Titulo : Submisive Seduction.
Autora : Vulpix de Vulpecula, o sea yop.
Estado : 13 capitulos. Completado.
Clasificacion : Mayores de 18 y si me pongo tonta, mayores de 21, como en los bares de yankis. Escenas de sexo, dominacion, palabras malsonantes, voyeurismo, etc…
Advertencias : Dom!Dean/Sub!Sam. Todas las que se te ocurran y mas. Esto ha sido idea de mi prima y de esta no sale nunca nada decente. Ah, si, y es un wincest. Spoilers hasta temporada 4.
Resumen : Fic en plan reto como regalo tardio a mi prima, Kitiara. Despues del alzamiento de Lucifer, Dean es trasladado por Castiel al pasado para reescribir la historia y que no se repitan los mismo errores.
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inanna_maat. Grax guapa!!!
Dean le recibió en la puerta, descalzo y solo en vaqueros, dejándole entrar sin decir una palabra. Sam no tuvo necesidad de explicarle que había ocurrido, que Jess y él no estaban ya juntos. Solo dejó sus cosas en su habitación y se tumbó bocabajo en la cama, sin ningunas ganas de hablar del tema.
Escondió la cara en la almohada, sin poder evitar que algunas lágrimas se le escaparan. No podía entenderlo. Se había sentido tan bien hacia unos momentos… ¿Por qué ahora estaba tan triste?
Unos minutos después, notó otro peso hundiendo el colchón y una mano áspera que le acariciaba la nuca y el cabello, calmándole y acallando los sollozos que no sabia que estaba haciendo. Alzó la cabeza para descubrir el rostro preocupado de su hermano.
- ¿Dean?
- Ahora no, Sammy. Duerme un poco.
Esa fue la última vez que Dean le tocó durante los siguientes tres días. No lo entendía. No había querido volver a preguntar a su hermano, pero no lo entendía. Había dejado a Jess, estaba viviendo allí… era lo que le pidió… ¿Por qué seguía sin tocarle?
Mientras tanto, Dean siguió con su trabajo. Sus clientes continuaron viniendo al loft y Sam se moría de la envidia al saber que se estaban llevando lo que él tanto ansiaba de su hermano.
Al cuarto día, se tropezó con un chico rubio en la entrada del edificio que le sonrió con burla. El cazador lo reconoció de haberlo visto en el loft de Dean al principio de empezar a ver a su hermano. Rubio, ojos azules, expresión descarada… si, le conocía.
- ¡Ey! Tú eres el chico que vive con Dean, ¿verdad? - Sam parpadeo, sorprendido. - Suertudo. - rió el chico, dándole un toquecito en el hombro al pasar hacia la salida. - No me importaría ser su sumiso veinticuatro horas.
El chico se marchó, dejando a un Sam muy confundido. ¿Su sumiso veinticuatro horas? ¿Eso era lo que pensaban los clientes de Dean de él? ¿O era lo que su hermano les había dicho? ¿Y por que la idea le parecía tan atractiva?
Todavía dando vueltas a esas preguntas y buscándole respuestas, subió a la planta donde esta el loft por las escaleras. Un débil gemido le paralizó a mitad de camino y asomó la cabeza curioso por el hueco de la escalera para ver de donde provenía el sonido.
Para su sorpresa, descubrió a Misha, el vecino de Dean, apoyado en la pared, con la ropa revuelta, el cabello de punta y jadeando obscenidades con los ojos cerrados mientras Castiel, el amigo de su hermano, le devoraba el cuello, con las manos perdidas bajo la ropa del otro, aprisionándole y embistiendo contra sus caderas.
Sam les observó fascinado, preguntándose si había alguna clase de virus de la lujuria en el edificio, porque eso ya no era ni normal.
Debió hacer alguna clase de ruido sin querer, porque dos pares de ojos azul hielo prácticamente idénticos le fulminaron a la vez, haciéndole sentir intimidado.
- Uh… ¿hola? - saludó tímidamente, asustado por las miradas oscurecidas de lujuria de los otros dos hombres.
Castiel se desenredó de Misha pero sin dejarlo ir completamente y encaró al joven cazador. Sam notó la sangre helársele en las venas.
- Sam Winchester… - la voz del ángel era ronca, cargada de sexo, pero calmada y solo consiguió inquietar más aun al chico.
