Feb 21, 2009 02:31
Es muy fácil cuando alguien con objetivos claros me dice que pierdo el tiempo y no hago nada con mi vida. Es muy fácil cuando tienes objetivos. No soy un muerto, juro por mis más preciosos y triviales recuerdos, que mi fuerza de voluntad es una puta bomba nuclear y que mis pocos escrúpulos a la hora de conseguir algo en lo que me veo capacitado se te tiran a la garganta y te mienten y te enferman y te la resecan hasta que te puedas hacer una galleta blanca con el pus endurecido que te haya quedado. Para que te atragantes camino del esófago.
Todo eso es verdad, lo juro, y primeramente espero no ser creído, porque siempre es más divertido así.
El pero llega cuando todo eso está capado. De nada sirve tener un revólver si no sabes a quién matar.
Estuve reflexionando, a raíz de muchas cosas. Hace unas semanas una zumbada le dijo, al cruel e ingrato de mí, en medio de una agradable verborrea a la que no presté mucha atención, algo similar a la conclusión a la que he llegado. Si los locos no fueran locos, serían sabios.
El problema es, y ha sido y será por el momento, la falta de un objetivo. No se trata de buscar la felicidad, de buscar el placer, de querer algo, o de querer alguien. No basta amar u odiar. Se acabaron los días del amor y el odio. Se acabaron los días de chuparse la polla a uno mismo. Se acabaron los días de orinarse encima para calentarse. Se acabó la confusión del primer nivel.
Todos esos días han muerto y crían moho en mis recuerdos. No más observar, no más autocompadecer, no más escapar. No necesito ni forzarme a ello. Porque ahora todo está más claro que nunca. Ya no hay más días que dormir ni noches en las que esconderse porque he mirado al rostro de mis hermanas y he visto la vida. En este momento cojo mi fémur de 15 años y hago de él espada y escudo.
Lo único que necesito es encontrar un objetivo. No pienso parar hasta agarrarlo. Se acabaron los dientes rotos en mis sueños.
Se acabaron los dientes rotos en mis sueños.