Pasaron un par de días y Jensen literalmente no se quería separar de Jared. Le había enseñado los lugares más bonitos de los alrededores. Y ese día sin duda alguna habían encontrado el más hermoso, una pequeña cascada prácticamente escondida de la vista de los transeúntes. La luz se filtraba suavemente a través de las ramas de los árboles que la protegían y una leve brisa soplaba, evitando que fuera un clima demasiado caluroso. Era un paisaje idílico, uno como los que siempre aparecen en los libros y que nunca había llegado a ver. Pero por fin estaba ahí y era todo gracias a él. Un calorcito muy particular se le instalaba cerca del estómago con sólo mirarlo, y desearía poder parar el tiempo para siempre en ese lugar, ahí los dos sentados en la orilla en agradable compañía.
- Oye Jen, ¿qué tal si nos bañamos? El agua seguro que está estupenda. - El interpelado frunció el ceño y de repente le empezó a temblar el labio inferior, parecía al borde de las lágrimas.
- No... no puedo, y ¿si se oxida? ¿O si se estropea y luego no se puede abrir? ¿Y si tengo que llevarlo para siempre? ¿Y si...?
- Vale, vale, tranquilo, tranquilo, no pasa nada. Se me había olvidado, soy un estúpido.
- No es culpa tuya, es sólo que me da pánico estar atado de por vida a esa cosa...
- Ssshh, olvídalo, eso no va a pasar. - y sin mediar más palabras le pasó el brazo sobre los hombros y lo atrajo hacia su pecho, abrazándolo fuerte y besándole el pelo.
Lo educado habría sido separarse a los pocos segundos y seguir observando el lago como si nada hubiera pasado, pero lo cierto era que ninguno de los dos estaba por la labor. Era como estar en el cielo, los dos abrazados en la hierba, compartiendo calor mientras Jared le acariciaba suavemente la espalda. El muchacho sentía como se le iban cerrando los ojos, y una sonrisa se apoderó de su cara, hasta que sus pensamientos fueron interrumpidos por su acompañante, que lo llamó con un leve tono de duda, y levantó la cabeza para mirarlo. No podía evitar pensar que se había excedido y que su momento de paz se acababa aquí y para siempre.
- ¿Sí?
- Sé que no debería preguntarte y quizá te parece que me paso de la raya, pero la curiosidad es superior a mis fuerzas, y quiero saberlo todo de ti, en serio. En estos días te has convertido en alguien muy importante para mí y... y... - el pobre muchacho estaba colorado como un tomate y parecía incapaz de continuar.
- ¿Qué quieres saber?
- El cinturón... ¿Por qué? ¿Quién te lo puso?
- Es una larga historia, Jay. - volvió a esconder la cabeza en su pecho y suspiró.
- Si no me lo quieres contar, lo entiendo.
- Fue mi padrastro. Cuando le dije que quería irme de viaje a conocer el resto del mundo, me lo puso como condición. Para que estuviera protegido dijo, porque el mundo era un lugar inhóspito y que no estaba lo suficientemente acostumbrado a tratar con gente como para cuidarme solo.
- Vaya, tampoco hace falta tanto trato, ni que te tuviera encerrado en una torre. - Jensen se mordío el labio inferior, y no dijo nada.
- ¿Jen?... - le levantó la barbilla para mirarle a los ojos y preguntó de nuevo - ¿Jen? - se le arrasaron los ojos y las lágrimas amenazaron con caer cuando le contestó.
- Era exactamente eso.
- Cuentáme, vamos. No es como si fuera culpa tuya.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro? Quizá eso de que quería protegerme era una patraña y lo que quería era proteger al mundo de mí. O era un castigo porque fui un mal hijo y no pude ayudar a mi madre. O porque soy un recordatorio constante de lo que perdió. O porque...
En ese momento Jared bajó la cabeza, acercándose a Jensen y a esos labios que no paraban de moverse, hablando cosas sin sentido y lo besó. Jensen se quedó paralizado, no se lo esperaba en absoluto. Podría jurar que incluso estaba oyendo musica celestial... música pero nada celestial... ¡¿Barbie Girl?! Y justo en ese momento se oyó un golpe contra el suelo a escasos metros de donde los muchachos se encontraban.
- ¡¿Jo?! ¿qué haces aquí?
- ¿Yo? Nada, contemplaba los árboles tan divinos que hay en esta zona. Mira, ves, ese es un caducifoslios.
