Mar 07, 2008 13:59
En la biblioteca, donde le esperaba el General, llena de libros y documentos que tapizaban toda la estancia. Los libros y documentos versaban de las cosas más dispares. Se podría encontrar desde un tratado de estrategias militares pasando por otros de leyes, muchos de historia, otros de las colonias -escritos en su mayoría por los Jesuitas-, derecho romano, arquitectura, pintura y como no, todos los clásicos. En fin, era una biblioteca que cualquier erudito se dejaría sacar tres muelas para poder pasar en esa confortable habitación un día entero. Palafox, se encontraba sentado detrás de su mesa de escritorio de caoba, sobre ella se encontraban legajos que estaba leyendo en ese instante gracias a los candelabros repujados y dorados iluminaban la mesa sin ningún problema.
Palafox alzo la vista y moviendo el documento que sostenía con la mano hizo un gesto para que se sentase. Siguió leyendo unos minutos hasta que los dejo sobre la mesa y miro directamente a Santiago.
-¡Que escabechina, Santiago, que escabechina!
-¿De que me hablas?
De que va a ser de Madrid. La revuelta de hace quince días, la que el pueblo se levanto contra esos malditos gabachos. Todo el pueblo de Madrid se ha sublevado contra los franceses. ¡Todo el Pueblo! -dijo esto golpeando la mesa- desde los panaderos, carpinteros, carniceros, herreros, zapateros, mujeres, prostitutas, niños, ancianos. Todos menos, claro esta los burgueses, y el clero y todos esos hideputas de los afrancesados como ese cabrito de Godoy, ha obligado al ejercito a mantenerse al margen de la sublevación. Mientras sigue como siempre, besando las posaderas de “mesieur Napoleón”. Dejando que el pueblo muera de hambre, despues que nuestra gloriosa marina, tuviese su día más negro en Trafalgar dirigido por ese incompetente marino de agua dulce que llevó a nuestros gloriosos Churruca, Gravina a la muerte cuando todos los nuestro le decían que ir a buscar a los ingleses era una misión suicida. ¡Pero Claro! Ese “enfant terrible” quería darles un escarnio y lo que encontró fue su primera derrota. Nos ha echado toda la culpa a los españoles, y en Madrid nadie ha contestado y nadie ha cogido a los afrancesados y los ha colgado de un palo. No la Revolución francesa ha hecho añicos la Europa que se sostenía con hilos. Sus ideales, si los observas en frió, son una inyección para la humanidad, pero estas no son las formas. No se puede engañar a todo un país como el nuestro y esperar que no se rebrinque. Lo que te digo Santiago, dentro de poco tocará a Zaragoza, estos gabachos saben muy bien la oportunidad que tienen de dejar este centro neurálgico que es Zaragoza bajo su poder.
- ¿No estás exagerando José?
- No, no estoy exagerando, te lo comento muy en serio. Creo que después de Madrid, vamos nosotros.
- Pero, ¿Qué te hace pensar eso?
- La situación estratégica de la ciudad. Como sabes se encuentra en el centro del triángulo formado por Madrid, San Sebastián y Barcelona. Aquí tienen a las puertas de la ciudad, bajo el cargo del Gobernador Guillelmi a un ejército inmenso para poder mandar hacia donde les plazca sus contingentes de Infantería y Caballería.
- Bueno, bueno, creo que eres demasiado pesimista. Lo de Madrid si que fué algo extraño, pero la mecha que incendió todo fue que creyeron que transportaban todos los miembros de la Familia Real a Francia.
- ¡Pero si están todos allá, exceptuando al Infante Fernando! Que al final, según un despacho que me ha hecho llegar un Capitán del cuerpo de Granaderos Real, el Infante también ha salido ya para Francia.
- ¡Vaya!, esa noticia si que es mala.
- Mala no Santiago, es Peor.