Fic: The Heaven's Race [Supernatural RPS] Quinta parte

Aug 25, 2010 17:35

Bien, pues va la quinta parte, espero que no pase nada malo OTRA VEZ   € ¬¬




Casa de la Familia Padaleki.

San Antonio, Texas. Viernes, 2315 hrs.

Una ruidosa reunión en la casa de los Padaleki recibió a Jensen cuando este bajó del auto. Con paso inseguro se adentró en la misma, llevando su maleta al hombro y cuidando de no chocar o pisar a los invitados que se arremolinaban en el recibidor.

Al parecer, la celebración en turno era a causa de Megan Padaleki. Y fue ella precisamente quien lo vio, avisando efusivamente a gritos, segundos después, que el piloto estaba ahí.

Jared salió de la cocina en esos momentos, con dos vasos de sangría en las manos. Su  enorme sonrisa afloró entonces al verlo, reconfortando el corazón de su novio.

-¡Jen! ¡Pensé que llegarías un poco más tarde! -le dijo al tiempo que lo abrazaba en una efusiva bienvenida. Jensen le acarició la espalda con un gesto discreto, llenándose del aroma que desprendía su cabello.

-Te extrañé, Jay.

Jared lo soltó, conmovido. Entonces lo hizo seguirlo. Aún llevaba los vasos con sangría.

-Ven, vamos a sentarnos.

El piloto lo siguió a través de la multitud de jóvenes hasta el que era el estudio, en donde varias personas se encontraban un poco más apartadas, hablando lejos del ruido de la música. Nixon estaba ahí también.

Al ver a Jensen, se levantó de su asiento y lo saludó, haciendo espacio para que los tres pudieran sentarse. El recién llegado sólo respondió con un cabeceo. Se sentía un poco cansado debido a la jornada de vuelo y el viaje por carretera.

-Capitán Ackles, bienvenido.

-Te traigo una cerveza, Jen -ofreció Jared, entregándole los vasos de sangría a su amigo-. No tardo.

Entonces, se quedaron solos en medio de varios desconocidos. Sin embargo, Nixon tenía su provisión de palabras, al contrario de Jensen.

-Lo veo cansado, capitán. ¿Cómo les está yendo con las pruebas?

-Bien, bastante bien. Si no surgen inconvenientes, la siguiente semana entregaremos los prototipos.

-Qué bien. Y me imagino que ya sin el compromiso del proyecto, podrá enlistarse en el programa espacial, ya que está justo ahí.

Jensen negó con un gesto, recordando a Misha.

-La verdad, tengo otros proyectos en mente. Es muy probable que nos llamen como respaldo en misiones internas, aún no lo he confirmado.

-Bueno, eso está bien, pero yo creo que sería más emocionante viajar al espacio. El general Pellegrino nos comentó que podría recomendarnos si tenemos un buen desempeño en los Stealth.

A la mención de ese nombre, el piloto tuvo una desagradable sensación. Entonces, intentó interrogar a Nixon.

-Tal vez, pero no sé cuánto pueda valer su recomendación con el desprestigio que tiene en algunas bases. ¿No les han dicho algo de eso?

Por supuesto, Nixon se indignó ante tal comentario.

-¡Por supuesto que no! Jared me dijo que hay rumores y chismes, pero nadie lo ha podido comprobar. Yo digo que eso viene por envidias.

-Si, posiblemente… -Jensen buscó a su novio por el lugar, apenas prestándole atención al muchacho a su lado al darse cuenta que era fan cien por ciento del sujetillo en cuestión.

-Pellegrino es un gran instructor, ¿sabe? Ha sido muy paciente con nosotros, y nos ha ayudado bastante. En especial a Jared.

Esas palabras fueron como un bofetón para Jensen. Volteó a ver a Nixon tan rápido, que algo tronó en su cuello, mas no le importó. Eso tenía que aclararlo.

-Un momento, ¿dices que ha ayudad a Jared? ¿Puedo saber en qué?

-Primero, le consiguió plaza en el grupo de entrenamiento de los F-117. Pero al saber que no podría volar si no liberaban su licencia en F-18, se ofreció a capacitarlo en dos semanas, todo en su tiempo libre.

-¿A él solo? -el piloto sintió que el color rojo ira empezaba a subírsele a las mejillas. No podía creer lo que estaba escuchando.

