PARA:
whoisyourmamaDE PARTE DE: Amigus anonimus
Título: Floriografía
Fandom: Saint Seiya
Personaje/pareja(s): SeiyaxShaina con apariciones del resto de los caballeros de bronce, Marin y Saori.
Rating: +7 por menciones de violencia (no más de lo que aparece en la serie)
Resumen: El instituto de Seiya decide hacer un torneo mixto entre los distintos clubes de deportes. Seiya y Shaina se conocen y el resto, como se suele decir, es historia. (De forma bastante literal, de hecho, porque aunque esto es un highschool!AU, sigue los eventos de la serie que ya conocemos durante la primera parte.)
Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece a mí si no a Masami Kurumada y a demás asociados con la creación de la serie, entre los que yo, desde luego, no me encuentro. De haber sido mío, habría tenido naves espaciales, porque no puedo resistirme a ellas. No, este fic no tiene naves espaciales.
Advertencias: Seiya está empeñado en decir que le gusta Saori, pero no te preocupes, asignada mía, no hay SeiyaxSaori en todo el fic. De hecho, hice una segunda parte porque me sentía culpable, pero no podía cargarme aquello y... en fin, tu disfruta si puedes y si no recibiré un tirón de orejas correspondiente
Notas:: (en caso de ser necesarias) Nope, tengo muchísimas y muy, muy largas, pero no son necesarias. Ya pondré el link en los comentarios si eso. Solo un pequeño comentario: buscad acerca del significado de las flores que usé como título de las dos partes, aunque eso creo que es obvio por el título en sí, así que...
Beteado por la encantadora Hessefan y por Cirdan Anarion.
Floriografía
Parte I: Narcissus Jonquilla
(O cómo Seiya y Shaina acabaron saliendo juntos.)
Marin, su entrenadora de artes marciales, no parecía estar contenta con el aprovechamiento que le estaba dando a aquella jornada en el gimnasio, que el instituto les cedía para practicar.
-Seiya, ¿se puede saber qué te pasa? Le ganaste a Cassius el puesto en el equipo, pero si sigues así tendré que pensármelo.
-La señorita Saori no...
La mayor de los dos suspiró.
-Ah, ya. Saori. ¿Vas a concentrarte a partir de ahora o lo dejamos para el próximo día? Si crees que para entonces no estarás centrado, dímelo y te relevaré del equipo. No necesitamos lastres para el campeonato. Aunque el próximo vaya a ser uno interno, es igual de importante que aquellos en los que competimos contra otros institutos. No puedo permitir que participes si en los entrenamientos no estás a la altura de lo que se espera de ti. Recuerda que no es solo el equipo del instituto, que la selección nacional también ha mostrado interés en ti ¿Y bien? ¿Quieres perder la oportunidad de ser seleccionado?
-No, por favor, maestra Marin. Continuemos. Tengo que ser el mejor en esto para que la señorita Saori me vea como algo más que a un amigo fracasado.
La pelirroja, dos o tres años mayor que él, asintió y se lanzó hacia Seiya, preparando una llave sencilla que él esquivó sin dificultad antes de echarse hacia adelante para tratar de atacarla. Su entrenadora respondió con una finta y un golpe con el dorso de la mano que aprovechó la propia fuerza del impulso del joven para tirarlo al suelo. El chico rodó por el suelo para alejarse y ponerse a salvo antes de levantarse de nuevo. Se balanceó un poco sobre los talones para coger impulso y volvió a correr hacia ella, lanzando una patada dirigida a la cintura. Su maestra fue capaz de esquivar la fuerza del golpe, pero el joven logró rozarla. Marin lo felicitó, diciendo que le alegraba ver que aún era capaz de concentrarse lo suficiente como para lograr tal cosa y se lanzó hacia él una vez más, tratando de aplicarle una llave que lo tirase al suelo. Seiya logró mantener el equilibrio, pero no logró apartarse a tiempo para esquivar el segundo golpe, que sí logró su cometido.
-Has mejorado, Seiya, pero necesitas más. No basta con que me toques, tienes que lograr golpearme.
El menor jadeó un poco, cansado.
-Sí, señora, no pienso rendirme por algo tan nimio como una plata nacional y un pase a los próximos olímpicos. ¡Hará falta más que eso para acobardarme!
-Tu entusiasmo siempre logra sorprenderme, Seiya. Aunque te noto más desanimado que de costumbre.
