Titulo : Forever mine : Prologo.
Genero : Wincest.
Pairing : Dean/Sam
Estado : Terminado. 6 capitulos.
Advertencias : palabras malsonantes, sexo del cutre y mi mala narrativa despues de casi un año de paron... avisadas vais...
Resumen : En lo de hacer resumenes no he mejorado... Dean y Sam sufren un contratiempo con una manada de weres que traera consecuencias para los dos...
- ¿Qué ha querido decir con eso?
Sam gimió, acordándose de los ancestros del ángel, si es que los tenia, y se dejó caer en el sofá, derrotado.
- ¡Sam! ¿Qué coño ha querido decir con eso? - repitió Dean más fuerte.
- Exactamente lo que has entendido, Dean. - gruñó el pequeño, escondiendo el rostro entre sus manos. En toda su vida había rehuido como la peste que Dean llegara a enterarse de su secreto y tener esta conversación. Y ahora le habían dejado con una situación de lo más incomoda.
- ¿Qué…? Pero… ¿Qué? No… no entiendo…
- ¡Si, Dean! - estalló finalmente, dolido por la expresión de espanto de su hermano. - ¡No me importaría ser tu puta, tu pareja o lo que sea! ¡No me importaría para nada que me follaras! ¿Vale? ¡Es más, me encantaría! ¡Eso es lo que estaba queriendo decir Castiel! ¡Que llevo años queriendo que me folles! - chilló, perdiendo los nervios. Lo soltó todo del tirón, sin respirar siquiera.
Dean le observaba con los ojos agrandados, sorprendido por su arranque y por todo lo que había oído.
- Sam… yo no… - empezó, pero no tenia idea de que decirle. - No sabia… no me dijiste… - el pequeño rió amargo.
- ¿Cómo ibas a saberlo? ¿Cómo iba a decírtelo, Dean? No era algo que te pudiera contar tomando una cerveza después de una cacería, ¿no te parece?
- No… claro… - murmuró aun demasiado sorprendido para decir algo más inteligente. - ¿Cuánto tiempo?
- Siempre.
- Joder…
- Si.
Sam miró a su hermano. Este le miraba sentado en una silla, aparentemente incapaz de moverse y cada vez más pálido. Se preguntó, durante un segundo, si era porque se encontraba mal otra vez o por lo que acababa de averiguar sobre él.
- Lo siento. Debería… no se…
- No es tu culpa que yo sea un bicho raro, no empieces a darle vueltas.
- ¡No eres un bicho raro!
- ¿Y como me llamarías entonces? - gruñó el pequeño, levantándose del sofá y cogiendo su chaqueta, antes de dirigirse hacia la puerta.
- ¿A dónde vas?
- ¡A donde no tenga que ver como me miras con asco, Dean!
- ¡Sam! ¡Espera!
Dean trató de levantarse para detenerle pero el pequeño salió de la habitación sin mirar atrás, dando un portazo, dejándole solo.
Era pasada la media noche cuando regresó al fin. Le oyó entrar, tropezando con los pocos muebles que había.
Suspiró. Ahora tendría que lidiar con un Sam enfadado y borracho.
Genial.
El había pasado una tarde horrible, encontrándose cada minuto que pasaba más y más enfermo y buscando en su memoria señales que se le hubieran podido pasar y que podrían haberle advertido de lo que le ocurría a Sam. Pero solo consiguió acabar con un terrible dolor de cabeza, por lo que acabó optando por irse a dormir y rezar para que su hermano regresara pronto.
Se incorporó, sentándose en el colchón y esperando a que entrara el pequeño, el cual lucia aun más borracho de lo que esperaba. Olía el whisky que había bebido incluso desde los tres metros que le separaban. Claro que eso también podía deberse a que su olfato estaba mucho más fino que antes.
- Sam… - el pequeño le dirigió una mirada furiosa, cortándole con un gesto antes incluso de que pudiera decir algo más que su nombre.
- ¡Calla! ¡No quiero oír tus…! - se detuvo como si no supiera como continuar. - ¡No quiero oírte! - gruñó finalmente.
- ¡Sam, por favor!
- ¡No, me vas a oír tú a mí! ¡Quiero esto y además puedo ayudarte! ¿Dónde esta el maldito problema? ¡Porque yo no lo veo por ninguna parte! - Dean se pasó una mano por el rostro, cansado.
- No puedo… lo siento, pero no puedo.
- ¿Por qué? ¿Tu hombría no puede manejar el follarte a un tío o simplemente a mí?
- Puedo manejar lo de tener sexo con un tío, pero no contigo. Eres mi hermano, Sam… - intentó razonar. - Tu mereces algo mejor que esto y encadenarte a mi de por vida… no puedo hacerte eso.
- Deja que lo decida yo.
- Estas borracho…
Sam se arrodilló frente a él, cogiéndole el rostro con las manos, sus dedos acariciándole con suavidad las mejillas y acercándosele peligrosamente. Dean no pudo evitar estremecerse, su cuerpo pidiéndole a gritos acudir a su encuentro y acabar con esa agonía que sentía.
- Seguro que has estado toda la tarde sintiéndote enfermo, ¿verdad?
El pequeño deslizó una de sus manos de su rostro al pecho, acariciándolo por encima de la camiseta. Dean negó en silencio, cerrando los ojos al notar el aliento de su hermano sobre sus labios, tentándole.
- Déjame, Dean… podría hacerte sentir bien… - le susurraba con voz dulce. - Podría hacerlo tan bueno para ti… no me importa si no me quieres igual… - murmuró, besándole levemente en los labios.
Ese simple toque le hizo arder la sangre, acelerándole el pulso de tal manera que pensó que podría darle un infarto. Un rugido sordo resonó en su garganta y sus manos se movieron solas, agarrando a Sam dolorosamente del cabello para obligarle a profundizar el beso.
Sam gimió, su mano ya vagando sobre los boxers del mayor, notando como su excitación crecía. Dean se removió, buscando más contacto, más fricción. El pequeño se levantó, empujándole hacia atrás hasta que lo tuvo de espaldas en el colchón, sentándose sobre sus piernas sin dejar de besarle.
El mayor notaba como sus fuerzas regresaban poco a poco a su cuerpo, sintiéndose mejor de lo que se había sentido en todos esos días. Su excitación también aumentaba, haciéndole gemir con cada roce contra su hermano.
Iban a hacerlo… realmente iban a hacerlo y Sam quedaría atado a él de por vida como su pareja…
Con las nuevas fuerzas que había recuperado, empujó al pequeño, apartándose de él como si quemara, ignorando la mirada dolida que este le dedicó.
- ¿Por qué?
El Winchester mayor trató de calmarse, de retomar el control. Estaba a punto de ceder a todo. El monstruo dentro de él rugía, haciéndole la misma pregunta, pidiendo regresar hasta Sam y reclamarlo como suyo. Lo deseaba con tantas fuerzas que dolía…
¡Oh, mierda! ¡De nuevo regresaba la debilidad y el frío a su cuerpo!
Pero no podía ceder… no podía hacerle eso a Sam…
- No puedo…
- ¡Vete a la mierda! ¿Prefieres morirte de dolor que follar conmigo? ¡Vete a la mierda, gilipollas! - gritó Sam, saliendo de nuevo de la habitación.
Dean se dejó caer de rodillas en el suelo, agotado y dolorido.
Iba a ser una noche eterna…
Continuara...