"Las lágrimas rodaron por la mejilla de Peter Pan y esto le gustó tanto a Campanilla que extendió el lindo dedito y dejó que las lágrimas corrieran por él.
La voz del hada era tan débil que, al principio, el niño no podía entender sus palabras; después las comprendió. Decía Campanilla que acaso podía salvarse si los niños creyeran en las hadas".
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