Titulo: Una taza para dos
Fandom: Hetalia - Axis Powers
Claim: Japón/Fem!USA
Desafío: Tabla 30 limones
Reto: Bonus: Feriado, o "Hagamos que este día especial sea 'de verdad' especial!"
Clasificación: MA
Estado: 2/3
Advertencias: Lemon, Smut, Angst, Hurt/Confort, Romance
Palabras: 4753
Disclaimer: Hetalia no me pertenece, es de Hidekazu Himaruya. Hago esto por mera diversión.
Resumen: Es el día de su cumpleaños, pero Japón solo puede pensar en una cosa: que América-san quiere terminar con él. ¿Por qué si no lo estaría evitando? -Japón/Fem!USA-.
Notas Adicionales: Pensé que solo me tomaría dos partes, pero LJ no lo admite porque es demasiado largo, así que no he tenido remedio que cortarlo en tres parte. Disfruten la lectura.
II
Japón no lo podía creer. Parpadeó un par de veces llevándose la larga manga del kimono a la boca, cubriéndole parte del rostro. La miró atónito de pies a cabeza. Se estaba sonrojando y tenía una sonrisa boba en el rostro. No podía verse más patético.
América se sonrojó cuando él comenzó a sonrojarse también. No era nada fácil para ella tampoco. No estaba acostumbrada a usar vestiditos de niña, de lolita, ni usar el cabello tan ondulado como una muñequita, ni ese maquillaje infantil que era más propio de otras naciones femeninas que de ella. El vestido blanco le sentaba bien, al menos eso le había dicho Inglaterra cuando le ayudó a escogerlo. Ese idiota se estaba riendo disimuladamente mientras tenía problemas con el cierre de la espalda ¡¿quién había ideado esa estupidez?! Por eso no los extrañaba de la época en que usaba algo parecido. Al final él la ayudó con el cierre. El muy idiota debía estar feliz de volver a vestirla como cuando era niña.
- ¿No tienes nada que decir?
Él levantó la mirada, embelesado.
-Se ve hermosa, América-san. -Tragó saliva-. Muy hermosa.
Percibió algo de excitación en su voz. Miró más abajo a ver si su pequeño amigo estaba despertando entre sus piernas, oculto bajo el kimono color púrpura. No era para menos: el vestidito blanco llegaba hasta poco más arriba de las rodillas y en sus piernas se divisaban las medias de ligas con encajes. Eso Japón bien pudo comprobarlo cuando, andando con esos grandes tacones que su antiguo tutor le había asegurado combinaban perfectamente con el vestido, casi se cae al suelo mientras caminaba hasta su lado. Él tuvo una vista panorámica de su ropa interior del mismo color que poco dejaba a la imaginación. Definitivamente quería matar a Inglaterra.
-No entiendo cómo pueden gustarte estas cosas. -Ni tampoco entendía cómo a Inglaterra también podían gustarle, de paso. Para ella era mucho más cómodo ir con vaqueros o mejor aún, con faldas ligeras que no le impedían el movimiento: no como ese odioso traje-. ¿Te gusta, Japón?
-Mucho…-contestó él, mirando disimuladamente el escote del vestido adornado que daba una exquisita muestra de sus pechos. A América le encantaba cuando Japón era así de tímido.
-Aunque yo preferiría no llevarlo puesto. -Sintió como Japón se tensaba en sus brazos cuando al fin se ubicó a su lado correctamente, rodeando su brazo entre sus virtudes-. ¡Sería mucho más divertido que tú me lo quitaras!
Rió. Japón, como siempre, a pesar de todas las cosas que hacían juntos en la intimidad, se sonrojó hasta las orejas. Era muy dulce de su parte. Le daban ganas de follarlo con más fuerza aún, de saltar como una poseída sobre su cuerpo mientras él la estuviera penetrando.
Al parecer sus pensamientos se traslucían cual ropa interior en su rostro, porque con un vistazo Japón se sonrojó aún más, como si realmente hubiera leído lo que ella planeaba en su mente y también se lo hubiera imaginado, si es que no le había añadido nada más a esa fantasía.