La mano de Castiel siguió vagando por el cuerpo del otro hombre, bajando y colándose descaradamente en sus pantalones grises de chándal, haciendo a Misha arquearse bajo el toque, gimiendo algo bajito. Sam enrojeció violentamente, su miembro hinchándose incómodamente en sus pantalones.
- ¡Ey! ¿Todo bien? - los tres se volvieron para encontrarse con Dean, que les miraba con obvia diversión desde su puerta.
- Uh…
- Totalmente. - sonrió Castiel, volviendo a atacar el cuello de Misha. Dean rodó los ojos y se acercó a su hermano, cogiéndole de la muñeca y tirando de él hacia la casa.
- Anda, vamos. Dejemos a estos que se desfoguen a gusto. - rió Dean. - Cualquier día de estos, os voy a echar un cubo de agua fría por la cabeza, Cas.
- ¡Vete a la mierda, Dean! - oyó gruñir al otro antes de que su hermano cerrara la puerta, riendo a carcajadas.
- ¿Qué demonios fue eso? - preguntó el pequeño siguiendo a Dean hasta el salón. - Ese tipo me da escalofríos.
- Cas suele causar ese efecto en la gente.
En defensa de Sam se podría decir que llevaba cuatro días aguantándose las ganas de preguntar y demasiado tiempo había sido ya.
- Dean… - comenzó, pero el otro negó con la cabeza.
- No sabes lo que me estas pidiendo, Sam.
- ¡Hice lo que querías! - exclamó molesto. El mayor le dirigió una mirada de desden.
- Si, eso es cierto. ¿Y qué? ¿Crees que mereces una recompensa? - le preguntó con sarcasmo. Sam se quedó boquiabierto, sin saber que decir durante unos segundos.
- Uh… no, pero…
- Si empezamos esto, Sam… si aceptas esto, no hay vuelta atrás, ¿entiendes? Esto no es un juego. Si lo tomas, tiene que ser entero.
El pequeño observó en silencio la expresión seria de Dean y se inclinó hacia delante, apoyando los codos en sus piernas.
- ¿De que estamos hablando exactamente? - pidió. Su hermano se recostó en su sillón, cruzando los brazos sobre su pecho.
- Si quieres esto, será bajo mis condiciones. Eso implica que serás mi sumiso todo el tiempo y deberás aprender las reglas. Yo estoy al mando aquí, no puedes cuestionarme ni desobedecerme en nada. Tu dejas tu vida y tu libertad en mis manos, confiando en que tomare las decisiones más adecuadas para ti. ¿Comprendes eso? - Sam asintió, casi sin dudar.
- Si.
- ¿Seguro? - preguntó Dean, sonriendo. - No tendrás poder de decisión. En nada. Y no solo en cosas cotidianas, Sam. En el ámbito sexual tampoco. Solo será como, cuando y lo que yo quiera.
El pequeño tragó en seco, considerando las palabras de su hermano con cuidado.
No habría vuelta atrás.
Una parte de él, la parte Winchester, se resistía a la idea de ceder el control, de permitir a alguien tener tanto poder sobre él. Pero otra parte… su otra parte gritaba por ello, por la liberación, por poder dejarse ir y ser el mismo con Dean y sin preocuparse por nada, porque su hermano se encargaría de todo.
Anhelaba eso. Lo necesitaba.
- Comprendo eso. - dijo finalmente con la voz más firme que pudo articular. - Y lo quiero, Dean. - su hermano le dirigió una mirada especulativa y finalmente, le sonrió.
- De acuerdo. Que así sea. Sígueme.
Tres horas más tarde, Sam estaba atado boca abajo en un potro, con los ojos vendados y desnudo. Un anillo plateado resaltaba en la piel hinchada y enrojecida de su miembro, impidiéndole llegar al orgasmo. Su espalda lucia varias marcas oscuras de los golpes recibidos con la fusta y de su entrada sobresalía el mango azul oscuro de un consolador que Dean introducía y sacaba rítmicamente del cuerpo del pequeño.
Habían pasado cerca de una hora en el baño, con Dean ordenándole como debía limpiarse a partir de ese día y que debía usar en la rutina de limpieza cada vez que lo reclamara. Todo ese tiempo le explicó todas las normas a seguir en casa.
