Título: El misterio de Monterrey.
Autora: Wesleyoso.
Fandom: SPN.
Pairing: Dean/Castiel.
Personajes secundarios: Sam, y personajes originales, menos la monja, que es una mezclar de Sor Isabel y Sagrario, la que me daba gimnasia en el insti....
Rating: PG-13
Beta:
taolee, que con todo lo que tiene encima, aún tiene tiempo para mí!! Gracias guapa!!!
Warning: Monja mala, y poco más!!!
Disclaimer: Ellos no me pertenecen. No hay ánimo de lucro, bueno ánimo igual sí, otra cosa es que lo consiga...
Nota:El título es un poco homenaje a los libros de "los tres investigadores". Se me acaba de ocurrir, ¿qué pasa?
1963 - Misión de San Antonio. Monterrey, California.
El padre Miguel detuvo los ansiosos avances de Pablo por desabrocharle la camisa, obteniendo un gruñido de contrariedad del joven parroquiano.
- Espera, ¿no has oído eso?
- Miguel, llevamos semanas haciendo esto y cada noche pasa lo mismo. Imaginas ruidos, te pones nervioso…y tengo que esforzarme mucho por relajarte…Pero siempre lo consigo, ¿verdad?
El padre Miguel sonrió, acariciándole la mejilla. Tenía 42 años y jamás se había sentido atraído por ninguna mujer. Se había creído a salvo del pecado de la carne hasta que unos meses antes había aparecido Pablo. El joven abogado se había trasladado a California desde Nuevo México, buscando establecerse profesionalmente y había conocido al párroco en el mercado dominical del barrio.
- Perdóname, tienes razón. Pero sabes que no me gusta estar aquí… ¿Cuándo podremos volver a tu casa?
- Mi hermana regresa a su casa en un par de días. Le daría un ataque si descubre que salgo con un cura, además….
El ruido en ese momento fue más fuerte, y ambos se miraron sobresaltados.
- Es la puerta de la sacristía. Pablo, alguien nos ha visto.
Salieron corriendo en busca del intruso pero no tuvieron que ir muy lejos. Sentada en el primer banco de la iglesia, de brazos cruzados, estaba la hermana Sagrario, una monja de mediana edad, alta, con un mechón de pelo canoso asomando bajo la cofia, que les miraba con una expresión de asco y reprobación.
- Lo sabía. He visto como os mirabais, esas sonrisitas en la catequesis, esos paseos por el jardín…Me dais asco. Sois repugnantes. La gente como vosotros arderá en el infierno, pero antes, voy a dar parte. Te van a expulsar Miguel, te van a echar de aquí y la misión volverá a ser el sitio decente que era antes de que llegaras.
- No disimules, Sagrario, lo que te pudre es que Miguel me quiera a mi. Yo también he visto las miraditas…Pero en este caso, no eran correspondidas, ¿verdad? - dijo Pablo con sorna.
La hermana se puso en pie, horrorizada, no ante la insinuación, sino al oír el secreto que creía bien guardado, desvelado por aquel joven que se reía de ella.
- Pablo, por favor…
- Miguel, si está loca por ti. Bueno, está loca, punto. Trata fatal a todo el mundo, y sólo es amable contigo. Seguro que tiene sueños húmedos contigo de protagonista…
La monja se iba poniendo lívida por momentos, y con un movimiento brusco se acercó a la puerta de la sacristía, tirando dos cirios encendidos al suelo, en su prisa por encerrarse dentro.
- Voy a llamar ahora mismo al padre superior. ¡Voy a llamar a la policía! Voy a llamar…
- A los bomberos - dijo Pablo.
Los cirios habían prendido las telas que adornaban la iglesia, y el fuego se extendía rápidamente por el altar, adornado con tallas de madera y con tapices.
La hermana Sagrario había llegado a la sacristía y se había encerrado dentro, gritándoles que se alejaran de ella.
-Sagrario, por Dios, sal de ahí y hablemos. El fuego se está propagando rápidamente. ¡¡Abre la puerta!!
-¡¡He dicho que os alejéis de mi!! - gritó la hermana. Si tenemos que arder todos, arderemos. ¿No lo veis? ¡¡Las llamas del infierno os reclaman!! ¡Es la voluntad divina!
- Miguel, vámonos. ¡Vámonos o moriremos los tres!
- Por favor, Pablo, no podemos dejarla aquí.
- Llamaremos desde la casa, es más, probablemente alguien haya llamado ya. Pero tenemos que irnos, ahora.
