PARA:
aleganottDE PARTE DE: Amigus anonimus
Título:Admiración En Negativo
Fandom: Hetalia
Personaje/pareja(s): Francia & Arthur.
Rating: G
Resumen: Arthur había vivido muchas cosas junto a Francis y por eso sabía que no soportaba a ese idiota como tampoco le admiraba. Bajo ningún concepto. O al menos, de eso le gustaría poder convencerse
Disclaimer: Hetalia y sus personajes no me pertenecen
Arthur no podía soportar a Francis. Era un pervertido y una rana estúpida, algo que tenía asumido desde hacía siglos. Pero lo que más le molestaba era esa silenciosa admiración que tenía con el mayor, porque carecía de sentido. Cada vez que miraba al francés sentía como un intenso desagrado se asentaba en el fondo de su estómago seguido de cerca por una imperiosa necesidad de criticarle en todo, incluso de causar peleas entre los dos. Y aunque en el pasado no hubiese dudado en dejarse llevar por esa necesidad de provocar una pelea, ahora era un caballero y debía abstenerse. No lo lograba del todo, pero al menos lo intentaba. Y en esos momentos en los que intentaba controlar sus impulsos era en los que más notaba esa silenciosa admiración, como el murmullo de un riachuelo en la distancia.
Y era molesto.
Quería negarlo todo, hacer borrón y cuenta nueva de sus sentimientos con respecto a Francis, sin embargo era tarde y lo sabía. Una parte de si mismo ya había aceptado esa admiración como algo normal en su persona y eso resultaba mortificante para su orgullo. Quería negarse, deseaba poder rechazar todo sentimiento perteneciente a esa indeseada admiración por el rubio mayor y cada vez que veía a Francis los sentimientos bullían en su interior; admiración, odio, molestia, todos se mezclaban entre si causando una extraña amalgama de sensaciones. Y aunque lo que predominaba era el deseo de criticarle y dejarle en claro lo mucho que le odiaba, esa silenciosa admiración parecía envolver esos sentimientos negativos y los calmaba un poco.
En los días más grises que su tierra podía ofrecerle y mientras tomaba el té con calma mirando por la ventana la lluvia caer, Arthur no podía evitar recordar. Recordaba todo lo que había tenido, lo que había perdido y la sonrisa de Francis. Sabía casi mejor que nadie por todo lo que este había pasado, lo sabía porque era un gran causante de esas situaciones. Y aún así Francis aún tenía fuerza para sonreír. Si lo pensaba objetivamente, Francis no era el único. Muchas de las naciones habían tenido pasados difíciles y dolorosos y hoy seguían sonriendo. Pero Francis era capaz de sonreír incluso después de una guerra perdida. Aunque esa era una de las sonrisas que más odiaba del francés porque demostraba la fortaleza que este tenía y le obligaba a admirarle.
En su vida había admirado a mucha gente, pero Francis era una persona que su orgullo no quería dejarle admirar.
Un día de esos grise con lluvia constante Arthur decidió intentar llegar a un acuerdo con sus sentimientos y la extraña admiración por Francis. ¿Qué tan difícil podrías ser? Pero no había comenzado bien a pensar en ello y analizar al francés y lo que tuviese de admirable cuando dos golpes a la puerta le interrumpieron. Frunció el ceño un momento antes de decidir ignorar al inconsciente que había decidido salir con esa lluvia. Además, era su día libre y no estaba dispuesto a lidiar con nadie. Pero otros dos golpes a la puerta le impidieron acomodarse de nuevo en sus pensamientos. Exhaló con fuerza e indignación antes de dejar la taza de té ordenadamente sobre la mesa, levantándose para echar a la visita indeseada. Pero al abrir la puerta se topó de lleno con Francis mojado por entero por culpa de la lluvia y temblando de frío.
-Es de buena educación responder a la puerta a la primera -comentó el francés con una sonrisa despreocupada.
Arthur frunció el ceño.
