- Venga nenazas, vamos a hacer noche aquí, y ya llegamos tranquilamente mañana, que tengo el trasero más pelado que tu cabeza, Mike.
Acamparon en un pequeño claro, usando como mantas las capas del uniforme ya que no habían previsto pasar la noche al raso. Mike ató los caballos a un árbol y Tom fue a buscar ramitas para encender una hoguera. Mientras, Chad vigilaba a Jensen para que no se escapara.
- ¿Qué te pasa, nenita? ¿Estás triste porque vas a tener frío esta noche? No te preocupes, que seguro que estos dos te calientan si quieres.
- Chad, vete al cuerno.
- Ouch. ¿Qué pasa Mikey? ¿No te gustan los tríos? Bien mirado, el niño bonito no está mal, si te pone eso - susurró Chad mientras se acercaba a Jen. - Además, seguro que tiene un buen... - le agarró de la tunica y se la intentó levantar. En ese momento, se oyó un ruido de ramas al caer al suelo, y Tom se lanzó contra Chad.
- Déjalo en paz, ¡imbécil! - le espetó mientras lo tiraba al suelo, y le golpeó en la mandíbula repetidas veces. - Te guste o no, sigue siendo tu príncipe, así que trátalo con respeto.
Prepararon el fuego y reajustaron los bultos en círculos para dormir alrededor del fuego. Aprovechando que Chad seguía en silencio en una esquina, Jensen se acercó a Tom.
- Gracias, en serio, no tenías que golpearle tanto sólo por mí.
- Ni lo mencione, Alteza, ha sido un auténtico placer.
- Lo supongo - contestó el príncipe sonriendo.
- No es por hacer leña del árbol caído, pero, Chad, querido, ¿qué se siente cuando una nenita te hace una cara nueva?
- ¡Mike! ¡No provoques! - le gritó su novio, mientras Chad ponía cara de ofendido, y el príncipe se rió con toda su alma. - Tengamos la fiesta en paz, lo que queda de noche al menos.
Mike dormía hecho un ovillo rodeado por los brazos de Tom, así que sólo necesitaban una capa para no pasar frío. La restante la recibió muy gustosamente Jensen, que no podía evitar sentir el frío colándose por sus huesos. Chad por su parte, dormía a pierna suelta. El suave murmullo de unos grillos y el crepitar de la hoguera sumieron al príncipe en un sueño intranquilo. No podía sentirse seguro si no estaba en los brazos de su Jared, y las pesadillas que inundaban su cabeza eran prueba de ello.
Tras la noche, llegó el día y había que ponerse en camino para recorrer el último tramo que les llevaría de nuevo al reino de Jeffrey de Morgan, la prisión de su hijastro.
El ánimo seguía sombrío después de la pelea de ayer, y al ver el castillo acercándose cada vez más, ninguno de ellos sentía muchas ganas de hablar, ya fuera por llegar cuanto antes, como era el caso de Chad, o por lo que fuera a pasar al llegar, en el caso de los demás. Llegaron a las puertas de la ciudad a media mañana, donde todo el mundo andaba revolucionado con los rumores de que el príncipe Jensen había sido secuestrado en un reino vecino. Comenzó un murmullo entre el populacho en el mismo momento en el que los tres soldados atravesaron el puente levadizo y se fue acrecentando a medida que se acercaban a la entrada principal del castillo. Aunque a ella, por supuesto, la baja plebe no tenía acceso. Desmontaron los caballos y Chad fue a avisar al rey de su llegada, mientras Mike y Tom intentaban calmar los nervios del pobre Jensen, que hacían que le temblaran hasta las piernas, por su futuro incierto ahora que volvía a estar bajo la tutela de su padrastro.
- Si antes me tenía encerrado, ahora me mata, os lo digo yo, de esta me mata.
- No diga eso Alteza, su Majestad sonaba realmente preocupado cuando nos mandó a buscarle. Quizá la situación cambie para mejor.
- Pues no contaría yo con ello - suspiró el príncipe.
- ¡¡Hijastro querido!! Qué alegría verte sano y salvo. Ven conmigo, te acompañaré a tus aposentos. Tienes muchas cosas que contarme.
