Título: Mascarade (II)
Pairing: Rose/Lysander
Rating: M (O un intento de)
Palabras: 400
Hacía calor (mucho) y había besos (más aun) y caricias (por todas partes) y jadeos (acompañados de palabras susurradas sobre la piel). Intentando estar en silencio porque shh, nos van a oir, pero mhm, no hagas eso. Y es que ya se sabe lo que pasa cuando una multitud de familiares se despista y deja solos a dos adolescentes hormonados. Porque, obviamente, todo es culpa de la multitud de familiares que hay en el jardín. Si no fueran tantos, Lysander no se habría visto obligado a huir y entonces no se habría encontrado con Rose sola, que al saber del intento de fuga de él, trataría por todos los medios convencerle para que se quedara. Y si todos los medios implicaba casi acoso sexual, pues no es culpa suya. Claro que no empezó como tal, pero es que una cosa lleva a la otra y lo que al principio eran caras que imitaban al gato de Shrek ahora eran labios y lengua y besos y manos enredadas en su pelo porque necesita notar que está ahí, que no es una alucinación.
Pero eso no es suficiente. Necesitan más, necesitan menos ropa y más contacto. Y no pueden. Quieren más y no pueden porque ambos saben que ahora no es el momento, pero tampoco pueden parar. No saben como parar. No quieren parar. Por mucho que sepan que tienen que hacerlo, no quieren. Ahora están en su mundo, dónde solo ellos dos tienen sentido y duele demasiado salir. Pero tienen que hacerlo, porque alguien está llamando a la puerta y si no se separan, si no contestan, alguien (y Rose reza para que no sea su padre) abrirá y les verá. Así que se separan.
Rose (labios rojos, mejillas sonrojadas, pelo desordenado) se apresura cuanto puede a abrir la puerta. Se alegra de ver quién hay al otro lado (James) y que, al verla, sonría cómplice disimulando su sorpresa. Lo único que le dice, antes de darse la vuelta, es que la cena estará en diez minutos. Se queda un momento mirando el hueco que ha dejado James en el pasillo. Y es que le ha parecido ver una chispa de ¿tristeza? en sus ojos. Pero no puede ser.
Cuando la puerta vuelve a estar cerrada, el ambiente ha cambiado. Se adecentan un poco, porque al fin y al cabo, están en familia.
-Entonces... ¿Te quedas, no? Esta tarde iremos al lago...