¡¡Feliz Amigo Invisible, Cloe2gs!!

Dec 23, 2012 20:30

PARA:Cloe2gs
DE PARTE DE: Amigus anonimus

Título: Apariencias
Fandom: Once Upon a Time

Personajes: Ruby, Jefferson, Belle, Grace.

Rating: Gen

Resumen: Jefferson y Ruby creen saber muy bien cómo es el otro, pero con el tiempo, y gracias a algunos acontecimientos, podrían descubrir que nada es lo que parece.

Disclaimer: Todos los personajes y lugares conocidos pertenecen a ABC, Adam Horowitz y Edward Kitsis.

Advertencias: Spoilers hasta el 2x08

Notas: Espero que te guste, no sé si es lo esperabas, pero lo escribí con mucho cariño.



♣♣♣♣♣

Jefferson pensó que una vez Grace y él volvieran a encontrarse, cuando su hija lo recordara y sintiera sus brazos alrededor de su cuello, un amoroso padre brotando de sus labios, todo estaría bien.

Los miedos, el remordimiento, el vacío… la locura.

Todo desaparecería para dejar tan solo la felicidad de encontrarse una vez más reunido con su hija, el motivo por el que soportó tantos tormentos.

Él y Grace juntos, como siempre debió haber sido.

Pero no ocurrió así; una vez más vio sus expectativas defraudadas. Las cosas no eran tan simples, nunca lo fueron para él, y eso no iba a cambiar solo porque lo deseara con desesperación.

El reencuentro con Grace no pudo ser más dulce, hubiera podido pasar años contemplando el rostro de su hija, acariciando los mechones de su cabello, diciéndole cuánto había esperado por ese momento. Sin embargo, pronto comprendió que sus deseos no irían de la mano con lo que el destino le tenía deparado.

Aun cuando Grace recuperó su identidad y recuerdos, estos no borraron todos los años vividos en el pueblo como Paige, la niña de escuela primaria que compartía un feliz hogar con unos padres amorosos, a quienes Jefferson había envidiado con amargura. Ella los quería, no deseaba separarse de su lado, pensaba que sería posible el compartir su amor, y él no tuvo corazón para negarse. Cierto que accedió de inmediato a vivir en la casa de las afueras, pero mantenía el contacto con esas personas, lo que para Jefferson era un fastidio.

Porque si hubiera sido posible, desde el momento en que la maldición se rompió y tuvo una vez más a su hija entre sus brazos, la habría llevado fuera de Storybrooke, que para él nunca dejaría de ser un punto maldito en el mapa, y hubieran podido comenzar una vida nueva, con recuerdos o sin ellos. Estarían juntos y eso era todo lo que importaba.

Pero no pudo hacerlo, no se atrevió a arrebatarle toda esa felicidad. Grace amaba pasar el tiempo con él, y compartirlo con esa pareja a la que tanto quería, y Jefferson jamás haría nada que la lastimara.

La dejó una vez, no lo haría de nuevo; para él, lo único que importaba era su felicidad, y si debía hacer un pequeño sacrificio para mantenerla a su lado, estaba dispuesto a cualquier cosa.

Sabía que las cosas en el pueblo no iban del todo bien; terribles era una mejor expresión, pero eso a él no le preocupaba mientras Grace se encontrara a salvo, y por eso prefería mantenerse al margen.

Cumplió una pequeña venganza pendiente cuando envió a Belle con Rumpelstiltskin y así asegurar un castigo para la reina. Lamentablemente, las cosas no ocurrieron como esperaba; Regina continuaba con vida y el príncipe James perdió una vez más a su amada Snow, pero eso no fue su responsabilidad, no lo planeó así, nadie podía culparlo. De cualquier forma, pasara lo que pasara, no era asunto suyo.

Los personajes de cuentos de hadas vivían en continuos dramas y el involucrarse solo traería problemas sobre él y Grace.