Y sin más explicaciones, ambos entraron al castillo, protegidos de miradas curiosas. En lugar de dirigirse al salón del trono a "hablar", fueron siguiendo los pasillos más desiertos hasta llegar a una puerta bien conocida por el príncipe, al menos desde el otro lado. La torre donde había estado encerrado desde que muriera su madre.
- ¡Entra! - le gritó el rey, empujándole dentro. - No te creas que no me he enterado de "tus andanzas". Estarás contento, arrastrándote por el fango y arrastrando a mi reino contigo.
- ¿Por el fango? Su Majestad, ¿de qué habla? No he hecho nada de eso, me he limitado a ser feliz, una persona normal.
- ¿Normal? ¡Normal! Sí, claro, por eso has buscado a alguien que pudiera abrir el cinturón que te puse. ¡Para dedicarte a esas prácticas malsanas e impuras! ¡Para hundir mi nombre en la miseria! ¿Cómo te atreviste?
- No... no me he dedicado a ninguna práctica malsana y nadie me ha quitado el cinturón, Majestad, no sé de qué habla. Compruébelo si tiene dudas.
- No soy tan idiota, "hijastro querido" - dijo, casi escupiendo las palabras - igual que se quita, se puede volver a poner. Y no intentes convencerme, tengo testigos de esa vida "normal" que llevabas, sé muy bien a lo que te dedicabas. Y esas actividades impuras e inmorales, ¡no tienen cabida en mi reino! No volverás a salir de esta torre nunca jamás, y me aseguraré de que a ojos del reino, estés muerto. Sufrirás un "accidente" y morirás, para que nadie vuelva a preocuparse de ti, ni sepan dónde estás. Considera esta torre tu tumba en vida, y púdrete aquí dentro.
Con esas palabras, cerró la puerta de golpe, y echó la llave, para que el príncipe no pudiera salir, tal y como le había prometido. Jensen se sentó en el camastro con la cabeza entre las manos, sin poder evitar las lágrimas que acudían a sus ojos.
- Estupendo, hemos vuelto al principio, pero ahora estoy incluso peor. Y espero que sólo quiera hacerme pasar por muerto, y no me mate realmente. Madre, ¿por qué tuviste que casarte con él? ¿Por qué tuve que quedarme con alguien que me odia tanto?
- Alteza, ¿está ahí? - se oyó a Tom al otro lado de la puerta - ¿Qué pasó? ¿Se encuentra bien? Calla, Mike, que no le oigo.
- Define bien. No tengo heridas, ni me ha torturado, aún, al menos físicamente. ¡Pero esto es mucho peor! Vuelvo a estar encerrado, de por vida, como antes, pero cómo voy a poder soportarlo ahora. ¡Cómo puedo vivir así sabiendo lo que hay fuera de aquí! Ahora sé lo que es sentirse querido, seguro, con alguien que se preocupa por ti. Compartir los días y las cosas cotidianas, esas que no voy a poder compartir de nuevo con nadie. ¡Cómo puedo vivir sin Jared! Decídmelo, porque no creo que pueda. Y lo mejor de todo, es que ¡no hay una maldita cosa en esta habitación con la que poder quitarme la vida! Ni siquiera puedo tirarme de la ventana de la torre más alta del castillo, porque es ¡DEMASIADO PEQUEÑA!
El príncipe lloraba desconsoladamente y a los dos soldados que se encontraban tras la puerta se les encogió el corazón al oírlo.
- Ojalá no hubiera salido nunca, ¡ojalá no lo hubiera conocido!
- Alteza... Jensen... no digas eso. Al menos ha encontrado el amor, no es algo que pueda decir todo el mundo.
- Y dos amigos, que quizá no podamos devolverte a tu amor, pero podemos hacerte compañía. No volverás a estar solo.
- Gracias, supongo.
- No, hombre, gracias a ti por el entusiasmo.
- Mike, cállate. Tenemos que marcharnos, pero volveremos en cuanto podamos.
Los dos soldados bajaron las escaleras de vuelta a la zona habitada del castillo, apenados por las circunstancias del príncipe.
