Una vez cruzada la verja de entrada, los cuidados jardines de Worcester se extienden alrededor del castillo en todas sus direcciones. Los setos y las flores de mil colores, trabajados durante décadas por los mejores jardineros, han ido adaptándose a los caminos, las marquesinas, las fuentes o el estanque, creando distintos ambientes en un mismo
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Coge aire lentamente cuando al mirar su dibujo encuentra unas sombras que no le gustan nada, y pasa el dedo para intentar difuminarlas y que queden mejor.*
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Mueve la cabeza hacia un lado, sin despegar los pies, lo justo para poder ver entre los matorrales. Hay una joven dibujando, y al parecer, es nueva por ahí, o al menos, no la había visto hasta ahora.
Mantiene la gran tijera en la mano, sin ni siquiera darse cuenta que la sujeta, y continua observando cómo dibuja.*
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Baja la vista al instante, al pensarlo, y cambia de hoja para volver a empezar.*
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Mira el paisaje de los jardines y los días no han pasado en vano. Parece un poco menos hinvierno. Empieza una hoja nueva, tranquila y relajada como sólo lo está cuando dibuja.*
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Lo admito, señor, *le mira un momento, alzando las cejas, pero sin dejar de mover el carboncillo, por lo que baja la vista otra vez en seguida* me ha descubierto.
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Camina con el rastrillo en la mano, para recoger las hojas secas, a bastantes metros del banco, escondido por varios árboles, para poder verlo todo bien sin ser visto.*
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Continúa recogiendo las hojas, casi conteniendo la respiación, atento, de reojo, a lo que ella haga.*
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Siempre le ha gustado la paradoja de que algo tan bonito como las rosas tuvieran pinchos, hasta identificándose con ellas (y no por su belleza, pero sí por su posición privilegiada), y ahora que la ve sin ellas, no sabe que pensar. Reflejándolo a sí misma se asusta al seguir la comparación. Ella no quiere quedarse sin sus pinchos. Y a la vez es un gesto tan bonito...
Suspira flojito y al final lo prueba, hablando a las plantas. Ya basta de comerse la cabeza.*
¿Rupert?
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Esta vez no se ha sentado en el banco, sólo está de pie frente a él. ¿Al fin y al cabo estoy aquí, no? se dice a sí misma, alzando un momento la vista a las nubes. Sea lo que sea lo que eso signifiqueBaja la vista a su vestido, azul con ribetes y puntas de distintas tonalidades del mismo color. No es especialmente llamativo, ni arreglado, tal y como le aconsejó Rupert. Pero la verdad es que Angela no tiene vestidos ostentosos, ni nada ostentoso realmente. Lo que no se puede negar es que su porte es el de una lady de alta sociedad, y de eso ella no se da cuenta ( ... )
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En cuanto la ve, sonríe, con una muequita.*
Bueno, bueno, bueno...
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Bueno, bueno, bueno.
*Le imita, hasta haciendo su misma mueca.
No dice nada más porque no sabe qué decir, aunque cree que debería decir algo. Para no crear una situación incómoda baja la vista mientras él se acerca y ya le vuelve a mirar cuando está frente a él. Intentando no pensar lo que está pensando.*
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Le ha dado tiempo de guardar todo y asearse antes de acudir a su cita con Angela. Porque no lo han dejado claro, pero está seguro de que acudirá. Las señales de la noche anterior fueron claras. En realidad, el mensaje no podría haber sido más revelador.
Sonríe para sí, bajando la barbilla, mientras espera.*
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No vuelve a alzar la vista hasta que no está a un par de metros del banco y ya le ha dado tiempo de disminuir la sonrisa.*
Un día estupendo, ¿no cree, señor Chase? *Murmura contenta, sin ser demasiado alegre, mientras se sienta a su lado en el banco. Espera a que le mire para sonreír.*
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