Por suerte, pocas personas le prestaban atención. Nunca fue un hombre muy sociable y no contaba ya con un sombrero para viajar entre los mundos que lo convirtiera en blanco de malvados sin escrúpulos, de modo que su vida era bastante apacible. La mayor parte del tiempo.

Porque tenía un pequeño problema, un bicho zumbando en su oreja que no le dejaba en paz, y que parecía entretenerse complicando su existencia.

Red. Ruby. O como fuera que debiera llamarla.

Esa mujer entrometida con la que no podía cruzarse por la calle sin que debiera buscar una vía de escape para evitar que se le acercara.

No que le temiera, pero lo desesperaba con su obsesión de conseguir que todo el mundo actuara como si lo más importante en la tierra fuera hacer el bien y salvar lo insalvable.

¿A él en qué le afectaba que el príncipe James viviera obsesionado con encontrar a su esposa? ¿O que los enanos cavaran en busca de materia prima para preparar polvo de hadas? Aun el aparente arrepentimiento de la reina le tenía sin cuidado; ni siquiera creía que fuera sincero.

Y  Ruby lo sabía, se lo había dicho muchas veces, cada que lo abordaba; fuera en las calles, en el café de su abuela, o en la plaza del pueblo. Pero ella simplemente no lo entendía, o no quería hacerlo, lo que al final significaba lo mismo, que no lo dejaba en paz.

Ese día en particular, acababa de dejar a Grace en la escuela y, tal y como acostumbraba, se quedó de pie frente a la puerta unos minutos, para asegurarse de que estaba dentro y a salvo. Apenas acababa de dar la vuelta para regresar a su casa, cuando la vio.

Estaba a solo unos metros, bajo un árbol, con los brazos cruzados, una postura que no podía augurar nada bueno, y lo veía con el ceño fruncido, otra mala señal.

Intentó pasar de largo, ignorarla, a veces funcionaba, pero ella no se lo permitió, porque se puso en su camino y lo enfrentó como si acabara de ocurrir algo terrible. Posiblemente así fuera, pero no le importaba.

-David ha caído bajo la maldición del sueño.

David. El príncipe James.

-Ya.

Ruby frunció aún más el ceño y hubiera jurado que sus pies se clavaron aun con más fuerza sobre el suelo.

-¿Ya? ¿Es eso todo lo que vas a decir?

-¿Prefieres que diga que lo siento?-dio un rodeo para alejarse de ella, aunque escuchaba sus pasos tras él-. Porque así es, no tengo nada contra el príncipe.

-Pero tampoco tienes nada a su favor.

-No se trata de eso, es solo que…

-Déjame adivinar, ¿qué puede ser?-era fácil imaginar que se rascaba la barbilla o algo así para reafirmar el sarcasmo-. ¡No es asunto tuyo!

Jefferson se detuvo bruscamente y giró para verla; tuvo la satisfacción de notar que casi tropezó con una rama en el camino.

-¡Exacto! Ahora, por centésima vez, déjame en paz.

-Pero necesitamos ayuda…

-¿Y qué esperas que haga?

-No lo sé, algo, todo el mundo intenta ayudar en lo que puede. Quizá haya alguna manera para traer de vuelta  a Mary Margaret y Emma, entonces David despertaría.

¿Esa mujer no entendía nada?

-Ya te lo he dicho, si existe alguna forma, yo no la conozco, y prefiero mantenerme tan alejado como sea posible de todo esto.

Ella lo miró, estupefacta, y dejó caer sus brazos a los lados.

-¿Todo esto? ¿Cómo puedes hablar de nuestro mundo como si no te interesara?

-No es mi mundo, es solo un lugar con personas que no me importan. Tengo una hija, ella es lo único que tiene algún valor para mí, y no arriesgaré mi vida por nadie más.

-Pero… tu hija puede vivir en un mundo mejor si nos ayudas.

Fue el turno de Jefferson para fruncir el ceño y cruzarse de brazos.

