Título: Dilo en voz alta.
Autora: Wesleyoso
Fandom: SPN
Pairing: Dean/Castiel
Personajes secundarios: Crowley, Gabriel, Sebastian, Meg...
Rating: PG
Beta: Tao, que es un amor de mujer y trabaja contra reloj. Gracias guapa!!!
Warning: Emm…Meg se besa con Cas…pero poco!!!
Disclaimer: Ellos no me pertenecen. No hay ánimo de lucro.
(Ah, y soy una vaga de narices, porque anda que no sé yo que tengo que terminar este fic...y lo dejo para el último día!!!! En fin...a ver si os gusta!!!)
- ¡Esperen! ¡Aguanten la puerta, por favor!
-¡Genial! - pensó Dean Winchester. - Éramos pocos...
Mirando a su alrededor resopló sólo de pensar que una persona más fuera a entrar en el ya concurrido ascensor.
Giró el cuello como pudo para leer la estúpida plaquita en la que ponía el número máximo de personas permitidas: 10 personas. 750 Kilos.
Pfff...por lo menos un par de ocupantes pasaban de los 75 kilos ampliamente. Es más...el hombre negro con traje gris era muy probable que doblara esa cantidad. ¡Qué coño! Él mismo pesaba más de 80.
Por otro lado, había un par de chicas que no debían pasar de los 50 kilos.
-Qué sea lo que Dios quiera...
Un hombre bajito, con barba y unos penetrantes ojos azules le sonrió al escucharle y dijo: - Esperemos que quiera algo bueno, ¡no?.
Dean le miró para responder alguna bordería cuando el hombre que había pedido que le esperasen finalmente entró en el ascensor.
Debido al poco espacio, y tras murmurar un gracias muy bajito, se quedó con la espalda pegada a las puertas correderas, lo cual le dejaba frente a frente con Dean.
Ligeramente más bajo que él, y con una gabardina que debía estar dándole un calor del demonio, el joven clavó sus ojos en Dean como si le conociera de algo, ladeando la cabeza hacia la izquierda en un gesto que confirmaba que le prestaba toda su atención.
Dean no pudo menos que imitar el gesto, sintiendo la misma sensación de déjà vu. ¿Conocía de algo a este chico? Dean vivía en el mismo edificio desde...bueno, no recordaba muy bien desde cuando, pero si hubiera visto antes a un hombre tan atractivo lo recordaría.
Se sentía un poco mareado, y entre el calor y la falta de espacio, estuvo tentado de apoyar la cabeza en el hombro del joven y dejarse llevar por Morfeo, y cuando estaba a punto de dejarse vencer por la tentación, el ascensor anunció su primera parada:
PLANTA PRIMERA. La anodina voz de una grabación anunciaba la llegada a cada planta, y un hombre rubio, maduro, sexy y totalmente encantado de conocerse, intentaba abrirse paso hacia la puerta.
Para poder salir tuvo que empujar a Dean sobre el atractivo moreno, llevándose una mirada cargada de rencor del joven Winchester.
Con un ligero acento francés, el hombre, ya desde fuera del ascensor le gritó mientras se cerraban las puertas: - ¿Qué más da? ¡¡No es como si el tipo de la gabardina sucia no estuviera enamorado de tí!!
Una descarga en el cerebro de Dean le trajo de nuevo esa sensación de déjà vu. ¿Qué coño había sido eso? ¿Balthazar? ¿Quién era Balthazar? ¿Y qué demonios era un castiel? Una vocecita en su interior no paraba de repetir esa palabra. Castiel.
El ascensor continuaba su recorrido hacia arriba, y aunque la primera persona que se había bajado había dejado algo más de hueco, seguían demasiado juntos. Aún así, Dean pudo dar un paso atrás y dejar de invadir el espacio personal del joven moreno. Ello le permitió observarle más disimuladamente, como si no tuviera curiosidad alguna. Empezaba a dolerle la cabeza, le venían flashes a la memoria con escenas inconexas, oscuras, y que carecían de sentido para él.
PLANTA SEGUNDA.
Una chica rubia, muy guapa, se acercaba a la puerta para salir pero se detuvo y sonrió a Dean con una ternura impropia de alguien tan joven. Era una sonrisa de esas que solo una madre puede esbozar. Se miraron un momento, como dos desconocidos que conectan un instante, y al siguiente siguen con su vida. Dean sintió entonces la necesidad de abrazarse a ella, tenía la certeza de que ella le protegería de todo mal y le cuidaría siempre. En ese momento, como si fuera una telépata que leyera las mentes le dijo en voz alta: Son los ángeles los que cuidan de nosotros.
Las puertas se cerraron dejando a la rubia fuera y Dean sintió que a pesar de que el ascensor se iba vaciando, la sensación de ahogo se incrementaba. Observó a todos los pasajeros del ascensor intentando ver si era el único que sentía que se ahogaba. Todos actuaban con normalidad. Todos, menos el último en subir. Apoyado de nuevo en las puertas tras dejarlas cerrarse, miraba al frente, como buscando una explicación a algo que no entendía. Se miraron a los ojos y otra vez esa vocecita en su cerebro dijo: Castiel. Y Dean, sin poder evitarlo, repitió el nombre en voz alta: Castiel.
