Horas nocturnas

May 20, 2010 01:47

Título: Horas nocturnas
Fandom: Junjou Romantica
Pairing: Nowaki/Hiro-san
Género: Romance, algo de humor.
Clasificación: NC-17
Advertencias: Lemon.
Disclaimer: Junjou Romantica ni sus personajes me pertenecen, sólo los uso sin ánimo de lucro.
Resumen: Debía ser un hombre, comportarse como el adulto que era. Esas palabras se las repetía una y otra vez. Sin embargo, al llegar a su casa y encontrarla vacía, no podía pensar en otra cosa que no fuera “Te extraño”.

Nota: Dedicado a nanamiii  a la que le gusta mucho esta pareja =3

Horas nocturnas

Cerró la puerta del armario lo más silenciosamente que pudo, colocándose la bufanda que había cogido instantes antes en el cuello mientras miraba de reojo la figura durmiente en el lecho.

Nowaki.

Salió sin hacer ruido del cuarto y suspiró. Hacía ya una semana y pico que al menor le tocaba el turno de noche en el hospital, y él entre las clases y un par de trabajos que estaba haciendo no pasaba mucho por casa.

Resultado: Cuando él se despertaba, Nowaki llegaba a casa y se iba a dormir, cansado de una larga noche en urgencias. Esos instantes en los que se saludaban mientras él se preparaba el desayuno y Nowaki cambiaba sus ropas por el pijama eran los únicos momentos que habían pasado juntos durante esos días.

Se contuvo de suspirar nuevamente y cerró la puerta de casa con cuidado, cerrando algo más el cuello de su chaqueta a causa del frío y mentalizándose para un día de trabajo más…en el que no vería a su pareja.

***

- Ya estoy en casa -dijo en voz baja, sabiendo, sin necesidad de fijarse en que todas las luces de la casa estaban apagadas, que no había nadie que le respondiera con un cálido “Bienvenido”.

Hiroki dejó la bufanda en el sofá de forma desganada, retirándose el abrigo y aflojándose la corbata sin haber encendido ninguna luz aún, dirigiéndose a su cuarto. Soltó su maletín y encendió la lámpara, encontrándose con la cama pulcramente hecha, y como las otras noches, vacía.

Sin tener muchas ganas se obligó a ir hasta la cocina y prepararse la cena.

No es que lo fuera a admitir abiertamente; él era un adulto, y un hombre, no iba diciendo cosas cursis o declarándose a los cuatro vientos. Aunque bueno, Nowaki también era un adulto y un hombre y sí lo hacía…Pero la cosa es que él no, no estaba en su carácter. Lo pensaba, lo rumiaba por horas o por días, pero no lo decía en voz alta. Su orgullo y la vergüenza extrema que le atacaría se lo impedían. Pero…

Lo extrañaba. Extrañaba tener al más alto abrazándolo por las mañanas cuando hacía el desayuno, hablándole relajado y con una sonrisa a la hora de la comida. Extrañaba oírle llamarlo “Hiro-san” mientras se pegaba más a su cuerpo cuando veían la tele juntos en el sofá, sentir sus brazos rodeándole la cintura mientras dormían, sentir sus labios sobre su piel cuando…

- Basta -se reprendió a sí mismo sonrojado hasta las orejas, agitando la cabeza de un lado a otro. Tenía ya veintiocho años, tenía que ser capaz de soportar el no ver a su pareja durante unos días. Tenía que ser fuerte y no andar caminando como un alma en pena contando los días hasta que al moreno se le acabara el turno de noche.

- Arg, me estoy descontrolando -se lamentó mientras terminaba de hacer la cena y colocar la mesa.

Todos esos días de pensar y sin nadie en casa para distraerle le estaban dejando los nervios a flor de piel. ¡Si incluso esa mañana le había dejado una nota a Nowaki deseándole que tuviera un buen turno!

Se pasó ambas manos por el pelo con frustración y gruñó unas cuantas maldiciones mientras cenaba, intentando prestar atención a las noticias para no pensar en su actitud. Fregó los platos y marchó a la habitación, resignado a otra noche durmiendo pocas horas.

Sus ojos se dirigieron a uno de los cajones de su cómoda, apartándolos rápidamente mientras se regañaba a sí mismo. No debía hacerlo, ayer se dijo que sería la última vez y pensaba cumplirlo.

- No voy a sucumbir -murmuró para sí mismo quitándose la camisa y comenzando a ponerse las prendas del pijama. Sin embargo, cuando terminó, sus pasos lo guiaron hasta el mueble y sus manos fueron solas a abrir el tercer cajón.

Allí estaba guardado uno de sus mayores tesoros, debajo de varias prendas de ropa. Aquello que se había prometido no mirar esa noche, pero que llevaba manteniendo entre sus dedos desde la tercera noche que había pasado sin el moreno, aferrándose a lo que allí se mostraba para sentir al otro más cerca y conseguir dormir unas cuantas horas: las cartas de Nowaki.

En principio las tenía allí guardadas para que el menor no las encontrara y se le ocurriera esconderlas o tirarlas, pero hacía varias noches las había recordado, y a pesar de su orgullo, había cogido un puñado, dejándose deslizar por la pared hasta quedar sentado en el suelo y leyendo una a una las distintas cartas que el moreno le había escrito durante aquel año que habían estado separados.

En su mente, era la voz de Nowaki la que leía aquellas letras impresas en el cada vez más manoseado papel, contándole como le había ido el día, diciéndole lo mucho que le extrañaba y despidiéndose con un te quiero.

Esa noche hizo lo mismo que las anteriores, quedándose sentado contra la pared de la habitación, con un nuevo montoncito de cartas a su lado mientras sostenía una entre sus manos, comenzando a leerla.