-¿Un mundo mejor? No existe algo llamado “un mundo mejor” en ningún lugar, créeme, sé de lo que hablo. La maldad está en todas partes, es poderosa e inmortal. ¿Quieres mi ayuda? Te daré un consejo; lo único que puedes hacer es buscar la mejor forma de sobrevivir. Deja de intentar ser una heroína, son las primeras en morir.

Tuvo la inmensa satisfacción de observar que por una vez cerraba la boca, sin saber qué contestar, y se felicitó por ello. Tal vez ahora lo dejara en paz.

Dio media vuelta para continuar su camino, orgulloso de sí mismo, pero alcanzó a escuchar una frase dicha con tono rencoroso, y, aún más, despectivo, que lo golpeó mucho más de lo que hubiera podido imaginar.

-Los cobardes también caen; tú mejor que nadie debería saberlo.

No giró a mirarla, ni pensó en una réplica apropiada, solo aceleró el paso para alejarse de allí tan rápido como le daban los pies.

Maldita mujer.

♣♣♣♣♣

Ruby había leído varios libros acerca de los lobos, en especial desde que Belle se hizo cargo de la biblioteca y le permitía tomar todos los que quisiera.

De esa forma, aprendió mucho sobre su conducta, lo que le era muy útil cuando debía transformarse, así como sus principales características. Admiraba su valor, la inteligencia con la que se conducían y cómo nunca atacaban a menos de que estuvieran por completo seguros de tener a su presa segura.

Pero por más que buscó, no pudo encontrar ningún apartado acerca de si eran afectos al masoquismo, porque al parecer ella sí que tenía ese problema.

¿De qué otra forma llamar a esa obsesión de convencer a Jefferson para que ayudara al pueblo?

No supo en qué momento reparó en su desapego para todo lo que se refería al futuro de Storybrooke y sus habitantes. Tal vez fuera cuando empezó a encargarse de hacer listas para ubicar a los personajes de los cuentos y él nunca se acercó para rellenar una ficha. Lo vio muchas veces rondando las calles del pueblo, con semblante deprimido y la mirada perdida, como si buscara algo dentro de sí, pero nunca tuvo tiempo para acercarse a ofrecerle ayuda.

Luego se enteró de quién era en realidad, cuál era su habilidad y lo importante que era para David el contar con su ayuda, aunque él aclaró pronto que no podía hacer nada.

La siguiente vez que lo vio, iba de la mano con una hermosa niña, a la que contemplaba con adoración. Gracias a Henry se enteró de que era su hija y, aunque en realidad no conociera a ninguno de los dos, le alegró que con la destrucción de la maldición, una familia hubiera podido reunirse nuevamente.

Creyó entonces que contarían con otro miembro activo en la comunidad, uno que quizá no tuviera un sombrero mágico a mano para ayudar, pero que podría hacer algo para unirse a la lucha.

Desde luego que se equivocó, y mucho.

Jefferson no podría ser considerado como buena o mala persona, sino que era por completo indiferente a todo lo que ocurría a su alrededor. Mientras no tuviera relación con él o su hija, el mundo podría caer frente a su puerta y él no movería un solo dedo para hacer algo al respecto.

Ese desapego del mundo exterior era algo que Ruby no podía comprender.

Tal vez Jefferson pensara que tenía algún tipo de complejo de heroína, pero eso no era del todo verdad. No sería la primera en ponerse frente a un batallón, pero si podía ayudar en algo a mejorar el lugar en el que vivía, no veía nada de malo en intentarlo, y si sus amigos estaban de por medio, desde luego que iría en su ayuda sin pensarlo dos veces.

Eso no era malo, solo lógico, cualquiera haría lo mismo. Excepto Jefferson.

-¿Qué hay que hacer aquí para obtener una hamburguesa?

¡Genial! Su abuela estaría feliz de ver cómo desatendía el negocio por perder el tiempo intentando comprender a un extraño.

