Fic del festival de imágenes

Aug 07, 2015 17:34

En el último momento, pero ahí va

Título: La máscara del alma
Autor: yvarlcris
Fandom: Relic Hunter
Personajes/parejas: Sydney Fox/Nigel Bailey; Karen Petrushky
Clasificación y/o género: Romance. G
Resumen:
Disclaimer: Lo personajes no me pertenecen
Actividad: Festival de imágenes de la casa_de_ideas

-Deberías llevar esta.

Sydney se giró para ver de qué le hablaba Karen. La rubia sujetaba entre sus manos una máscara veneciana del siglo XIV que había encontrado en su actual viaje. A ninguno de sus contactos en museos y galerías le había parecido que la pieza tuviese nada de especial, con lo que la profesora había optado por quedársela.

Había algo en ella que le empujaba a no desprenderse de ella, mientras esperaba reunirse con Nigel, preso en asesorar a un rico heredero y nuevo propietario de una galería que le estaba reteniendo un tiempo, imposibilitándolo para acompañarla en su actual y recién terminada cacería, para traducir la frase que estaba escrita en su interior.

-No debería. Al fin y al cabo es una antigüedad.

-Una antigüedad por la que nadie parece tener el más ligero interés.

Sydney se acercó al objeto y acarició el contorno con los dedos.

-Esta máscara tiene algo…-comenzó a decir.

-Sí, sí. Ya lo has dicho. Pero solo tú pareces tener una conexión especial con esta máscara, así que… ¿por qué no la llevas a la fiesta?

-No voy a ir a esa fiesta.

-Venga, Syd. Será divertido. ¿Cuánto hace que no sales a hacer algo que no sea buscar reliquias?

La cazadora no respondió, siendo completamente incapaz de recordar la última vez que había ido de copas o a bailar.

-¿Lo ves?- continuó Karen, jovial-. Aprovecha la noche- dijo forzando tanto la máscara como la invitación al baile en las manos de su jefa.

Todavía faltaba una hora para el dichoso baile y Sydney tenía sus dudas.

”Te recogeré en media hora”

Eso rezaba el mensaje que le acababa de enviar Karen. La profesora de Estudios Antiguos suspiró. Estaba visto que no tenía forma de escapar. Acababa de ponerse un elegante vestido azul turquesa que realzaba sus curvas cuando oyó un par de golpes en la puerta de su habitación de hotel. Examinó una vez más la máscara, reticente a usar una antigüedad para in a una fiesta, pero algo en aquel objeto la empujaba a usarlo. Total, y tal como había comentado Karen, nadie parecía darle la importancia que merecía, así que al menos ella le daría un homenaje luciéndola esa noche.

Karen la llamó de nuevo y Syd, sacudiendo la cabeza, comprobó su maquillaje una vez más en el espejo en un gesto frecuente antes de salir.

Si se iba a divertir, lo iba a hacer en condiciones, se dijo viendo que Karen había intimado con un hombre con una máscara de león. Syd sonrió ante lo típico de la indumentaria y deseó que fuese un buen chico y que la rubia se divirtiese.

Miró a su alrededor en busca de alguien con quien pasar el rato, entablar una conversación inteligente y, tal vez, tomar un par de copas. Pero, a medida que transcurría la noche, las conversaciones iban siendo más y más tediosas y superficiales.

Se suponía que en un baile de máscaras la gente sacaba su verdadera personalidad, pensaba contrariada.

-Bonita máscara. ¿Es original?

Syd se giró para encontrarse con un hombre con disfraz y máscara de Pierrot. Sonrió antes de darse cuenta de que el hombre no podía verla detrás de su máscara. El hombre hizo un gesto ante el silencio de la mujer.

-Disculpe si la he importunado. No suelo hacer este tipo de cosas, pero de verdad que me ha intrigado su máscara- dijo.

-No se preocupe, no me ha molestado. Si con original se refiere a que es del siglo XIV, está en lo cierto.

-¿Debería preguntarlo cómo la ha conseguido? ¿O es algo tan ilegal que es mejor no saber?

-Nada ilegal. Digamos que es una pobre olvidada a quien nadie parece dar la importancia que se merece.

La voz del desconocido, claramente distorsionada por la máscara que llevaba puesta, tenía una cadencia que se le antojaba familiar, pero lo que realmente le intrigaba era la extraña luz violácea que se proyectaba sobre los hombros del hombre.

