¤ Comunidad:
fandom_insano.
¤ Título: Días Duros.
¤ Fandom: The Forbidden Kingdom [El Reino Prohibido].
¤ Claim: Ni Chang/Golden Sparrow.
¤ Tabla:
Temas Musicales.
¤ Canción: 04. Días Duros.
¤ Palabras: 1,208.
¤ Advertencia: Fem!slash, mención de lime y tortura.
¤ Notas: Otra escena perdida en el mundo del Reino Prohibido. Igual, dedicado a
miyu_su.
¤ Resumen:
"Entenderás de mal modo que los días allá fuera son más duros de lo que te imaginas y regresarás a mi por tu propia cuenta".
Abrió los ojos con dificultad, sintiéndose más cansada que de costumbre. Miró a su alrededor y se extrañó al no encontrarse en la habitación de siempre. En vez de estar en su habitual celda, ahora se encontraba en una elegante estancia. Intentó moverse y fue cuando notó que algo estaba agarrado a sus manos y piernas. Al mirar, vio que en cada extremidad tenía un grillete, los cuales estaban agarrados a largas cadenas y estas a su vez estaban sujetas a los postes de la gran cama sobre la que se hallaba, limitándose demasiado cualquier movimiento o el salir de ese lugar.
La pequeña niña se asustó, pues terminó de reconocer el aroma -y por ende a la dueña- que inundaba aquel lugar. Se estremeció al entender la verdadera razón por la que se hallaba ahí, haciendo que se desesperara y comenzara a jalar las cadenas en un vano intento por escapar, lastimándose en el proceso. Sabía muy bien lo que sucedería en el momento en que aquella mujer entrara por la puerta y por esa razón quería evitarlo a toda costa.
Ya habían sido cuatro años desde que esa tortura había comenzado y no se sentía capaz de soportarlo más, no cuando comenzaba a acostumbrarse a ese estilo de trato. Y comprendía que aquello no era correcto, que si se quedaba más tiempo en ese lugar perdería completamente su esencia para convertirse en una marioneta que ella pudiera usar a su conveniencia. Posiblemente eso era lo que más le asustaba y lo que hacía que su deseo por querer escapar de ese lugar aumentara. Sabía que no podría soportar eso mucho más tiempo.
Jaló con más fuerzas las cadenas de sus manos, con la intención de soltar el agarre de las mismas a la cama. Calculaba que le quedaba poco tiempo antes de que su captora hiciera acto de presencia, por lo que sus movimientos se hicieron más desesperados. Para su fortuna, un eslabón de la cadena de su mano derecha se abrió lo suficiente para poder sacarla y así tener una mano prácticamente libre. Pero al parecer la suerte no estaba totalmente a su favor, pues en el instante en que casi logró liberar una de sus piernas, la puerta se abrió dejando ver a una joven mujer de larga cabellera plateada y pálida tez. Los oscuros ojos de la misma vieron a la niña sobre su lecho y al notar los progresos en su intento de escape sonrió con malicia.
―¿Tratando de escapar nuevamente, mi querido gorrión? ―murmuró con voz suave, caminando hasta detenerse al borde de la cama. La niña retrocedió todo lo que pudo sobre la misma, deteniéndose en la otra orilla. Aquello sólo logró hacer sonreír a la bruja.
―N-No... hoy no ―rogó la pequeña, encogiéndose sobre si misma, pero Ni Chang no le hizo caso y, al contrario, se sentó en la cama. Estiró su brazo hasta poder acariciarle los largos y negros cabellos que poseía. Esa caricia hizo que un escalofrío le recorriera por toda la espalda a la niña, haciendo que la bruja disfrutara el ver sus reacciones. Pero no se detuvo ahí. Sin moverse de su posición sobre la cama y sin detener la caricia sobre su cabello, Ni Chang comenzó a entonar una suave melodía, la cual se encargó de adormecer levemente a Sparrow, como si la pusiera en transe. La canción hizo que el brillo de los ojos de la niña desapareciera y su cuerpo dejara de moverse a su voluntad.
La bruja de los lobos sonrió al ver que su hechizo estaba haciendo efecto. Se quitó el prendedor de jade que sostenía su cabello, haciendo que este cayera como cascada sobre su espalda, y lo dejó en la mesita que estaba a un lado de la cama. Se acercó más a la niña y, con un gesto simple, le robó un beso, obligándola a que se recostara. Sus manos acariciaban su rostro, delineando cada parte del mismo, para después seguir con su cuello y así ir bajando cada vez más.
Lo que sucedió a continuación era el tormento que aparecía siempre en los sueños de Sparrow y los que le aseguraban a Ni Chang que la tenía prisionera en más de un sentido.
A la mañana siguiente, cuando Golden Sparrow abrió los ojos, se vio sola en aquella habitación, aún con las cadenas puestas en sus brazos y piernas -incluso la que había logrado soltarse ya estaba reparada-, y advirtió que traía puesto un ligero vestido de seda. Al momento de sentarse, un dolor punzante la embargó por completo y supo que aquello que temía había sucedido nuevamente. Desesperada por querer escapar de ese lugar y así evitar que eso sucediera otra vez, buscó en todos lados algo que pudiera ayudarle a deshacerse de las cadenas y fue cuando lo notó.
El prendedor que Ni Chang había traído la noche anterior aún seguía sobre la mesa donde lo había dejado. Sparrow vio un rayo de esperanza en el mismo y lo tomó, utilizándolo para abrir los grilletes.
Tardó su tiempo, pero cuando finalmente lo consiguió, de manera inconsciente se sujetó el cabello con aquel prendedor. Se levantó con dificultad y tomó uno de los abrigos que había en el armario de la habitación, así como unos zapatos algo grandes para ella.
Usando la poca agilidad con la que contaba en esos momentos, escapó por la ventana, lastimándose al caer de la columna por la que había descendido. Pero el dolor no le importó al ver la gran oportunidad de alejarse de aquel lugar.
Corrió todo lo rápido que pudo, rogando que la bruja se diera cuenta de su ausencia cuando ya fuera demasiado tarde y que ninguno de sus guardianes la encontrara antes de tiempo. Cuando razonó su situación, ya se encontraba en las afueras de aquel territorio de hielo.
Mientras tantos, los lobos guardianes del palacio habían estado a punto de seguirla en el mismo instante en que la sintieron pisar los jardines, pero una pálida mano los había detenido con un gesto. Voltearon a ver a la dueña de la misma, interrogantes por semejante acción, pero al ver la expresión en su ama sólo se encogieron en su lugar. Uno aulló, dando así el aviso de que dejaran ir a la niña.
Ni Chang miraba expectante el intento de huída de su pequeña y querida ave, dispuesta a dejarla ir en esa ocasión con tal de que se volviera más fuerte, asegurando así que su diversión aumentaría cuando volviera a capturarla en un futuro no muy lejano.
―Crecerás y serás una mujer esplendida ―Le dijo a la nada, observando como la nieve comenzaba a caer y borraba cualquier rastro que hubiera dejado la niña―. Entenderás de mal modo que los días allá fuera son más duros de lo que te imaginas y regresarás a mi por tu propia cuenta.
Rió divertida al terminar su pequeño discurso y entró a su palacio. Los lobos la miraron sin decir nada, teniéndole más miedo que nunca, pues era la primera vez que le habían visto aquel tipo de sonrisa en el rostro. Pero de algo si estaban de acuerdo, y eso era que -sucediera lo que sucediera- a esa chica no le deparaba nada bueno.