-No quiero molestar, era solo una broma, si estás ocupada puedo regresar luego…

Ruby sonrió de oreja a oreja al escuchar a Belle, que seguía de pie frente al mostrador del restaurante, con expresión insegura. Qué chica más simpática; ¿qué diablos le veía a alguien como Gold? Claro que le había preguntado, en alguna ocasión, y con mucho cuidado de no decir nada demasiado desagradable, pero aunque le escuchó con mucho interés, era un poco difícil de aceptar esa versión de que ese hombre era mucho más de lo que aparentaba.

El amor es ciego, decían algunos, y tal vez en ese caso fuera verdad.

-¿De qué hablas? Siéntate, deja que encargue una a la cocina, ¿quieres una malteada también?

Miró tras su hombro mientras se dirigía a la cocina, y sonrió en respuesta a su asentimiento. Al volver luego de unos minutos, con el pedido, se acercó hasta la mesa que Belle había escogido.

-¿Te importa si me siento? Los pies me están matando.

-¿Es tu hora de descanso?

-Lo es si no le dices nada a la abuela.

-Está bien.

Intercambiaron una sonrisa cómplice, y mientras Belle daba su primer mordisco a la hamburguesa, Ruby frunció el ceño, con la mirada perdida en la ventana que daba a la plaza.

-De acuerdo, ¿qué está mal?-Belle agitó una mano frente a su amiga, pero no obtuvo respuesta-. ¡Ruby!

-¿Qué?

-¿Qué está pasando?

Ruby dudó un poco antes de contestar, pero al fin sacudió la cabeza y dio una cabezada a la ventana, con el ceño fruncido.

-Él pasa.

Belle miró en la dirección que su amiga le señalaba, y elevó las cejas al reconocer al hombre que caminaba por la calle con la cabeza gacha.

-¿Otra vez? Ruby, por favor, deja al pobre hombre en paz.

-¿Pobre hombre?-Ruby dejó caer sobre la mesa el delantal que sostenía de mala gana-. Belle, ya sabes la clase de persona que es.

-Oh, sí, sé a la perfección quién es… y no solo gracias a ti-su amiga se pasó la servilleta por los labios con un movimiento delicado-. Su nombre es Jefferson, también conocido como El Sombrerero en nuestro mundo, tiene una niña pequeña, casi no habla con nadie, y según tú, es tan egoísta e insensible que no puedes creer exista una persona así y no sea considerado un villano. Por mi parte, es el hombre que me salvó luego de pasar años encerrada en una celda y que me devolvió la libertad; como ves, no estamos de acuerdo.

Ruby lanzó un resoplido y se encogió de hombros.

-No es un secreto que lo hizo por molestar a la Reina.

-Es posible, pero eso no quiere decir que no me ayudara, aunque no fuera su intención. Tal vez actuara solo de acuerdo a sus intereses, pero hizo un bien y eso no puedes negarlo.

-Para ser tan dulce, tienes una lengua muy afilada cuando quieres.

Belle sonrió y dio otro mordisco a su hamburguesa.

-Es que no dejas de criticarlo, y hasta donde sé, no ha hecho nada en verdad tan malo, ¿o si?

-¡Ese es precisamente el problema! No ha hecho nada malo, o bueno; no ha hecho nada en absoluto por ayudarnos, y ya sabes que creo que el liberarte fue solo un efecto colateral de su venganza contra la Reina, no había ninguna buena intención de por medio, ¿eso no te enfurece?

Su amiga ladeó un poco la cabeza, con expresión pensativa.

-¿La verdad? Lo siento, pero no, no lo hace. No es su obligación hacerlo de cualquier modo-sacudió una servilleta en son de paz antes de que Ruby pudiera expresar su disconformidad-. No niego que sería agradable que todo el pueblo ayudara y que estuvieran tan pendientes de lo que ocurre como haces tú, pero esperarlo es muy ingenuo. Y, además, él no es la única persona que actúa de esta forma; mira al doctor Whale, por ejemplo, no puedes decir que sea muy útil.

-Sí, pero es diferente.

-¿Por qué?

Ruby elevó las manos en el aire, gesticulando, hasta que las dejó caer, mostrando una expresión derrotada.

-No lo sé.