-¡Por supuesto! Jared ha sido un caso muy especial en la base. Imagínese, si no hubiese intervenido el general, Jay estaría apenas en la segunda semana de teoría básica.  Una pérdida de tiempo total. Ha sido una suerte que le simpatizara tanto…

Jensen no escuchó más. Se levantó hecho una furia, buscando a su novio entre la gente. Al no encontrarlo, se paró en medio de la estancia principal y con voz potente, lo llamó.

-¡Jared Tristán Padaleki, tengo que hablar contigo, AHORA!

Todos guardaron silencio al escucharlo, viéndolo como un fenómeno molesto. Jared salió de entre un grupito de jóvenes apostados en la puerta de la cocina, entre sorprendido y un poco enfadado.

-Jen, ¿qué pasa?

-¡Que tenemos que hablar! ¡YA! -y sin agregar nada más, se dio la vuelta a la vista de todos y echó a andar hacia el patio trasero de la casa.

Jared lo siguió en silencio, abochornado frente a los invitados. Le extendió la botella de cerveza que había conseguido para Jensen a su hermana, quien lo veía azorada y con un poquito de susto, con una disculpa en su mirada.

-Sigue con la fiesta, Meg. Voy a arreglar esto.

-¿Necesitas un arma? Puedo conseguirte la de papá, Jay.

Aunque negó con un gesto rápido, mientras salía detrás de su novio, Jared lo consideró.

Jensen se paseaba como fiera enjaulada en el rincón más apartado del patio, esperando que Jared lo alcanzara. Este se le acercó con cierta cautela, tratando de entender su ira.

-¿Jensen?

Al tenerlo enfrente, el piloto se deshizo en recriminaciones y manoteos al aire.

-¡Con un demonio, Jared! ¡Lo primero que te dije que no hicieras, y vas y te le pones de modo al tipo! ¡¿Pensaste que no me iba a dar cuenta?! ¡Claro, eres Jared Padaleki, y haces lo que te da tu regalada gana!

Jared levantó las manos frente a él, intentando poner un poco de paz.

-Espera, espera… No sé de qué estás hablando.

-¿No sabes de qué hablo? -Jensen le bajó las manos de un golpe, acercándosele de manera intimidante-. ¡Hablo de nuestra última conversación telefónica, Jared! ¡Te dije claramente que no te acercaras a Pellegrino! ¡Y por supuesto, no sólo te le acercaste, sino que dejaste que tomara control de todos tus asuntos!

Jared se cruzó de brazos, sumamente molesto al saber el motivo del enojo de su novio.

-Jensen, ya basta. Deja de gritarme.

-¡Primero explícame por qué estás en el grupo de Pellegrino! ¡Explícame por qué demonios no me has hecho caso, pero a él lo veneras sin casi conocerlo! ¡Explícame eso primero, y dejo de gritarte!

Sin inmutarse, Padaleki se irguió ante él, dispuesto a defenderse.

-¿No te parece suficiente el papelón que armaste al ponerte a gritar en medio de los invitados de Megan, Jensen? ¿También quieres que todo el mundo se entere que estás paranoico?

-¡Ahora resulta que soy yo el que estoy mal!

-¡Por supuesto que estás mal! ¡Mira cómo te has puesto por una sarta de rumores y chismes, Jensen!

-¡Los rumores no me importan! ¡Se supone que primero debías pasar por el entrenamiento de los F-18 como base para obtener la licitación! ¡¿Cómo es posible que este tipo te admitiera en su grupo, si ni siquiera tienes licencia para ser piloto, por todos los cielos?!

-¡El general Pellegrino tiene plena potestad y autoridad para avalar mi licencia, Jensen! ¡El sólo me lo propuso, y fui yo quien tomó la decisión! ¿Por qué te molesta que haya decidido tomar otro entrenamiento, si tú mismo me dijiste que estarías orgulloso de mí?

-Jared, ese tipo es una fichita. No sólo se habla de él en  Houston. Muchas bases lo conocen, y son oficiales de alto rango los que han llegado a saber sus mañas, bastante graves.

-¡Son sólo rumores!

-¡No! Cuando lo conocimos, pude ver que algo estaba mal con él. Su mirada da miedo, y la forma en que te veía era asquerosa. Te juro que no me había sentido tan incómodo con una persona, hasta que estuvo frente a nosotros. Sé que no son sólo rumores. Algo debe haber de cierto en lo que se dice…

-¡Por Dios, Jensen! ¡Date cuenta hasta dónde estás llevando esto!

Frustrado y exhausto, Jensen se talló el rostro con ambas manos, tratando de calmarse para poder decirle lo que había escuchado. Se descubrió entonces, mostrando su desesperación.

