Los gatos siempre cuidan de sus brujas

Mar 27, 2008 21:41

Recordando estas cositas, resulta que se me había olvidado publicar lo primero que escribí y tuve las narices de publicar.
Aquí os lo dejo, seguro que casi nadie lo conoce, porque originalmente se publicó el 28 de diciembre del 2006 *me despelocho*

Título: Los gatos siempre cuidan de sus brujas
Autora:
miri_cris
Palabras: 964

La luz de la luna se abre paso entre las cortinas desvelándome por completo. No puedo evitar maldecirme a mi misma por ser tan descuidada, estoy cansada y lo último que necesito es despertarme ahora por culpa de la luz. Camino cuidadosamente hacia el balcón para hablar silenciosamente con ella, mi única compañera durante incontables noches en vela. El mudo testigo de mi desesperación.
Pongo especial atención en no girarme a la cama, ni una sola vez, no quiero mirarla.
No quiero afrontar la verdad.
Sé que estoy siendo infantil, pero la verdad duele y te arranca trocito a trocito los últimos retazos sanos de corazón que te quedan. Dicen que no se puede vivir sin corazón, pero yo sé que no es cierto. Me he despertado, sigo viva, al menos eso dirían los médicos si pudieran enchufarme a una de esas máquinas que tanto adoran. Soy como una de esas muñecas rusas, un cascarón vacío y hueco. Y ni siquiera puedo culparle a él.

Es mi culpa. ¡Soy tan estúpida! Era su amigo, su mejor amigo. El mejor amigo de un hombre que me destrozó la vida durante años, y no lo ví venir. ¿Cómo pude estar tan ciega? Me encontró en el puente, mirando al río, pensando muy seriamente en saltar, aunque nunca lo sabrá, no le daré esa satisfacción. Me tendió la mano, una mano amiga, o eso creí. Un testigo de lo que había pasado, alguien de mi parte, que me apoyaba, me comprendía y me recomponía pasito a pasito, tirita tras tirita. Durante casi un año, fue mi sombra, mi amigo, mi vida y ahora mi muerte.

Era todo tan perfecto, me conocía tan bien. Dios, nunca creí que podía llegar a ser tan transparente para alguien y ese factor ha jugado en mi contra. Me ha rebasado por el interior en plena línea de meta.

Necesito perderlo de vista, y salgo por la puerta, sin una nota siquiera, andando sin rumbo fijo.
Esta noche ha sido la noche. La noche en que todo ha cambiado, él, yo, nosotros. La más romántica de mi vida, cuando él y yo nos hemos convertido en uno sólo.
En ese preciso momento, he visto. Con una claridad absoluta. La máscara se ha caído al suelo durante diez décimas de segundo, suficiente para descubrir la trampa en la que había caído, y lo peor es que ni siquiera se ha dado cuenta que lo he descubierto. Es cierto que los hombres no tienen sangre suficiente para que les funcionen las dos a la vez.

Qué ironía. Ese momento en que debería haberme sentido feliz, completa, me dejaba sin embargo hundida en la más absoluta de las miserias. Me lo merezco, por ser tan imbécil.
Esa cara, que tan claramente reflejaba su satisfacción por haber conseguido lo que realmente esperaba, lo único que quería, no se me olvidará nunca. La cara de victoria.
Sé que ha jugado conmigo, los dos lo han hecho, vilmente y con artimañas. No puedo evitar acordarme de la frase favorita del desgraciado personaje, “eres el único trofeo que se me ha escapado de la vitrina”. Pues parece que al final, me pusieron en la vitrina. Esta vez tu amigo te ganó, y estoy segura que de eso se trataba todo. Lo ví en sus ojos.

Parece que ese es mi sino, aunque alguna vez me gustaría poder ver amor en los ojos de alguien. Amor por mí, sin más. ¿Es tan difícil? Supongo que sí, debo ser mercancía defectuosa.
Y sin darme cuenta, aquí estoy de nuevo. En el mismo puente de hace un año, mirando al mismo río, aunque no a las mismas aguas. Aquellas ya llegaron a su destino. Quizá yo también, parece que mis pasos siempre me traen hasta este mismo lugar. Debe ser una señal. Miro a las aguas, y me parece que me sonríen y me saludan con cariño. Me prometen acunarme hasta que pase todo. Paso una pierna por el pretil y me siento con las piernas colgando. Debería haber escrito una nota, es lo que se suele hacer. Pero que más da. Mejor ser discreta.

De repente un maullido a mi espalda me distrae. Me giro para ver un gatito negro que me observa atentamente. Somos los dos únicos en la calle, y creo que lo he asustado.
Se acerca más a mí y vuelve a maullarme con carita intrigada. Me parece sentir su pregunta, ‘¿por qué vas a hacerlo?’. Y lo cierto es que mirándolo, no puedo acordarme. Es un cachorrito callejero, flacucho, y aún así apuesto a que tiene mejor aspecto que yo. No importa lo que pase, él sobrevive. Bendito instinto animal.
Vuelvo a pasar las piernas al lado seguro del puente, y lo cojo entre las manos mientras me voy sentando en el suelo. El animalillo agradece el calor de mi cuerpo, y yo agradezco que esté conmigo. Me tiene extasiada, como si de repente hubiera descubierto que a pesar de todo se puede sobrevivir, no importa lo roto o vacío que te sientas. Y mientras lo acaricio pienso en esa familia que no me comprende y que no me conoce, en las amigas que perdí, y en el amiguito que acabo de encontrar. Quizá sea una vela en la oscuridad, pero es mi vela. No me importa que sea pequeña. Sonrío y lloro, viendo la estupidez de mis propios actos.

Siento las horas pasar, y la gente empieza a cruzar por el puente, mirando extrañados a una loca sentada en el suelo con un gato entre los brazos. Pero no me importa, porque hoy va a ser el día. El día en que renazca de entre mis cenizas, como el ave fénix.
Porque lo que no te mata, te hace más fuerte. Y eso es la vida.

relato, spanish, author: miri_cris

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