Su comportamiento seguiría igual, pero Sam no estaba autorizado a desobedecer sus órdenes directas. Podría discutir, argumentar lo que quisiera, pero seria Dean quien tomara la decisión final. Y cuando cruzaran el umbral de esa habitación, Sam no tenía ni voz ni voto.
Dean le mantuvo al borde del orgasmo durante las siguientes dos horas y Sam estaba ya sudoroso, lloriqueando en silencio por la liberación. En silencio, porque cuando lo hizo en voz alta, su hermano le azotó con la fusta de manera bastante dolorosa. Aunque eso no consiguió menguar su erección ni un poco.
- ¿Te gusta esto, perra? - Sam gimió bajito y Dean sonrió. - ¡Oh, estoy seguro de si! Lo estas haciendo muy bien, Sammy. - le murmuró acariciándole la espalda.
El pequeño jadeo frustrado al notar como el anillo en su miembro volvía a impedirle llegar al orgasmo, otra vez.
- Prepárate. Esto se va a poner mejor. - ronroneo Dean, introduciéndole más profundo el consolador. Cogió un pequeño mando que llevaba en el bolsillo del pantalón y apretó el botón que tenia. Cuando el aparato empezó a vibrar en el interior del pequeño, este dio un largo gemido de sorpresa. - Bien.
Dean sonrió satisfecho y procedió a soltar las correas que sujetaban a su hermano al potro, ayudándole a incorporarse. Este lo hizo, con una mueca en su rostro, parpadeando repetidas veces cuando le quitó la venda de los ojos.
- Dios… no tienes idea de lo hermoso que te ves ahora. - jadeó Dean, mirándole embelesado. - Tan follable, Sammy… tan desesperado por llegar que harías cualquier cosa, ¿verdad?
- Si… - consiguió gruñir con la voz rota. El consolador le estaba golpeando directamente en la próstata, vibrando sin parar.
- ¿Harías cualquier cosa por mi, Sammy?
- Si… si…
- Bien. Ven aquí. - le llamó, alejándose del potro. Sam le siguió, andando con dificultad, sus miembros algo dormidos después de pasar tanto tiempo en postura forzada. - Arrodíllate.
Cuando el pequeño obedeció, Dean le empujó hacia abajo por los hombros, obligándole a quedar sentado sobre sus talones, lo que introdujo aun más el consolador en su trasero.
Con los ojos turbios por el placer, vio al mayor desabrocharse sus pantalones negros y dejarlos caer hasta sus tobillos, su miembro completamente lleno y erecto quedando al descubierto. Sam se lamió los labios inconscientemente.
- ¿Quieres chupármela, Sammy? - el pequeño prácticamente gruño.
- Si…
- Pídelo.
- Dean… ¿puedo? Por favor. - los ojos del mayor se oscurecieron tanto que casi parecieron negros.
- Hazlo. Y cuidado con los dientes. - Sam dio una tentativa lamida y su hermano ronroneo su satisfacción. - Abre la boca. Si, así. - gimió cuando el pequeño se lo tragó entero, chupando y lamiéndole con total dedicación.
Dean le dejo hacer unos instantes antes de agarrarle del cabello para embestir sin piedad en su boca. Sam hizo un ruido estrangulado pero no trató de alejarse. Deseaba tanto eso…
En esas tres horas, le había quedado muy claro que no debía luchar contra las acciones de su hermano, así que relajo la mandíbula y le dejo hacer, esforzándose por respirar todo lo que podía por la nariz.
Dean se corrió en su boca, dándole un doloroso tirón del pelo y obligándole a alzar la cabeza.
- Trágatelo. - ordenó, sonriendo cuando le vio obedecer con dificultad. - Bien. Vas a hacer esto todas las mañanas, ¿entiendes? Todas las mañanas, antes de ir a clase me la vas a chupar para que vayas con mi sabor en la boca y me recuerdes. - Sam asintió en silencio, ahogándose de necesidad. - Ahora ve a la ducha y límpiate.
- Pero… - comenzó a protestar Sam mirando de reojo a su durísima erección aprisionada por el anillo. Dean sonrió malvado.
- ¡Ah, eso! Nada de tocarte en la ducha para aliviarte. Si mañana lo haces igual de bien que hoy, a lo mejor arreglo eso. - le susurró divertido, cogiéndole del brazo e incorporándole. - A la ducha y sin tocarte. Hoy duermes así.
Continuara...
PD... Maat, cari... podia o no podia ser mas hijoputa?? *se parte*