Tirando del brazo del cura, consiguió arrastrarlo fuera, justo cuando el fuego empezaba a alcanzar el techo, construido con vigas de madera.
La sirena de un camión de bomberos se oía a lo lejos, y los dos amantes, aún unidos por el brazo, no pudieron hacer otra cosa que sentarse en el suelo, desesperados, y ver como la capilla quedaba reducida a cenizas.
La hermana Sagrario había muerto en el interior, llevándose su secreto a la tumba.
2013 - Main Street. Monterrey, California.
- ¿Queréis espabilar de una vez? Ya vamos tarde, joder.
Sam se giraba para hablar con su hermano Dean y con Castiel, ambos en el asiento trasero del Impala, apoyados el uno en el otro, y con pinta de dormir plácidamente. El menor de los Winchester había conducido toda la noche para llegar a la cita que tenía con un viejo amigo de sus tiempos de Stanford. ¿Realmente habían pasado ya 10 años desde que dejó la Universidad?
- Cinco minutos más…
Dean se acurrucó más en el hombro de Cas, que permanecía inmóvil, como si la cabeza de su amigo reposando en su hombro fuera algo a lo que estuviera acostumbrado y con los ojos entrecerrados miraba a Sam.
- Siento mucho que hayas tenido que conducir toda la noche, Sam. Si aún pudiera…
Sam lo cortó antes de que pudiera seguir.
- Cas, tienes que dejar de torturarte con esas cosas. Me gusta conducir, a Dean le gusta conducir. Y en cuanto aprendas, a ti también te encantará conducir.
-No con mi coche - dijo Dean reprimiendo un bostezo e incorporándose por fin. - Desayunamos en condiciones, y vamos a ver a tu amigo, ¿vale?
-No, no vale, Dean. Ya vamos tarde, y no quiero hacerle esperar más. Mira, id vosotros a desayunar si queréis y quedamos luego.
-Joder, Sam, un café y vamos todos juntos.
- Que no, hombre, que no. Hay un bar enfrente, así que abajo los dos. Vuelvo dentro de una hora y os cuento.
Casi sacándoles a empujones y sin darles tiempo a reaccionar, Sam arrancó el coche y se marchó en busca de Héctor.
* * *
Jessica los había presentado cuando eran unos niñatos y aunque al principio Sam sentía celos de aquel joven latino, pronto se dio cuenta de que se querían como hermanos porque se habían criado juntos y no tenía nada que temer.
Tras la muerte de Jessica se habían distanciado, pero habían retomado el contacto cuando Sam, después de su encuentro con Brady, había localizado a su pequeño grupo de amigos de Stanford para asegurarse de que estaban bien.
Ahora Héctor se había puesto en contacto con él para pedirle ayuda. Regentaba un pequeño balneario en Monterrey, y hacía unos meses que había colgado la etiqueta arco iris en la puerta. La publicidad en diversas webs y el boca a boca le habían tratado muy bien. La gente se iba muy contenta después de pasar unos días descansando en el balneario y el trato además era excelente.
El último mes, no obstante, había sido un infierno. Tres parejas habían muerto en circunstancias muy extrañas, y aunque todas habían sido catalogadas como accidente por la policía del condado, Héctor no las tenía todas consigo. Estaba convencido de que algo sobrenatural estaba matando a su clientela y había pedido ayuda a Sam.
* * *
- Bienvenido a mi humilde morada - dijo Héctor a modo de saludo.
- ¿Humilde? Cualquiera diría que el negocio va mal…Pero ven aquí, ¡dame un abrazo, tío!
Se abrazaron unos segundos y se sentaron en una de las mesas de la terraza, junto a la piscina.
- ¿Recibiste todo lo que te mandé? ¿Los recortes de periódico, los links a las noticias?
- Sí, todas las muertes fueron archivadas como accidentes. Pero me gustaría saber porqué piensas lo contrario. ¿Has pensado que sea algún ataque homófobo contra tu local? Llevas abierto más de cuatro años sin ningún problema y es colgar la bandera arco iris, y se suceden estos…accidentes…y sólo con parejas homosexuales. ¿Cómo estás tan seguro de que es algo sobrenatural?
- Porque lo he visto, Sam. He visto una cosa negra, una sombra, una interferencia…como quieras llamarlo me da igual, pero hay un jodido espíritu en mi balneario.
El joven pareció aliviado al compartir esa información con alguien más. Sabía que su amigo era de los pocos que no le tacharían de loco por decir algo así.