- Caducifolio - aclaró Jensen, llevándose la mano a la cabeza.
- ¿Qué es eso que llevas? - preguntó Jared sorprendido ante el aparato.
- Es para verte mejor, digo... para ver mejor a los pajarillos, ¿no ves lo conjuntados que van? Ya podían aprender otros - le dijo con sorna.
- Déjanos en paz y no te vuelvas a acercar a nosotros - la chica hizo una mueca desagradable y se marchó pensando en su próximo paso del plan.
- ¿Estás bien Jen? Nunca te había visto contestar así a nadie.
- Perdona, es que me saca de quicio. ¿Cómo se atreve? Me da muy mala espina.
- Simplemente no tiene vergüenza. No lo pienses. Por cierto, hablando de pensar, ¿qué te gustaría estar haciendo en los próximos... cinco años?
- Vivir aquí mismo... - contestó en décimas de segundo, pero el "contigo" se lo calló.
Los dos se sonrieron y volvieron a perderse en el paisaje y en la conversación.
Jo se sentía un poco estúpida. Su misión de espiar a los tortolitos para conseguir información había fracasado estrepitosamente por no poner el teléfono en silencio. "Esos chismes de última tecnología no resultan tan útiles como los pintan en la capital" pensaba molesta. Miró quién había sido el causante de la llamada en la pantalla del aparato, y vio que era Cassie. Debería estar enfadada, pero sabía que sólo la llamaría si fuera algo realmente importante porque total, llevaba unos días de "huésped" en su casa, podría habérselo dicho cuando llegara.
- Ya puede ser algo super importante lo que me quieras decir, nena, porque me han pillado y he tenido que usar mis estupendas dotes de actriz para que no sospechen nada.
- Tía... he descubierto quién es Jensen.
- Voy corriendo, o sea no, porque se suda, pero estoy ahí en un plis plas.
Cassie había descubierto la identidad real de Jensen y eso le hacía relamerse del gusto. No todos los días se descubría que tenías a un príncipe viviendo a unos metros de ti. Las dos amigas compartieron grititos y saltitos, no se sabía muy bien por qué, pero lo hacían siempre que tenían buenas noticias. Una vez que se calmaron, Jo empezó a atar cabos.
- O sea, que es verdad, porque les oí cuando hablaban y mi Jensito decía que le tenían encerrado en una torre cual pobre pajarillo...
- ¿En una torre? Ois, por dios, que anticuados.
- Ya ves... lo que ha tenido que sufrir.. sin decoraciones, ¡¡sin vida social!! Y lo más importante, ¡¡sin mí!!
- Qué tortura...
- ¿Tienes la dirección de su reino, no?
- Claro nena, una cuando investiga, lo hace bien - Cassie parecía un poco ofendida ante el tono de duda de su amiga.
- Vale, porque creo que se me está ocurriendo una idea para deshacernos del pelos largos ese que mi Jensito tiene por novio.
Y sin más preámbulos, las dos amigas fueron hasta el reino de donde provenía Jensen. Solicitaron una audiencia con el rey, quien les recibió encantado cuando escuchó que tenían malas noticias de su hijastro querido. Éstas, por su parte, habían estado ensayando su discurso durante todo el camino, pero de poco les sirvió porque en el momento en el que las trompetas anunciaron que el rey entraba en la estancia, Jo y Cassie perdieron hasta la capacidad de articular palabra, castamente hablando.
- Buenos días bellas damas. Ha llegado a mis oídos que traéis noticias de mi hijastro.
- Erhm...sí...esto...Jo tía, ¡fíjate que manos tan cuidadas! Y hay que ver que fuerte parece...
- Calla, calla, que de repente me ha entrado un calorro...
- ¿Señoritas?
- ¡Uy! Jensen, eso, noticias, cierto...
- Le hemos visto en nuestro pueblo, a unos kilómetros de aquí.
- Paseando románticamente con el cerrajero, que de todos es sabido que no es trigo limpio.
- Se dice que le ha embaucado y le hace...ya sabe...cosas. Y eso no es decente, no es bueno para la reputación de su hijastro ni de su reino.
El rey se quedó un momento pensativo, digiriendo la noticia, hasta que recordó el pequeño matiz de que antes de salir al mundo exterior le puso a Jensen el cinturón de castidad. Ese mismo cinturón del que solo había una llave y que guardaba como oro en paño en sus aposentos.