- Estos dos tienen el amor más puro que he visto nunca, de verdad. ¿Sabes? En el viaje me contó que nada de nada. Cuatro besitos, que ya serían más de cuatro, pero ya me entiendes. Y dormían acurrucaditos por las noches, pero nada más. En serio, nada más. Anda que si tengo que estar yo así, uff.
- Mike, ¡por favor! ¿Has olvidado que ya estamos dentro del castillo? ¡Compórtate!
- Vaaale. Claro, que si con cuatro besitos está así, si tiene que vivir con el mono de no volver a tener sexo otra vez con su amor, le da un síncope.
- ¡MIKE!
- Sí, sí, ya lo sé... Mike, cállate.
Jensen estaba tan absorto en sus deprimentes pensamientos, que no se dio cuenta de que se había formado una nube dentro de la celda, y que al disiparse, apareció una señora negra y gordita, con un cucharón de madera en lugar de varita.
- Toc, toc, Alteza.
- Si ya está dentro, para qué toca la puerta. Además, yo no puedo abrir... esto... ¿cómo ha entrado?
- Cielo, porque soy un hada madrina. No me va a detener algo tan mundano como una puerta cerrada.
- Pues que suerte la suya.
- Y la tuya, cariño, y la tuya.
- Ahí ya me ha perdido.
- No me obligues a darte con el cucharón y escucha con atención. He escuchado tus deseos y viendo cómo te trata la vida.
- La vida, no, mi padrastro, que no es lo mismo.
- No me interrumpas, mocoso. - amenaza con darle una colleja con el cucharón- Como iba diciendo, eres un candidato ideal para nuestro servicio de "Hadas Madrinas, convertimos cuervos en golondrinas".
- Pues no tengo ningún cuervo, y no sé qué haría con una golondrina, la verdad.
Se oyó un silbido a través del aire, y un golpe seco contra algo duro.
- ¡Ouch! ¡Oiga que eso duele!
- Pues no me vuelvas a interrumpir. Debería haberle dejado este trabajo a la de Cenicienta, a ver si conseguía los mismos resultados con éste. ¡Qué cruz de juventud! Como iba diciendo, sé que anhelas reunirte con tu amor, y voy a ayudarte con eso.
- ¿Lo conoce? ¿Sabe dónde vive? ¿Y qué es eso que dijo mi padrastro de que podría haber abierto mi cinturón? Porque Jared era fuerte, pero no tan fuerte.
- No lo conozco, pero si me dejas entrar en tu mente, y ver tus recuerdos, lo encontraré.
- ¿Le dará un mensaje de mi parte? Dígale que no lo olvido, que fue lo mejor de mi vida, que...
- Cielo, haré algo mejor que eso, confía en mí.
El hada madrina se sentó con él en el camastro, y le cogió la cabeza con cariño entre las manos mientras apoyaba la frente en la suya. Tras unos minutos que parecieron eternos, se separó del príncipe con una sonrisa en los labios.
- Ya tengo todo lo que necesito, mi dulce niño. Ahora déjalo todo en mis manos y descansa.
Lo tumbó en el camastro, y se despidió con un beso en la frente, mientras la nube la envolvía de nuevo y desaparecía de la celda. Jensen se quedó ahí tumbado con la boca abierta ante lo que acababa de presenciar, y en breves momentos, como si el hada lo hubiera hechizado, sintió que sus párpados se cerraban y la inconsciencia lo absorbía.
- Como sigas dando vueltas de un lado para otro vas a hacer un agujero en el suelo y terminarás en los corrales, hijo. - El rey Bobby estaba preocupado por ver así a su hijastro. Siempre estaba sonriendo y desde que llegó de la última visita al pueblo se le notaba sombrío y preocupado.
- Padre, lo siento, no era mi intención molestarle.
- No es que me molestes, hijo. A ti te pasa algo y no me lo quieres contar. Ya sé que no soy quién para meterme en tus cosas pero... ¿Tiene algo que ver con ese tiempo que estuviste de incógnito en el pueblo? Se te veía feliz, según me contaron. ¿Qué pasó?