Belle arrugó la nariz y esbozó una sonrisa divertida.

-Creo que en lugar de especular acerca del motivo por el que Jefferson hace o deja de hacer algo, lo mejor sería que pensaras en porqué te importa tanto.

La campanilla de la puerta, anunciando la entrada de un nuevo cliente, impidió que Ruby replicara a esa afirmación, lo que quizá fuera una suerte, porque no estaba segura de qué decir, pero de cualquier forma, se puso su delantal y le dirigió a su amiga una mirada desafiante.

El que Belle soltara una risita mientras le daba la espalda, no ayudó a que se sintiera mejor.

♣♣♣♣♣

No era difícil llegar a un acuerdo con Grace acerca de qué hacer en su tiempo libre, ella adoraba usar cada minuto del que disponían para hablar, jugar, o simplemente pasear por las afueras de Storybrooke. Jefferson siempre evitaba que pasaran mucho tiempo en el pueblo, no deseaba tener que tratar con algunas personas que empezarían a hablarle como si fueran viejos conocidos, cuando en verdad él nunca trató a casi nadie en su antiguo mundo, y a los que sí, prefería no verlos más.

Gold era un peligro latente, y la Reina uno aún mayor; no olvidaba que todavía pesaba sobre su cabeza la posibilidad de una venganza por liberar a Belle. Él sería el último en creer su supuesto intento de redención, por lo que mientras más alejado se mantuviera de su rango de vista, mejor.

Pero, cada tanto, Grace insistía en ir hasta el pueblo, caminar por la plaza, y luego, cuando tenía hambre, buscar algún lugar para comer algo. Por lo general, Jefferson lograba convencerla de ir a cualquier restaurante que no fuera Granny´s Dinner, no que hubiera mucho de donde escoger, pero cada cierto tiempo, ella ganaba la partida y debía aceptar ir hasta allí.

Ese era uno de esos días.

Cuando cruzaron la puerta del local, tuvo cuidado de mantener la vista al frente y apurar a Grace para que tomara la primera mesa disponible, lo que era ridículo porque hasta donde sabía, Ruby era la única camarera del lugar, y quisiera o no, ella tendría que atenderlos.

La última vez que se vieron ella lo llamó cobarde, y él poco menos que lunática con complejo de salvadora. No podría decir que estuvieran en muy buenos términos, y no le importaba, pero no deseaba una escena frente a Grace.

-¡Hola! ¿En qué puedo servirles?

Al parecer, sus preocupaciones eran infundadas, porque Ruby se acercó con una gran sonrisa. Cierto que era del todo dirigida a Grace y a él apenas lo miró, pero eso no le preocupaba.

-Quiero una hamburguesa con queso y patatas fritas.

-De acuerdo, alguien no tiene problemas con el colesterol-Ruby tomaba nota mientras le guiñaba un ojo a la niña.

-También un refresco, por favor.

-Bien, lo tengo-curioso cómo podía variar el semblante en un instante al mirar en su dirección; ni rastros de su sonrisa-. ¿Y qué puedo traerte a ti?

-Café y un emparedado de queso.

-Vuelvo en un momento.

Jefferson la miró por el rabillo del ojo mientras se alejaba, con paso seguro y la cabeza muy elevada.

-Papá, ¿por qué le tienes miedo?

La pregunta de Grace consiguió toda su atención, y le sorprendió un poco la forma en que lo miraba, con el ceño ligeramente fruncido y algo parecido a un puchero en los labios.

-¿De qué hablas?

-A Ruby. ¿Por qué le tienes miedo? Es agradable.

No supo qué le desconcertó más. El que Grace asumiera algo tan extraño, o que creyera esa mujer era agradable.

-Estás equivocada, hija, no le temo.

-¿Es porque puede transformarse en loba?-Grace bajó la voz, mirando tras el hombro de su padre para evitar ser oída por los otros comensales-. Porque eso no es tan malo; la verdad, creo que es genial.

Jefferson rió al oír su afirmación emocionada.

