May 06, 2010 02:54
Llovía, llovía mucho, bah, era una tormenta. El viento soplaba haciendo ese característico ruido que hace con las lluvias fuertes (bah, tormentas), a mi me gustaba mucho ese soplido especial que solo se da en esos días especiales, de hecho podía quedarme escuchándolo un buen rato, y mezclado con el golpeteo de las gotas en el techo y contra la ventana y los truenos, completaban una especie de éxtasis que me satisfacía de una manera muy extraña pero placentera. Era como tener escalofríos pero gustosos, todos esos sonidos me trasladaban a estar en un bosque bajo un árbol o algún tipo de refugio, bien acurrucado, y relajándome con los ojos cerrados. Pero no durmiendo, solo relajado, como meditando sin pensar en nada.
Lamentablemente las tormentas fuertes como esta suelen durar a lo sumo una hora, ya que es como un descargo rápido de muchos días de calor acumulados que se terminan en ese poco cumulo de minutos (o menos incluso). Pero esta vez no, esta vez la tormenta duraría toda la noche, lo cual sería como un arrullo para mis oídos. Pero no fue así.
Mi habitación da directamente al balcón, el cual da a la calle, por lo que si llueve el agua se acumula ahí, los hoyos que tendrían que servir de desagüe son chicos y a veces se meten hojas o pequeñas ramas y los tapan, lo cual hace que el agua se acumule y a la larga comience a invadir mi cuarto. Hete aquí que con una tormenta tan grande como esta no podía relajarme y dejar que Morfeo haga lo suyo, tenía que estar alerta por si el agua invadía, o incluso cada tanto abrir la puerta del balcón y destapar los desagües (lo cual sería mas práctico que pasar toda la noche poniendo toallas y papeles para no dejar que el agua se abra paso). Así que me prepare un café bien cargado, y me senté frente en mi escritorio, frente a mi computadora, preparado para una maratón de lectura en internet. No tenía en claro que podía leer, pero seguro algo surgiría, siempre lo hace.
(...)
balcon