- No pasa nada, en serio... me voy a mi cuarto si no le importa.
- ¿Se trata de algún chico? Seguro que es por un chico.
- ¡Padre!
- Está bien, está bien, pero sabes que puedes contarme lo que quieras, de chiquillo a hombre.
- Ya no soy un chiquillo, pero gracias por todo. Tengo suerte de que sea mi padrastro. Ahora, si me permite...
- Claro, hijo.
Jared no podía quitarse de la cabeza la manera en que se habían llevado a Jensen de sus brazos. Y, ¿qué era eso de Alteza?, ¿cómo que Alteza? Si no recordaba mal no conocía a ningún príncipe tan guapo en los reinos vecinos. Si lo pensaba bien, no sabía nada acerca de Jensen, salvo su nombre, y que su padrastro lo maltrataba.
Así no iba a llegar muy lejos.
- ¿Cómo voy a encontrarlo? - gritó mientras se golpeaba en la frente.
- Ahí te puedo ayudar yo, y no hagas eso, que estás en edad de estudiar. Igual te hace falta luego.
- Con el debido respeto, ¿cómo puede ayudarme a encontrar a Jen? ¿Y por qué va a ayudarme? Ni siquiera la conozco. ¡Y espere un momento! ¿¿De dónde ha salido??
- Porque sois una parejita adorable, y tengo debilidad por los buenos chicos como vosotros. Además no es justo lo que os ha pasado, y quiero arreglarlo. No creo que necesite más explicación, jovencito. Con respecto al sitio de dónde vengo, pues vengo de ver a tu amor.
- ¿Está de broma? ¿Qué ha dicho? ¿Ha estado con él? ¿Y cómo está? ¿Puede darle un mensaje de mi parte?
- Por todos los santos, de verdad que os merecéis el uno al otro, ¡déjame hablar! - y le dio una colleja con el cucharón - Veo que esta mañana no te has lavado las orejillas, grandullón. Sí, he estado con tu príncipe enjaulado, como ya te había dicho. Y no bromeo con esas cosas.
- ¿Príncipe enjaulado? Entonces no hablamos de la misma persona. No es un príncipe.
- ¿Estás seguro de eso, jovencito? No pongas la mano en el fuego, no sabes casi nada acerca de él.
- Sé cómo es y como me hace sentir, es todo lo que necesito saber. Pero no tiene pinta de ser un príncipe... es tímido y humilde, ni siquiera había probado el estofado de ternera.
- ¿No sabes ese dicho que dice que las apariencias engañan? Quizá no ha vivido de la misma forma que tú, pero es un príncipe, cielo.
- ¿Y sabe dónde está?
- Cariño, soy tu hada madrina...¡lo sé todo! Y si no lo sé, lo averiguo en un santiamén. ¿Quieres verlo y poder estar juntos, verdad? Pues es lo que vamos a hacer.
El hada madrina se acercó al oído de Jared para susurrarle su plan para reunirlo con su enamorado.
- !!!Tía!!! Estoy super contenta, ¡mi Jensito ha vuelto al castillo! Por fin voy a poder agarrarlo conforme Dios manda y tendremos unos churrumbelitos la mar de monos...
- Y yo como soy tu super amiga desde toda la vida, también viviré en el castillo porque, o sea, espero que me hagas madrina de tus críos, chata.
- Ois, pues claro, aunque eso de que somos super amigas de toda la vida... nos conocimos hace dos años.
- ¿Qué quieres decir con eso? Mira, tía, que si no te conociera pensaría que no me quieres cerca. Pero para que veas que no podrías vivir sin mí... -Cassie fue al tocador y sacó un maletín - te hago el honor de que utilices mi kit para rolletes especiales.
- ¿En serio? -Jo abrió los ojos como platos - Ois, ¡ven a mis brazos super mejor amiga! - y las chicas comenzaron a dar saltitos en la cama.
Mientras tanto, el rey Jeffrey no podía dejar de pensar en modos para vengarse de su hijastro y hacerle la vida miserable, pero no se le ocurría nada lo suficientemente cruel. En ese momento, uno de sus sirvientes le sacó de sus pensamientos para decirle que se escuchaban unos sonidos un tanto perturbadores en una de las recamaras de los invitados.