-Que algún día voy a lograr ganarle es fácil decirlo, maestra. Pero nuestras diferencias en las clasificaciones siguen estando ahí.
-No es excusa. Si no logras golpear a aquellos adversarios que están por encima de ti en la clasificación, jamás lograrás ir a los mundiales ni a los olímpicos. ¿Es eso lo que quieres o no?
-¡Por supuesto que sí! Tiene razón. Es solo que hoy estoy un poco...
-Desanimado.
El chico de pelo castaño asintió con la sombra de una sonrisa melancólica bailándole en la boca, algo que contrastaba enormemente con la enorme seguridad que solía mostrar en sí mismo.
-Vamos a celebrar un campeonato intermodal entre los distintos clubs de este instituto, ¿quieres que te inscriba?
-Claro, ¡seguro que va a ser genial!
-Muy bien. Lo dejaremos aquí por hoy, porque tengo Biología en media hora y el maestro Death Mask me añadirá como el ejemplar humano de la colección de animales disecados del laboratorio si me atrevo a llegarle tarde a una de sus clases. Puedes retirarte.
A Seiya le tocaba una hora libre después del entrenamiento de aquel día, porque Mu, el profesor de Tecnología, había llamado unos minutos antes, avisando de que no iba a poder acudir al trabajo. Al parecer, su madre se había puesto enferma de repente y tenía que llevarla al hospital. Todo había sido tan repentino que el instituto no había tenido tiempo de encontrar un profesor sustituto y ellos habían quedado con una hora libre. Por mucho cariño que le tuviesen a ese profesor en particular, nadie entre el alumnado iba a protestar por ello. Por más que lo intentaban, no acababan de entender la razón por la que los alumnos de los últimos cursos parecían odiar tanto las horas libres.
Seiya se duchó con rapidez y se cambió de ropa, guardando la bolsa del gimnasio en su taquilla antes de ir a reunirse con su grupo de amigos. Hermanos, más bien, por lo cercanos que estaban los cuatro entre sí. A decir verdad, habían sido amigos durante toda la vida, encontrándose por primera vez en el orfanato regentado por el Señor Kido, el abuelo de Saori.
-Lo siento, chicos, pero este fin de semana no vais a poder contar conmigo para salir -se disculpó Shun-. Mi hermano acaba de volver a la ciudad y ya sabéis que hace meses que no le veo.
Hyoga preguntó si estaría bien que le hicieran una visita, a lo que el joven con el pelo teñido de verde respondió afirmativamente. Para las cosas que hacia a veces con su pelo y su ropa, el hermano pequeño del conocido practicante del estilo capoeira, Ikki del Fénix, era una persona extremadamente fácil de tratar. Muy amigable y tremendamente servicial.
-Ya sabéis lo arisco que es mi hermano, pero realmente os aprecia. Pasaos el martes... No, el martes no... Me olvidaba de tu campeonato de ajedrez, Shiryu.
-Es al mediodía, no tendríamos ningún problema si vamos por la tarde.
-El martes a partir de las cinco de la tarde, entonces. ¿Está bien así para todos?
-Sí, sí. Está perfecto. Imaginaos lo mucho que vamos a ligar cuando las chicas sepan que le conocemos.
Shun gruñó, sin mostrar ni el más mínimo aprecio por la idea.
-Era broma.
Pasaron el resto de aquella hora libre tumbados en la hierba y hablando de nada en particular. De chicas, a veces.
-De veras, Seiya -comenzó el ruso-, que no entiendo que diablos le ves a Saori. Es mona y tiene un cuerpo de muerte, ya, pero es que tío, te trata fatal y aun así parece que besas el suelo que pisa.
El aludido reprimió sus ganas de lanzar un suspiro de frustración. Incluso él era consciente de que tenía una fijación con Saori y que esta no le veía de la misma forma, pero de veras, tampoco hacía falta que hablasen mal de ella a cada rato. Él no le decía nada a Hyoga por su madre, ¿o sí?
-Es que ella es tan...
-Ya-ya-ya-ya-ya. Ya lo pillamos. Pero estoy de acuerdo con Hyoga, deberías esforzaste en conocer otras chicas. ¿Tú qué opinas, Shun?
