Mar 14, 2007 10:58
Ayer fue horrible pero... ¡fue la última!... ¡LA ÚLTIMA!... ¡LA ÚLTIMAAAAAAAAA!
Me encuentro mal físicamente, pero desde mi interior no puedo dejar de repetir esas palabras... ¡SE ACABÓ LA QUIMIOTERAPIA!... ¡SE ACABÓ!
Sé que no he terminado, aún queda la radioterapia, más pruebas... pero ya no habrá otra quimio, esa parte de la pesadilla ha acabado, y espero que sea para siempre.
Alguien que ha pasado por esto me dijo: "verás cuando te montes en el coche después de la última sesión, la sensación que tendrás no la podrás explicar con palabras", ¡qué gran verdad!, creo que no hay nada que pueda superar ese momento. Estoy hecha polvo, pero me siento feliz, más feliz que en mucho tiempo, en serio, es una sensación tremenda.
Me acaban de llamar por teléfono y me he puesto a llorar como una tonta de la emoción.
Bueno, voy a relajarme un poco, hoy quería además hablar de otra cosa, de "los vómitos anticipatorios". ¿Recordáis que he comentado que últimamente antes de ir al hospital ya me encuentro mal? Pues esos síntomas antes del tratamiento son tan comunes que hasta tienen nombre: "vómitos anticipatorios". Al menos puedo decir que no estoy loca, que no es que me sugestione yo misma, ya que tanto la hematóloga como las enfermeras me lo han estado explicando. Nos ocurre a la inmensa mayoría, incluso me comentaron que gente, con tan sólo verlas a las enfermeras, ya se ponía a vomitar.
En esta última sesión las nauseas han sido horribles. Comenzaron antes de empezar, y duraron todo el tiempo, aparte de que vomité varias veces mientras me la ponían.
¿Queréis oír algo gracioso? Las nuevas bolsas que han llevado al hospital con el fin arriba explicado son de la marca "vomiter"... Curioso ¿Eh?
Uf, estoy hecha polvo.
Anoche no podía dormir, en parte por las nauseas, en parte por la emoción. Me puse a recordar el comienzo de todo. Me trasladé a octubre, cuando se acercó el doctor que me había hecho las pruebas y me dijo "Siéntate, tenemos los resultados de tu punción, y hemos detectado células malignas". Parece que hace un siglo de aquello. También recordé aquel sofá verde pistacho en una pequeña sala de espera en la sexta planta del hospital. Allí fue donde aquella noche fui a refugiarme, corriendo por los pasillos con mi gotero a rastras. Allí fue donde mi madre junto con las enfermeras de guardia trataron de animarme con tonterías, esos momentos pasan por mi mente como si fueran diapositivas a veces difuminadas, y a veces enfocadas con gran precisión.
También me puse a pensar en mis padres, que no se han apartado de mi lado ni un momento. La primera vez que recibí una quimio, no había ni siquiera una silla para el acompañante, pero mi madre permaneció de pie a mi lado durante todo el tiempo. La admiro mucho por ello, por no titubear, por acompañarme al aseo y sujetarme cuando apenas he podido mantenerme en pie, por traerme un barreño cuando iba a vomitar, por tenderme un pañuelo cuando lo necesitaba. ¿Y que decir de mi padre? Que tiene aún más miedo que yo a todo lo relacionado con los médicos, pero que aún así ha estado al pie del cañón, pendiente en todo momento de nosotras. Sin ellos no hubiera podido llegar hasta aquí.
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