- Cuando la segunda pareja murió, los chicos habían llamado al servicio de habitaciones para pedir la cena. Era su aniversario y en el balneario queríamos ofrecerles un regalo. Una botella de champán, y un bono para un masaje doble. Quise subírselo yo; hacía unos días que habíamos encontrado muerta a la primera pareja y me pareció apropiado ofrecerles el regalo personalmente. Llamé a la puerta y no contestó nadie. Llamé de nuevo y oí un chapoteo, ruido de agua, y luego unos gritos. Intenté abrir la puerta, pero el picaporte me quemó la mano - levantó su mano derecha, vendada, a modo de prueba - y la llave maestra no funcionaba…Conseguí tirar la puerta abajo y cuando entré en el baño los encontré ahí, en el jacuzzi…El agua hervía Sam, estaban abrasados. A pesar del calor me dio un escalofrío en la espalda y cuando me giré ahí estaba, una figura vestida de negro, parecía una mujer pero todo duró un segundo, se desvaneció de inmediato, no podría asegurarlo.
Sam había escuchado el relato de su amigo sin interrumpirle en ningún momento, esperando pacientemente a que terminara antes de preguntar de nuevo.
- Entonces, que me quede claro… ¿Estás diciendo que un ser sobrenatural se está cargando a las parejas gays que se alojan en tu balneario?
- Bien, me alegra que lo hayas entendido. Ahora pasemos a elaborar un plan. Dime qué puedo hacer. No puedo llenar de sal todas las habitaciones, de saquitos, de pintadas…
_ A ver…necesitamos averiguar a qué se debe. Investigar el terreno, averiguar si hubo algún crimen, alguna muerte violenta, algo que haya dejado a un espíritu tan cabreado que no sólo no se quiera ir, sino que también tenga desatado el instinto asesino. Además, hay que estudiar la escena del crimen…Espera, déjame llamar a mi hermano y nos repartimos el trabajo.
* * *
Cuando Dean colgó el teléfono le explicó a Cas todo lo ocurrido. El grandioso plan que había trazado Sam se lo guardó para un poco más adelante. No había sabido cómo explicarlo, aunque en su cabeza sonaba la voz de su hermano explicándolo la mar de bien: “Mira Dean, me voy a con Héctor a investigar la historia de la zona, os toca a Cas y a ti registraros en el balneario, está todo pagado. Habitación doble, suite espaciosa, muy romántica, con jacuzzi incluido. Por cierto, sois pareja. Héctor no quería llamar la atención ni alarmar al personal, a mí me han visto aquí con él…Así que además de investigar el lugar de los hechos, sois el cebo. Llámame si encuentras algo en el hotel.“ Dándole la dirección exacta, Sam colgó.
Dean se había puesto de siete colores diferentes al imaginarse entrando en el balneario y registrándose con Cas como su novio. Durante años la gente había imaginado que Sam y él eran amantes y eso le daba risa. Cualquier cosa, con tal de vacilar a Sammy. Pero esto era diferente. Cas no era su hermano. E imaginarse siendo amante del ángel, menos risa, le daba de todo.
Entraron al aparcamiento reservado a clientes y Dean apagó el motor. Cas iba a salir del coche pero Dean le detuvo.
- Espera, hay una cosa que aún no te he explicado.
- ¿Qué es?
- Verás, esta vez no somos policías, ni agentes del FBI…Somos una pareja.
- ¿Una pareja de qué?
- Joder Cas. Pues una pareja. Novios, amantes…Una pareja gay.
- Muy bien.
Sin decir más, Castiel se bajó del coche, dejando a Dean con cara de tonto y los ojos fijos en el volante.
- ¿Muy bien? - repitió. - Pues muy bien.
Salió del coche, sacaron las bolsas del maletero y se acercaron al mostrador de recepción, donde recogieron las llaves de la suite.
La habitación era en verdad magnífica; un pequeño saloncito les recibía al entrar, tras el cual, subiendo un par de escalones se encontraba una cama en la que 4 personas habrían podido dormir cómodamente. A la izquierda una puerta entreabierta, detrás de la que se intuía el baño y a la derecha, la joya de la habitación, una zona acristalada, con un jacuzzi, junto al cual había un mueble bar. Hacía él se dirigió Dean sin pensarlo dos veces y, sacando un par de vasos, sirvió whisky para los dos.
- Toma, bebe un trago. Lo vamos a necesitar.
Sentándose en el borde del jacuzzi, se quedó mirando a Cas, que estaba apoyado en el mueble bar con las piernas estiradas, a escasos milímetros de donde él había acomodado sus pies.
- ¿Cómo quieres hacerlo? Quiero decir…¿nos…- bebió otro trago - nos abrazamos? ¿O…me acerco…te acercas?