-Aún no hemos terminado el té, America-san-respondió con toda tranquilidad, poniéndose serio de repente. ¿A quién le importaba el té en esos momentos?, estuvo tentada a preguntarle. Hizo un mohín y se cruzó de brazos, indignada ¡prefería una taza de té a tener sexo con ella!
Él bebió de su taza con una ceremoniosa lentitud, como siempre. Ella seguía enojada cuando él le ofreció beber de su taza de té. A ella no le gustaba el té. Si no soportaba el de Inglaterra que era más dulce, menos podría con el que Japón le ofrecía, que era más bien amargo.
Japón pareció entender. Bajó la taza. Ella lo miró. Con lentitud él le acercó un dulce de castañas a la boca para que lo probara. Eso sí pudo hacerlo. Abrió la boca para recibirlo y sentir el sabor empalagoso y ligero, casi imperceptible de su sabor. Quiso que su lengua también lamiera los dedos de Japón antes de que se apartara. Japón se sonrojó al sentir que lamía sus dedos y no solo eso: la imagen a sus ojos se hizo una visión erótica y la mueca de placer en el rostro de América no ayudaba en lo absoluto a disiparla.
Tuvo tan mala suerte que el resto del bocadillo se le resbaló de los dedos y fue a caer dentro de la taza de té, salpicando el blanco vestido de América. Japón se puso tenso de inmediato.
-Gomenasai. -Se disculpó en el acto hecho un manojo de nervios. Su torpeza siempre le causaba problemas así. Y ahora había arruinado el hermoso detalle que América había tenido con él. Era una persona verdaderamente torpe.
América no le prestó mucha atención. Vio la mancha en su vestido sin mucha importancia, luego miró el bocadillo dentro de la taza de té. Eso puso a Japón más nervioso todavía. Se separó de su brazo.
- ¡Qué lío! -dijo, mirando la taza de té y acto seguido la tomó entre sus manos. Con una sonrisa la acercó a los labios de Japón para qué él bebiera. Él la miró sin entender y colocó sus manos sobre las suyas para recibir la taza y beber de ella. Al terminar levantó la vista hacia América y su rostro se iluminó
-Beba. -Le ofreció empujando las manos de ambos hacia ella. Sus ojos le habían proyectado tal determinación, tal erótica promesa oculta que no recordó cuándo recibió el brebaje que no le gustaba. Lo hizo sin quejarse, mirándolo directamente a los ojos mientras sus labios y su lengua hacían contacto con el té para degustarlo.
Terminó abriendo los ojos con sorpresa: realmente sabía bien. No era el sabor típicamente amargo que sentía al beberlo cuando rara vez lo hacía. Había algo más, algo más allá del té que le había sabido realmente bien. No tardó mucho en darse cuenta que la culpa la tenía el bocadillo que había probado antes: su sabor dulce se había encontrado con el del té en su boca. Un encuentro extremadamente sorpresivo.
- ¿Lo ha descubierto?
América volvió el rostro hacia él, interesada.
- ¿Qué cosa?
- El choque de ambos sabores-le explico-. Por sí solos, el sabor de ambos puede no ser delicioso; demo, cuando ambos se reúnen la boca, ocurre. -Apartó la taza de té entre ambos dejándola en la mesa y la observó con tranquilidad-. Durante la ceremonia del té se acostumbra probar lo dulce con lo amargo.
Hizo ademán de acercarse. Mucho. América se sorprendió porque él solía rehuirla todo el tiempo y sin embargo ahora estaba acercándose a ella. No le molestaba, en lo absoluto: por el contrario, la idea le agradaba; solo que viniendo de él no se esperaba que tomara la iniciativa.
Entonces cuando él la besó castamente en los labios, de la forma más dulce que hubiera imaginado, de la manera más inocente y más pura, no pudo hacer otra cosa más que abrir los ojos atónita por lo que estaba presenciando, y echarlo en falta cuando él se apartó lentamente. Japón, al contrario que ella, había cerrado los ojos para besarla y los abrió tan solo cuando sus labios ya no estaban pegados a los suyos y él se encontraba a una distancia prudente de ella.
-El resultado es sorprendente, ¿no le parece?
América cabeceó entusiasmada.
