Autora:
kitty_partnerFandom: Cold Case // Caso Abierto
Personaje: Lilly Rush
Tema: #19 - Conejo.
Notas: Qué puedo decir; esta viñeta me llamaba a escribir sobre las hermanas. La he empezado de mil maneras distintas y con diferentes ideas, pero al final he decidido quedarme con esta. Son las dos muy pequeñas; Lilly ronda los once años y Chris los seis. Por si el principio no se entiende, aclaro que Lilly está en casa de su madre.
Tabla:
Link XIX. Conejo.
La puerta chirrió levemente. La casa olía a antiguo y a recuerdos manchados de alcohol. Lilly se quitó el abrigo mojado y caminó por el pasillo de la entrada en dirección al salón. No la encontró allí, así que se dirigió a la cocina. Al ver que estaba vacía decidió subir al piso de arriba, y estaba a punto de dar media vuelta cuando la imagen de aquél dibujo pegado en la puerta del frigorífico la dejó helada. Se acercó y sus pasos resonaron sobre el suelo marmóreo, creando un eco fantasmal que llegaba hasta sus oídos en forma de recuerdos.
‘Por favor, mamá’ Chris tiraba de su falda ‘Todos en clase tienen uno. A Dana se lo compraron ayer. ¡Yo lo quiero!’
La mujer la ignoraba, echada sobre el sofá con las piernas apoyadas en la mesa. Miraba a la televisión como si la pequeña de rizos enormes y mejillas pecosas no estuviera allí.
‘Estoy cansada, nena’ Y su voz sonaba gangosa y pesada, como si las palabras se apilaran unas contra otras y ella no fuera capaz de hacerlas salir de su boca. ‘Mamá está cansada, ¿lo entiendes?’
Lilly, de pie en el umbral de la puerta, apartó la mirada y se dio la vuelta. Caminó hasta la cocina para dejar de oír la conversación porque le dolía escuchar el tono de voz de su madre cuando estaba borracha. Supo que aquella noche no habría cena, otra vez.
Chris entró unos minutos después de ella, haciendo un puchero. Llevaba una camiseta roja de los Sixers, tan ancha que le llegaba a las rodillas, y unos calcetines de algodón.
‘Tengo hambre’ se quejó. Lilly la miró mientras cogía una silla y la ponía frente a los cajones de arriba. Se subió a ella y, poniéndose de puntillas, consiguió abrirlos y sacar un paquete de cereales. Le hizo un gesto a su hermana para que se acercara mientras ella se sentaba en el suelo con las piernas cruzadas.
‘¿Quién te ha dado esa camiseta, Chris?’ La niña metió la mano en el paquete y sacó un puñado de cereales.
‘Ayer vino un hombre con unas cajas llenas de ropa. Mamá me eligió esta, dijo que era muy bonita.’
Lilly bufó. Odiaba a aquella gente de la beneficencia porque los trataban como a pobres. Empezó a comer y el sonido de los cereales al crujir llenó el silencio de la cocina. A lo lejos se podía escuchar el murmullo sordo de la televisión encendida.
‘¿Qué era lo que le pedías a mamá?’
‘Quiero que me compre un conejo. Todos en clase tienen uno...’ suspiró, estirando las piernas y mirándose los pies ‘Son muy bonitos.’
Lilly se abstuvo de decirle que su madre nunca se lo compraría. Una vez ella se encontró un gato callejero y lo llevó a casa porque el pobre animal estaba muy enfermo. Preguntó si podía quedárselo y suplicó cuando su madre dijo que no, pero no sirvió de nada. ‘Esos animalejos me dan mucho asco, Lilly’
Al final tuvo que dejarlo otra vez en la calle. Lloró durante días, porque sabía que lo había matado.
De repente, y sin decir nada, su hermana se levantó y salió de la cocina. La escuchó subiendo las escaleras y haciendo mucho ruido en el piso de arriba; pensó en ir a por ella pero antes de que pudiera hacerlo Chris ya estaba cruzando el umbral. Sujetaba varios lápices de colores con una mano y, en la otra, llevaba unos cuantos folios.
‘¿Qué haces?’ le preguntó su hermana, sentándose frente a ella en la mesa de la cocina.
Chris sonrió con alegría infantil, aquella que se manifiesta sin razón alguna y de la que gozan tan sólo los niños pequeños.
‘Te haré un dibujo de un conejo para que veas lo bonitos que son.’ Y empezó a pintar, mordiéndose la lengua en un gesto muy parecido al que hacía su hermana cuando dibujaba.
‘Los gatos son más bonitos. Dibuja un gato, Chris.’
La niña negó con la cabeza. Sobre la hoja comenzaba a aparecer el esbozo de su dibujo. Lilly decidió que, si su hermana no lo pintaba, lo haría ella; así que cogió uno de los folios y se hizo su propio gato. Pequeño y de color crema, como aquél que había tenido que dejar abandonado en mitad de la calle.
El conejo del dibujo era unas cuantas líneas de colores trazadas en una hoja en blanco. Tenía una figura regordeta y un hocico extremadamente rosa. Lilly extendió el brazo y lo rozó con los dedos, haciendo crujir un poco el papel atiesado por el tiempo.
-Supongo que Chris nunca tuvo un gran talento dibujando.
No se volvió. No hacía falta.
-¿Entonces por qué lo cuelgas, mamá?
La mujer apoyó la espalda en el umbral de la puerta y se llevó el cigarro a los labios. Llevaba una bata estampada a rayas y unas zapatillas deshilachadas que contrastaban con su elegante y alto recogido, peinado en la peluquería. Había quedado para esa noche.
Ellen suspiró.
-Porque es precioso, nena.
Lilly se giró. ¿Y el mío, mamá? ¿Y mi dibujo, dónde está?
-Sí, tienes razón.