-Interesante disfraz, el suyo- dijo la cazadora. “Pierrot” se observó y se encogió de hombros.

-La verdad es que ha sido lo primero que he encontrado. No pensaba venir a esta fiesta, la verdad.

-Pues ya somos dos. ¿La persona que le ha obligado a venir está por ahí intimando con otra gente?

La risa de “Pierrot” tenía algo que la hacía muy agradable.

-Casi espero que sí. La verdad es que creo que en el trabajo me deben un favor enorme. ¿Se tomaría un cóctel conmigo?- quiso saber “Pierrot” señalando la barra con un gesto. Sydney aceptó de buena gana.

-Odio estas cosas- comentó el recién llegado orientando la pajita a la pequeña apertura de la boca de la máscara- Soy un hombre.
Se supone que no bebo por estos chismes.

Sydney rió contenta de haber encontrado a alguien con quien hablar por fin.

Y la cosa fue mejor de lo que esperaba, tanto que Sydney estaba más que entusiasmada con la persona a quien acababa de conocer. No parecía su tipo- aunque últimamente evitaba justamente a los altos, musculosos y de aspecto peligroso que solían atraerle -, pero tenía una conversación interesante y era divertido. No podía esperar nada mejor y estaba deseando dar por finalizada la fiesta y pedirle que la acompañase a su hotel para ”conocerse un poco mejor.”

Por desgracia, un hombre con una máscara de doble cara les interrumpió y “Pierrot” tuvo que irse sin tiempo a que intercambiasen nombres, teléfonos o incluso pudiesen ver sus rostros.

Malditas normas de mascaradas.

Durante el viaje de vuelta a Toronto, Sydney dedicó el tiempo a analizar el por qué el hecho de que le hubiesen interrumpido su conversación con “Pierrot” le había resultado tan molesto. No era que ella no fuese de las de tener líos de una noche, pero generalmente no le contrariaba tanto no intimar con alguien.

Sobre todo si, como ya había pensado, ese “alguien” estaba tan lejos de sus estándares habituales.
“Pierrot” le había recordado un poco a Nigel, y supuso que lo había extrañado tanto que ahora mismo estaba hecha un mar de dudas.

-¿Cuándo vas a volver?- Syd negará en todo momento que su voz acababa de sonar como la de una niña caprichosa. Si Nigel se dio cuenta, no dijo nada.

-No lo sé. Ahora quiere ir a comprar no sé qué historias y tengo que comprobar que sean auténticas. Espero que haga un cuantioso donativo a la universidad, al menos.

Sydney no pudo evitar sentirse culpable. El joven millonario la había llamado a ella, pero como se había negado y era de una familia importante, el decano obligó a su asistente a hacerse cargo.

Se oyó un ruido.

-Harvey acaba de llegar. Te llamaré luego.

-¡Espera! Necesito que me traduzcas algo. Hay un par de palabras que no logro ubicar- la arqueóloga le dictó la frase de la máscara y Nigel colgó prometiéndole que, en cuanto tuviese un momento, se pondría a traducir.

-He logrado traducir tu frase- le dijo Nigel a Sydney cuando ésta lo llevaba desde el aeropuerto a su casa. El simple hecho de que el inglés hubiese regresado la había hecho inmensamente feliz y pensaba estudiar las causas después. El inglés continuaba- Habla de almas gemelas. ¿Es un objeto celta?

-No. Pero la inscripción sí estaba en gaélico. La encontré en Italia mientras buscaba la antigüedad que nos encargó el museo de Washington.

-¿Época?

-Siglo catorce.

-No tiene sentido- acababan de llegar a la casa del británico. El hombre parecía agotado-. Sube. Tengo la traducción en la maleta. No esperaba que vinieses a buscarme- añadió con timidez.

Sydney sonrió.

-¿Y dejarte en el aeropuerto? Después de que hayas tenido que irte por mi culpa, era lo mínimo que podía hacer.

-No era necesario.

-Lo sé. Pero quería hacerlo. ¿No prefieres descansar?

-Luego habrá tiempo.

Syd sonrió, pensando en que había añorado esa forma de ser de su asistente.