-Grace, te aseguro que no le temo a Ruby… por ningún motivo.

-¿Y por qué siempre la evitas?

-No hago eso.

-Claro que sí.

-Te digo que no.

-Pensé que era por miedo…-Grace abrió sus grandes ojos y lo miró con una sonrisa traviesa que hacía mucho no contemplaba y que en otras circunstancias habría adorado-. ¿Te gusta?

Jefferson se pasó una mano por el cabello; seguro que su rostro debía expresar muy bien lo horrorizado que se sentía.

-¡Desde luego que no! ¿De dónde sacas…?

Estaba listo para continuar, pero el sonido de unos tacones a sus espaldas consiguió que cerrara la boca.

Ruby se acercaba haciendo malabares con una bandeja, aunque sin abandonar su sonrisa,  que era, según parecía, exclusiva para Grace.

-Aquí está; si necesitan algo más, solo llámenme, estaré tras la barra.

Una vez más, Jefferson la miró marchar, y cuando volvió su atención a la mesa, se encontró con la mirada burlona de su hija.

-¿Estás seguro?

-¿Por qué no comemos?

Grace se encogió de hombros y dio un sorbo a su bebida, aunque Jefferson habría jurado que continuaba riendo por lo bajo.

♣♣♣♣♣

El que David permaneciera bajo la maldición del sueño no solo era angustiante, sino que dejaba al pueblo sin su mayor figura de autoridad. Cuando Emma y Mary Margaret desaparecieron, él se encargó de la oficina del sheriff, aunque tal vez no hubiera sido del todo necesario; tan solo como el príncipe James era ya un hombre muy respetado, y temido por algunos cuantos.

Pero ahora que no estaba disponible para mantener el orden, alguien debía lidiar con los problemas que surgían de vez en cuando.

Ese alguien era Ruby, y se podía asegurar que ciertamente ocurría de todo.

Personas que querían abandonar Storybrooke, pese a saber lo que ocurriría si cruzaban la línea que los separaba del resto del mundo; algunos seres problemáticos que discutían por cualquier motivo, o que de un momento a otro empezaron a recordar viejas rencillas nacidas en el mundo mágico.

Tal vez ese fuera el mayor problema. Ahora que todos recordaban, había muchos motivos por el que las enemistades salían a flote, y algunos eran en verdad ridículos.

¿Cómo llamarle sino a las razones del señor Wallace para odiar a la señora Carter? No quería minimizar sus preocupaciones, pero el que la buena señora se negara alguna vez a venderle parte de sus tierras para que pastaran sus cabras, y que él se vengara negándose a intercambiar verduras en el mercado de la villa en la que vivían en el mundo mágico, era un poco tonto.

Pero no podía decírselo a ninguno de ellos, estaba muy ocupada intentado evitar que la señora Carter usara todos los instrumentos punzocortantes en su tienda de hortalizas para lanzarlos a la cabeza del señor Wallace, que había optado por pasar un día sí y otro no a recordarle esa vieja afrenta.

Por suerte, tenía un horario fijo, así que Ruby podía calcular aproximadamente a qué hora debía acercarse al lugar para intentar razonar con el señor Wallace antes de que empezara a causar problemas. Para su mala fortuna, esa mañana tuvo mucho trabajo en el restaurante, por lo que llegó cuando ambos ya habían empezado a discutir, y la señora Carter se veía más alterada que de costumbre.

-¡Suficiente! Señora Carter, por favor, baje esas tijeras de podar; señor Wallace, tiene que parar con esto.

Ruby no tuvo ocasión para continuar con sus regaños, porque el señor Wallace se agachó en el momento preciso en que la señora Carter lanzaba las tijeras.

Ni sus mejores reflejos de loba iban a salvarla de esa.

♣♣♣♣♣

Jefferson dio un largo rodeo a la plaza del pueblo antes de detenerse un momento frente a Granny´s Dinner. Miró a través de la puerta de cristal, y, tras comprobar que solo se encontraba la abuela atendiendo las mesas con expresión malgeniada, entró un momento, compró un café, y salió tan rápido como pudo. Una vocecita molesta en su cabeza, muy similar a la de Grace, le dijo que no habría hecho lo mismo de encontrarse Ruby a cargo, pero no le hizo caso.