Abriendo sus hermosos ojos azules como dos platos contestó: ¿Dean?
PLANTA TERCERA
Cas, era Cas. Le conocía. Era su amigo. ¿Qué demonios hacían aquí? ¿Qué estaba pasando? Un hombre alto, rubio, con mirada socarrona se les acercó.
- Ahhhh, estáis teniendo uno de esos momentos...
Ambos jóvenes se volvieron hacia él, percibiendo que a pesar de la voz dulce y melosa, era un hombre peligroso.
-Lo siento Luci, esta es tu parada. No molestes a los chicos.
Un hombre más bajo, con unos ojos llenos de vida y una sonrisa mucho más sincera que la del rubio, se las arregló para empujarle fuera del cubículo, y una vez que las puertas se cerraron se giró hacia los chicos y les dijo:
-Os está costando un poquito ¿¿eh?? Tenéis que recordar más rápido porque si no, no vais a salir de aquí en la vida. Y creedme, la vida aquí, se os va a hacer eterna.
-¿Gabriel?
- ¡Bravo hermano! Siempre supe que eras el cerebro de la familia. Ahora, hacednos un favor a todos y encontrad la manera de salir.
PLANTA CUARTA
-Yo me quedo aquí. Os daría un mensaje críptico, una pista oculta en una frase pero el Trickster que hay en mí se quedó en la Tierra. ¡Ups! ¡Acabo de daros una!
Con un guiño simpático, desapareció tras las puertas correderas dejándolos tan confusos como antes de hablar con ellos.
-¿Ha querido decir que no estamos en la Tierra? Cas, empiezo a recordar cosas muy extrañas. Y no son arco iris y unicornios lo que veo.
Mirando al resto de pasajeros del ascensor, y no queriendo que escucharan lo que tenía que decir, se inclinó sobre Castiel, pegando sus labios al oído del otro, susurrando.
-Cas, veo sangre, veo oscuridad, veo monstruos...
-Dean - contestó en susurros también - Dean, creo que...estamos en el Purgatorio. Por algún motivo no recordamos...
-¿¿El purgatorio es un ascensor lleno de gente???
Cas miró a su alrededor ante el tono elevado de Dean. - ¿Quieres bajar la voz?
PLANTA QUINTA
Las puertas se abrieron y el hombre negro salió lentamente, lanzando una mirada de disgusto hacia Castiel.
- ¿Es que no aprendiste la lección? Mientras este mono sin pelo siga siendo tu debilidad, no vas a progresar Castiel. Seguirás dominado por él, cometiendo errores sólo porque crees que así te aceptará, que te querrá como a su hermano. A estas alturas deberías saber que eso nunca va a suceder.
Castiel bajó la mirada, ruborizado, mientras las puertas se cerraban por quinta vez.
-¿Se trata de eso? ¿Para salir de aquí tengo que admitir que eres un hermano para mi? Joder Cas, no me digas que estamos en este puto ascensor porque tienes celos de Sammy. Venga vale, te quiero como a un hermano. ¿Podemos salir ya?
Ya no le importaba que la gente le oyera, tenía calor, estaba empezando a asustarse de verdad, y si tenía que admitir algo que no era cierto, lo admitiría. Aunque estaba seguro de que jamás querría a nadie como a Sam, jamás. Era su hermano y lo adoraba. Nunca sentiría algo así por Castiel, afortunadamente. El amor fraternal no entraba en sus planes cuando se trataba de Cas.
PLANTA SEXTA
El hombre de barba que le había hablado antes se disponía a salir del ascensor, y muy sonriente le dijo a Dean:
-Ya falta poco. Sólo te queda reconocerlo en voz alta.
¿Pero es que todo el mundo leía la mente aquí? ¿Y qué tenía que reconocer? ¿Que no quería a Cas como a un hermano?¿Pero no era eso lo que quería él?
-Dean, yo...creo que lo recuerdo todo. Y creo que no tengo celos de Sam. No quiero que me trates como a un hermano.
Sí, de esto también se acordaba él. La honestidad brutal de Castiel hacía su aparición de nuevo.
-Una historia como la vuestra chicos, se escribe sola.
Diciendo esto último ya desde fuera, las puertas se cerraron dejando en el ascensor a Dean, Cas y a dos personajes que les miraban con una mezcla de desprecio y superioridad.
Dean ya lo recordaba todo. Sabía perfectamente quienes eran. Si la prueba para salir de ahí era recuperar la memoria, ¿Por qué no estaban ya fuera? ¿Por qué no habían vuelto a la Tierra?