- Eso es imposible - sonrió de manera que un pequeño rayo le iluminaba el rostro, lo suficiente para que las dos chicas hiperventilasen un poquito más - mi hijastro lleva un cinturón de castidad del que nadie, excepto yo, posee la llave.
- ¿Usted nos escucha cuando hablamos? CE.RRA.JE.RO. Se está beneficiando al cerrajero.
Una sombra le cruzó el rostro al rey. ¿Era posible que Jensen se hubiera buscado a alguien para que le quitara el cinturón? En ese caso disfrutaría de la vida y eso iba en contra de sus planes.
- Por favor, señoritas, acompáñenme a un sitio más privado. Quiero conocer todos los detalles de su paradero y de su... compañero.
Mientras, Jensen estaba aprendiendo a cocinar gracias a la cocinera de la posada donde se hospedaban. Algo no muy difícil para empezar, una simple sopa de fideos, pero quería sorprender a ese gigante como muestra de gratitud por todo lo que había hecho por él. Había descubierto lo maravilloso que era el mundo, y lo agradable de sentirse útil y querido. La verdad, es que no echaba de menos, ni tan siquiera un poquito, la torre del castillo. Se hizo de noche, y Jared llegó cansado. Se había pegado todo el día atendiendo unos asuntos en la corte vecina a la de su padrastro. Al parecer, una sirvienta se había quedado encerrada en la despensa y la puerta era demasiado pesada como para tirarla a bajo. O al menos, eso le dijo. Jensen tenía la sensación de que Jared le ocultaba algo bajo aquella apariencia de muchachillo inocente, pero pensó que cuando estuviera listo se lo contaría.
- ¿Un día duro? - le preguntó Jensen al tiempo que le comenzaba a dar un pequeño masaje en los hombros.
- Nah, sólo lo habitual. ¿Qué es eso que huele tan bien? - dijo mientras esboza una media sonrisa.
- He cocinado para ti - y se sonrojó hasta las pestañas. Jared no podía dar crédito a lo que oía, ya que aunque estaba acostumbrado a que le dieran las cosas hechas, nadie le había preparado una cena o una comida libremente, sin que fuera su obligación.
- ¿Me recibes con un masaje, y encima cocinas para mí? Creo que no te voy a dejar marchar - le contestó sonriendo, mientras devoraba la sopa de fideos en un santiamén, ante la orgullosa mirada de Jensen.
Jo y Cassie apenas podían dar crédito a lo que veían sus ojos: cuadros de un gusto excelente, sillas y mesas con motivos dorados que harían sonrojar a cualquiera, cortinas y tapices de las mejores telas... creían que estaban en el paraíso.
- Tía, definitivamente tu Jensito es todo un partidazo.
- Shh, calla, no te vaya a oír... Y a ver si te esfuerzas y pescas al padrastro... ¡Todo el reino para nosotras! - susurró Jo mientras iban siguiendo al rey.
- Tomen asiento señoritas, tenemos muchas cosas que discutir - las chicas se habían quedado embobadas con un retrato del rey, y parecían dos besugos fuera del agua.
- ¿Señoritas?
- Sí, sí, ya vamos. Ahora que ya estamos solos, ¿qué planea hacer? Porque ya le decimos que ese tipo no es decente, no como nosotras.
- Primero necesito que me cuenten más detalles acerca de dónde provienen y de cómo encontrar a mi hijastro querido.
- Pues la verdad es que no está muy lejos, verá... - El rey comenzó a maquinar su venganza, mientras sus dos invitadas le contaban lo que sabían.
Despues de todo, parecía que su hijastro estaba disfrutando más de la vida de lo que originariamente pensó. Eso debía acabar. De inmediato. Tenía que volver a su torre y a llevar la vida miserable que le correspondía. La gente no debía verlo, no debía compararlos, no debía pensar que su hijastro... que su hijastro era más ....
- ¡¡NO!! ¡¡Sobre mi cadáver!!
- Oi por favor, ¡qué arrebato! Tranquilo que aún puede arreglarlo, no todo está perdido. Además siempre puede casar a su hijo con una muchacha como nosotras.
- Les estoy eternamente agradecido, señoritas. Ha sido una delicia conocerlas, y ahora, si son tan amables de dejarme solo, me encargaré de que las escolten a sus aposentos, seguro que están cansadas por el viaje.
- ¡ELLEN! Acompañe a las señoritas a las habitaciones de invitados, y haga que venga Chad inmediatamente.