-Jared, estás cometiendo un grave error…

-No, Jensen. El que está equivocándose por mucho eres tú -Padaleki suspiró, tomando una decisión dolorosa, pero a su sentir, necesaria-. ¿Sabes? Me estoy hartando de tus celos y tu paranoia. No quiero verte hoy, así que vete, por favor.

Jensen se paralizó totalmente al escucharlo. Jamás habría esperado que Jared lo echara.

-No, no. Jay, mira; voy a calmarme, y hablaremos…

-No, ya hablaste suficiente, y no quiero seguir escuchándote. Puedes quedarte en alguno de los hoteles de la ciudad, o en algún motel, o en tu auto, pero no te quiero aquí.

-Jared, escucha…

-¡Marchate ya! ¡No quiero verte!

Ambos permanecieron en silencio varios segundos, hasta que Ackles se rindió, dejando caer los brazos a sus costados. Al darse vuelta para salir por la puerta lateral, se percató de que todos los invitados y los habitantes de la casa habían presenciado la discusión, y lo veían reprobatoriamente.

Suspiró cansado, y bajando la vista al piso se retiró apresurado, dejando a Jared en medio del patio, furioso y lleno de vergüenza.

San Antonio Motor Hotel.

Carretera principal. San Antonio, Texas.

Domingo, 2005 hrs.

Jensen había pasado el fin de semana en un hotel de San Antonio, esperando a que Jared le tomara alguna llamada para poder arreglar las cosas entre ellos. Por supuesto, no tuvo suerte, además de que toda la familia Padaleki se había puesto de acuerdo para recordarle todo el tiempo que contestaban al teléfono, que se había comportado como todo un patán, y que eso era casi imperdonable. Después del recordatorio, le pedían que no volviera a llamar, puesto que Jared aún no estaba de humor para hablar con él.

Megan fue la única que habló un poco más cuando le tocó responder esa última llamada. Había sido casi un milagro, puesto que el piloto estuvo a punto de rendirse antes de hacerla.

Al principio se escuchaba decepcionada y molesta, pero no lo dejó con la palabra en la boca. Por el contrario, le pidió una explicación de su actitud. Jensen entonces se esperanzó, y le dijo todo lo que sabía del general Pellegrino, y del cada vez más fuerte presentimiento de que Jared se exponía a algo grave si no se alejaba de ese hombre.

Cuando terminó de hablar, un largo silencio se hizo en la línea; Jensen estuvo a punto de colgar al no obtener respuesta, cuando de pronto, ella habló.

-Jared está muy dolido, Jensen. Cree que estás celoso de su instructor.

-Lo sé, Meg. Por eso quiero hablar con él, porque no son celos. Temo por él.

Ella suspiró profundamente, tomando la determinación de ayudarlo a resolver su situacón.

-Trataré de hablar con él, Jen. Sé que lo quieres mucho, y que no serías capaz de lastimarlo por nada, aunque tienes que reconocer que fuiste un patán . Fue una desagradable sorpresa ver cómo te comportaste el viernes con él.

-Lo siento mucho, Megan -se disculpó una vez más, avergonzado-. Quisiera poder regresar el tiempo, borrar ese desagradable momento, pero es imposible. Lo único que me queda es pedirles a tus padres y a todos los que estaban ahí que me disculpen, porque estaba desesperado. Lo lamento, de verdad.

-Te creo. Ahora, creo que debo colgar. Mi madre me está viendo muy mal por hablar contigo.

-Entiendo.

-Cuídate, Jensen. Voy a tratar de convencerlo de que tiene que hablar contigo. Aunque no creo que sea hoy.

-Está bien, te lo agradezco. Yo debo volver a Houston, pero regreso el jueves, al mediodía. De todas formas, te dejo el número del hotel en el que estoy, y de la habitación, por si Jared quisiera hablar conmigo.

-O.k.

Jensen le dictó el número de teléfono y el de la habitación. Después de apuntarlo, la muchacha se despidió con prisa.

-Debo colgar. No pierdas las esperanzas.

-No lo haré. Gracias, Meg. Estaré esperando noticias.

Eso fue lo último de la conversación, y lo más cerca de Jared que pudo llegar. Después de eso, y durante el resto de la noche que permaneció ahí, el teléfono se mantuvo silencioso, causando en el piloto un fuerte desánimo.



Centro Espacial Lyndon B. Johnson
Houston, Texas. Lunes, 0530 hrs.

