ROJO - Capítulo XXII

Nov 28, 2012 10:34

Aquí les dejamos un nuevo capítulo, esperando que llene sus expectativas y abra otras  :D

Les dejamos un beso enorme.

Archange~Anyara

Con archange_maudit





Capítulo XXII

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Bill necesitó un instante para comprender lo que Nuit le acababa de decir. No era sorpresa por encontrarse en una ‘reunión’ de tres, era más bien la simpleza con la que ella abordaba el hecho. Nada en Nuit parecía demostrarle que tuviese un interés en él, más allá que el de complacer los propios caprichos.

No quiso demostrar su desencanto.

-No habré arruinado tu fantasía ¿no? -le preguntó Nuit, acariciando las palabras con su voz.

Bill bajó ligeramente la barbilla, dándole a su mirada un matiz más oscuro de lo habitual.

-No, mi fantasía es otra… cuando sea mi tiempo la conocerás.

Nuit fue capaz de sentir la presión que aquellas palabras dejaban en el aire.

-Entonces estás preparado para entrar -quiso contrarrestar el dominio que Bill intentaba tener.

-Desde luego.

Ambos entraron en la habitación. Bill observó el lugar, esperando encontrarse con la tercera persona que entraría en el juego, pero sólo estaban ellos dos.

-Ven por aquí -le indicó ella, avanzando tras el biombo que había en el lugar.

Bill recordó las imágenes traslucidas de su cuerpo al cambiarse de ropa. La siguió.

Cuando se encontró tras el biombo, se encontró con más espacio del que imaginaba. No estaba muy seguro de por qué ella lo llevaba hasta ahí. Era cierto que había estado buscando respuestas, pero Nuit se había mostrado reacia a darlas ¿Quería mostrarle los rincones ocultos?

En aquel espacio se encontró con un diván tapizado de un oscurecido color rojo. Un perchero de bronce, con los extremos de la barra ondeados hacia arriba, formando una dulce espiral. Colgado en él, un par de prendas masculinas de cuero negro.

Observó a Nuit con la pregunta implícita. Ella le sonrió antes de responder.

-Son de tu talla.

Bill se preguntó qué papel iba a jugar él en éste encuentro.

-¿Me vas a vestir tú? -preguntó, intentando disimular su desconcierto.

Nuit no pudo evitar el gozo que le producía su actitud insolente, pero no podía dejarse llevar por ella.

-Lo haré -dijo, acercándose a él, tomando la hebilla del pantalón para abrirla-, pero ya basta de juegos, recuerda la norma principal.

Lo miró directamente a los ojos, tirando del cinturón al soltarlo. Bill dejó que su cuerpo se meciera con suavidad, obedeciendo al movimiento.

Los ojos se mantuvieron en contacto, al igual que los dedos de ella contra su piel, mientras la camisa se aflojaba. El roce de los suspensores al caer de los hombros permitió la liberación completa del torso. Bill contuvo un suspiro cuando la mano de Nuit deslizó el pantalón por su cadera, dejándole el resto del trabajo mientras iba por la primera prenda que vestiría ¿En qué lo querría transformar?

Nuit se agachó ante él, sosteniendo el pantalón que vestiría. Bill obedeció la orden expresada en su gesto, metiendo un pie en la prenda y luego el otro. Ella comenzó a hablar, mientras deslizaba el cuero sobre su piel.

-Hoy serás mi pupilo -le dijo. Bill buscaba sus ojos, pero ella no lo miraba. Estaba abocada a su labor-, tendrás un sumiso a tu disposición -entonces lo miró. Quería constatar su impresión. Bill se mantuvo en silencio, escuchando las instrucciones, mientras Nuit le ceñía la cintura del pantalón-. Yo te indicaré lo que tienes que hacer -comenzó a ajustar los cordones que apretaban el pantalón a sus piernas, dejando parte de la piel expuesta-. Yo diré cuando comienza, y cuando termina -Bill sintió el roce de sus dedos contra su muslo, justo antes de tirar firmemente del cordón- ¿Entendido? -preguntó, terminando su labor con un arrastre más.

-Claro. Aquí, tú ordenas y yo obedezco.

Ambos cerraron las manos en puños. Cada uno conteniendo un deseo.

Un instante después, Nuit le acomodó las correas que llevaría contra el pecho desnudo, en tanto Bill se calzó unas botas oscuras, como el resto del atuendo.

