Por motivos logísticos y organizativos exclusivamente atribuibles a su propia (ir)responsabilidad, este cronista no consiguió llegar al evento hasta bien entrado el mismo, por lo que solamente vio a Gigatron y El Reno Renardo, aunque por fortuna esos eran también los grupos que más le interesaban.
Gigatron estuvieron espectaculares, demostrando que pueden superarse a sí mismos tanto en directo como en los discos. Todo lo que sale por la boca de Charlie Glamour es oro puro, hasta el punto de que uno se pregunta cómo ese hombre no explota su talento y rapidez mental a través de monólogos, investigaciones científicas punteras o metiéndose en política, antes de rendirse a la evidencia de que ninguno de esos fines espurios alcanzaría la grandeza y transcendentalidad del heavy metal. El resto del grupo funciona como una máquina a tope de revoluciones, en especial el impresionante guitarrista, y es capaz de interpretar en vivo los temas más complicados sin que estos pierdan fuerza ni brillo.
Después de semejante descarga, El Reno Renardo entraron con suavidad, sin poder competir en nivel de tralla ni facultad para el humor improvisado, y lastrados además por un sonido algo deficiente. Quizá conscientes de ello, los bilbaínos se lo tomaron con calma y abordaron el concierto sin grandes aspavientos, logrando conquistar al personal con sus grandes himnos tras un arranque un poco lento de la mano de un puñado de caras B.
Pese a no haber presenciado más que la mitad del sarao, la impresión que me dio la organización fue muy positiva, por lo que espero que más adelante pueda tener lugar una segunda edición. A juzgar por la afluencia de público, que arrasó con las entradas en la preventa y en taquilla, eso sería algo más que probable.