Su hija siempre tuvo una gran imaginación, por eso le gustaba tanto inventar historias y contemplar los espectáculos de títeres en el mundo mágico. Suponía que era gracias a eso que se le ocurrían las ideas más extrañas.

¡Gustarle Ruby! Si eso no era producto de una imaginación desbordante, no sabía de qué otra forma llamarle.

Apenas la conocía, y cada vez que hablaban terminaban en medio de una discusión. Lo más agradable que le había dicho era que lo consideraba un hombre egoísta y cobarde. Tal vez lo fuera, pero no era la clase de halagos que le gustaba recibir.

Y no que estuviera muy interesado en que ella lo viera de otra forma; a él, Ruby no le agradaba en lo más mínimo.

Cierto que era bonita, no iba a negarlo, pero también era la persona más desesperante, entrometida y testaruda que había conocido, o al menos una que no fuera una villana de cuentos, porque las malvadas generalmente compartían esas características, solo que las encauzaban para conseguir sus fines.

Ruby no era así, ella solo se preocupaba por todo el mundo, lo que a sus ojos estaba muy lejos de ser una virtud. Tanta perfección no iba con una persona como él, que cargaba todo un fardo de defectos y culpas a la espalda.

Si al menos dejara de sacrificarse y de estar tan dispuesta a inmolarse en nombre de la bondad, quizá…

Sus pensamientos se vieron interrumpidos al oír un grito y ver una figura que salía corriendo de la tienda de hortalizas, directamente hacia él.

-¡Corre!

Jefferson sabía cuándo era el momento para cerrar la boca, contener su curiosidad, y retirarse con toda la gracia posible, por lo que guardó silencio y corrió tras Ruby, ignorando los insultos que escuchaba tras ellos.

Solo cuando llegaron a las afueras del pueblo, cerca al puente, sintió una mano en su antebrazo y se detuvo, respirando con dificultad.

-¿Por qué me seguiste?

Miró a Ruby con expresión incrédula.

-¡Dijiste que corriera!

-Se lo habría dicho a cualquiera, hubiera bastado con que te escondieras en alguna tienda-en ese momento, Jefferson se sintió muy ofendido, pero su enojo disminuyó bastante al ver que Ruby le sonreía-. Pero… gracias de cualquier forma.

-Cuando quieras, hace mucho que no hago ejercicio.

Nunca la había visto reír, no tan cerca de él, y debió reconocer que era todo un espectáculo. La forma en que sus ojos se iluminaban…

-¿Y bien? ¿Qué fue eso?-sacudió la cabeza para concentrarse y dejar de pensar tonterías-. ¿Clientes insatisfechos?

-Eso no sería tan malo-la observó sentarse sobre la raíz de un árbol-. Algunas personas simplemente no pueden llevarse bien.

Jefferson podía entender eso y estuvo muy tentado a decirle que le tenía sin cuidado, que era una ingenua por pensar que las cosas podían ser distintas, pero contuvo su lengua.

-¿Quieres hablar de eso?

Ruby dejó su expresión derrotada para mirarlo con una ceja alzada.

-¿Quieres oírlo?

-No tengo nada mejor que hacer hasta que recoja a Grace de la escuela.

-Dirás que soy una tonta.

-Es posible.

Ella arrugó un poco la nariz, suponía que lista para una réplica ofensiva, pero debió pensárselo mejor, porque se encogió de hombros y empezó a hablar.

-¿Conoces a la señora Carter de la tienda de hortalizas?-Jefferson asintió-. Bien, pues resulta que en el mundo mágico, ella y el señor Wallace…

Jefferson escuchó con atención, asintiendo en los momentos apropiados, y reprimiendo sonrisas burlonas para no ofenderla, aunque cuando llegó al final de su relato, no pudo contener una carcajada.