***

- ¿Hiro-san? -Nowaki entró a la habitación algo desconcertado. Habían tenido una dura noche en urgencias, y le habían dejado salir un par de horas antes para descansar adecuadamente. Al entrar había encontrado la casa silenciosa, lo cual era normal. Pero el que la luz del cuarto que compartían estuviera encendida a esas horas si que no lo era-. Hiro-s…

Se quedó callado antes de terminar. Extrañado al no encontrarlo durmiendo en la cama había dado un rápido vistazo a la habitación, encontrándose con su pareja sentada en el suelo, rodeado de cartas, completamente dormido.

Una sonrisa amorosa adornó su rostro al reconocer aquellas cartas como las que él había escrito ya hace años. Sintió su pecho hincharse de pura adoración por aquel hombre que amaba más que cualquier otra cosa en el mundo, y se acercó a él, dejando la bolsa con el cambio de ropa en el suelo y arrodillándose ante el castaño.

- Hiro-san -susurró acariciándole la mejilla. Inconscientemente el otro ladeó el rostro en busca de más contacto y, no resistiéndolo más, acabó eliminando la distancia entre sus rostros y besando aquellos labios que tanto había extrañado esos días.

El mayor sintió algo cálido moverse sobre su boca, un olor conocido inundar sus fosas nasales y unas manos abrazando su cuerpo con una mezcla entre posesividad y adoración que había echado mucho en falta.

Abrió los ojos despacio, pensando que su mente le jugaba malas pasadas y le hacía tener sueños vergonzosos, pero el rostro que le sonrió en cuanto despertó y las manos que acariciaron sus mejillas cálidamente le hicieron darse cuenta que no estaba soñando.

- ¿No-waki? -susurró su nombre algo desconcertado de encontrarlo allí a su lado, aún demasiado adormilado para darse cuenta de que se había quedado dormido en el suelo y que el otro lo habría pillado rodeado de sus cartas. Tampoco es que pudiera pensar mucho en cualquier otra cosa, ya que los labios del menor volvieron a apoderarse de los suyos, cada vez con más ansias, con más hambre, y no pudo hacer otra cosa que rodearle el cuello con sus brazos y responder de la misma manera.

Antes de que pudiera percatarse estaba tumbado en el suelo, el cuerpo del menor cubriendo completamente el suyo, sus grandes manos bajando sus pantalones y su ropa interior; cuándo su camiseta había sido retirara, no lo sabía.

-Nowaki…la-la cama -gimió, sus manos aferradas a la espalda del moreno e intentando retirar la ropa que lo cubría para poder sentir piel contra piel. Una lengua adentrándose en su boca y enredándose con la suya propia impidió que volviera a repetir sus palabras, perdiéndolo más en el placer, provocando que su cuerpo ardiera.

- Hiro-san. Hiro-san -repetía como en un mantra, bajando por su cuello, recorriendo la trémula piel con sus labios y sus dientes, sus manos preparándolo para lo que pronto vendría-. Hiro-san…yo no…puedo más.

Gimió en anticipación, besándolo, pegándolo a su cuerpo, aferrándose a su espalda mientras sentía que los latidos de su corazón podrían ser hasta oídos por sus vecinos.

La primera embestida le hizo arquear la espalda, subiendo las manos hasta el pelo de Nowaki y enredándolas en las oscuras hebras, atrayendo el rostro de éste hacia su pecho, en donde notó el ardiente aliento erizarle la piel.

- Ah, Nowaki -gimió de forma casi líquida, sintiendo la mirada nublada tanto por el deseo como por las lágrimas, notando en cada fibra de su cuerpo como el menor se retiraba para volver a hundirse en él, lento, profundo, llenándolo por completo y sin misericordia.

- Hiro-san -casi se le paró el corazón ante aquel tono de voz, escondiendo su rostro en el cuello de Nowaki para no verlo, para no ver su expresión de puro gozo, sus ojos llenos de amor y deseo a partes iguales, pero más que nada para que no viera su rostro sonrojado, sus labios rojos por haberlos mordido en un vano intento de acallar sus gemidos, sus ojos llorosos y una letanía aún guardada en su garganta, en la que sólo se repetía la palabra “más”.

Más. Más fuerte. Más rápido. Más al fondo. Más de Nowaki.

***

Escondió ligeramente el rostro en la almohada, mientras sentía al menor abrazarlo y atraerlo hacia su cuerpo, pegar el pecho en su espalda y enterrar el rostro en sus cabellos después de haber dejado un beso en su nuca.

Se sentía avergonzado. Se había venido dos veces teniendo a Nowaki en su interior, la última había culminado gritando el nombre de su pareja tan fuerte que estaba seguro mañana no podría mirar a sus vecinos a la cara.

-Soy feliz, Hiro-san -dijo el otro cerca de su oído, desconcertándolo por un momento con aquellas palabras-. Primero tu nota de esta mañana, y ahora en la noche te encuentro rodeado de mis cartas.

Hiroki se tensó e intentó huir de la cama, rojo como un tomate y avergonzado hasta la médula. Había sido descubierto y ahora…

- Idiota. ¡Suéltame! Voy a dormir en el sofá, ¡déjame! -gritaba mientras pataleaba para escapar del agarre, pero Nowaki siempre había sido más fuerte, y en el fondo, él no quería huir ni dormir lejos de él.

- Realmente me has hecho muy feliz.

- ¡Cállate!

- Hiro-san -susurró por último, afianzando su abrazo y escondiendo el rostro en su hombro, cerrando los ojos. El castaño sólo suspiró algo enfurruñado, intentando que su rostro volviera a su tono habitual, cerrando también los ojos mientras no podía evitar pensar un “Yo también soy muy feliz…tonto.”



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