Ok,
archange_maudit , si llegas a leer esto: ¿recuerdas aquella apuesta que hicimos hace un siglo sobre a ver quién escribía el fic más pervertido? Pues de ahí surgió la idea para este fic ^^ Así que este capítulo es para ti <33 es el más pervertido de todos (por ahora), tanto que me da vergüenza releerlo xD Ojalá que te guste *-* Y ahora supera ese nivel de perversión, juas (?) (y si tienes algo que lo supere ¡pásame el link *-*! Solo para comprobarlo por el bien de la apuesta, claro u.u lalala)
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Tal vez debería calmarle con una bebida caliente, té o chocolate, pero cuando intenta ofrecérselo Alex se limita a negar con la cabeza enterrada en su pecho y aferrarse más a él, sin dejarle ir.
-Está bien, tranquilo - así que se resigna a quedarse allí hasta que se calme, de pie en medio del salón, con un brazo cruzando su espalda hasta su cintura y el otro rodeando su cabeza protectoramente, los dedos enredados en su pelo. Ni siquiera es consciente del tiempo que pasan así, pero cuando por fin consigue calmarle, fuera ya está anocheciendo. Alex levanta la cabeza de su pecho con timidez y se seca los ojos con el dorso de la mano. Entonces se da cuenta: tiene toda la palma dolorosamente enrojecida y con aspecto de quemadura.
-¿Qué te ha pasado? -pregunta alarmado. Alex niega con la cabeza y se esconde más en sus brazos, pero sujeta su barbilla y le obliga a levantar la cabeza para mirarle- ¿Ha sido tu padrastro?
-Fue culpa mía, le hice enfadar y había una sartén en el fuego y-
-Shh, está bien- le abraza más, desconcertado al sentir el impulso irracional de ir ahora mismo a partirle la cara al hombre que le ha hecho aquello-. Aquí estás a salvo.
Una idea cruza su mente, tan solo un segundo. Pero se lo habría contado, ¿no? ¿Y si su padrastro, además de pegarle…? Aparta ese pensamiento de su cabeza, descartándolo por improbable. Nunca le ha visto ninguna señal de que así sea.
Los ojos de Alex se vuelven a llenar enseguida de lágrimas, que esta vez no se desbordan sino que quedan atrapadas junto al borde, esperando un parpadeo que las haga precipitarse de nuevo mejillas abajo. James apoya una mano contra la curva de su mejilla, envolviendo la mitad de su rostro con ella, y desliza el pulgar bajo las pestañas para limpiar las lágrimas. Sus manos parecen de pronto enormes y ásperas como las de un campesino, en contraste con su pequeña y suave carita llorosa.
Siente crecer en el fondo de su estómago la habitual excitación que le provoca tener una criatura indefensa entre sus brazos. Podría contenerlo, pensar en cosas frías y feas, pero aquella vez lo deja crecer, cosquilleándole al fondo del estómago, subiendo como espuma en una botella hasta que se desborda e inunda su sangre, por todo el cuerpo. Le envenena el cerebro, le palpita en los oídos y le invade hasta las yemas de los dedos.
Alex rodea su cuello con los brazos y él le levanta con facilidad, una mano bajo sus muslos y la otra en su nuca, como un bebé, hasta la cama. Se deja hacer sin protestar, respirando suavemente contra su pecho. El llanto ha acabado por fin. James sonríe para sí al pensar que pronto volverá a estar empapado en lágrimas. Le deposita de pie junto al borde de la cama, con cuidado, y Alex se agarra de la tela de su camisa para no perder el equilibrio.
Él lo ha estado buscando, ¿no? Y ha intentado evitarlo, Dios sabe que ha resistido la tentación cada día, a cada momento de suplicio. Pero ahora comprende que su miedo era absurdo, aquel chiquillo no puede hacerle más que todos los otros. Se equivocó aquella vez, al asomarse a sus ojos y ver un demonio dentro, enviado a cobrar sus pecados y arrastrarle a la perdición. No es más que otro pequeño y delicioso regalo del Dios injusto y sordo al que sirve.
Apoya ambas manos contra su nuca y las desliza despacio por su cuello, deteniéndose un momento a delinear las clavículas, hasta el borde de la tela. Desabrocha los botones de su camisa uno a uno y recorre su pecho liso y pálido, con las manos primero y la boca después, bajando hasta arrodillarse para lamer con la punta de la lengua el pequeño hoyuelo en el centro de su vientre, que se contrae ante su roce mientras un suspiro escapa de entre los labios del niño. Le gustaría detenerse un poco más en aquella zona, pero la tela de los pantalones está tan cerca de sus manos que tiene que tirar de ella hacia abajo, por sus piernecitas delgadas de rodillas huesudas, hasta los tobillos. La ropa interior sigue el mismo camino. Le contempla un minuto desde allí y después se pone en pie para observarle desde su altura, pequeño y desprotegido y comestible.