"Desde luego Chad es la mejor opción, siempre ha odiado a mi hijastro por considerarlo un niñato bonito sin agallas para hacer nada. Si le digo que tiene que traerlo de vuelta y encima a la fuerza, va a estar más feliz que si le regalara la corona. Pero si el supuesto cerrajero es tan alto y fuerte como dicen esas dos, tendría que enviar refuerzos con él. Un par de ellos quizás. Por muy alto que sea, seguro que no es más grande que ese Welling con cara de bobalicón que entró en la guardia hace meses. Aunque claro, entonces también tendré que enviar a Rosenbaum ya que parece que siempre están juntos. Mejor, a ver si el calvito tiene malos humos, y espabila a "Jensito". Cómo voy a divertirme torturándolo con el apodo de la energúmena esa", pensaba el rey, sonriendo como un loco.
- Me mandó llamar, su Majestad.
- Sí, tengo una misión que te va a encantar. Aunque tendrás que llevarte a Welling y a Rosenbaum.
- ¿A esos dos mariquitas? Más vale que la misión sea buena, joder.
- ¡Chad! ¡Un respeto, que soy tu rey! Y no vayas extendiendo rumores por ahí.
- Perdón, su Majestad, es que esas locas siempre sacan lo peor de mí.
- Necesito que vayas a buscar a Jensen y lo traigas de vuelta, a la fuerza si es necesario. No estará solo, ya que se relaciona con un hombre alto y fuerte. Debes separarlos y traerlo sea como sea.
- ¡Toma! ¿Otra loca? Si es que era demasiado niño bonito, está claro.
- ¡CHAD! Deja de hacer comentarios fuera de tono, y prepara lo necesario para el viaje. Contacta con Welling y Rosenbaum, necesitaréis salir lo antes posible.
- A sus órdenes, su Majestad.
Pasaron un par de días, y los tres soldados estaban listos para partir en busca de Jensen.
- Soldados, esta misión es la más importante de sus vidas. Deben rescatar al príncipe de las garras de ese hombre que lo tiene secuestrado y traerlo de vuelta al reino, ¡cueste lo que cueste! - "espero que haya quedado realista" pensaba Jeff, mientras Chad ponía cara de sorpresa ante el cambio de actitud.
- No se preocupe, su Majestad - contestó Tom.
Y sin más preámbulos, partieron en busca de su inocente presa.
Esos días en compañía de Jared habían sido como una bendición para Jensen. Había descubierto que realmente estaba perdiéndose mucho del mundo, más de lo que pudiera haber soñado jamás. El gigante era tierno, divertido, y se preocupaba por él como nadie lo había hecho hasta ahora. No sentía ni el mas mínimo resquicio de nostalgia al pensar en su reino, y desearía quedarse aquí para siempre. ¿Sería eso posible? ¿Querría Jared aceptarlo para siempre? Quizás no, considerando todo su pasado.
En ese momento, unos brazos le rodearon la cintura y alguien le besó el cuello.
- ¿En qué piensas, Jen?
- Nada, es que hace un día precioso, el sol es tan brillante hoy. Te echaba de menos. ¿Dónde has estado?
- Erm, tenía que arreglar unos asuntillos en el pueblo de al lado. ¿De veras me echabas de menos?
El otro sonrió y se besaron dulcemente.
- Por favor, ¡que alguien me queme los ojos! ¿Qué es este espectáculo tan lamentable, Jensen? ¡Y además en público! Qué bajo has caído, niño bonito.
Mientras el resto de recién llegados agacharon la cabeza de pura vergüenza ajena, el dueño de la voz, hinchó el pecho y se acercó a la pareja.
- ¡CHAD! ¿Qué haces aquí?
- Venimos a buscarte, niño bonito. Se te han acabado las vacaciones.
- Alteza, su padrastro nos mandó a rescatarlo - contestó Mike.
- ¿Rescatarme? No, no, no, no, soy feliz aquí. No quiero volver, no quiero - sacudió la cabeza y las lágrimas amenazaban con saltarse de sus ojos - No podéis hacerme eso.
- Pero Alteza... - le interrumpió Tom - tenemos órdenes de rescatarle del hombre que le tiene secuestrado.
- ¡No me tiene secuestrado! ¡Me fui porque quise! ¡Tenía permiso! Y no es justo... no puede ser... por qué me haría eso... - Jensen estaba casi al borde de la histeria y Jared se puso entre él y los soldados para protegerlo.