- ¡Es genial! -Podía volverse fan del té japonés después de esto. Claro, siempre que consiguiera alguno de esos bocadillos también.
Japón tomó ambas tazas servidas sobre la mesa y los dulces japoneses, los reunió en la misma bandeja en que las había traído y las dejó en un rincón del piso de tatami. A América le sorprendió un poco que él no fuera a la cocina ya que él era muy cuidadoso con esas cosas. Acto seguido, supo por qué lo había hecho.
Él le dio el beso apasionado que estaba esperando ¡Oh, Yeah! ¡Al fin algo de acción! No podía esperar a ver lo siguiente que le iba a hacer o lo que ella le acabaría haciendo.
Japón de alguna manera acabó por acostarla sobre la mesa. Por eso había quitado las tazas y los dulces. Hizo un camino de besos desde sus labios, sus pechos y su vientre hasta sus piernas. Sus manos acariciaban sus pechos fuertemente de arriba hacia abajo sobre la ropa. No la había desvestido aún. Cuando América abrió los ojos que cerró producto de la emoción lo encontró muy contento entre sus piernas, demasiado cerca de su entrepierna como para apartar malos pensamientos.
El contactos con sus ojos fue explosivo y le dio el permiso a Japón se seguir adelante con su plan. Con el dorso de su dedo índice y medio le tocó las bragas y acarició su centro bajo la tela. América gimió sin contenerse, clara señal de que le estaba gustando.
Incluso percibía algo de humedad bajo sus bragas, muestra de su excitación antes que comenzaran. Una leve sonrisa se curvó en sus labios y le hinchó el pecho de dicha, porque entonces ella se había excitado con él sin necesidad de que hubiera hecho algo claramente sexual antes. Tal vez eso quería decir que para ella no era tan desagradable a la vista y que por el contrario su apariencia sí le pareciera digna de admirar. El dinero invertido en sus vestimentas nuevas para la ocasión había valido la pena a fin de cuentas.
-Kiku…
Levantó la vista hacia sus ojos azules como el océano, prestando atención.
- ¿Quiere que me detenga?
-Nada de eso, baby-Movió las caderas hacia arriba, invitándolo con un contoneo. Una sonrisa amplia adornaba su rostro y en sus ojos traviesos no se reflejaba ni un poco de inocencia.
-Es usted muy impaciente-suspiró, acariciando lentamente su clítoris sobre la ropa y descuidadamente deslizando sus dedos más abajo lentamente. Su humedad se percibía en el aire, demasiado cerca, demasiado tentadora para ignorarla.
Se separó de ella un instante para tomar impulso y tras mirarla con cierta complicidad, toda la que su inescrutable mirada le permitía, fue a la carga de la inmaculada ropa interior blanca para lamerla.
América se retorció sobre la mesa cuando él comenzó: más lascivamente al principio y calmándose después, tomándose tiempo entre lamida y lamida. Dio pequeños besos sobre sus labios y deseó deshacerse de esa molesta tela que le impedía tomar sus jugos en su boca. Ya se desharía de ella más adelante.
Todo lo que ella quería gritarle era que le quitara la ropa interior y la lamiera directamente sin esa molesta braga en medio, pero él parecía no querer lo mismo. Movió sus cadera contra su boca, invitándolo a entrar o a probarla, cualquiera de las dos, la que él quisiera: o ambas, mucho mejor. Estaba tan segura que eso resultaría que le sorprendió que él se alejara de ella ¿qué diablos había hecho mal? ¿Qué demonios tenía él en la cabeza?
Japón se alejó definitivamente de su cuerpo y su atención pareció volverse hacia la caja que contenía el pie de manzana que América le había preparado. Se movió de rodillas hasta alcanzarla y coger un pedazo. Parecía bastante bien y normal para venir de ella. Sobre todo comestible y apetecible. No era que América fuera una mala cocinera como Inglaterra, por ejemplo, pero la mayoría de su comida favorita era muy poco nutritiva.