Finalmente ella abrió la caja que Bill había traído con los brazaletes. Tomó uno y lo extendió abierto hacia él. El gesto era tan claro que dolía. Bill sabía que le estaba pidiendo una prueba más de su sumisión. Se sintió agraviado, más aún que con las instrucciones que le había dado. Extendió la mano aceptando, pero urdiendo el modo de equilibrar el hecho.

Su mente ya no trabajaba como la de un sumiso. El siguiente clic ya no dolió tanto.

Cuando estuvo listo, ella le indicó que la siguiera. Bill sabía que tras las cortinas de aquella habitación se ocultaban muchos secretos. Recorrió con la mirada los rincones, del mismo modo que había hecho en el pasillo, esperando encontrar algún indicio de que eran vigilados. Pero no halló nada.

Nuit abrió con la mano un paso a través de las altas cortinas. Ambos entraron.

En medio de la habitación, que era más pequeña que la anterior, había una chica de pie con ambas muñecas engrilletadas. Los brazos alzados sobre la cabeza, pendiendo de un gancho adherido al techo por una larga cadena. Lo único que vestía era una bata entreabierta de seda de color marfil. Sus ojos permanecían vendados, lo que le dio a Bill cierta sensación de anonimato.

Se sintió, completamente reflejado en aquella imagen. Recordó los grilletes que él mismo había llevado, y todas las emociones que en ese momento experimentó.

Nuit le hizo un gesto, llamando su atención, y le indicó que se pusiese de pie frente a la chica. Bill obedeció, sin pasar por alto la pequeña mesa que había junto a ellos. Encontró una serie de objetos que habían sido escogidos para ser usados.

-El guante -le dijo Nuit, tomando una fusta que había sobre la mesa.

Bill recogió el objeto de la mesa y lo miró detenidamente. Un lado, el que daba hacia la palma, estaba cubierto con pinchos de metal cuyas puntas estaban lo suficientemente afiladas como para causar temor. El dorso era una suave piel. Se lo ajustó. Debía aislar cualquier emoción de sí mismo. Por primera vez se puso en los zapatos de Nuit, comprendiendo la distancia que ella tomaba. Intento cerrar la mano en un puño para probar la flexibilidad del guante. Miró a Nuit cuando estuvo listo.

-Comienza -le ordenó ella, cruzándose de brazos a unos metros de distancia, manteniendo la fusta entre sus manos.

Se detuvo un instante en la expresión de Nuit. Quiso dilucidar sus sensaciones bajo la máscara que ella tan hábilmente mantenía. Una vez más, le resultó infructuoso. Se decidió a obedecer. Sacaría adelante esta sesión con la misma profesionalidad y precisión, con que lo haría en su propio trabajo. Él era demasiado perfeccionista para permitirse un error.

Observó a la chica. Se fijó en la abertura de la bata, deteniéndose en la piel que llegaba a ver. Su primer movimiento estuvo dirigido a entrar bajo la tela. Notó la inquietud, estaba a punto de tocar a una completa extraña. Decidió que el primer toque lo haría con el dorso de la mano. La acercó al estómago de la chica, y ella se tensó ligeramente. Retiró la mano, no quería que ella adivinara que instrumento usaba. Enseguida efectuó el mismo movimiento, esta vez con la palma. La chica se sobresaltó. Bill observó su rostro, lo que podía ver de él bajo la venda. Se dio cuenta que para ella no era del todo desconocido lo que él hacía. No parecía asustada. Por un instante quiso mirar a Nuit, que ella le diera cierta seguridad en sus acciones, pero desistió.

No era un inexperto en cuanto al placer, así que en su mente comenzó a crear un mapa con las zonas que debía acariciar. Necesitaba orquestar los pasos que daría. Necesitaba hacerlo bien. Comprobó que la bata que ella vestía era un impedimento, pero no había forma de quitarla debido a los grilletes. Miró sobre la mesa una daga enfundada, y mientras le acariciaba la mejilla con el metal en su mano, cuestionaba la decisión de utilizarla.

¿Debía preguntárselo a Nuit? ¿Debía tomar él mismo la iniciativa?

Ella le había dado el papel de dominador. Podía tomar decisiones. Debía desempeñar una labor, y los implementos estaban ahí para que los usara.

Tomó la daga y la desenfundó. La peligrosa pieza en su mano, adquirió un poder mayor que el otorgado por el filo. Comenzó a cortar la tela.

