entre los labios de Mackenzie.

-          Esto.

La castaña apenas tuvo tiempo de pensar que sus labios eran tan suaves como se veían y sus besos tan deliciosos como se los había imaginado antes de perder por completo la capacidad de raciocinio. Samanta tenía las manos enredadas en el pelo de ella, y Mackenzie apretó la cadera de la rubia contra la suya. Era un beso sediento y explorador, que se volvió violento mientras Sam investigaba con su lengua en la coba de Mackie. Murió estertóreamente, como dando un último manotazo de ahogado cuando Mackenzie mordió el labio inferior de Samanta. Se separaron ansiosas, increíblemente excitadas. La castaña aún tenía las manos firmemente apretadas en las caderas de la otra, mientras Samanta le recorría los labios con el pulgar derecho.

-          Tim tenía razón- Dijo finalmente.- No hay nada más maravilloso que el beso de la bruja.

Say no more. Sean buenas conmigo.

Lean, escriban, sueñen, amen, sonrían

Estrella

mackenzie bell, femslash, mackenzie/samanta

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