Le dio un mordisco. El sabor era dulce y empalagoso, tan americano como Emily-san. Después de todo, el pie de manzana era un ícono de la comida americana casera. Él se sentía especialmente con suerte de que ella hubiera decidido traérselo porque iba a poder darle una mejor explicación de su cultura gracias a eso. No conforme con una primera mordida dada su ansiedad, probó otro bocado antes de volver con ella y ofrecerle un poco de su porción. Creyó que debido a su enojo no lo recibiría, pero al parecer su amor por su comida era más fuerte y accedió a darle una mordida mientras seguía fulminándolo con la mirada por haberla dejado así de excitada y luego abandonarla. Pero esa nunca había sido su intención e iba a demostrárselo.
-Quiero explicarle esto de mejor manera-le dijo, pidiéndole permiso con la mirada. Ella asintió una vez, tragando saliva esperando lo que viniera-. Permítame mostrarle esto de lo amargo y lo dulce de una forma más personal. -Dejó sobre la mesa el trozo de pie que estaba comiendo para tomar la ropa interior de América y deslizarla por sus piernas hasta quitarlas completamente. Los ojos de ella brillaron con expectación y él casi se deshizo en el acto cuando vio su entrada húmeda y deseosa de sus atenciones.
Sus dedos hicieron contacto con su intimidad desprovista de vello. Sonrió al verla tan preparada para él. América-san realmente se había esmerado en lucir perfecta para él en su cumpleaños. Su dedo índice y medio se deleitaron haciendo un recorrido de arriba a abajo por su intimidad, desde su Monte de Venus hasta la sensible zona cerca de su ano. Luego, la miró directamente a los ojos y, aunque muy en el fondo sus ojos proyectaban pura lujuria, supo contenerse y ocultarla muy bien de su mirada.
-Arigato por obsequiarme el dulce sabor de su pie de manzana. Ahora…-sus dedos hicieron presión en su entrada, adentrándose levemente sin meterse del todo sin dificultad gracias a la lubricación-…quisiera probar el otro obsequio que tan generosamente me ofrece ¿me lo permite, América-san?
¿Él quería decir que…?
- ¡Hazlo!-le otorgó, casi rogando más que permitiendo-. ¡Toma cuanto quieras!
-Hai. -Obedeció complacido. Inclinó la cabeza hacia su sexo y comenzó a chupar y a lamer. América gimió y se retorció sobre la mesa nada más al comenzar ¡quería que esa lengua y esa boca le hicieran tantas cosas ahí donde le dolía! ¡Oh my fucking God! ¡Yes!
Si creía que su tortura estaba completa, se equivocaba. Cuando Japón atrapó su botón rosa entre sus labios creyó que se moría e iba al cielo… ida y vuelta dos veces cuando se dedicó a dar lametazos en esa zona exclusivamente, usando la lengua como si fuera un fugaz látigo sobre la zona más sensible de su cuerpo. Abandonó su clítoris solo para dar una rápida lamida hasta su entrada, sorber y volver a subir. Sus dedos reemplazaron a su lengua en su vagina mientras su boca volvía hasta su nudo de nervios. Si a todo eso se le sumaba que él no paraba de mirarla a los ojos con esa complicidad, entre gozo y perversión, todo era una explosión de arcoíris y placer. No tardó en estallar su primer orgasmo.
Pero no había terminado. Cuando América abrió los ojos después de esa gran sacudida de placer, Japón continuaba laboriosamente entre sus piernas, colocando las manos bajo su trasero a fin de levantarlo, acercarlo más a él y tener completo control de esa parte de su cuerpo para moverla a su antojo, al ritmo de su boca. Las embestidas que su lengua le daba a su botón y los dedos que se colaban hacia su interior tras separar sus labios con los dedos de la otra mano dieron el paso a su segundo orgasmo.
- Stop! - América estaba demasiado sensible cuando lo obligó a parar. Era una locura, porque sentía que estaba a punto de tener su tercer orgasmo de lo cerca que estaba cuando lo detuvo. Pero no era justo y como la buena heroína que era debía detenerlo-. ¡Se supone que este es tu cumpleaños y la que se está llevando todo lo bueno soy yo!-La heroína debía sacrificarse en el nombre de la justicia. Japón pareció entender porque de inmediato paró.
-Es un honor para mí que usted me permita beber de su miel. -Hablaba con completa seriedad-. Supongo que me dejé llevar por el agradable sabor que América y su cocina formaban en mi boca. Me disculpo si le causé alguna incomodidad. -Hizo una reverencia.