-Amén. Si está tan claro que no le interesas, no tiene sentido que la sigas como si fueses un perrito faldero, para eso ya tiene a Jabu. Lo único que vas a lograr así es sentires miserable y gustarle todavía menos. Ahora, al menos, parece que te considera algo así como un amigo. La verdad es que nunca acabo de enterarme de vuestra relación, Seiya.
-Pero...
-Acéptalo -intervino de nuevo el joven de origen chino-, Saori Kido es una niña que no respeta al resto de la gente.
-¡Pero yo la quiero a ella!
-No hay problema, eso se cura rápidamente conociendo a un par de chicas que merezcan de verdad la pena -intervino de nuevo el ruso, medio en broma, medio en serio-. Ahora en serio, tendrá potencial para ser la persona más maravillosa del mundo, pero si no lo saca, no hay razón para que estés ahí de mártir.
-¿Podemos dejar ya esta conversación, por favor? Por más que os esforcéis, no voy a hacer caso a vuestros insultos hacia ella, mucho menos cuando sé que no tenéis ningún problema con ella es sí. En serio chicos, no tendré las mejores notas de la escuela, pero no soy un idiota.
-Por supuesto, está claro que no vas a hacernos caso aunque tengamos toda la razón.
-De eso nada, os equivocáis de medio a medio.
Ninguno de los otros tres contestó a aquello, porque en aquel momento sonó el timbre que anunciaba el fin de aquella clase y el comienzo de la siguiente. Con ello, acababa también su hora libre.
El martes, el día siguiente a aquel, pasaron la tarde jugando a videojuegos con Shun y su hermano Ikki. Abrieron unas latas de cerveza para festejar la victoria de Shiryu en el campeonato de aquella mañana. Mientras, el hermano del de pelo verde le explicaba a un embelesado Seiya los pasos básicos de la capoeira y pronto todos se unieron a la conversación.
Durante los cuatro días siguientes, su obsesión por el combate pronto llegó a un punto tan alto que logró que se olvidara de sus problemas con la heredera del Imperio Empresarial Kido. Ver que apenas hablaba de la joven de cabellos morados fue un alivio para sus amigos quienes, a decir verdad, apenas la podían ver delante después de una de las peroratas de su amigo acerca de sus virtudes. Desde un punto de vista crítico, se podría decir que aquello tenía que ver más con restos de rencor infantil que con una razón de verdadero peso, porque la chica hacía mucho que había dejado de ser aquella niña abusona. Aun así, no era posible negarles parte de razón en las advertencias que le hacían a Seiya acerca de su enamoramiento. En aquel problema, como pasa con casi todos aquellos que suceden en la vida cotidiana, todos tenían su parte de inocentes y su parte de culpables.
Finalmente llegó el día señalado y el joven de pelo castaño por fin pudo conocer a Shaina. Alta, delgada, guapa (pero no tanto como Saori, pensó él), con el pelo teñido de verde manzana y una marcada estética punk. Su cara de rasgos dulces y todavía algo aniñados, contrastaba con fuerza frente a su porte decidido, duro, desafiante.
Ella examinó a su contrincante por un momento, pero al joven no le dio la impresión de que le estuviera tomando en serio, o que pensara en él como en un contrincante peligroso.
-¿Este enclenque? -parecía decir.
Sobre la cabeza llevaba una especie de corona de metal que recordaba a los laureles de los césares romanos. Según el árbitro, era para simbolizar su pertenencia al club de esgrima, ya que estaba usando una espada de plástico flexible para que ambos pudiesen librarse de las aparatosas protecciones reglamentarias en aquel combate. Las reglas eran muy simples: él tenía que tratar de derribar a su contrincante y mantenerla en el suelo durante al menos 10 segundos y ella tenía que llegar a los diez toques válidos si es que quería ganar.
-Confiamos en que no os haréis más daño del estrictamente necesario.
Durante los primeros minutos, ambos tantearon el terreno sin llegar a encontrar nada a lo que poder agarrarse y Shaina dejó escapar una risita que daba entender que su opinión acerca del chico podría cambiar si este lo hacía lo suficientemente bien. A partir de entonces, cuando ya ambos se habían estudiado mutuamente, comenzó el verdadero combate. El impulso natural de Seiya era lanzarse de cabeza a todo aquello en lo que creyera, pero Marin le había advertido duramente contra los peligros de no mantener la cabeza fría ante un combate como aquel. Le resultaba difícil, pero estaba decidido a lograrlo.