- Lléveme hasta allí, a ver qué es lo que pasa ahora. - El rey Jeffrey estaba hasta las puntas de la corona del comportamiento de sus invitadas, pero no podía echarlas todavía. Conforme se iban acercando a los aposentos de una de las chicas, los gritos y ruidos se hacían cada vez más notables. Sin vacilaciones, abrió de golpe la pesada puerta con un estruendo todavía mayor al griterío.
- ¿Pero qué está pasando aquí? - aulló el rey mientras se quitaba una pluma que se había posado en su hombro.
- ¡Uy! Su realisíma realeza, nosotras... esto pues... - Cassie intentaba disimular la masacre de almohadas que habían hecho por la emoción del momento. Estaban dando saltitos en la cama y habían cogido uno de los almohadones para estrujarlo, pero al entrar el rey lo reventaron por el susto del portazo, dando con la mitad en el colchón y la otra mitad en el tocador, donde un frasquito cayó al suelo y se hizo pedazos.
- Su Majestad, nos hemos enterado que ha recuperado a mi Jensito. ¿Qué tal está? ¿Puedo verlo?
Al instante, la proverbial bombilla se iluminó en la cabeza de Jeffrey, y una de las ideas más crueles de la historia apareció en su mente. "¿No lo ha pasado tan bien revolcandose con ése?, pues veamos si lo pasa igual de bien con ésta." - pensó el rey mientras dejaba escapar una risa maléfica que dejó a las muchachas bastante perplejas.
- No se preocupe, señorita. Claro que puede verlo. Es más, me voy a asegurar de que lo vea a solas y de que nadie los moleste por mucho rato, para que puedan ponerse al día. Y como sé que es una muchacha decente y me puedo fiar de usted, le voy a dejar las llaves del cinturón de mi hijastro. Se me olvidó quitárselo, y lo cierto es que debe estar incómodo, además ya no le va a hacer falta aquí dentro. Yo la acompaño, señorita.
Jo no se lo podía creer. El rey la llevaba a ver a su novio, y encima le dejaba la llave para que le quitara el cinturón. "Por fin voy a tener la oportunidad de catarlo y de cazarlo" pensaba la confiada chica, sin pensar que ésas eran precisamente las intenciones del rey. Quería que el muchacho tuviera una experiencia sexual bien desagradable y traumática, para que no le quedaran ni los buenos recuerdos.
- Deme un segundo señorita, que voy a asegurarme de que esté presentable.
- Claro, claro.
- Tienes visita, hijastro querido. Y para asegurarme que te comportas, pon los brazos en el cabecero del camastro.
- ¿Para qué?
- ¡Ahora!
En cuanto Jensen obedeció, el rey se apresuró a esposarlo a las maderas de la cama, para que no se pudiera mover demasiado.
- Y ahora, sé bueno - dijo al salir, mientras se reía, - Aquí la dejo, señorita. Disfrute lo que pueda, que yo me encargo de cerrar cuando entre para que nadie les moleste. Volveré en una hora.
- Gracias Majestad. ¿Jensiiiiito? Mira quién ha venido a verte. Anda, si te han dejado hasta preparadito para que no me moleste. Qué majo es tu padrastro. Esto ya no me va a hacer falta - dijo recogiendo las esposas recubiertas de pelito rosa dentro del kit de nuevo.
- No puede ser, esto es una pesadilla, estoy soñando, eso es.
- Sí, nene, vas a tener el mejor sueño de tu vida. - le dijo la muchacha lascivamente mientras se le intentaba montar encima. - Mira lo que tengo, ahora voy a poder ver qué escondes. - Jo le enseñó la llave que el rey le había dado, y Jensen se puso tan blanco como la pared. Sabía lo que le esperaba si dejaba que esa chica le quitara el cinturón de castidad.
Le fue levantando la túnica mientras se ponía la llave del cinturón entre los dientes, a la vez que arqueaba las cejas.
- ¡¡NOOOOOO!!
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