-¿Qué es tan gracioso? Es posible que en este momento la señora Carter lo haya matado.

-No lo creo. Por lo que cuentas, parecen pasarlo muy bien peleando como para perder esa diversión.

-¿Diversión? Se gritan todo el tiempo y no dejan de intentar hacerse daño.

-Acabas de decirlo. Intentarlo. No es nada serio, a algunas personas les gusta pelear y eso no los convierte en potenciales asesinos. He visto a ese par, no puedo imaginarlos matando a nadie; es muy posible que en cuanto te fueras, dejaran de discutir, sospecho que tu presencia solo hace todo más entretenido.

Ruby frunció el ceño, intrigada por la tranquilidad con la que Jefferson hablaba, y pensando en la posibilidad de que pudiera estar en lo cierto.

-Confía en mí, he conocido a muchas personas como ellos, en diferentes mundos, y no creo estar equivocado. Es posible que al regresar te encuentres con que todo ha vuelto a la normalidad, y mañana, o pasado, tendrás que servirles de árbitro una vez más.

-¿En verdad lo crees?

-Te lo he dicho, he visto muchas cosas.

Ella asintió, más tranquila, pero lo miró con mayor atención.

-¿Es esa la razón por la que pareces estar tan harto de todo? ¿Has visto demasiado mal?

No esperaba una respuesta, y mucho menos una honesta, pero eso fue lo que obtuvo.

-No solo lo he visto, también lo he hecho, así que puedo reconocerlo con mucha más facilidad que tú. Y sí, esa debe de ser una de las razones.

-Todos hemos hecho daño alguna vez.

Jefferson miró tras su hombro antes de responder.

-Supongo que tienes razón, aunque soy mucho peor de lo que piensas.

-Para ser sincera, creo que eres algo mejor de lo que creía.

-¿En serio?-Jefferson dudó un instante, pero se sentó a su lado, con los antebrazos apoyados sobre las rodillas-. ¿Y eso por qué?

Ruby se encogió de hombros y le sonrió.

-Creo que estás cansado del mundo y quieres un poco de paz para ti y tu hija. No conozco toda tu historia, así que no puedo saber por lo que has pasado, me apresuré a juzgarte. No eres solo un cobarde egoísta.

-No creo que eso sea un halago.

-No lo es, pero… ¿qué puedo decir? A veces las apariencias engañan.

Jefferson dio una cabezada y la miró de lado con una sonrisa.

-¿Sabes? Tú tampoco eres lo que aparentas.

-¿A qué te refieres?

-No eres la heroína que pensaba, o al menos no todo el tiempo-dijo, para luego hablar entre risas-. ¿Qué clase de heroína huye de unas tijeras para podar?

Ruby se envaró tanto como le daba la espalda, primero con expresión ofendida, pero luego empezó a reír con él.

-Eran unas tijeras muy grandes.

-No lo dudo, debían de ser temibles.

Jefferson no podía recordar cuándo fue la última vez que rió con tantas ganas, hasta que debió apoyar su cabeza contra las rodillas para recuperar el aire.

-¿Por qué no me cuentas tu historia?

El pedido de Ruby lo tomó por sorpresa, y su risa murió de inmediato.

-No sabes lo que pides; si supieras todo lo que he hecho, saldrías corriendo.

Si ya estaba asombrado por ese brusco cambio en la conversación, casi pegó un brinco al sentir que Ruby reposaba la mano sobre su hombro, pero no se hizo a un lado, como hubiera sido su instinto habitual.

-Quizá te sorprenda-ella hizo una mueca burlona.

-¿Me contarás luego la tuya?

-Si lo hago, entonces quizá seas tú quien eche a correr.

Fue el turno de Jefferson para sonreír con cierta sorna.

-Vaya, vaya. Después de todo, tal vez tengas razón.

-¿En qué?

-Las apariencias engañan.

♦♦♦♦♦


fic, ai1213, fandom:once upon a time

Previous post Next post
Up