No era la primera vez que estaba en su casa, ni en su habitación. Pero la profesora Fox estaba nerviosa. Tal vez fuese porque iba a averiguar qué era lo que decía la inscripción de la máscara exactamente, pero algo en su interior le decía que aquello tenía poco que ver con la reliquia y mucho con el británico.

-“Cuando ocultas tu rostro, se ve tu alma. Con esto, los ojos del alma encontrarán a su mitad”

Nigel leía el papel mientras Syd observaba el contenido de la maleta de su asistente esparcido por la cama.

-Los celtas creían que los ojos del alma noble, del que sabe ver con amor, vislumbran una llama azul violácea sobre el hombro de su alma gemela y en ninguna otra. Para ellos solo se veía una vez en la vida. Supongo que querían hacer creer que con el objeto que has encontrado, la gente sería capaz de encontrar a su alma gemela, alma noble o no. Por cierto, ¿de qué objeto se trata?- el inglés se giró para ver que la profesora se había quedado congelada en el sitio. Verificó que no había sacado su ropa interior sucia por error de la maleta y se acercó a la mujer-. ¿Syd? ¿Sydney? ¿Va todo bien?

-Nigel. ¿Qué hiciste hace dos semanas?

-Ir con Harvey a ver objetos de arte… hay que ver lo fácil que es de engatusar ese hombre. No creo que tarde en comprar una falsificación, porque…

-¿Nada más?- la profesora sabía que era mejor interrumpir a su asistente.

-Ah. Me hizo subirme a un avión y volar cinco horas para ir a un estúpido baile de máscaras donde por cierto vi una…- el hombre inclinó la cabeza- Sydney… ¿tu objeto es una máscara del siglo catorce?

-¿“Pierrot”?

-¿Eras tú?

¡Al Diablo! Se dijo Syd. Todo ese tiempo añorando a Nigel le habían abierto los ojos. Y además, había visto la luz en el amplio sentido de la palabra. Se acercó al inglés, que se mostró una vez más incómodo con el arrojo de su jefa. Syd sonrió.

-¿Syd?

-Te he echado mucho de menos.

El inglés tragó saliva preguntándose si la morena habría sufrido algún hechizo raro de esos a los que estaban acostumbrados.

-Y yo… claro.

-Y he visto la luz.

-La…¿la luz?

-Esa violeta que dices.

-Pero si no es más que una leyenda.- Nigel no pudo retroceder más, su espalda chocó con la pared.

-No todas las leyendas son irreales. Ya lo sabes.

-¿No habrás bebido de más en la fiesta? ¿Qué hacías ahí?

-Fuimos a entregar las reliquias y nos invitaron. Karen me obligó a ir y no sabes cuánto me alegro de haberlo hecho. La primera copa la tomé contigo… ahora que lo pienso, debí haberme dado cuenta de que eras tú. Eras el único con quien merecía la pena estar. Y hasta te atreviste a invitar a una mujer a tomar algo.

-Llevaba una máscara así que imaginé que a la mujer con la que hablaba no le importaba mi aspecto. Además, estaba muy intrigado con aquella máscara que tenía puesta.

-¿Sólo te interesaba la máscara?

-No, claro que no. Pero esa mujer era como tú… bueno, eras tú. Y alguien como tú no se interesa por alguien como yo. Así que tampoco tenía las expectativas muy altas.

-Oh, Nigel. Una mujer como yo estaría muy honrada de que quisieses pasar lo noche con ella-le susurró antes de darle un pequeño beso en los labios-. Pero vamos a hacerlo bien. Sin prisas. Ahora que sé que eres mi alma gemela, quiero descubrirte poco a poco.

-¿Estás diciendo? No es una broma, ¿verdad?

-Jamás he dicho algo más en serio. Pidamos algo para cenar y durmamos. Cuando estés más descansado me ocuparé de ti-. Sydney le acarició el cuello y Nigel la besó tímidamente.

”Cancela mis citas de mañana”
Karen sonrió leyendo el mensaje y marcó un número

-¿Harvey? […] Sí, todo bien. […]Gracias por llevar a Nigel a la fiesta. […]Por supuesto, ahora estamos en paz.

La rubia colgó el teléfono. Claro que había movido hilos para que su amigo de la infancia contase con la ayuda de Sydney y Nigel. Pero siempre había sabido cobrarse bien los favores.

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