Jensen se detuvo en el área de estacionamiento que le habían asignado, quedándose dentro del auto, observando las estrellas con melancolía.

Había decidido regresar al centro espacial cuando supo que Jared no le llamaría. Además, decidió usar el insomnio que lo atacaba para poder llegar sin contratiempos, y sin prisas, en lugar de quedarse dando vueltas en la cama fría del hotel en el que estaba. No quería seguir pensando en lo ocurrido, y en la miseria en la que se había convertido su vida tan repentinamente.

El general Misha Collins fue el primero que lo encontró ahí, al llegar un poco más temprano que los demás instructores. Cuando pasó junto a su auto y ver de quién se trataba, tuvo el presentimiento de que algo malo había ocurrido. Así que, después de estacionarse, llegó al auto de Jensen y arriesgándose a ser despachado de la peor manera, tocó la ventanilla, sobresaltándolo, pues el piloto dormitaba debido al cansancio.

Jensen bajó el vidrio al verlo, y lo saludó en tono medio formal.

-General Collins, buenos días.

-Buenos días, capitán. Tienes aspecto de haber pasado un fin de semana en el infierno.

Sonrió con amargura, pensando en que debía ir a darse un baño antes de iniciar con la jornada de ese día. Así que, abrió la portezuela y bajó del auto, observado todo el tiempo por el otro oficial.

-Tuve algunos problemas -confesó mientras cerraba la portezuela con llave-. Pero estoy bien. Sé que pronto se resolverán.

-Espero que así sea. Hoy y mañana serán las pruebas decisivas, y necesitas estar concentrado. -Consultó su reloj discretamente, y decidió iniciar su rutina-. Bien, capitán, te dejo. Voy a ir a correr a las pistas un rato.

Jensen asintió, tallándose los ojos. Sin embargo, Collins no supo por qué tuvo el impulso de invitarlo a que lo acompañara. Posiblemente por ver que tenía la enorme necesidad de desquitar un poco lo que llevaba a cuestas.

-¿Quieres acompañarme? -preguntó cauteloso, esperando una negativa-. Eso puede ayudarte a no pensar en tus problemas por algunas horas.

Sin tener plena certeza de por qué lo hizo, aceptó seguirlo. Ambos hombres entraron entonces al edificio, dirigiéndose hacia los dormitorios.

Diez minutos más tarde llegaron a las pistas de aterrizaje, y empezaron a trotar en silencio, concentrados en el camino que se extendía ante ellos.  Corrieron por media hora, sin perder el paso uno del otro, sincronizados, silenciosos. Hasta que el general Collins consideró que era tiempo de parar. Bañados en sudor y bastante más despejados, se detuvieron al final de una de las pistas cercanas al hangar principal, haciendo un poco de ejercicio libre para no sobrecargar a sus músculos.

Conforme el sol se levantaba en el horizonte, dando otro aspecto a las cosas por la luz que desprendía, Collins pudo observar a Jensen con más detalle. Descubrió que las ojeras que tenía se le habían acentuado debido al ejercicio. Entonces, decidió arriesgarse otra vez, preguntándole lo ocurrido en esos días.

-Capitán... ¿de verdad estás bien? Si quieres, puedes hablar de eso que te agobia. Te juro que no diré una palabra de lo que me digas a nadie.

Jensen fijó su mirada en él por un segundo, y respondió.

-Estoy bien, general. Deja de preocuparte por mí.

-De acuerdo. No voy a inmiscuirme en tu vida, pero sí en tu trabajo, porque esa es parte de mi responsabilidad. No te ves bien, tu aspecto es fatal, pésimo. Y mientras más te tardes en desahogarte, mayor será el daño que tú solo te ocasiones.

Jensen se detuvo de su caminata en círculos al escucharlo, encarándolo.

-Misha, en serio. Cuando sienta que debo hablar, yo buscaré con quién hacerlo. Por ahora no tengo humor. Lo siento.

Collins se rindió al ver su evidente enfado.

-Está bien, entiendo. Pero no olvides que tu desempeño está en juego, y yo no voy a ser permisivo, ni Withfield. -Dicho eso, procedió a retirarse-. Por hoy ha sido suficiente ejercicio. Te veo en el área de simuladores. Haremos la misma rutina que los últimos días.

-De acuerdo, gracias.

Quedándose atrás, lo vio alejarse por la pista, considerando sus palabras.

Instalaciones del Vigésimo Cuarto Escuadrón Aéreo

Cuartel General Base Aérea Lackland,

San Antonio, Texas. Lunes, 0800 hrs.