Él tenía que estar bromeando. Eso no era incomodar de cualquier forma en que se le mirara.
- ¡Estaría bien si lo hicieras cualquier día, menos este! Hoy esta heroína quiere complacerte por tu cumpleaños ya que no te pude dar el obsequio que en verdad quería darte.
Como si sus palabras hubieran tenido una clase de efecto negativo en él más que convencerlo, Japón se quedó quieto de pronto y su rostro se volvió aún más estoico que de costumbre. Con el tiempo ella había aprendido que eso solo ocurría cada vez que él trataba de esconder una emoción negativa como la tristeza o la decepción, y eso era lo que menos quería que él sintiera ahora.
- Así que se trataba de eso. -Levantó la mirada y con determinación se dirigió a su compañera-. No es necesario que tenga sexo conmigo por algo así. Con que se haya acordado de esta fecha es más que suficiente. -No mentía, estaba feliz, muy feliz de que ella lo hubiera recordado después de todo y de descubrir que realmente no quería terminar con él. Aún así, lo sucedido durante la última vez que intimaron hacía estragos en su cabeza y lo carcomía con la culpa: era más que comprensible si ella no quería tener más sexo con él después de eso.
- ¡Pero sí quiero hacer el amor contigo, Keeks! -Hizo especial énfasis en que ellos estaban “haciendo el amor” y no solo “teniendo sexo”. A Japón también le alegró saber eso. Pudo verlo cuando ese sonrojo tímido se asomó en sus mejillas y en sus ojos opacos vislumbro levemente la ilusión que esas palabras le hacían-. ¡No creo que estuviera más caliente de estar en el infierno gracias a ti!
Las palabras lo noquearon un poco. Al darse cuenta, América ya se había colocado en cuatro sobre la mesa, mirando hacia él de frente con una sonrisa juguetona y un deseo tan palpable como la mesa en la que estaba subida.
-Desabróchate el kimono, Keeks. ¡Quiero tocarte!-le sonrió acariciando el camino desde sus labios hasta la parte en que su Kimono se cerraba-. Estoy deseando probarte. -Su mano no perdió tiempo en buscar su trasero y darle un agarrón antes de dirigirse hasta su miembro sobre la ropa, despierto y reprimido. Japón abrió los ojos con fuerza después de esa imprudencia y bien sabía que si seguía así mucho tiempo iba a volverse loco, sobre todo teniendo en frente a una mujer tan sexy como América-san para complacer sus deseos.
Rápidamente se deshizo del obi de su atuendo y de los demás lazos que sujetaban su kimono. Lo abrió para mostrarle su pecho descubierto, desprovisto de vello naturalmente a diferencia de otras naciones. Aunque su cuerpo era delgado por naturaleza el entrenamiento que hacía desde hace siglos le daba una apariencia ejercitada que aunque era trabajada ni en sueños podría compararse con la de Alemania o con la de Rusia, lo cual era fuente de constante frustración para él, pero que era un hecho que no podía cambiar por más que quisiera.
América se relamió los labios cuando él le enseñó su pecho desnudo. Sus manos se acercaron a sus pectorales y sus dedos presionaron sobre las duras puntas de sus pezones, bajando hasta su tórax hacia su vientre y deteniéndose en su ingle. Miró la odiosa tela que era su fundoshi y deseó poder desaparecerla con la mirada. Japón, embobado por la vista y sus atenciones casi se olvida de quitarla y de la desesperación que a América-san le causaba su ropa interior tradicional. Ciertamente no quería perder otra fundoshi a manos de su ansiosa amante con su superfuerza.
Estaba deshaciendo los nudos que América tanto odiaba cuando sintió que ella tomaba la tela con su boca y, a medida que él iba desenredándola, se lo iba quitando con los dientes. Era una visión tan erótica que si no hubiera tenido más autocontrol de su cuerpo de inmediato se hubiera corrido en su ropa interior.
-Siempre quise hacer esto-le sonrió América poco después de quitarse la tela de la boca. Le sonreía como una niña que sabía había cometido una jugarreta que no le estaba permitida. Aunque él nunca le dijo que no lo hiciera, esa acción había sido sorpresiva.
