Cinecittà

Jun 02, 2008 19:21



"Yo soy un Sorrel, como dicen los camilleros, me oriento bastante bien, pero no siempre ocurre así con los amigos que me conducen, y he adquirido la costumbre de permanecer impasible ante los titubeos de los neófitos cuando nos adentramos por un camino equivocado. Ello puede dar ocasión para descubrir un recoveco desconocido, entrever nuevos rostros o captar al paso un olor a cocina. Fue así como di con el faro una de las primeras veces que me empujaban en mi silla de ruedas, cuando apenas acababa de salir de las brumas del coma. Apareció en el recodo de una escalera que habíamos cogido por equivocación: esbelto, robusto y tranquilizador, con su librea a rayas rojas y blancas que recuerda una camiseta de rugby, me puse de inmediato bajo la protección de ese símbolo fraternal que vela por los marinos así como por los enfermos, náufragos de la soledad.
Estamos en contacto permanente, y a menudo le hago una visita tras pedir que me conduzcan a Cinecittà, una zona esencial en mi geografía imaginaria del hospital. Cinecittà son las terrazas siempre desiertas del pabellón Sorrel. Orientadas al sur, esas amplias balconadas se abren a un panorama del que emana el encanto poético y decadente de los decorados cinematográficos. Las afueras de Berck parecen una maqueta para tren eléctrico. Al pie de las dunas, unas cuantas casetas crean la ilusión de un pueblo fantasma del Far West. En cuanto al mar, su espuma es tan blanca que parece recién salida del departamento de efectos especiales.
Podría pasarme días enteros en Cinecittà. Allí me convierto en el mayor realizador de todos los tiempos. En la ciudad ruedo de nuevo el primer plano de Sed de Mal; en la playa repito los travellings de La Diligencia, y mar adentro recreo la tempestad que azota Los Contrabandistas de Moonfleet. O bien me diluyo en el paisaje y entonces mi único vínculo con el mundo es una mano amiga que acaricia mis dedos entumecidos. Soy Pierrot el loco, con el rostro embadurnado de azul y una ristra de cartuchos de dinamita enroscada en torno a la cabeza. La tentación de encender una cerilla pasa a la velocidad de una nube. Y luego llega la hora en que el día declina, en que va a salir el último tren para París, en que he de volver a mi habitación. Aguardo el invierno. Bien abrigados, podremos resistir hasta la noche, ver ponerse el sol y al faro tomar el relevo lanzando sus rayos de esperanza hacia todos horizontes."

Fragmento de 'La Escafandra y la Mariposa', Jean-Dominique Bauby

Nota: tenía localizado un vídeo de la película en youtube que coincidía con este fragmenteo pero lo han borrado. ¡malditos!

fragmentos, literatura

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