La joven de pelo verde dominó claramente todo el tiempo transcurrido desde el comienzo de la luchas hasta el pequeño descanso que se había programado, consiguiendo seis toques de los diez totales que necesitaba.
Aunque él también lo estaba haciendo especialmente bien y había podido esquivar muchas de las estocadas de su contrincante, la joven también se conocía muy bien los movimientos de las artes marciales y podía anteponer su espada a los ataques del chico. Hasta aquel momento, el adolescente se lo había estado pasando tan bien con el combate que no había tenido el tiempo ni las ganas como para preocuparse de nada más, pero el descanso le había permitido recordar las palabras de Marin.
«¡Diablos, tengo que conseguir darle aunque sea una vez! Si no logró hacerlo, perderé mi puesto en la selección.»
Su entrenadora se acercó a él justo antes de reanudar el encuentro para decirle lo orgullosa que estaba de lo bien que lo estaba haciendo ante un rival como Shaina y que eso no cambiaba su trato.
Él era bastante conocido por su rapidez, que le había ganado el sobrenombre de Pegaso, pero la verdad es que hasta aquel momento se había sentido más bien como un conejo asustado que huye campo a través de una serpiente venenosa. Sacudió la cabeza con fuerza para librase de todos aquellos pensamientos pesimistas y volvió a la zona habilitado para el combate, en donde ya le esperaban su rival y el árbitro.
«Bien», se dijo a si mismo, «solo tengo que darle un golpe. No puede ser tan difícil como parece.»
Después de ver todo lo anterior, a una persona normal ya no le quedaría confianza alguna en sus posibilidades de ganar aquel combate, pero Seiya nunca dejaba de creer que lograr algo era posible mientras existiera la más mínima posibilidad. Shiryu solía decir que no sabía si admirarle por ello o si decirle que era idiota. Shun solía inclinarse por la admiración e Hyoga por la estupidez, pero el chino seguía tratando de buscarle una explicación a tanto entusiasmo y fuerza de voluntad.
En aquel segundo tiempo atacó con mucha mayor fuerza e intensidad, pero tampoco logró gran cosa. En un par de ocasiones llegó a pararse terriblemente nervioso por aquella razón. Su rival estaba al mismo nivel que Marin, si no en uno superior, y él tenía que lograr darle cuando nunca lo había logrado con la primera tampoco.
«¡Voy a lograrlo! ¡Tengo que lograrlo! No me voy a rendir tan fácilmente. No voy a dejar ir mi puesto en la selección sin haber peleado por él.»
Para aquel momento, a Shaina solo le quedaban dos toques para completar los diez que le habían exigido los árbitros. Él había logrado rozarla varias veces, pero jamás un golpe directo, que es lo que le exigía su entrenadora para seguir en el equipo.
Era solo la selección de aquel instituto vale, pero por algo se empezaba.
Al final, cuando la joven de pelo verde estaba a punto de anotarse el décimo tanto, toda la rabia y frustración que Seiya sentía pareció condensarse en un último puñetazo tan fuerte que la envió al suelo, con la corona cayendo de su cabeza. Justo cuando su puño se encontraba en una trayectoria ascendente con la mandíbula de ella, el chico notó como la punta de la espada se le clavaba con fuerza en el torso y le dejaba sin aire por un par de segundos. Ambos cayeron al suelo, uno con una punzada en el estómago y la otra con la sangre martilleándole en los oídos.
Seiya fue el primero en levantarse, mientras que su contrincante permaneció en el suelo un rato más, hasta estar seguro de que el puñetazo no le había afectado más de lo que hubiese esperado. Cuando él le extendió la mano para ayudarla a levantarse, ella lo aceptó mientras le felicitaba por el gran combate que había hecho.
Para aquel entonces, los jueces ya habían decidido declarar el empate.
-¡Ambos pasan a la siguiente ronda!
Seiya comenzó a correr hacia Marin, pero cambió su trayectoria en cuanto vislumbró a Saori entre el público. Esta lo felicitó, pero no de forma distinta a como alguien felicitaría a un amigo o a un hermano muy querido, pero un poquito fracasado.