Alex se encoge bajo su mirada, temblando como si tuviera frío. Su piel es tan delicada que siente que podría marcarla solo con mirarla fijamente, tal y como está haciendo. La sangre comienza a acumularse en un solo punto de su cuerpo y los pantalones comienzan a apretarle, y está seguro de que él puede ver el bulto que se marca a través de la ropa, pero simplemente le observa, durante todo el tiempo del mundo, desde sus pequeños pies hasta las mejillas sonrojadas sobre las que caen mechones desordenados de cabello. Se agacha a su lado a veces, para rozarle donde no debe. Besa despacio entre los muslos, donde la piel nunca ha estado expuesta y parece tan blanca que siente que si la toca se convertirá en líquido y se desvanecerá como humo.
-Date la vuelta -le ordena finalmente en un susurro. Alex comienza a hacer lo que le ha pedido, a pasitos cortos y torpes por la tela arrebujada en sus tobillos, provocando que James pierda la paciencia y le agarre de la cintura para girarle él mismo. Pero Alex se tropieza y cae sobre la cama, el pecho apoyado sobre el colchón, las rodillas en el suelo, ofreciéndose de forma tan descarada que James tiene que cerrar los ojos para no bajarse los pantalones y comenzar a follarle sin más. Aquello no puede acabar tan rápido, después de tanto tiempo de anhelo.
Se sienta a su lado, con calma, y le hace apoyarse sobre su regazo mientras recorre su columna vertebral con la punta de los dedos, palpando cada una de las vértebras, desde su nuca hasta que se pierde entre sus nalgas. El chiquillo se estremece bajo su roce y emite un pequeño sonido indescifrable, mientras James sigue acariciando abajo y arriba y cada vez un poco más abajo, hasta que un par de dedos invaden más allá; un poco de presión para avanzar, la resistencia instintiva de los músculos, un pequeño quejido contra las sábanas y todo su autocontrol se desvanece sin dejar rastro.
-Ven aquí -masculla, sin que le importe realmente si le escucha o no, mientras le agarra del pelo con una sola mano para que se levante de la cama y se ponga en pie. La otra mano está ocupada en el broche de su pantalón, que no quiere soltarse por la presión a la que está sometido y finalmente tiene que soltarle el pelo para hacerlo con las dos manos, impaciente. El niño permanece de pie, mirándole con miedo, demasiado desnudo, es todo piel pálida y virgen y mejillas sonrojadas y los ojos fijos en la pelea de sus manos con el broche del pantalón.
Cuando por fin lo suelta no pierde un segundo más.
-Abre la boca -Alex separa apenas los labios, con timidez, exasperante. Quiere abofetearle hasta que sus ojos se llenen de lágrimas de nuevo y abra la boca de verdad para sollozar. Le agarra de la barbilla y se la abre el mismo, metiéndole los dedos en la boca descuidadamente al hacerlo. El niño protesta y por un momento piensa que le va a morder, pero permanece quieto, los ojos muy abiertos cuando la ropa cae al suelo y se encuentra de frente con lo que James trataba de liberar.
Pero no le va a dar tiempo a contemplarlo como si fuera una puta piruleta, le sujeta del pelo con firmeza y le acerca hasta que la roza con los labios. El muy hijo de puta saca la lengua y la toca con la punta, apenas un segundo, haciéndole perder la poca paciencia que le quedaba. Le sujeta la cabeza con ambas manos para que no se mueva cuando embiste hasta el fondo de su boca. Puede notar la forma de su paladar y la lengua blanda y caliente e incluso los dientes rozándole de vez en cuando, pero no es suficiente. Su boca es demasiado pequeña, se choca contra la pared de su garganta a cada embestida y aun así sus labios no pasan de los primeros centímetros, desquiciándole.
Le aparta de un golpe, sabiendo que si no lo hace bruscamente no reunirá la fuerza de voluntad para hacerlo. Alex se lleva las manos a la garganta y tose como si se estuviera ahogando, la saliva le resbala por los labios. No tiene tiempo para compadecerle. Le arroja sobre la cama y se sube tras él, una mano bajo su vientre le coloca a cuatro patas, pero el niño pierde el equilibrio y se desmorona con un quejido. Lejanamente, recuerda que le ocurría algo en una mano, así que aparta las almohadas para que no se ahogue y le obliga a enterrar la cara contra el colchón, las rodillas aun apoyadas, la espalda inclinada para dejar el trasero en alto.
Le separa las piernas, sujeta sus caderas y sin darle un instante de tregua comienza a invadir su estrecho cuerpo, centímetro a centímetro.