Jared hablaba con Nixon cuando Pellegrino los encontró.

Pudo ver lo demacrado que estaba su alumno cuando éste lo saludó, sintiendo un repentino interés en saber qué le había ocurrido. Eso, consideró, podría ayudarlo en su labor de seducir al muchacho.

-Buenos días, señores -devolvió el saludo, deteniéndose a su lado-. Veo que tuvieron un fin de semana bastante ajetreado.

Jared inclinó un poco la cabeza, tratando de ocultar su aspecto. Nixon, por el contrario, no se quedó callado.

-Hablábamos de eso, señor. Jared tuvo algunos problemas con una persona, y eso le ha afectado un poco.

-Oh, ya veo -pensando en cómo averiguar más de lo ocurrido, los hizo entrar al salón-. Señores, les recomiendo que vayan y ocupen sus lugares. Estamos por iniciar la capacitación.

-Sí, señor - dijeron los muchachos al unísono.

Sin embargo, antes de que Jared pudiese entrar, lo detuvo, sujetando suavemente su brazo. El muchacho no pudo evitar un levísimo estremecimiento al tacto cálido del general, aún sobre la tela de la camisa.

-Padaleki, si necesitas ayuda con algo, o si sólo deseas hablar con alguien, estoy a tu disposición. Con toda confianza.

Jared encontró su mirada, y le sonrió agradecido, pensando en que no podía ser lo que Jensen había dicho de él. Eso lo hizo tomar una decisión dolorosa.

-Gracias, señor. Lo tendré en cuenta.

Centro Espacial Lyndon B. Johnson
Houston, Texas. Lunes, 1130 hrs.

En dos ocasiones, en los ensayos preliminares en simulador, Jensen había cometido varios errores incoherentes, y eso mantenía preocupado al equipo de instructores.

Cuando a duras penas, el piloto logró salvar una ridícula situación que estuvo a punto de salírsele de control en el simulador, Whitfield estalló.

-¡Me lleva el colmo! ¿Qué demonios le pasa a este tipo? -gritó exasperado, distrayendo a los otros pilotos, quienes estaban por terminar sus rutinas. Collins se levantó de su lugar, detrás del panel de control, y caminó apresuradamente hasta el simulador en el que se encontraba Jensen.

-Ven un momento, capitán -ordenó cortante al llegar con él. Su rostro era la viva imagen de la seriedad.

Con un largo y profundo suspiro, el piloto se quitó el casco y desabrochó el cinturón del simulador, saliendo del mismo con expresión agobiada. Los otros tres pilotos lo veían en silencio desde sus respectivos lugares, preocupados.

Collins lo hizo salir del área, hacia el corredor. Ya ahí, lo reprendió con dureza,  ante el ausente silencio del muchacho.

-No puedo creerlo, Ackles. Hace apenas unas horas acabamos de tener una conversación acerca de que debes cuidar tu desempeño, y vienes y haces exactamente lo contrario. ¿Qué está pasando contigo?

Jensen titubeó. No tenía una excusa factible

-L-lo lamento, señor. Debo estar un poco cansado.

-¿Un poco? ¡Jensen, tu aspecto grita que estás agotado, agobiado y lastimosamente perdido! ¡Incluso, me inclino a pensar que tienes la cabeza metida en el trasero de tus preocupaciones, y eso es muy peligroso!

Guardaron silencio, Collins casi bufando, con los brazos en jarras y las manos apoyadas en la cintura, pensando frenético en medio de su enfado, y Ackles con la vista clavada en el piso. Fue el general el que puso una solución.

-Hagamos esto. Ve a dormir un par de horas; te duchas para despejarte y te presentas en el comedor en tu horario. A las tres te quiero ver aquí para una última prueba. Pero escúchame bien, capitán. Si el preliminar que te aplique falla a pesar de esto, no vuelas. ¿Queda claro?

-Sí, señor.

-Bien, ahora lárgate, directo a tu cama. Si te encuentro haciendo otra cosa, te arresto por toda la semana.

-Sí, señor.

Sin más que agregar, Jensen se apresuró a cumplir la orden. Misha sólo lo vio irse, frustrado y de mal humor. Si no tenía cuidado con él, seguramente el piloto no saldría vivo del proyecto.

Instalaciones del Vigésimo Cuarto Escuadrón Aéreo

Cuartel General Base Aérea Lackland,

San Antonio, Texas. Lunes, 1259 hrs.