Nuit observó la escena con cierta fascinación. Ver la decisión que Bill estaba poniendo en ejecutar su orden, era algo que se matizaba en su interior. Por una parte se sintió sorprendida por su seguridad, pero por otra confirmó su intuición. Bill en el fondo era un dominador nato… su Dom estaría complacido en su acierto.

Ella observó el modo en que la tela comenzó a caer al suelo. Se quedó prendada del movimiento ondulante y sensual de ésta, durante la milésima de segundo que tardó en hacerlo.

La chica suspiró al notar su propia desnudez.

La mano enguantada de Bill se encontró con toda la piel a su disposición. La acercó, y apretó con medida fuerza, el cuello de la chica. Ella contuvo el aliento, y Nuit también. Luego la arrastró, descendiendo hasta el pecho, acunándolo entre las piezas de metal. Nuit observó las huellas enrojecidas que Bill iba dejando a su paso.

Él analizó el movimiento que acababa de realizar, y el placer o dolor que había causado con ello. Se sintió ligeramente poderoso, y el poder seducía. Giró la mano y masajeó las marcas enrojecidas sobre la piel de la chica, escuchando el suave suspiro que ella liberó. Le gustaba ¿Le gustaría a Nuit también? Quiso mirarla, pero no lo hizo, deseaba que ella fuese testigo de lo que él podía conseguir.

Bajo esa premisa continuó con las caricias, esta vez iría un poco más lejos.

Su dedo índice, con dos piezas de metal, acarició el labio de su sumisa. Se preguntó si esa caricia sería practicable en otra zona de su cuerpo igual de húmeda y sensible.

Por primera vez durante la sesión, se sintió excitado.

Descendió la mano hasta uno de los pezones de la chica, y lo acarició. El metal en sus dedos lo removía ocasionando la erección en la piel. Cuando ésta estuvo tensa deseó atraparlo entre sus dientes, pero no era apropiado, ¿o sí? En ese momento se permitió mirar a Nuit. Ella se mantenía imperturbable ¿Rompería él su hermetismo? Acercó los labios a la piel que acariciaba, sin dejar de observar a su dominadora. Los ojos de ambos se unieron en una mirada irrompible. Bill tocó con la lengua el pezón, y la chica se agitó, quejándose.

Nuit había aprendido con el tiempo a controlar sus emociones, ha hacerlas imperceptibles. Ahora su sumiso estaba poniendo a prueba esa capacidad. Él la había retado a mantenerse inalterable, a pesar del modo lascivo en que su lengua acariciaba el pezón de la sometida. Era un duelo de miradas que los quemaba a ambos. No permitiría que él ganara, o al menos que notara que lo hacía.

El gemido placentero que brotó de los labios de la sumisa, fue el indicativo que necesitaba Nuit para detener a Bill.

-Basta -le dijo.

Bill se detuvo, limpiándose con la mano la humedad en los labios. Nuit sintió deseos de azotarlo.

Nuit se acercó a un costado de la habitación.

-Acércala -le ordenó, indicándole a la chica.

Bill comprendió el mandato y se quitó el guante para hacerlo. Miró de reojo a Nuit, ella también lo observaba. Se había generado un denso ambiente entre ambos.

Desenganchó a la sumisa, y ésta suspiró. Bill se sintió intrigado por la completa obediencia que veía en ella ¿Sería una asistente frecuente del lugar?

Cuando llegaron junto a Nuit, él miró el camastro de cuero que los esperaba. Una superficie que más bien parecía una camilla médica, que una cama. Era corta, demasiado para que una persona se pudiese recostar por completo.

-Siéntala -le indicó Nuit, con un tono mucho más incisivo.

Bill obedeció, acomodando a la chica en aquella superficie que se le antojó fría. Nuit tomó las cadenas que sujetaban a la sumisa por las manos, obligándola a recostarse. Luego se escuchó el enganche que las aprisionó.

-Los pies -le dijo a Bill. Sólo en ese momento él vio que en la parte baja de aquella camilla, había dos grilletes que obligarían a la chica a mantener las piernas separadas.

En ese momento todo se le antojó ligeramente grotesco.

Nuit leyó en su expresión la condena. Se vio a sí misma algún tiempo atrás, preguntándose por las razones que la tenían aquí. Se acercó a Bill y acarició su mejilla suavemente con la fusta, extendiéndose para darle un beso. Él lo aceptó con cierta reticencia, que al profundizar la caricia se transformó en deseo.

Esta vez la fusta lo golpeo a modo de advertencia.

-Los grilletes -le dijo, sonriéndole con la delicadeza justa que deja una ilusión.

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Continuará.

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