Fic de San Valentín: Eres mi destino (Capítulo 4)

Mar 16, 2015 17:49

Especialmente dedicado a seelphy, para hacerte sonreír hoy (aunque igual acabas odiándome, y entonces ya no vale)



4.

Bob le había invitado a cenar y el marine no sabía qué ponerse. Cierto era que no había traído mucha ropa, y que tampoco era cuestión de presentarse con un traje… seguramente los Williams se reirían de él.

Se decantó por sustituir sus eternos pantalones tipo cargo por unos cómodos vaqueros que Catherine, una amiga con derechos que había tenido en la Marina, insistía en que le hacían un buen culo. Cogió una botella de vino y se dirigió nervioso a la casa.

Por supuesto, una vez en la puerta se percató de que llegaba una hora más temprano de lo debido.

Su primera idea fue volver al tractor, podía hacer tiempo mientras lo arreglaba, pero seguramente acabase lleno de grasa.

Sonaba música y no pudo evitar asomarse para ver de dónde provenía.

Danny y Grace bailaban alegre y despreocupadamente en la cocina mientras se hacía la cena.

El marine sabía que en su rostro había dibujada una estúpida sonrisa mientras los observaba intentando averiguar cuál de los dos era más adorable.

-¿No quieres unirte a la fiesta?

La voz de Bob no solo le sorprendió, sino que también alertó a Danny, que se detuvo en seco mientras Grace giraba sobre sí misma.

-¿Qué haces ahí mirando? ¿Ahora eres un acosador?

-Le he invitado a cenar, Danny- Bob sonrió al marine- Llegas pronto.

-Eh… yo…- Steve extendió la mano de la botella- he traído vino

Danny apagó la radio y se encargó de la botella sin decir nada mientras el abuelo Williams reía sin poder creerse que aquellos dos fuesen tan patéticos.

La cena transcurrió de forma apacible y Steve nunca se había sentido más en familia. A decir verdad, desde la muerte de su madre, cuando él tenía dieciséis años, no había vuelto a disfrutar de ninguna situación de ese tipo: una cena con anécdotas, risas y llena de momentos que le hacían sentir un desconocido calorcito por dentro.

Llevaba quince días ahí y aún no había hablado con Danny de la foto. Sabía que cuanto más tiempo dejase pasar, peores serían las cosas, sobre todo teniendo en cuenta el carácter del rubio, pero, sinceramente, no se atrevía.

Se había enamorado de Danny de una forma irremediable, y se había enamorado de Grace hasta el punto de estar en ese momento sentado en el suelo bebiendo té imaginario entre un oso de peluche y una muñeca de pelo rosa.

-Toma

Grace le tendía un trozo de pasta moldeable de color rosa con una bolita blanca del mismo material encima. Steve levantó la vista hacia Danny, que acababa de aparecer por la puerta tras haber recogido la cocina, en busca de ayuda.

-¿Has hecho pasteles, Grace?- dijo el rubio con una sonrisa- ¿No crees que tío Steve ha tenido suficiente comida por hoy?

El marine sintió cómo se le formaba un nudo en la garganta tras oír al ex policía llamarle “tío Steve”, cuando por fin pudo hablar, se dirigió a Grace.

-Nada me haría más feliz que comerme uno de estos pasteles, que tienen tan buena pinta, pero de verdad que no puedo más.

La niña se encogió de hombros, sin darle importancia.

-Vale.

-Además, señorita, es hora de ir a la cama.

Grace se incorporó y fue hacia Steve. Le dio un abrazo y un beso en la mejilla.

-Buenas noches, tío Steve. Gracias por jugar conmigo.

-Es un placer- si en ese momento Danny se percató de que al marine le había temblado la voz, no dijo nada. A pesar de dirigirle una mirada indulgente-. Me encanta pasar tiempo contigo, pequeña- susurró dándole un beso en la cabeza.

Williams tomó la mano de la niña y se dirigió a las escaleras. Se giró hacia su invitado.

-¿Te vas a ir ya o…?

-Creo que puedo recoger esto y luego tomamos una cerveza.

Danny asintió con una sonrisa.

-Hoy ha sido un día emocionante, seguro que no tarda en caer rendida.

Cuando volvió de acostar a su hija, Steve le esperaba en el porche. En la mesita había un par de cervezas.

-Me alegro de que hayas venido, perdona por no haberte invitado antes. No me di cuenta de que estabas en la cabaña tú solo.

Steve hizo un gesto, restándole importancia al asunto.

-Siempre he sido un lobo solitario. No me importa.

-¿Reconoces entonces que tienes problemas de socialización? Eso es bueno, Steve.

-¿Problemas de socializ…? No tengo problemas de socialización. Simplemente no me molesta estar solo.

O al menos no hasta ahora, se dijo. La sonrisa de Danny le hizo entender que el rubio disfrutaba de aquellas pequeñas discusiones tanto como él.

-Bob me ha dicho que ese tal Graham es tu ex marido.

Danny soltó un gruñido.

-¿Algún problema con eso?

-No, no. Para nada. En absoluto- se apresuró a decir el marine.

-Estaba solo, con una niña y en Massachusetts, donde el matrimonio gay es legal desde el dos mil cuatro. Digamos que me dejé llevar.

-Solo me refería a que no parece el tipo de persona con la que tú saldrías.

-Ya… Me di cuenta después, no te vayas a creer. El amor es ciego, pero solo hasta cierto punto… y yo no comparto. No me vale como excusa un “A veces me gusta estar con alguien con vagina”

-Es un imbécil- murmuró Steve con la botella pegada a los labios. No podía creerse que Graham hubiese sido capaz de serle infiel a alguien tan perfecto como Danny.

-No pongas esa cara, no necesito que le des una paliza por mí. Yo ya le di un par de puñetazos en su momento.

Steve sonrió, orgulloso.

-Y dime- preguntó Danny después de un instante de silencio-, ¿durante estos días no has salido nada de este sitio? No me refiero a hacer la compra, me refiero a conocer gente, tomar una copa…

-No, tampoco sabía a dónde ir.

-Esto es un pueblo, Steven. Debe haber como cuatro bares.

-Hay doce.

-Para no saber a dónde ir, te has estudiado bien el plano, ¿eh?

-Me gusta conocer el entorno en el que me muevo.

-¿Por si hay un ataque enemigo?

El marine se encogió de hombros

-A lo mejor puedes enseñarme qué bares son los que merecen la pena.

-Yo ya soy padre, no puedo ir por ahí de copas.

Steve acabó su cerveza de un trago y se incorporó mientras dejaba su botella junto a la de Danny.

-Sabes que Bob se hará cargo de ella encantado. Nos vemos mañana. Que descanses.

Dicho esto, se fue con una sonrisa que el rubio no pudo ver. Ahora había dejado la pelota en su campo. Solo quedaba esperar.

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