Los amigos de Seiya eran parciales acerca de la relación entre ambos, pero la entrenadora pelirroja tampoco veía ninguna razón para que el chico no dejase de intentarlo y lo superase de una vez, más que un excesivo sentido de la lealtad. Ni siquiera creía que su alumno estuviese realmente enamorado de Saori, a decir verdad. Le parecía más bien una suerte de adoración infantil a la que el chico no le había permitido disiparse; lo que, para un observador externo como ella tenía todavía menos sentido, porque la verdad es que de pequeña la nieta del Señor Kido había sido realmente insoportable.
-Ah, Seiya, ¿alguna vez en tu vida actuarás con un mínimo de lógica?
El joven se acercó hacia ella a los pocos minutos para hablar del trato que habían hecho.
-¿Sigo teniendo un puesto en el equipo, maestra Marin?
-Habiendo cumplido lo que se te había exigido, la respuesta es afirmativa.
-¡Gracias!
-Pero no creas que tienes un puesto fijo, Seiya. Ninguno de vosotros lo tiene, de hecho. Si veo que dejáis de ser lo suficientemente buenos, no dudaré en quitaros el puesto para dárselo a otro que sí esté a la altura, ¿entendido?
Seiya Pegaso sonrió y asintió con entusiasmo.
-Voy a darme una ducha, que estoy todo pegajoso y me da asco hasta a mí.
-Bien. Vete, vete, que es verdad que estás todo sudado y das un asquito… -comentó ella, ya bromeando, mientras el corría en dirección a las duchas.
La verdad es que correr parecía ser algo que estaba todo el rato haciendo, especialmente cuando subía las escaleras para llegar a tiempo a las clases.
_ _ _ _ _ _ _ _ _
A Shaina no le solían interesar las personas de una forma especial, pero Seiya le había llamado poderosamente la atención tras aquel combate. Había sido, sin lugar a dudas, uno de los mejores que había mantenido en años u no podía evitar sentir curiosidad por un chico con tanta fuerza de voluntad como parecía tener él.
Con el tiempo, comenzó a conocer cosas y a acercarse a él como amiga, a relacionarse con su grupo de personas cercanas y a presentarla al suyo propio.
Con el tiempo, descubrió que se sentía atraída por él, pero no le dio mayor importancia.
Craso error.
Un día se levantó encontrándose con que ya estaba completamente enamorada y con que aquel era un enamoramiento serio. Nunca le había pasado algo así.
Durante varios meses no dijo nada, porque a veces, cuando había un evento especialmente importante, solía hacer un pequeño trabajo como guardaespaldas para la familia Kido. Aquellas ocasiones le habían servido para entender que Seiya era incapaz de notar mujeres más allá de Saori. Pero da igual lo que se diga o lo que se deje de decir, porque lo que más pesó en su silencio fue el proceso de aceptación de sus propios sentimientos.
El momento en el que por fin se declaró, examinado por un ojo externo que no tuviese acceso a contexto de la situación, parecía más propio de un drama televisivo para adolescentes que ninguno otra cosa. Para ella, no haberlo dicho entonces hubiera sido especialmente cobarde. Después de todo, casi la había matado a golpes por un sicario y esa podría haber sido su última oportunidad de confesar lo que sentía.
Luego ese mismo hombre que casi la había matado le salvó la vida, pero la paliza ya la había dejado inconsciente y no llegó a enterarse de nada de lo que sucedió después. Tampoco supo como había logrado Seiya convencerle de que dejase de atacarlos hasta unos tres días después, el tiempo que permaneció sedada.
La pelea con Aioria, que en realidad había ido a por Seiya, le había dejado varios huesos rotos y una hemorragia interna que los médicos habían logrado detener a tiempo, por suerte para ella.
Seiya le había dicho que el griego era de los buenos y que de no haber sido por él se habría desangrado allí mismo, pero la verdad es que Shaina no tenía muy buena opinión de aquel hombre.
-Quizá más adelante… -fue su respuesta cuando le preguntaron si le gustaría verlo de nuevo.
«Preferiblemente no», fue lo que pensó. El resto podían llevarse todo lo bien que quisieran con el tal Aioria, pero a ella la había mandado al hospital y no tenía ganas de ver su cara de nuevo. Aunque volvería a enfrentarse a él si volvía a amenazar al chico que amaba, de eso estaba segura.