- Shimata! -Estaba a punto de responderle con algo cuando ella se lo llevó directamente a la boca. De una sola vez. Casi le da un infarto y maldijo por lo bajo en japonés. Era una suerte que ella no entendiera nada de lo que acababa de decir, porque aunque técnicamente no significaba algo malo, no era propenso a decir palabras como esa. Jadeó echando la cabeza hacia atrás cuando ella lo soltó y lo miró a los ojos con picardía.
-Sorry. -Sus ojos traviesos, su sonrisa y su voz cantarina le decían que no sentía casi haberlo matado en absoluto-. ¿Quieres que continúe?
«Por favor», quiso decirle, pero se sonrojó gravemente antes de siquiera poder pensar en decirlo. Para América eso era más que suficiente: su cara ansiosa y su respiración entrecortada lo decían todo.
-Ok! -Se lo llevó a la boca más lentamente que la vez anterior, para darle tiempo al anciano aburrido de su novio de acostumbrarse a la sensación de sus labios rodeando su pene y que no le diera un ataque. Ella ya había superado las primeras arcadas y la sorpresa del sabor hace un buen tiempo, el problema era que él seguía mostrándose recatado cuando obviamente no lo era. América bien sabía que no era la primera en hacerle algo así, pero esas eran cosas de pasado y no quería pensar tanto en ello porque podría ponerse celosa. Eso sí, estaba más que segura de que era la mejor de todas sus amantes por obvias razones ¡nadie podía hacerlo enloquecer tanto como ella!
Lo que sí le sorprendía era que estaba vez su sabor parecía diferente ¿la abstinencia de casi un mes, tal vez? Su miembro ya soltaba líquido pre-eyaculatorio antes de que ella lo tomara porque estaba muy excitado desde antes, así que probablemente era eso. O bien todo era parte del dichoso contraste de sabor entre lo amargo de su esencia y lo dulce de su pie de manzana que Kiku había estado explicándole. Deslizó su lengua por todo lo largo del tronco a la base hasta tomar uno de de los testículos en su boca y besarlo.
Japón casi se tambaleó. Ella lo hacía saltar al espacio con solo una caricia: se quedaba completamente suspendido en su mente cada vez que eso ocurría, como si en su cabeza de pronto la gravedad no existiera. Sus rodillas flaqueaban y seriamente dudaba que pudiera permanecer de pie frente a la mesa mientras ella le siguiera dando sexo oral. América debió presentirlo porque lo tomó de las caderas a cada lado con ambas manos, bajando peligrosamente hacia su trasero mientras su boca seguía muy ocupada en darle atenciones. Lo sostuvo fuertemente.
-Emily-san… v-voy a correrme. -Estaba tan extasiado que casi se le olvida avisarle. Normal cuando ella estaba tan aplicada en su labor y él solo estaba dedicándose a disfrutar. Dudó acerca de tocarle la cabeza para aparatarla o mantener los brazos tras su espalda. Al final optó por lo segundo ya que lo primero podía malinterpretarse y eso era lo que menos quería-. Aléjese, kudasai.
Demasiado tarde. América alcanzó a apartarse con prisa antes de que explotara en un potente orgasmo sobre ella. Apenas le había dado tiempo de alejarse lo suficiente y ahora su traje y su escote estaban manchados con su esperma. Peor aún, en su boca aún había restos del semen que había salido antes de que Japón explotara definitivamente. Él jadeaba y respiraba con dificultad después de esa eyaculación. Pocas veces lo había visto soltar esa cantidad. El sudor pegaba sus oscuros cabellos a su rostro. Hace eones que no lo veía así de cansado y satisfecho, como si hubiera corrido una maratón y hubiese llegado a la meta antes que nadie.
-Sumimasen. -Se apresuró a disculparse con autentica culpa cuando volvió a haber aire en sus pulmones, inclinándose profundamente varias veces para enfatizar su sentir. Él en verdad parecía estar pasándola fatal-. Sumimasen -volvió a repetir, profundamente apenado.
- ¡Kiku! -exclamó con fingida impresión para asustarlo. La verdad es que más que espantarla le divertía lo sucedido, no así para Japón que se asustó aún más al oírla y se inclinó rápidamente muchas veces más hecho un manojo de nervios.
