¤ Comunidad:
quinesob.
¤ Título: Una visita inesperada.
¤ Fandom: Axis Power - Hetalia.
¤ Claim: Reino Unido/China (Arthur/Yao).
¤ Palabras: 898.
¤ Advertencia: Yaoi/Slash (dependiendo desde donde se vea -?-) y como que fluffy con su gran dosis de OoC *sob*.
¤ Notas: Cursi y soso. Punto.
¤ Resumen:
Tal vez, y sólo tal vez, un corazón que había sufrido lo mismo pudiera reparar al otro.
China estaba lastimado, no solo físicamente, sino en espíritu. Llevaba algunos días recluido en su habitación, sin querer ver a nadie. Corea estaba demasiado preocupado por él, por eso no se apartaba de la casa ni un instante. Vietnam hubiera querido hacer lo mismo, pero ella cargaba con su propia pena, siendo Tailandia quien intentara consolarla. Tibet no sabía que hacer, por lo que prefería estar solo. «Más ayuda el que no estorba», había dicho y Corea sabía que tenía razón.
Pareciera que el universo quisiera desquitarse de los errores que llegó a cometer China a lo largo de su vida mandándole varios males al mismo tiempo. El primer mal llegó con el estúpido inglés, quien les arrebató al menor de sus hermanos, para tiempo después -hace unas cuantas semanas y sin darle tiempo a ninguno de aceptar la ida de Hong-Kong-, Japón se reveló sin explicación alguna, hiriendo profundamente a China, rompiendo todos los lazos que con tango ahínco el mayor había creado. Y, como si eso no hubiera suficiente, se atrevió a llevarse a la más pequeña de sus hermanitas, haciendo que Vietnam llorara desconsolada.
Tal vez por eso, cuando fue a abrir la puerta, la persona que Corea vio tras ella le sorprendió mucho.
―¿Qué haces aquí? ―No quiso ser rudo, bueno, en parte.
Reino Unido escondió tras la espalda lo que fuera que traía en las manos, un tanto avergonzado.
―¿Puedo ver a China?
Corea frunció el ceño.
―¿Cómo te enteraste?
Reino Unido no contestó, posiblemente porque la respuesta haría que el oriental lo sacara casi a patadas.
―¿Puedo verlo o no?
Corea se cruzó de brazos, examinando de arriba a bajo al inglés. En esos momentos no le tenía nada de confianza. Pero, tal vez -y sólo tal vez- él pudiera entender lo que estaba sintiendo China y animarlo. Al fin y al cabo él europeo también había pasado por algo similar.
Al final se hizo a un lado, señalándole el camino hacia la habitación de su hermano mayor y se fue a la cocina, para preparar algo de té.
Reino Unido no tardó en dar con la misma, aunque dudó un poco, puesto que para él todas las puertas eran parecidas. Tocó suavemente y sonrió al comprobar que no se había equivocado.
―Corea, ya te dije que estoy bien, aru, no tienes que venir a verme cada hora.
―No soy Corea ―susurró el inglés, pero aún así fue audible. Le llamó la atención un ruido de como si algo se hubiera caído y al instante siguiente la puerta corrediza se abrió un poco, dejando ver la silueta del oriental.
―Reino Unido, ¿qué hace aquí, aru? ―preguntó sorprendido. El rubio le sonrió, con algo de pena.
―¿Visita social?
China suspiró, mostrando una pequeña sonrisa, algo forzada, y abrió la puerta, pero salió y la cerró rápidamente, sin dejar que el inglés mirara dentro.
―Está algo desordenada, mejor vamos al jardín ―Se excusó, algo sonrojado. Pero Reino Unido no le dijo nada, sino se dedicó a observarlo. China tenía la frente vendada, al igual que los brazos y, por lo que su ropa holgada dejaba ver, el torso y la espalda también estaban del mismo modo. Se recordó a si mismo, luego de la guerra de independencia de Estados Unidos y no pudo evitar sentir tristeza por el oriental, al parecer China la había pasado mucho peor que él.
―Déjame ayudarte ―E ignorando la negativa de China, Reino Unido lo tomó del brazo, ayudándole a sentarse en una banquita que estaba bajo un árbol que parecía un cerezo.
―Gracias, aru ―dijo y el silencio se hizo entre ambos.
Reino Unido tartamudeó un poco, intentando buscar un tema de conversación, pero calló cuando China colocó su mano sobre su hombro, sonriéndole de manera tierna.
―No debió preocuparse por mí como para venir a verme. No es para tanto.
―Lo es ―El europeo tomó su mano con la suya, algo sonrojado―. Yo también perdí a mi hermano pequeño, ¿recuerdas?
China asintió, sin poder evitar que sus ojos se humedecieran un poco. Reino Unido le entregó en ese momento el pequeño regalo que traía. China lo abrió, curioso, encontrándose un prendedor de plata en el interior.
―Los objetos no logran quitar los pesares, pero ayudan un poco ―dijo, avergonzado.
China sonrió, acariciando el pequeño prendedor, con forma de mariposa.
―Muchas gracias, aru.
―Déjame ponértelo ―China no se negó a la petición.
El inglés tomó el prendedor de la caja y, con cuidado, lo colocó en los negros cabellos del oriental. Antes de que éste último se retirara, Reino Unido le acarició la mejilla, para después robarle un beso corto, sorprendiendo a China, quien sólo atinó a sonrojarse, sintiendo como tan tierno gesto le había quitado el aliento.
Reino Unido iba a marcharse, sintiéndose de repente un tanto estúpido por culpa de su timidez, pero Corea no se lo permitió, llegando en ese momento con una bandeja con té y pastelillos. El oriental más alto estaba contento, no sabía como le había echo ese occidental, pero había logrado que su hermano saliera de la habitación. Eso bastaba para que se ganara su aprecio y quisiera retenerlo.
China coreó la invitación de su hermano, a lo que Reino Unido no supo como negarse.
La tranquilidad volvió a reinar, aunque fuera un poco, en la casa de los orientales, tal vez indicando que lo peor ya había pasado, por ahora.