Tenía visitas todos los días, pero el que no fallaba nunca era Seiya, que tampoco fallaba nunca en hablarle acerca de Saori. Ella no sabía si llorar o si reír, porque el pobre era un idiota a la hora de tener tacto con los sentimientos de los demás. Al final decidió que el melodrama no merecía la pena y que la mejor opción era la risa, porque ella se había enamorado de aquel chico, no de una versión idealizada del mismo.
En realidad todo aquello había sido una estupidez. Enamorarse del primer chico que le había ganado en años… ¡pero qué tonta era! Porque daba igual lo que dijesen los árbitros del combate, ella supo que había perdido desde el momento en el que recogió su corona, rota, del suelo. Después de aquello había pensado varias veces en retarle a otro combate, pero nunca había sido capaz de convencerse a si misma de hacerlo. Luego... luego se había enamorado y todo aquello había dejado de tener importancia.
Marin también solía ir a visitarla a menudo a su habitación del hospital. A veces le llevaba flores de parte de Aioria, que nunca había ido a pedirle perdón personalmente porque ella misma se había asegurado de que el hospital no se lo permitiese. Probablemente había estado allí mientras había permanecido inconsciente, pero eso le daba igual. Siempre llamaba a una enfermera para que retirase las flores en cuanto su pelirroja amiga se marchaba. En cuanto pudo moverse de nuevo, empezó a tirarlas por la ventana ella misma. Seiya comentó un par de veces lo extraño que le parecía que nadie le enviase flores y luego comenzó a llevárselas él mismo un par de veces a la semana. Esas no las tiró. Siendo sinceros, la verdad es que su problema con el griego venía más del daño que podría haberle hecho al otro chico que del que le había infligido a ella.
¿Se arrepentía de haberse metido en medio y de haber recibido una paliza que nunca había sido para ella? No. Seiya estaba bien, ¿verdad? Eso era lo importante.
El amor hacía que la gente hiciese cosas que no haría normalmente.
Con el tiempo, Seiya comenzó a hablar cada vez más de la heredera Kido. Cuando llegaron las vacaciones de Navidad y Shaina estaba a punto de abandonar su habitación en el hospital, él comenzó a hablar de ella. La joven de cabello verde se advirtió a sí misma de que no debía hacerse ilusiones.
Y lo logró.
Al menos hasta que, el último día que iba a pasar allí, estando ambos sentados en la cama, hablando sobre el campeonato de danza al que Hyoga pretendía obligarles a ir, él se inclinó y la besó en los labios. Fue muy dulce, pero tremendamente torpe y no era ni de lejos el mejor beso que había tenido. Tampoco era el peor.
Fue ella la que le pidió salir un par de semanas después. Al fin y al cabo, los besos torpes mejoraban con el tiempo.
Parte II: Ambrosia Psilostachya
(O un breve resumen de cinco cosas que Seiya y Shaina tienen la costumbre de hacer y otra que no.)
1. Discutir con sus amigos acerca de sus costumbres.
Con el tiempo, ambos habían adquirido ciertas costumbres dentro de lo que era su relación. Sus amigas decían que la rutina era lo que mataba a las parejas, pero Shaina sabía que estaba bien. Cuando se trataba de Seiya, la rutina no era necesariamente una mala cosa. Lo que es más, ella misma disfrutaba de saber qué iba a pasar. Quizá por efecto de los trabajos que a veces cogía como guardaespaldas o quizá porque ella misma era así, pero era un hecho que no necesitaba de las sorpresas.
Si las amigas de ella le decían que la rutina mataría el amor que se tenían, los amigos de él no se quedaban atrás. No había día en el que no le reclamasen el que nunca hiciese algo sorprendente, algo que su chica no se esperaba.
La verdad es que no siempre hacían lo mismo. A veces sí se daban una pequeña sorpresa el uno al otro, pero no demasiado a menudo.
Para ellos las sorpresas se asociaban a los combates, no a las relaciones personales.
2. Coger el metro juntos para ir a clase (y ponerse siempre en la esquina de la izquierda)
Una de las cosas que habían hecho gracias a su relación era independizarse. Seguían prácticamente al lado del orfanato donde había residido él hasta entonces, pero no era lo mismo. A un par de calles de distancia, de hecho. Shaina y sus padres se habían movido al barrio hacia poco, así que todos estaban bastante cerca.
«Estáis lo bastante cerca como para poder iros a vuestras casas cuando el idilio se os estropee», habían insinuado algunos.