Llevaba años ocultándose a sí mismo que lo que sentía por Cas era más que amistad o amor fraternal. En el último año, por fin, se había admitido a sí mismo que estaba enamorado como un quinceañero y llevaba meses fantaseando con cómo sería besarlo, tocarlo o acariciar esa piel que parecía tan suave a la vista. Cómo sería el sexo con él, dormir con él, desnudarle lentamente, descubrir a qué sabía esa boca, a qué olía ese cuello que le volvía loco.
- ¿Quieres que nos besemos, Dean?
Castiel le clavó su mirada azul, esperando una contestación. ¿Que si quería besarle? Se moría de ganas. Dios, llevaba meses…no, años, deseándolo. Se humedeció los labios ante la idea de lograrlo al fin.
Posó el vaso en el suelo y se levantó, quedando muy cerca de Cas, rodeando su cabeza con los brazos, sus bocas quedando a dos centímetros.
- Tal vez si nos besamos - le susurró al oído - ese ente venga a por nosotros y podamos acabar con este sufrimiento…
Castiel le agarró por los hombros, atrayéndole hacía sí, y con un tono que Dean jamás le había escuchado, le preguntó:
- ¿El sufrimiento de quién exactamente acabará si nos besamos? ¿El de los pobres clientes del hotel, el tuyo…o el mío?
Un leve jadeo se escapó de los labios de Dean, que apoyó su nariz en el cuello de Castiel, aspirando lentamente el olor de su piel, recorriendo el camino hasta llegar al lóbulo de su oreja, donde se detuvo a mordisquearlo, acariciando al tiempo la espalda del ángel.
- Cas…Cas…llevo deseando esto…
Unos gritos aterradores le frenaron en seco. Se miraron un segundo y el instinto cazador, siempre alerta, brilló en los ojos de Dean.
Salieron corriendo al pasillo en busca de la habitación de la que provenían los gritos. No tuvieron que ir muy lejos ya que la puerta de enfrente estaba entreabierta. La escena era dantesca: Dos jóvenes medio desnudos, arrodillados en el suelo, estaban rodeados por un círculo de fuego, mientras una figura de negro parecía impedir que pudieran salir de él.
- ¡Eh, tú! - gritó Dean al tiempo que se acercaba a la falsa chimenea, rogando que el atizador fuera de hierro.
La figura se giró, dejando a la vista de los chicos un rostro lleno de odio.
- ¿Una monja? ¿Una puta monja? - Dean no se arredró y golpeó con fuerza la cintura de la monja, haciéndola desaparecer al atravesarla con el hierro.
- Rápido, no tardará en volver. - con la ayuda de Castiel apagó el fuego que cercaba a los chicos, que asustados y con lágrimas en los ojos, se abrazaban aún sin poder creer que estuvieran vivos.
- Gracias- susurró el más moreno - muchas gracias.
Cas estaba apoyado en una pared, sujetando aún la colcha con la que habían apagado el fuego. Miraba a la joven pareja con una mezcla de curiosidad y ternura. Se habían sentado en el sofá y parecían encontrar alivio en el abrazo del otro, como si tuvieran la certeza de que nada malo podría suceder si seguían fundidos en ese abrazo. Entonces giró la cabeza y su mirada se cruzó con la de Dean. Una leve sonrisa de complicidad se asomó a sus labios.
- Chicos, todo va a ir bien, ¿de acuerdo? ¿Qué tal si bajáis a la piscina un rato, os relajáis…y no mencionáis nada de esto a nadie? Nosotros nos encargamos.
- ¿Sois algo así como...”los cazafantasmas”?
Dean hizo una mueca y contestó - Sí, algo así. La habitación de enfrente es la nuestra, cualquier cosa, nos dais un toque.
Los chicos bajaron a la piscina y Dean y Cas regresaron a su habitación con la intención de llamar a Sam y contarle lo ocurrido.
- ¿Sam? No te vas a creer con el fantasma que tenemos que lidiar…
- ¿Con una monja?
- Pero qué…¿La habéis encontrado? ¿Sabéis donde está enterrada?
- Ya, verás…No es tan sencillo.
Dean suspiró y pasándose la mano por la boca contestó - por supuesto que no. Nunca es sencillo.
- La hermana Sagrario murió hace cincuenta años en el incendio de una capilla. El balneario está construido sobre la antigua misión de Monterrey. Dean, no hay cadáver, no hay restos qué quemar.
- Pues te aseguro que no hace ni diez minutos su fantasma estaba en la habitación de al lado a punto de añadir una cuarta pareja a su lista, así que seguid buscando.