Alex chilla de dolor. Trata de huir gateando por el colchón, pero es demasiado débil y James le arrastra de nuevo a su sitio con facilidad, disfrutando de cada grito y cada forcejeo y cada centímetro que penetra más en aquel cuerpo que ya nunca volverá a ser puro e inocente. Él grita y solloza y le pide que pare, intenta volverse hacia él y arañarle como una pequeña fiera. James se sale de su cuerpo como consecuencia de los forcejeos y resbala entre sus nalgas mientras pelean, hasta que James le tira de nuevo contra el colchón de una bofetada y aplasta sus manos con las suyas para que se quede quieto, enfurecido y caliente a partes iguales.
Cuando vuelve a entrar en él es mucho más fácil y su interior se siente extrañamente húmedo, pero sin dedicarle un pensamiento más comienza a embestir tan profundo como puede. Es tan estrecho que cualquier duda que pudiera quedarle se esfuma, está seguro de que es el primero en enseñarle cómo es aquello realmente, no el juego fácil y divertido que esperaba él estúpidamente.
Ahora puede ver que, en el fondo, Alex era tan inocente como todos los demás por creer que sería distinto, que le besaría todo el tiempo y se lo haría suavemente. Estúpido crío. Le folla aferrando su pelo con una mano y sus caderas con la otra, como si le montara, sin que oponga ya resistencia alguna, y cuando se cansa de violar su cuerpo inerte le maneja como a un muñeco de trapo volteándole para poder ver su cara. Tiene surcos de lágrimas secos en las mejillas y los ojos cerrados y temblorosos, murmura algo con los labios apretados que suena como una plegaria.
-Dios no te va a salvar de esto, pequeño.
Comienza de nuevo frente a él, aplastándole con su peso. Hace que coloque sus piernas alrededor de su cintura, o tal vez es Alex quien lo hace voluntariamente, no está seguro. Ni siquiera puede pensar en nada salvo que se correrá en segundos y todo es demasiado caliente y apretado y prácticamente lo está levantando de la cama aferrando su cintura para moverle atrás y delante al ritmo de sus embestidas, y sabe que le hace daño porque le gimotea al oído y Dios santo, no puede-
Termina dentro de él con un gemido ronco. Por un instante piensa en permanecer ahí dentro hasta que todo pase y pueda volver a respirar con normalidad, pero entonces se encuentra con sus ojos de pupilas dilatadas, completamente abiertos, perdidos en el vacío. Apoya la frente contra la suya sin dejar de mirar dentro de sus ojos mientras se aparta, provocando un quejido en ambos. Termina por todo su cuerpo, manchando la piel enrojecida de sus piernas, su vientre, su pecho, su rostro de pestañas mojadas y labios sangrantes de tanto morderlos.
Cuando recupera el control de sí mismo, se da cuenta de que hay sangre en las sábanas. Intenta sentir algo de empatía por el dolor que le ha causado, pero ni siquiera le importa. Se siente completamente satisfecho al mirar la pequeña criatura tendida a su lado a la que acaba de destruir. Tal vez, en unas horas, sea capaz de sentirse culpable por ello.
-Me gustaría ir a lavarme -finalmente el chico rompe el silencio con un hilo de voz. James le señala en dirección a la puerta del baño y Alex comienza a incorporarse con cuidado, adolorido. Contiene un pequeño grito de miedo cuando de pronto James le agarra de una muñeca para tirarle de nuevo contra la cama.
-Por favor -murmura al tiempo que cierra los ojos con fuerza.
James se sube sobre él apoyado sobre sus manos, sin llegar a rozarle.
-Esto era lo que querías, ¿no? Para eso has venido hoy.
Alex no tiene tiempo de responder, al instante siguiente tiene su boca contra la suya. La lengua separa sus labios para abrirse paso y sus labios se frotan contra los suyos en un lento vaivén, intentando forzar una respuesta que no llega. Alex se queda allí tendido con los labios entre abiertos y deja que invada su boca igual que ha hecho con su cuerpo, hasta que James se cansa y le deja marchar.
***
Cuando llaman a su puerta por segunda vez aquel día, Alex está aun en el baño y se oye el agua correr.
Se levanta de la cama y se viste apresuradamente, frente al espejo para no dejar ninguna evidencia en su ropa de lo que acaba de suceder. Está casi seguro de que sabe quién hay tras la puerta.
-Padre James -la madre de Alex prácticamente se tira a sus brazos al verle-. No sabía a quién acudir, Alex se ha ido de casa y no podemos encontrarlo, tiene que ayudarnos -entonces se detiene a escuchar y su expresión cambia por completo al oír el sonido del agua-. Oh, no sabía que tenía compañía -se disculpa con tono reprobatorio, casi escandalizado-. No le molesto más, padre.
-No, espere -James sonríe amablemente, la viva imagen de la honradez, capaz de revertir cualquier mala opinión que alguien tenga de él-. Alex está aquí, está bien. Acudió a mí cuando discutieron. Pero estoy preocupado por él, ¿podemos hablar?