PLANTA SÉPTIMA
-No te das cuenta ¿verdad? El mismo Dean de siempre. Tan convencido de tener siempre la razón, la respuesta correcta, que no se molesta en valorar otras opciones. Pues... Cariño... Siempre hay otras opciones.
La joven morena de la chaqueta de cuero se acercaba seductoramente hacia Castiel, al tiempo que se abrían las puertas del ascensor.
Poniéndose de puntillas, apoyó las manos suavemente en los hombros del chico y le dio un beso en los labios.
- No lo olvides, Clarence.
Dean sintió que se le revolvía el estómago. Esa puta del infierno disfrutaba utilizando a Cas y el muy imbécil se quedaba embobado con ella. ¡Cómo odiaba a Meg!
- ¡Nos vemos, chicos!
Solo quedaba otra persona además de ellos dos en el ascensor. Crowley. Con su impecable traje estaba apoyado en la pared del fondo de brazos cruzados, observándolos.
-¿Qué va a ser esta vez, Dean? ¿Las braguitas rosas de Rhonda Hurley? ¿El tiempo que pasaste con Lisa? ¿Qué va a ser esta vez lo que te impida confesar en voz alta?
PLANTA OCTAVA
-¿De qué estás hablando? Todo esto es cosa tuya, ¿verdad?
- Dean Winchester, especialista en echar la culpa de todo a los demás. A tu padre, a tu hermano, a ángeles y a demonios. ¿No es cierto, Cas? Siempre intentando agradar, complacerle...¿Para qué exactamente? Nunca lo dirá en voz alta. Y volveréis a empezar.
Las puertas se abrieron y Crowley salió con las manos en los bolsillos, caminando tranquilamente.
Se giró desde fuera y a modo de despedida les dijo:
- Una planta más. Y nos vemos de nuevo abajo.
Se habían quedado solos. Cas no era capaz de mirarle a los ojos, avergonzado por todo lo que se había dicho de sus sentimientos. Estaba cansado de acciones que en su cabeza valían más que mil palabras, pero que a los ojos del cazador parecían no tener el significado que él les daba.
Siempre era en la octava planta en la que todo encajaba perfectamente. Estaba enamorado de Dean. Y siempre, justo cuando se anunciaba la novena planta, Dean le miraba fijamente, se agarraba a la manga de su gabardina y bajaba la cabeza negando con lentitud. - No puedo, Cas. En serio, no siento lo mismo.
Y acto seguido se veía de nuevo a sí mismo pidiendo que le aguantaran la puerta de un ascensor.
¿Por qué iba a ser distinto esta vez?
Abrumado por la realización de todo lo que se le venía encima, y de que, tal vez, se iba a pasar la eternidad del mismo modo, se dejó resbalar en el suelo, esperando a que se anunciara la siguiente planta.
- Creo que esta vez será diferente.
Dean se sentó a su lado, entrelazando sus dedos con los del ángel.
- Esta vez saldremos de aquí, Cas. Caaas, mírame.
El ángel levantó la vista y con mirada escéptica le respondió:
-No sé si lo has notado, pero tienes que sentirlo, no basta con que lo digas en voz alta.
- Y ahí ha estado el problema todo este tiempo. Yo siento lo mismo por tí casi desde que te conozco. Y aunque en mi interior sabía lo que pasaba, siempre he mentido en voz alta. Me daba miedo reconocerlo. Para mí, decirlo en voz alta era reconocer que todo esto tiempo he vivido una mentira y eso tampoco es así.
PLANTA NOVENA
- Y me da igual que sea para sacarnos de aquí o no. Estoy enamorado de tí, Cas. Y si decirlo en voz alta nos saca del Purgatorio, genial. Pero si nos hace dar un millón de vueltas más en este maldito ascensor, pues bienvenidas sean.
Las puertas se abrieron dando lugar a una oscuridad absoluta.
-Supongo que no era suficiente con decirlo en voz alta - suspiró Cas.
- No me importa, lo conseguiremos la próxima vez, ¿De acuerdo?
Dean entonces sujetó con la mayor dulzura la cara de Castiel, dándole un beso lento y cálido. Un beso lleno de promesas. Un beso que habría durado eternamente si no se hubiera encendido la luz fuera del ascensor.
- Joder tíos, ¿esa era la sorpresa? “Ven a buscarnos al garaje”. Eso decía tu mensaje, Dean. No decía nada de: “Me voy a enrollar con Castiel delante de ti para que no puedas dormir en un mes”.
Dean y Cas se miraron incrédulos. ¿Eso quería decir que eran libres? ¿No estaban atrapados en el Purgatorio?
Las puertas comenzaban a cerrarse y de un salto salieron fuera.
Sam, que había visto la escena apoyado en el capó del Impala, no pudo más que reírse.
-¿Encima dais saltitos de nenaza? Tenéis mucho que explicarme.
Subiendo al coche tras abrazar a su hermano, le dijo:
- Arranca Sam, tenemos mucho tiempo para contártelo. Ahora, sácanos de aquí.