Colgó el teléfono de malos modos, arrepintiéndose un segundo después. Sam no tenía la culpa de su frustración. Un vaso de whisky ante su cara le hizo olvidar la conversación con su hermano.
- No ha habido suerte, ¿verdad?
- Relativa. Saben que es una monja que murió hace cincuenta años pero fue en un incendio. No hay restos, no hay nada para quemar, no entiendo qué puede haber pasado.
Sentado a los pies de la cama, Dean vació su vaso de un trago y se echó hacia atrás. Cas, sentado a su lado, lo imitó. Estuvieron así tumbados un rato, el uno junto al otro, con los ojos cerrados, disfrutando de un silencio que le habría resultado incómodo a cualquiera. Pero no a ellos. Dean se había acostumbrado a los largos silencios del otrora ángel e incluso los disfrutaba. Se giró sobre su costado y apoyado en el codo estudió con atención el rostro de Castiel. Parecía dormido, pero esas arruguitas en su entrecejo lo delataban.
- ¿En qué estás pensando? Tienes el ceño fruncido.
Girándose hasta quedar en una posición simétrica a la del cazador, abrió los ojos y contestó: En nosotros, en lo que ha pasado antes, en que creí que odiaría ser humano, y sin embargo gracias a ti, disfruto de cada momento.
Dean no pudo hacer otra cosa que acercarse y besarle en los labios, firme pero dulcemente.
Respondiendo con pasión a sus avances, Cas rodó sobre él, hasta quedar a horcajadas encima del cazador, con las manos apoyadas en sus hombros y los talones presionando sus rodillas, manteniendo al joven a su merced. Inclinándose lentamente, recorrió la línea de su mandíbula con la lengua, deteniéndose en la barbilla y acabando el recorrido en los carnosos labios, que le esperaban entreabiertos y ansiosos por recibirle.
Se dejaron llevar por el deseo como dos adolescentes, haciendo volar la ropa por la habitación hasta quedar completamente desnudos en cuestión de segundos. Se miraron un momento para seguidamente dar rienda suelta al placer que los cinco sentidos les proporcionaban. El tacto de piel con piel, el olor de sus cuerpos, el sabor de sus bocas, el sonido de sus besos…
La pasión por algo que ambos llevaban tiempo deseando los cegó momentáneamente, no dejándoles ver que el espectro del fantasma se formaba a los pies de la cama. El calor que irradiaban sus cuerpos evitó que notaran, en un primer momento, que el cabecero de la cama comenzaba a arder. Fue Cas el primero en notar que el fuego se extendía y empujando a Dean al suelo cayó sobre él para protegerlo.
El espíritu de la monja se acercaba amenazante, con los brazos extendidos y profiriendo gritos contra ellos. Sin llegar a acercarse, su rostro descompuesto por la ira y el odio se transformó en uno de sorpresa cuando las llamas se apoderaron de ella y la hicieron desaparecer de la habitación.
- ¿Qué coño acaba de pasar?
- Yo diría que tu hermano encontró la solución.
Como si les hubiera oído, el teléfono de Dean empezó a sonar.
- ¿Sammy?
- Dean, creo que lo hemos conseguido. Hemos encontrado lo que faltaba por quemar.
- Lo habéis conseguido, seguro. La monja acaba de desaparecer ante nuestras caras envuelta en llamas. La habéis mandado al infierno, fijo. ¿Cómo lo has hecho?
- Héctor sugirió que podríamos visitar la casa-museo de la Misión. Tal vez ahí encontraríamos información. Y encontramos algo más que eso. Las novicias de la misión, al tomar los votos, se cortaban el cabello y lo guardaban como ofrenda en unas cajas de madera con su nombre grabado. Estaban todas las cajas en el museo, Dean.
- Joder, qué asco.
- Dímelo a mí. Oye, y ahora que lo pienso…¿Qué demonios estabais haciendo para que la monja fuera a por vosotros?
Dean sonrió sentado aún en el suelo y guiñándole un ojo a Cas contestó a su hermano: - Pues justo lo que tú habías sugerido, ser el cebo. - Y colgó.
- Bueno… ¿crees que a la tercera irá la vencida?
- Sólo hay una manera de averiguarlo…
Con una sonrisa Dean hizo una demostración de fuerza y cogiendo a Cas lo sentó en su regazo, dejándolo sentado sobre sus muslos y con la cintura rodeada por las piernas del ángel.
Cara a cara comenzaron a besarse en la que definitivamente iba a ser la primera de miles de noches juntos.