-¿Qué quieres?
La pregunta fue hecha con brusquedad, más de la intencionada incluso, pero no deseaba pasar la tarde en companía del francés justo cuando planeaba llegar a un acuerdo con sus sentimientos de admiración hacía este.
Francis no respondió, en lugar de eso se auto-invitó a entrar para la mortificación de Arthur. Sin embargo no se adentró en la casa y tan sólo esperó a que el menor cerrase la puerta. Resignado, el inglés cerró la puerta y se giró a observar a su invitado indeseado. Francis estaba mojando todo su inmaculado suelo y seguía temblando, pero después de haber venido con una camiseta corta y unos pantalones ligeros era normal. Ese idiota debería recordar que su casa no era tan soleada como la suya.
-Me estás mojando todo el suelo y eso lo vas a limpiar tú -aseguró, cruzándose de brazos. Francis sonrió casi con satisfacción e hizo ademán de ir a escurrir su camiseta justo ahí.
Arthur le miró espantado.
-¡No te atrevas! ¡Vete al baño y cámbiate esa ropa ahora mismo! -exigió al tiempo que empujaba a rancis hacía el baño de invitados.
El francés realmente estaba frío y se notaba através de la ropa.
Francis se tomó su tiempo en la ducha a pesar de que Arthur no le había dado permiso y cuando por fin se dignó a salir encontró al rubio en su sillón predilecto en días de lluvia, junto a la ventana. El francés se sentó en un sofá no muy lejos de Arthur, donde ya le esperaba su té preferido sobre la mesita del café lo cual le sacó una sonrisita. Arthur podía ser bastante previsible.
Un cómodo silencio se instó en la habitación mientras bebían con calma de sus respectivos brebajes y las gotas de lluvia contra la ventana relajaba la atmósfera con un sentimiento casi nostálgico.
Arthur hizo su mejor esfuerzo en no pensar en Francis o siquiera en mirarlo de reojo. Esfuerzo que se demostró de vano. Después de que el francés hubiese decidido a tomar una ducha (sin su permiso), Arthur aprovechó el momento para ir a la cocina y hacerle un té porque daba igual cuan indeseado fuese el invitado, él seguiría actuando como un caballero y un buen anfritrión. Y mientras preparaba la bebida pudo notar la fecha sin querer: 17 de julio. De repente comprendía porqué el mayor había llegado a su casa con tan poca ropa. Seguramente ni se había cambiado desde el día anterior. Aquello le había hecho proceder a hacer el té favorito de Francis aunque si alguien le preguntaba lo negaría. Pero a pesar de todo Francis se notaba bastante normal, tomando el té y leyendo el periódico que se había dejado sobre la mesita del café esa mañana.
Con un suspiro lleno de molestia y frustración decidió cambiar su atención al ahora té frío por terminar que aún se entrontraba entre sus manos. Se lo terminó de un último trago y volvió a dejar la taza sobre la mesita que se encontraba al lado del sillón. Y antes de pensarlo demasiado se dirigó a la bilbioteca posicionada al fondo de la habitación, recogió un libro aleatorio y volvió a donde Francis estaba, en esta ocasión sentándose en el sofá a su lado. El francés le miró interrogante pero antes de que pudiese comentar nada Arthur le obligó a tumbarse con cierta brusquedad, dejando la cabeza del francés descansar sobre su regazo y seguido abriendo el libro y apoyándolo sobre dicha cabeza como excusa de su acción.
Francis sonrió ligeramente y decidió ahorrarse los comentarios a favor de darse la vuelta para abrazar al menor por la cintura y así ocultar su cara. Aquella simple acción le hizo recordar a Arthur esa admiración que tenía por el mayor y lo mucho que le gustaba su sonrisa. Al final ya no podía resistirse a aceptarlo: admiraba a ese idiota por más cosas de las que era capaz de nombrar. Aunque eso sería su secreto, porque no estaba dispuesto a confesárselas ni al francés ni a nadie.