-¿Estás seguro, Jared? -preguntó Nixon, aún sin poder creer lo que su amigo acababa de confiarle mientras guardaban sus anotaciones para salir del entrenamiento.

-Totalmente.

-¿Y cuándo se lo dirás?

-No lo sé. Pero no quiero hacerlo por teléfono. Tendré que ir a Houston, lo más pronto posible. Hoy mismo…

-Jay, me parece una decisión apresurada -comentó el otro joven con cautela-. Además, tienes el compromiso de ir con el general por lo de tu licencia. -Padaleki bajó la cabeza, recordando dicho compromiso. Era verdad-. Oye, pero se supone que mañana y el miércoles no habrá entrenamientos. ¿No sería mejor que lo dejaras para mañana?

-Sí, Está bien. Entonces será mañana. El general me comentó que lo llamaron para los preparativos del jueves, así que no nos veremos tampoco. Podría irme hoy, y pasar la noche en San Antonio.

-Bien, ¿quieres que te acompañe?

Levantando la cabeza para encontrar su mirada, asintió con un gesto. Nixon sintió un leve desasosiego al ver en sus ojos, antes brillantes y alegres, una enorme sombra de tristeza, aunque también un brillo de determinación.

-Te lo agradecería mucho, Derek. Tal vez no podría hacerlo si voy solo.

-Sí, te entiendo. -Ambos jóvenes se alistaron para salir del lugar y dirigirse al comedor mientras charlaban-. ¿Nos iremos en cuanto salgas de aquí?

-Preferiblemente. Así podremos llegar a media noche. Y tendría todo el día de mañana para ir a buscarlo, y hablar todo lo que sea necesario.

-O.k. -Cruzaban por un área entre varios hangares, junto al grupo de oficiales con el que compartían entrenamiento.

Cuando entraron al comedor de la base, se percataron que todas las mesas estaban llenas, así que se quedaron en la entrada, aguardando algún lugar. Pellegrino los descubrió después de unos minutos, cuando alguien hizo un comentario de ellos. Entonces, el general se levantó de la mesa que compartía con otros oficiales de alto rango y se les acercó.

-Caballeros, veo que no alcanzaron sus lugares habituales.

-No, señor -Jared recorría el recinto con la vista, dándose cuenta que había rostros desconocidos-. ¿Por qué hay tantos nuevos?

-Son los cadetes de reciente ingreso  -explicó el general-. Al parecer, hubo un pequeño fallo en la logística del comedor, y nos hemos quedado sin mesas. Pero no se preocupen. Hay espacio en la mesa de los oficiales. Podríamos aceptar su compañía por el día de hoy.

Derek y Nixon cruzaron miradas rápidamente, sorprendidos por tal proposición. Sin embargo, Pellegrino los empujó hacia la barra de alimentos, haciéndolos reaccionar.

-Muchachos, vayan por sus alimentos. Yo los espero en la mesa.

-Señor, pero…

-Ya lo sé, es la mesa de oficiales. Pero este es un caso extremo. Además, yo los invité, y como soy el de mayor rango entre ellos, no habrá problema. Anden, vayan por sus charolas.

Obedecieron sin hacer comentarios, hasta que estuvieron en la barra, esperando que les entregaran sus porciones de alimento. Nixon se veía receloso.

-Gran tipo que es el general, ¿no? -comentó al Jared con una sonrisa.

-Demasiado, para mi gusto.

-Pero si tú lo idolatrabas.

-Ya lo sé, pero esto… es muy extraño que los oficiales de alto rango hagan algo así por unos tipos inferiores.

-Derek, confío que Jensen no te haya contagiado su paranoia. Además, como dijo Pellegrino, será sólo por esta vez. No creo que haya problemas si él mismo ha sido quien nos propuso hacer esto.

-Espero que tengas razón.

Minutos después, ambos estaban instalados entre los oficiales, a un lado del general. Los demás los veían con cierta curiosidad, y llegaron a hacer alguna broma a costa de ellos, aunque nadie se atrevió a decir algo por tenerlos ahí, ya que Pellegrino había anunciado que eran sus invitados y debían tratarlos bien.

Aunque Derek continuó receloso, Jared se divirtió bastante con todos ellos, y se sintió halagado en gran manera cuando el general le prodigó toda su atención, todo sonrisas y amabilidad.

Pellegrino era un gran tipo, pensó. Definitivamente, Jensen debía estar equivocado.

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A la Sexta Parte

Para regresar a la Cuarta Parte...

padackles y los rps desvariados, baby bang 2010, Slasheando con singular alegría

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