América se apartó limpiándose la boca de sus fluidos con el dorso de la mano y luego tratando de quitar la mancha de su escote. Sí, definitivamente la abstinencia tenía que ser la causante de todo eso. Pobre Japón: tanto tiempo solo… debió haberle dolido más de lo que pudiera imaginar dada la evidencia. Se sintió mal de pronto, porque probablemente él ni siquiera debió ser capaz de…
- ¿Te masturbaste alguna vez mientras yo no estaba cerca?-preguntó casualmente, como quién habla del clima.
Él apartó la vista hacia otro lado, rojo hasta las orejas como si el solo hecho de que ella lo hubiera pronunciado fuera causa de vergüenza ajena, sobre todo tratándose de una pregunta tan personal. Sacudió la cabeza. Bingo.
-Etto… yo… yo no…. - ¿Qué le iba a decir? ¿Qué cada vez que pensaba en ella su corazón se había hecho pedazos durante ese mes, dejándolo absolutamente incapaz de autocomplacerse? Tampoco había sido capaz de tocarse viendo alguna serie o videojuego de corte erótico porque sentía que de alguna forma podía estar engañándola con un personaje 2D. Sí, a ese extremo idiotez llegaba y se sentía verdaderamente tonto por eso ahora que lo pensaba.
Los ojos de América se iluminaron conmovidos por sus palabras.
-Japón… ¡eres tan lindo y tonto! -Le dio un abrazo desde donde estaba rodeando su cadera. La culpa se sentía horrible y no hallaba la hora de redimirse. Tonta de ella que pensó que lo estaría manejando todo muy bien él solo durante el tiempo que no estuviera a su lado. Ahora veía que no era así. Japón además había antepuesto su placer al de él ¡y se suponía que ese era su cumpleaños y no el de ella!
Se abalanzó con fuerza desde la mesa hasta él rodeando su cuello con sus brazos. Producto de eso ambos cayeron al suelo. Japón no supo cómo reaccionar cuando la tuvo sobre sí, tan cerca y con su mirada tan azul como el océano fijamente en él. Se sentía tan disminuido, como si ella tratara de ver algo en sus vacíos ojos almendrados, pardos hasta casi ser negros ¿Qué veía, qué veía en él? Deseaba que no fueran los oscuros secretos de su alma, porque se sentía tan vulnerable que creía que ella podría descubrirlos con solo mirar. Ojalá ella viera algo bueno en su oscuro ser, algo que no la asustara y le ayudara a estar más cerca de su corazón, pero eso era absurdo: su corazón se había ido con ella desde el primer momento en que sus ojos se cruzaron y se vieron verdaderamente hace muchos años atrás.
Había estado secretamente enamorado de América desde entonces. Y no podía creer que los dioses lo bendijeran permitiendo que sus sentimientos fueran correspondidos. Eso era más de lo que una persona sencilla como él podía esperar merecer.
- Kiku… -dijo en un susurro cerca de su oreja-. ¡Eres el mejor! -Lo besó en los labios y él no se opuso: solo cerró los ojos para regocijarse más. Emociones tan fuertes como esa era mejor disfrutarlas en la privacidad del alma.
Ella metió su lengua dentro de él y le invitó a jugar. La suya dudó un instante antes de unirse a sus juegos. América le lamió los labios y los atrapó con los suyos una y otra vez, succionando su labio inferior varias veces. Reía con verdadera dicha de sus tímidas y torpes respuestas. Le acarició los hombros con las manos y las deslizó hacia sus brazos hasta llegar a sus manos paralelamente, enlazando sus dedos con los de él.
-Emi-chan…-Estaba tan feliz que le costaba trabajo creer que era cierto. Era una lástima que su cara de póker asiática le impidiera demostrarle sus sentimientos. Abrió los ojos para verla cuando percibió que se alejaba y la vio acomodarse mejo sobre él sentada en sus caderas. A su pene no le faltaba nada para volverse duro otra vez con ese contacto tan directo de sus genitales con los suyos. Ella se afirmó de sus hombros para irse rozando contra él.
Anterior Siguiente