(no subject)
No sé si te lo he contado ya, pero el año que viene me voy a vivir a Avignon.
No sé si servirá de algo, probablemente no. Será la historia de siempre, me aburro de la gente, y del lugar, y me escapo buscando un nosequé en cualquier otro sitio, cuanto más lejos de casa mejor, cuando todos sabemos que el único problema está dentro de mí. Y así serán 5 ciudades en los últimos 5 años.
Me caigo mal, no soy una persona con la que me gustaría pasar el resto de mis días, y supongo que por eso no sé vender mi alma al mejor postor. Y la verdad, tampoco quiero que nadie me compre, pero las cosas son mucho mejores cuando tienes un tú al que dirigirte, ¿no crees? Yo no soy el tú de nadie.
Antes me entendía mejor, debe ser porque venía aquí constantemente a contar cómo me sentía en tal o cual momento sin miedo a parecer cursi o simplemente imbécil, y ahora, de repente, me ha entrado ese horrible sentimiento de temor hacia el qué dirán. Vaya tontería, a mis años.
No sé qué es lo que ha cambiado dentro de mí exactamente, pero puedo decir con total seguridad que me echo de menos, o echo de menos a una particular forma que tenía de ser, de hacer los días, y las noches. Y por eso huyo, para qué te voy a mentir, a ti.
Debía de ser este pequeño espacio en blanco el que mantenía mi cordura a buen recaudo, y ahora siento que no quiero pasar más tiempo conmigo. Gritarme enfurecida: "he acabado contigo, pequeña!" y dejarme aquí tirada para siempre, en cualquier bosque de esta ciudad de llegada.
Cuando la gente llega a Santiago con los pies llenos de heridas sienten que han alcanzado su destino, para el que tanto han caminado. Pero ya ves, yo estoy aquí y ni siquiera sé cómo he llegado. Supongo que han sido las decisiones de los últimos años de mi vida, decisiones de 23 años, las que me han conducido hasta aquí, y no, no siento haber llegado a ningún maldito sitio donde me quiera quedar el resto de mi vida, si es que ese lugar existe, y no es ningún estúpido pueblo de Francia.
No sé si servirá de algo, probablemente no. Será la historia de siempre, me aburro de la gente, y del lugar, y me escapo buscando un nosequé en cualquier otro sitio, cuanto más lejos de casa mejor, cuando todos sabemos que el único problema está dentro de mí. Y así serán 5 ciudades en los últimos 5 años.
Me caigo mal, no soy una persona con la que me gustaría pasar el resto de mis días, y supongo que por eso no sé vender mi alma al mejor postor. Y la verdad, tampoco quiero que nadie me compre, pero las cosas son mucho mejores cuando tienes un tú al que dirigirte, ¿no crees? Yo no soy el tú de nadie.
Antes me entendía mejor, debe ser porque venía aquí constantemente a contar cómo me sentía en tal o cual momento sin miedo a parecer cursi o simplemente imbécil, y ahora, de repente, me ha entrado ese horrible sentimiento de temor hacia el qué dirán. Vaya tontería, a mis años.
No sé qué es lo que ha cambiado dentro de mí exactamente, pero puedo decir con total seguridad que me echo de menos, o echo de menos a una particular forma que tenía de ser, de hacer los días, y las noches. Y por eso huyo, para qué te voy a mentir, a ti.
Debía de ser este pequeño espacio en blanco el que mantenía mi cordura a buen recaudo, y ahora siento que no quiero pasar más tiempo conmigo. Gritarme enfurecida: "he acabado contigo, pequeña!" y dejarme aquí tirada para siempre, en cualquier bosque de esta ciudad de llegada.
Cuando la gente llega a Santiago con los pies llenos de heridas sienten que han alcanzado su destino, para el que tanto han caminado. Pero ya ves, yo estoy aquí y ni siquiera sé cómo he llegado. Supongo que han sido las decisiones de los últimos años de mi vida, decisiones de 23 años, las que me han conducido hasta aquí, y no, no siento haber llegado a ningún maldito sitio donde me quiera quedar el resto de mi vida, si es que ese lugar existe, y no es ningún estúpido pueblo de Francia.