La madre suspira aliviada y relaja los hombros.
-Claro -asiente. James la conduce hasta la cocina, en el otro extremo de la casa, desde donde no se escucha lo que ocurre en el baño. Necesita darle tiempo para recuperarse un poco y no parecer tan evidentemente recién follado.
-¿Puedo ofrecerle algo?
-Un té estaría bien, gracias.
Se sientan a la mesa con dos tazas de té y el azucarero en el centro, una escena tan cotidiana que le resulta chocante ante los recuerdos de lo que estaba haciendo hace quince minutos. Baja los ojos a su taza inconscientemente, asustado de que lo que está viendo en su cabeza puedan reflejarse en sus ojos.
-Alex me ha dicho que su padrastro le ha hecho daño, ¿es eso cierto?
-No puede culparle a él, Alex se lo merecía -replica ella alterada-. Me faltó al respeto. Nos hemos desvivido por él desde siempre, por intentar que sea normal, pero es incorregible, ni por las buenas ni por las malas.
-¿Por qué piensa que no es normal? -Elisa desvía la mirada, claramente no es un tema que le guste tratar-. Trataré esta información como si se estuviera confesando señora, no tiene nada que temer.
-Hace cosas extrañas -titubea-. No es simplemente que sea travieso. Es… Creo que disfruta haciendo daño a los demás.
James le mantiene la mirada sin cambiar de expresión. Aquello le resulta terriblemente familiar.
-¿Por qué piensa eso? ¿Suele ser cruel con los animales, por ejemplo?
-No, no es esa clase de maldad. Él juega con los sentimientos de las personas. Si Max y yo hemos discutido, se acerca a hablarme, al principio pienso que con intención de consolar, pero luego veo que está intentando hacer que me enfade de nuevo.
-Pero tal vez eso no sea maldad, sino simplemente que no quiere que Max sea su nuevo padre.
-Es solo un ejemplo -la mujer frunce el ceño, molesta por no encontrar su aprobación hacia sus palabras-. Lo hace con todo el mundo, seguro que también lo ha intentado con usted.
-No que yo sepa, por el momento -James niega con la cabeza-. ¿Simplemente eso? Cree que manipula a la gente.
-No es solo eso -su tono comienza a parecer molesto-. Le gusta hacerme daño, personalmente. Siempre quiere ser distinto de los demás porque sabe que eso me duele.
James siente que comienza a acercarse al quid de la cuestión. Le hace un gesto para que continúe hablando, sin querer interrumpirla.
-Es como… si no fuera un niño de verdad, la mayoría del tiempo, es demasiado adulto para su edad. No tiene ese… no sé, esa candidez que tienen todos los niños.
-¿Todo esto tiene algo que ver con que su padre se marchara? -realmente todo aquel asunto le intriga, aunque Alex no le importe lo más mínimo.
La mujer suspira.
-Alex le ha contado algo, ¿verdad? -James contesta con un gesto ambiguo que la invita a contestar.
-Era muy pequeño, dudo incluso que él lo recuerde bien. Estaba jugando con un amigo suyo del pueblo donde vivíamos. Tendrían unos cinco años, Alex tal vez un poco más. Ellos… no sé, padre, tal vez nos equivocamos todos y simplemente se cayeron. Cuando les encontramos, Alex estaba sobre él y sus… sus labios se tocaban. Su padre nos abandonó después de eso.
-Así que culpa a Alex por ello.
-Tal vez no fuera solo su culpa. Las cosas no iban bien en nuestro matrimonio, estaba siempre trabajando lejos de casa, en el mar. Creo que su trabajo le gustaba más que su familia.
Pero James puede ver claramente que Elisa le tiene por el único culpable de aquello. Lo ha visto muchas veces, padres que culpan a los hijos de lo que va mal en su familia. Es como una cadena, el niño le echa la culpa al perro de lo que rompe, los padres echan la culpa al niño, que no se puede defender, porque es más sencillo que aceptar que no todo funciona tal como querían. Alex ha crecido con la creencia de que su padre se marchó por su culpa, y su madre acusándole en silencio por ello cada día.
La conversación se interrumpe cuando Alex aparece en la puerta de la cocina, las mejillas sonrojadas y la mirada perdida, pero al menos está vestido y peinado.
La madre se arroja sobre él y le abraza con fuerza, llenándole de besos que parecen doler al chico más que agradarle, agitándole con fuerza.
-Cómo se te ocurre, estábamos preocupadísimos, te hemos buscado por todo el pueblo-
La madre está de espaldas a él, de modo que no puede ver cómo Alex le mira fijamente por encima de su hombro, sin expresión, parpadeando lentamente de vez en cuando.
No sabe cómo interpretar aquella mirada, que le persigue hasta muchas horas después, cuando por fin consigue conciliar el sueño.