Habían decidido que si alguna vez se enfadaban hasta el punto del no retorno, dejarían de coger el metro juntos. Nunca lo había hecho y ya había pasado más de un año desde que se habían ido a vivir juntos.
-Vaya, vaya, vaya. Parece que éramos más maduros de lo que estos pensaban.
Por Zeus, que tampoco es que se hubieran mudado a los dos meses de relación o algo así. Ya sabían que lo suyo funcionaba cuando lo hicieron.
3. El primer jueves de cada mes siempre iban a cenar al restaurante indio de la esquina.
El restaurante era bueno y no demasiado caro, un lujo que se podían permitir aunque solo fuera una vez al mes. El resto del tiempo, por lo general, se aguantaban con las sobras de la comida de la madre de ella, que parecía incapaz de cocinar para menos de diez personas. La fruta y la mayor parte de las tarifas la pagaban con el dinero que se sacaban en sus trabajos de después de clase.
Por lo general iban solos, pero de vez en cuando se les unían los amigos de Seiya o las amigas de Shaina. A veces incluso ambos grupos. Había sido una suerte que la relación entre todos ellos fuese buena, porque ninguno de los dos estaba dispuesto a renunciar a su grupo de amigos.
La del restaurante indio era la única costumbre que nadie se acordaba de mencionar en sus protestas, como era de esperar.
4. Las pelis se alquilaban el viernes, cuando se salía antes de clase y daba tiempo de ir al videoclub de la carretera principal.
Curiosamente, ante esa costumbre sí que oían multitud de protestas. Que si era muy cliché... Que si ya hacía siglos que había dejado de ser romántico… Que si como aguantas esas pasteladas, Seiya…
-Aquí nadie os ha pedido vuestra opinión.
En serio, ¿qué problema había con sentarse a ver una película? Hasta donde ellos sabían, todo el mundo lo hacía independientemente de la relación que mantuviese con la persona o personas que le acompañasen, ¿no? A veces Shaina se preguntaba si estaba más perdida ante las relaciones humanas de lo que había creído y la poca habilidad de Seiya a la hora de los sentimientos no hacía nada más que empeorar la situación.
Si tal era lo que estaba sucediendo realmente en aquel piso, no podría importarle menos. Ella estaba muy bien así, la verdad. A veces incluso le parecía caminar a tres palmos del suelo, como tanta gente decía que se sentía el amor.
5. Desde el asunto del hospital, Seiya siempre le regala flores dos veces a la semana.
Con lo caras que son las flores, es una suerte que le dejen coger las del orfanato, siempre y cuando se encargue de ayudar en su cuidado para que el jardín no se quede calvo.
Es un trabajo más duro de lo que parece, así que él se lo toma como si fuera una continuación del entrenamiento de artes marciales mixtas al que lo está sometiendo Marin. Al parecer funciona, porque progresa más rápido que nunca y ambas lo notan.
En un sentido más pícaro, Shaina siempre ha encontrado especialmente excitante el follar de pie. Así tiene a un chico capaz de ello.
Aunque de todas formas siguen apoyándose en la pared, porque entre que es más descansado y que el frío de esta en la espalda de ella hace maravillas por sus orgasmos, todo son ventajas.
Lo peor (o quizá lo mejor, ninguno de los dos sabe muy bien como clasificarlo) fue aquella ocasión en la que Saori fue a hacerles una visita y los pilló en media faena. Disculpándose, dejó en la mesa el trabajo que había ido a traerle a Seiya y se retiró con toda la discreción que pudo.
6. Shaina nunca se había esperado poder ir al circo.
La verdad es que le encantaba el circo, hasta el punto de que era probablemente uno de los temas sobre los que más hablaba. Muchas veces tenía que obligarse a detener sus peroratas, temerosa de aburrir a su novio.
Fue un alivio para ella cuando él le confesó que también le gustaban las acrobacias del circo. Después de todo, Seiya no era capaz de mentir cuando estaba hablando.
Pero una cosa era que ambos pudiesen hablar acerca de aquella maravilla (porque en aquel entonces parecía tremendamente lejana) y otra muy distinta era encontrarse dos entradas para el mejor circo del país.
La joven de pelo verde siempre recordará que estaban escondidas en un ramo de rosas rojas enormes y preciosas, con todos sus pinchos en el tallo.
La velada fue inesperadamente mágica, aun con todo lo cliché que sea tal frase