- Ya lo han oído, no quiere irse, y está aquí por propia voluntad, así que pueden irse.
- Sigue soñando, hombre mono, tenemos nuestras órdenes, y el niño bonito se viene con nosotros.
- ¡¡NO!!
Ahí fue cuando se desató la pelea. Chad se lanzó sobre Jared que se defendía como un león enjaulado, mientras Tom intentaba sujetarlo por detrás. Mike por su parte estaba bastante ocupado con Jensen, que fue al auxilio de Jared, así que en pocos minutos, la pelea se convirtió en una montaña de gente peleando, dando patadas y puñetazos contra la masa de carne más próxima.
Lamentablemente eran 3 contra 2, y tras unos minutos eternos, Jared yacía en el suelo inconsciente, y Tom y Mike tenían que arrastrar a un lloroso Jensen hacia los caballos.
- Vamos, atadlo al caballo para que podamos desaparecer lo antes posible de este reino asqueroso.
- ¿Atarlo? ¿Por qué vamos a atarlo?
- Lo que usas para abrillantarte la cabeza se te ha fliltrado al cerebro, está claro. ¡Porque no quiere venir! Y aprovechará cualquier oportunidad para ir a reunirse con el otro mariposón. Nuestras órdenes son llevarlo al reino, cueste lo que cueste, así que atad al niño bonito al caballo.
Cuando todo estuvo preparado y en orden, emprendieron la marcha hacia el reino del rey Jeffrey, Tom y Chad delante, mientras Mike iba con Jensen en la retaguardia.
- Alteza, discúlpeme Alteza. Siento cómo se están desarrollando las cosas, pero aunque ahora veo que las cosas son diferentes a como nos las contaron, tengo que cumplir mis órdenes.
- No te preocupes...
- Mike, me llamo Mike.
- No te preocupes, lo entiendo. No es culpa tuya.
- Yo también estaría deprimido si tuviera que separarme de semejante espécimen, tengo que alabarle el buen gusto, desde luego. Aunque... no se moleste, pero no tiene nada que hacer frente a mi hombre - dijo Mike mientras sonreía, enseñando la lengua un poco y levantando las cejas.
Jensen se quedó sorprendido, y entonces su compañero le señaló con la cabeza al moreno que iba en compañia de Chad. Al comprender lo que le estaban indicando, el príncipe se sorprendió más todavía, aunque sonrió un poquito. Desde luego nunca se imaginó que en su mismo reino hubiera alguien en sus mismas circunstancias. Dejó salir un suspiro ahogado y en ese momento Tom se volvió. Sintiendo el ambiente, les hizo el gesto universal del charlatán y puso cara de sufrimiento al tener que estar escuchando a Chad, consiguiendo que Jensen soltase una carcajada. Tom sonrió y le guiñó el ojo y volvió a su conversación con Chad.
- Parece un buen hombre, sí.
- Alteza...
- Llámame Jensen, por favor. Dudo mucho que alguien pueda considerarme realeza en los dominios de mi padrastro.
- Esta bien, Jensen. Si el rey no te aprecia demasiado, ni quiere incluirte en la vida social del reino, ¿por qué el empeño en querer que vuelvas?
- No lo sé. ¿Cuánto tiempo llevas sirviendo en el castillo?
- Unos diez años.
- ¿Y cuántas veces me has visto?
- Pues es la primera vez en mi vida.
- ¿Quieres saber dónde he pasado todos esos años que no me has visto? Porque te aseguro que no ha sido en el extranjero, ni de viaje, ni en un monasterio. Los he pasado en la torre más alta del castillo, encerrado sin más compañía que los pergaminos que el rey me dejaba. Supuestamente es por mi propia seguridad, ¿sabes? Pero en todo este tiempo que he estado fuera, no me he sentido inseguro, ni rodeado de peligros, ni me ha parecido que el mundo real sea algo de lo que esconderse. A raíz de mi experiencia, ahora mismo no entiendo por qué me encerró, ni entiendo por qué me hace volver. Sólo sé que me está obligando a dejar atrás lo único que me ha hecho feliz en mi vida.
- Lo siento, Jensen. Pero prometo ayudarte a buscar a tu hombre, y a reunirte de nuevo con él.
- No creo que sea posible, pero gracias.
Y el resto del camino lo continuaron en silencio, con el único sonido de los chapoteos de los caballos cuando pasaban por algún charco, la banda sonora perfecta cuando te llueve en el corazón.
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